28 diciembre 2016

Quare fremuerunt gentes






La reacción de los madrileños colocando belenes en la Puerta del sol, para suplir el que su alcaldesa proislamista se había negado a instalar, ha sido para mí la mejor noticia de estas navidades. Me ha recordado el monte de las cruces en Lituania.


Hay vida, hay esperanza.

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22 diciembre 2016

El amor o la fuerza del sino


Leer a Chesterton es con frecuencia arduo, por ese estilo concentrado y agudo que se gasta, de referencias no siempre fáciles de captar, y hablo por mí, claro. Pero merece la pena hacerlo para toparse con esas perlas de sentido común con que nos regala a cada paso. El amor o la fuerza del sino es el título español que el profesor Álvaro de Silva ha puesto a su selección de artículos y de fragmentos chestertonianos en torno al matrimonio y la familia. Por supuesto, en esta materia necesitamos una cura de sentido común más que urgente.

Como de costumbre, Chesterton vuelve del revés los argumentos de los modernos de su época, que no eran más que los abuelos o bisabuelos (no tengo ganas de contar años) de los que hoy andan empeñados en la deconstrucción del sexo y la familia. Algún ejemplo escandaloso: el hogar es el sitio donde la mujer se halla más libre. La idea del hogar como el reino de la libertad planea, en efecto, a lo largo de todo el volumen y se inscribe en esa defensa de lo pequeño que caracterizaba el pensamiento de nuestro hombre. La mujer es también la educadora global (o integral, por utilizar otro palabro muy en boga) y resulta disparatado el afán de sustraerla de ese papel para situarla en otro más limitado. La "superstición del divorcio" (¿incompatibilidad de caracteres? ¿No es esa una base para edificar y no para destruir?), el papel del capitalismo en la crisis de la familia o su interesante análisis de la mentalidad femenina a partir del Macbeth son otras de las teclas que toca este libro, al que también acompañan poemas de Chesterton, por supuesto muy sosos después de la traducción.

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17 diciembre 2016

Novelas sobre ciudadan@s afroamerican@s


La retirada de Matar a un ruiseñor y Huckleberry Finn de algunas escuelas de Virginia, a instancias de un padre molesto por su "lenguaje racista", ilustra bastante bien esa "apoteosis de la superficialidad" que alguien enunció como diagnóstico de nuestro tiempo, hace algunos años. Si a esa superficialidad le añadimos la hipersensibilidad que ve en cualquier cosa un derecho conculcado, tendremos el origen de esta y de muchas tropelías semejantes que nos dejan perplejos.

La anécdota me recuerda el modo como Fernando Vizcaíno Casas se burlaba de la censura sufrida, en su día, por la novela La fiel infantería, de Rafael García Serrano, de la que se retiraron algunas expresiones soeces, una de ellas, al parecer, en boca de un soldado al que le había caído una piedra en el pie. Por lo visto, ironizaba Vizcaíno, el censor hubiera preferido que el soldado dijera: "¡Cielos, y cuánto infortunio el mío! ¡En verdad que duele esta contractura!"

De modo que el gran alegato contra los prejuicios raciales escrito por Harper Lee molesta porque alguien llama a los negros como solían llamarles en la época y el lugar en que se desarrolla la obra. Y que la novela de la que según Hemingway procedía toda la literatura norteamericana moderna, un delicioso canto a la amistad entre un blanco y un negro, no deben leerla los niños de hoy porque sus personajes no se refieren a los negros como ciudadanos y ciudadanas afroamerican@s...

Pero qué se apuestan a que si un padre se hubiera quejado de los libros de Haruki Murakami por verduscos y guarros, no los habrían retirado sino que habrían puesto al padre en su sitio...


11 diciembre 2016

Más de cristianos y marxistas

Creéis compartir con el marxista su rebelión contra la injusticia, y no la compartís en absoluto. Porque os rebeláis contra cierto número de injusticias –todo lo grandes que queráis. Pero el marxista se rebela contra la condición humana misma, es decir, contra el pecado original. Pretende organizar el mundo como si el pecado original no existiera, o como si no fuera más que una invención de la clase explotadora; y ciertamente es mucho más grave, o al menos más peligroso para el hombre, negar el pecado original que negar a Dios. 

De Georges Bernanos, en Presencia de Bernanos, de Luc Estang. Citado por Moeller en uno de sus tomazos






06 diciembre 2016

Aspectos de la novela


E. M. Forster fue novelista, en concreto autor, entre otras, de la historia en que se basó aquel rollazo postalero titulado Una habitación con vistas, y además teórico del arte de novelar, tal como se ve en este ensayo que se ha convertido en eso que se llama "obra de referencia" en Teoría literaria. Se trata de un ciclo de conferencias, y eso se nota en el estilo. El tipo es muy sutil, y así, por ejemplo, distingue entre historia y argumento, consistiendo el segundo en el modo de concatenar los hechos que constituyen la historia, o al menos eso me parece haber entendido. El caso es que cada concepto le da para una conferencia. Otra la dedica a La gente, es decir, a los personajes, tratando, con bastante ingenio, de distinguir al homo sapiens del homo fictus, como él dice, es decir, al ser humano real y al personaje de novela; e introduciendo también aquí su famosa dicotomía de personajes planos frente a personajes redondos. Si ha captado la diferencia, el redondo es el menos previsible, el de personalidad más proteica, por así decirlo, mientras que uno puede siempre conjeturar cómo actuará el personaje plano.

No estoy seguro de haber comprendido otro distingo que le ocupa otro par de conferencias, el que realiza entre fantasía y profecía. No sé si al hablar de novelas proféticas (desde luego, no son las que predicen el futuro) se refiere a aquellas que se erigen en portavoces de un mensaje trascendental para su época. El caso es que al mencionar entre los profetas a Dostoievski se aleja de una norma que había seguido casi invariablemente a lo largo de su discurso, que es la de referirse sólo a novelas en inglés, cosa que me fastidia un poco porque compruebo lo que me falta por conocer en ese ámbito.

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03 diciembre 2016

Peligro público


Una entrevista en directo es peliaguda, sobre todo si te piden opiniones de lo que no es lo tuyo. Llevaron a Javier Cercas a un Festival de literatura infantil y juvenil (Fundación Santillana) y no tuvo más remedio que soltar tópicos y alguna gracieta. Entre otras cosas, va y dice: "La persona que lee es un peligro público".

Para el poder, se supone, claro. Sí, hay gente a quien le gusta creer que vivimos en un régimen totalitario. Son sobre todo jovencitos radicales que encuentran así la justificación para embadurnar las paredes. Algo turbio se vislumbra, como ya he sugerido aquí alguna vez, con las leyes Lgb y tal, pero a día de hoy, hombre, ya quisieran los cubanos y los coreanos. Sin mencionar que, en un régimen como esos, sería difícil encontrar algo cuya lectura te convirtiera en "peligro público". Ya se encargan ellos.

Es cierto que la persona bien formada es un peligro para todo aspirante a controlar la sociedad, y por eso se diseñó la Logse por ejemplo. Pero estar bien formado no es leer así comoquiera; no es leer cualquier cosa, en plan intransitivo, al gusto de la beatería de la lectura que tanto abunda en ambientes académicos y que lleva a los chicos a pensar que con unas intrascendentes historietas de chavales pueden sentirse inmunes a toda manipulación. El directo es peligroso, pero yo, en lugar de Cercas, tal vez habría dicho que una persona que lee es, ante todo, una esperanza.



30 noviembre 2016

El primer comunista


Algún propagandista lanzó el eslogan y muchos mentecatos inteligentes lo repiten: "Jesucristo fue el primer comunista". ¿Acaso no estaba en contra de los ricos y hartos?

¿Acaso no alababa a los pobres y necesitados? ¿Acaso no se rodeó de gentes sencillas, de proletarios? ¿Acaso no tronó contra los sacerdotes profesionales, cuyo odio acabó por ocasionar su muerte? ¿Acaso no se saltó la idea elitista del pueblo judío haciéndose amigo de los pobres de otros pueblos? ¿Acaso no se preocupó siempre de la suerte de la gente sencilla? ¿No vivió acaso con sus apóstoles en una comunidad puramente comunista?

"Resulta muy seductor", dije, cuando uno de esos mentecatos inteligentes me expuso todo esto. "Permítame, sin embargo, que añada todavía un par de preguntas. ¿Enseñó Cristo también que toda religión es opio para el pueblo? ¿Que Dios es un invento de la burguesía y los capitalistas para mantener en sus límites al proletariado? ¿Que lo único que importa es la vida terrenal, porque es la única que existe? ¿Que la meta final de la humanidad es el ordenamiento paradisíaco del Estado y que deberá comenzar matando a los gobernantes actuales? ¿Que la moral es un invento de los capitalistas para frenar al proletario? ¿Que solo importa una clase determinada de hombres, los proletarios? ¿Que la vida del individuo no tiene ningún valor frente a los intereses del Estado? ¿Acaso Jesucristo fue un precursor del materialismo? ¿Consideraba que la oración era una estupidez y la visita al templo un acto reaccionario? Y finalmente, ¿encomendó a sus discípulos la misión de obligar a las personas a aceptar sus ideas por medio de la fuerza policial? Y aquí he de añadir que precisamente Él era quien entre todos los ostentadores de poder en el mundo habría tenido perfecto derecho a dar esa orden. Él era el más poderoso porque era Dios. Sin embargo, Dios, el único totalitario justificado, respeta el libre albedrío de los hombres. La frase "Jesucristo fue el primer comunista" es una obra de arte de la hipocresía. Pero si fuera cierto, habría que felicitar a sus dirigentes por su extraordinario parecido con el "primer comunista": Marx por su amor al prójimo lleno de bondad, Lenin por su humildad y caridad, y Stalin por su amor a la verdad y su disposición a perdonar.

En Louis de Wohl, Adán, Eva y el mono



22 noviembre 2016

Mein Führer, mein Führer!


Resulta que Adolfo Hitler vive (estamos en 1975, o por ahí, que es cuando se publica la novela) y es el solitario que habita un viejo molino en una localidad catalana, lugar hasta donde le ayudaron a huir algunos de sus colaboradores.

Este es el planteamiento de la novela, pero no vamos a encontrar un thriller histórico, por supuesto, sino una meditación sobre la muerte, el mal y la identidad, como es habitual en Carlos Rojas. Un joven, el hijo de uno de los colaboradores del führer, cruelmente humillado por este, llega hasta allí con el ánimo de matarlo, cosa que además le había encargado explícitamente su padre. Ambos se encuentran y mantienen un tenso diálogo que abarca un día y una noche, tiempo bien pautado capítulo a capítulo por el autor.

Hitler quiere morir. Es lo que buscó toda su vida, pero sus atrocidades, lejos de provocar que alguien lo matara, no hicieron sino convertir a los demás en envilecidos lacayos. Lo cual no deja de dar un punto de humor grotesco a la novela, pero además ilustra la tesis que viene enunciada en los lemas de Camus y Dos Passos que la encabezan: "El hombre no puede condenar a los demás sin condenarse a sí mismo", y "Todo hombre es capaz de todo crimen", respectivamente. Es la toma de conciencia de esta abyección radical del hombre por parte del joven lo que motivará el desenlace, no menos grotesco, de este diálogo infernal, que se pone, también, bajo el signo del Minotauro, la bestia que buscó la redención en la muerte, según la interpretación de Borges que figura también al frente de la novela.

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18 noviembre 2016

Desfibrilado


Carlos Herrera clama contra los tontos, y hace muy bien. Se ha inventado un desfibrilador de tontos y cada mañana pone de vuelta y media a tanto cantamañanas como, en, efecto, pulula por ahí. Poco imagina que hoy le he catalogado a él entre los potenciales clientes de dicho desfibrilador.

En efecto, aludiendo al incidente de 1981 (creo) en la Casa de Juntas de Guernica, volvió a repetir la estupidez que ya le oí hace unos cuentos años: que se levantaron los batasunos y se pusieron "a cantar el Cara al sol"...

Como se recordará, los batasunos interrumpieron el discurso del rey puño en alto mientras cantaban el Eusko Gudariak.

La intención, evidentemente, es comparar lo que a él le parece comparable. Bien es cierto que en esta ocasión dijo "el Cara al sol o algo así, el eusko nosequé..."

En fin, ya se ve que es muy difícil ir a la contra del discurso dominante sin disculparse de vez en cuando. "Que conste que a mí me caen también muy mal los fachas, tan mal como los de la ETA". Pues nada, Herrera: no se mueva que le desfibrilo un poco.


30 octubre 2016

Sosa... cáustico


Segunda República:

...unos pocos años que tanta nostalgia producen en la actualidad en ambientes que podríamos llamar tiernos en materia de saberes y lecturas.

En Francisco Sosa Wagner, La independencia del juez, ¿una fábula?


27 octubre 2016

Pedro Sánchez


Una de "menosprecio de corte y alabanza de aldea", marca de la casa. Solo que aquí Pereda se centra más en la corte: de hecho, la novela se desarrolla en su mayor parte en Madrid. El tal Pedro es un jovencito montañés que un día conoce a unos veraneantes (como diríamos hoy) de alto copete que le prometen un buen empleo en la capital, más alto que sus pequeñas ambiciones de sustituir a unos paisanos malquistos en la administración de las cosas del pueblo. Pero una vez allí, el gran señor, que resulta ser un ministro o al menos alto cargo en el gobierno, con fama de corrupto, no hace sino dar largas a nuestro hombre, hasta que a este le llega la oportunidad de medrar en el gran mundo por otra vía: la de dirigir un periódico progresista. Haciendo de la necesidad ideología, acaba convertido en uno de los líderes de la revolución liberal de 1854.

Como cabe esperar, Pedro es una víctima de las vanas ambiciones de la cortesanía y Pereda no deja de ridiculizar costumbres como los bailes de salón ("pasatiempo más propio de salvajes que de hombres cultos que se estiman en algo"), las cursiladas literarias (en el álbum de una dama "había estrofas en forma de cáliz, de guitarra, de cruz... sonetos encerrados en orlas de pichones con guirnaldas en el pico...") o los saraos interminables en casa de la gente guapa. Hay retratos intemporales, como el de las masas que nutren las algaradas ("abundaban las mujeres de rompe y rasga, y... los hombres de mala catadura; castas que parecen nacidas para estas cosas, porque nunca se las ve más que en los motines"; o escraches, podríamos añadir) o los políticos con dos caras: "Mire usted: mi padre es el mejor de los hombres en su familia, en los pasillos del teatro, en su pueblo de usted..., en todas partes menos en el sillón de su despacho oficial, y donde quiera que ejerza de político entre los suyos. En estos casos se transfigura y pierde la memoria de las cosas sencillas y ordinarias del mundo, porque lo posee de pies a cabeza el demonio del imperio con todas sus durezas y vanidades. Es una enfermedad propia de las gentes del oficio, y no tiene cura..."

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12 octubre 2016

Cuando todos somos toros


Hay algo que no suele salir en los debates sobre los bestias que desean la muerte a los toreros e incluso a niños enfermos que sueñan con serlo. Me refiero a esto: el español de cuarenta para abajo ha sido educado en la creencia de que el hombre no es más que un animal más evolucionado. Nada nos separa esencialmente, por tanto, de un toro, un perro o un gorila. De modo que la recíproca también es cierta: un toro, un perro o una oveja son "personas" menos evolucionadas. Si hacer violencia (y más aún hacérsela hasta la muerte) a un ser humano causa horror, para estos españoles subdesarrollados la que se hace a un animal merece la misma condena, en pura lógica.

Ya sé que esto no justifica a los miserables que expresan su odio por las redes, pues, independientemente de la educación que uno haya recibido, la mente humana se rebela por instinto contra un asesino y encuentra muy natural que se aplaste a una cucaracha. Digamos que no hace falta haber estudiado antropología para eso. Pero todos sabemos hasta qué punto humanizamos a los animales más cercanos biológicamente a nosotros e incluso les tomamos cariño. Añadamos encima el interés personal por ser un animal (que está en la base, no nos engañemos, de las ideologías materialistas), y tendremos listo el cóctel.

Como explicaba Martin Rhonheimer, nos va mucho en afirmar la diferencia radical de la persona con los animales, porque en la equiparación salimos perdiendo, y mucho. Pensemos en la eutanasia, por ejemplo: todos animales, todos apiolables llegado el caso. Porque al animalista, en el fondo, no le horroriza la muerte, sino el dolor. Despenaría sin dolor a su perro para evitarle sufrimientos; por qué no al abuelo que ya se siente inútil o le hacemos sentir inútil. La lógica es implacable.


11 octubre 2016

–¿La Ilustración es, pues, una contradicción?

Está en tensión entre su polo metafísico panteísta, que inspira racionalismos totalitarios, y su polo ético-político, que aspira a la libertad. 

No es mal modo de explicarlo. Es Jean Guitton (Mi testamento filosófico), en una imaginaria conversación con Henri Bergson, quien hace la pregunta.  



05 octubre 2016

El retrato de Dorian Gray


No me entusiasmaron nada los inicios, con ese sir Henry petulante y sus ocurrencias cínicas, que no sé si escandalizarían entonces, pero que hoy parecen propias de una celebridad televisiva cualquiera. Un Luis Eduardo Aute o un Joaquín Sabina resultan más ingeniosos.

Sucede que luego te das cuenta de que es el sir Henry el que va a quedar mal, o por lo menos como un pobre fantasma, ante la tragedia que se desarrolla en la novela. Frente a él, tal vez imagen del Oscar Wilde más superficial (de su máscara, como con acierto dice Ignacio Arellano), aparece aquí en su propio infierno un Dorian Gray en el que hoy es fácil ver la imagen del laicista contemporáneo y del que Wilde supo tomar distancias. Es ese hombre que huye de su propio retrato hasta el punto de asesinar a quien se lo muestra, porque no puede soportarlo. El hombre que se ha fabricado una respetabilidad artificial mientras viola su conciencia una y otra vez hasta la hora de la verdad. Si llamamos corrección política a la carita guapa de Dorian Gray e Iglesia al pintor que insiste en ponerlo frente a su imagen, la cuenta sale, aunque Oscar Wilde no tuviera una intención tan explícita y aunque la corrección política llevara otros nombres en su tiempo. Es curioso que en su día ciertos críticos tildaran la obra de diabólica, o poco menos. Wilde debió de reírse bastante con ello.

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02 octubre 2016

Damas soeces


Una de las conquistas sociales más apreciadas por las mujeres que aprecian las conquistas sociales es la de poder hablar tan procazmente como los hombres que hablan procazmente. Al menos a juzgar por lo que se oye. Ejemplo: tertulia de Carlos Herrera en la COPE. Sale a colación una coplilla que dice no sé qué de una vieja y un viejo. A la señora presente (y hasta entonces no me había percatado de que había una señora en la tertulia) le falta tiempo para manifestar que la conoce; por supuesto, se ponen a cantarla y la doña lo hace con visible entusiasmo.

Creo que aquel día salió de allí con sensación de plenitud. Y sin tener ni idea de que a los varones presentes probablemente les hizo el mismo efecto que verla cagando y con ojeras. Al menos a mí es lo que me pasa en esos casos, y tengo comprobado que no soy ninguna especie rara, antes bien me sucede con frecuencia constatar con disgusto que tengo tendencias muy adocenadas en casi todo. Otra cuestión es que la corrección política (y ya se sabe que la igualdad a ultranza es su mandamiento principal) impida manifestar estas cosas.


30 septiembre 2016

Lo que hace Notre Dame

Si el culto católico desapareciera, los gobiernos deberían subvencionar una catedral. Culto al misterio de nuestra alma. Conviene no cegar ninguna fuente de sensibilidad. 

En el Diario de Manuel Azaña, durante su asistencia a las vísperas de Navidad en la catedral de París.  

No viene mal recordarlo ahora que en Zaragoza van a quitar la exención del IBI a la Iglesia.


28 septiembre 2016

El arte de la novela


El más interesante, para el lector español, de los ensayos que componen este volumen es el primero, "La desprestigiada herencia de Cervantes". Para Kundera, si es cierto que los filósofos se han olvidado del ser, "con Cervantes se ha creado un gran arte europeo que no es otra cosa que la exploración de este ser olvidado". Más adelante dirá, como quien no quiere la cosa, que el novelista no ha de rendir cuentas a nadie, salvo a Cervantes, frase que creo que se puso de cinta promocional en la portada del libro. La novela, como repite muchas veces Kundera, consiste en colocar al hombre frente a unas condiciones existenciales determinadas y propias de cada creación. El autor cita repetidamente a los autores que de modo más genial realizaron este cometido, y que resultan ser, junto a Cervantes, Hermann Broch, Kafka, Diderot, Balzac y Laurence Sterne. A Broch y a Kafka van dedicados de modo monográfico algunos de estos trabajos.

Desde luego, que te fascine El castillo cuando tienes catorce años anuncia ya a un lector excepcional, y Kundera demuestra serlo en estos escritos. Es mérito, cuando se es un disidente del comunismo, no apropiarse a Kafka para la causa. No es que no reconozca que sus obras describen a la perfección el universo totalitario, pero reconoce que hubieran tenido el mismo valor si no se hubiese producido la irrupción de esos sistemas. A la espera de comprobar qué tal novelista es él mismo, las observaciones contenidas en este volumen revelan una intuición que muchos quisiéramos para nosotros.

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17 septiembre 2016

Ver a Cristo, ver a Mahoma


Leo a uno de mis publicistas favoritos: "Ahora llaman a nuestra puerta cientos de miles, quizá millones, de refugiados que huyen de la guerra y el hambre; es Cristo quien viene, pero Europa lo ve como un peligro y, paralizada por el pánico, se atrinchera detrás de sus muros".

Y pienso que lo que yo veo es justamente lo contrario: que son los gobernantes que más apuestan por la laicidad y los que se están cargando a Europa con sus políticas antifamiliares quienes más partidarios se muestran de abrir las puertas, mientras que los celosos de la identidad europea y cristiana optan por mantener bajo control el fenómeno migratorio. ¿Extraño?

No tanto si uno aplica la sencilla operación que proclamaba el castizo personaje de La verbena de la paloma: distinguir. "Porque tú, a veces, no distingues".

Si yo soy cristiano, tengo que ver a Cristo en cada persona que se cruza en mi camino: porque él vive, o está deseando vivir, en Alí, en Nelson Francisco o en Tsvetelin, y por Alí, por Nelson Francisco y por Tsvetelin ha dado toda su sangre. Y por eso merecen que los trate como lo haría con el mismo Hijo de María.

Pero si yo soy político, estoy obligado también a ver a Mahoma. Y Mahoma significa problemas. Y yo estoy ahí para procurar el bien de mis ciudadanos. Por eso encuentro perfectamente compatible mantener con mi dinero a uno, a dos o a diez refugiados, hasta que puedan regresar a su país en paz, y promover políticas de control de la inmigración cuando existe un riesgo cierto de conflicto social o de entrada masiva de individuos peligrosos en un contexto internacional de alerta por terrorismo. Tampoco es cristiano chuparse el dedo.


15 septiembre 2016

La caridad bien entendida

...empieza por uno mismo pero sólo si se entiende como lo hace el personaje del Diario de un cura rural.

Odiarse a sí mismo es más fácil de lo que se cree. La gracia está en olvidarse a sí mismo. Pero, si todo orgullo estuviera muerto en nosotros, la gracia de las gracias estaría en amarse humildemente a sí mismo, como a cualquiera de los otros miembros sufrientes de Jesucristo. 

(Lo cita Moeller en uno de sus tochos, y no recuerdo quién hablaba ni en qué momento de la novela)



 

 

14 septiembre 2016

Resurrección

Resurrección es una novela de denuncia, y no dudo de que la cuestión social en Rusia era tan lamentable como aquí aparece, y que Tolstoi tenía todo el derecho a denunciar con voz bien alta. Pero como novelista no sé si tenía tanto derecho a hacer esto. Eres León Tolstoi, chaval. Has escrito Ana Karenina y Guerra y paz. Un respeto al lector.

La novela es flojísima, en efecto, y además interminable. Si no se te cae al suelo es porque su autor sigue sabiendo qué hacer con una pluma en la mano, pero aquí le sale una historia moralista con personajes de folletín. Nejludov es el pecador que recibe un toque de gracia cuando ve en el banquillo a la joven, Katucha Maslova, a la que había seducido años atrás, llevado por esa mentalidad de miles gloriosus que era más fuerte que la conciencia en el estamento militar, si hemos de creer lo que nos cuentan. El tipo se dedica a reparar el error judicial que él mismo comete como jurado, tratando de conseguir una revisión del juicio e incluso proponiéndole matrimonio, aunque descubre para su mayor consternación que la joven se ha convertido en una cínica a la que nadie podrá disuadir ya de que el egoísmo y la rapacidad de todo tipo señorean el mundo. Tolstoi espolvorea la narración con abundantes prédicas de su peculiar cristianismo anarquista, hasta el punto de que el volumen empieza y acaba con citas evangélicas.

Si al menos hubiera contribuido a implantar en Rusia un régimen de libertades y garantías...

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09 septiembre 2016

Invertidos

El leccionario de la misa incorpora esta palabra, prácticamente olvidada, para traducir el masculi concubitores de la carta de san Pablo a los corintios: “No os engañéis: ni los ladrones, ni los borrachos, ni los… heredarán el Reino”.

Cosa chocante, porque tengo comprobado que los leccionarios castellanos se esfuerzan a cada edición por utilizar los términos y los giros más actuales, para mejor comprensión del mensaje escriturístico y, a veces, para desespero de algunos dómines eruditos. Según eso, en lugar de los clásicos afeminados y sodomitas, uno habría esperado al menos homosexuales, ya que gays puede sonar aún demasiado frívolo para el contexto sagrado. En lugar de eso, plantan un invertidos que ya casi nadie usa y muchos no entienden.

¿Por qué será…?



26 agosto 2016

Como quien luce un traje

La dignidad de un mayordomo está profundamente relacionada con su capacidad de ser fiel a la profesión que representa. El mayordomo mediocre, ante la menor provocación, antepondrá su persona a la profesión. Para estos individuos ser mayordomo es como interpretar un papel, y al menor tropiezo o a la más mínima provocación dejan caer la máscara para mostrar al actor que llevan dentro. Los grandes mayordomos adquieren esta grandeza en virtud de su talento para vivir su profesión con todas sus consecuencias, y nunca les veremos tambalearse por acontecimientos externos, por sorprendentes, alarmantes o denigrantes que sean. Lucirán su profesionalidad como luce un traje un caballero respetable, es decir, nunca permitirán que las circunstancias o la canalla se lo quiten en público. Y se despojarán de su atuendo sólo cuando ellos así lo decidan y, en cualquier caso, nunca en medio de la gente. Como digo, es una cuestión de “dignidad”.

Stevens, en Los restos del día, de Kazuo Ishiguro

Ojo, que tiene tanto una lectura positiva como negativa. Yo no diría que la profesión deba anular la “personalidad”. Si acaso, que se imponga sobre las debilidades humanas.

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21 agosto 2016

La maldición de los Dain

En su segunda novela Hammett optó también por el formato de varios relatos en uno, unidos por algunos personajes. Enlazar en una las diversas tramas resulta un tanto embrollado e inverosímil. Por otra parte, la novela coquetea descaradamente con lo terrorífico, lo gótico si queremos, aunque sin caer en las soluciones fantásticas: al final, nos hallamos ante una historia de embaucadores y drogadictos. Uno de los momentos más espeluznantes, de hecho, es la desintoxicación de la protagonista por parte del innominado detective que nos es familiar por otros relatos de Hammett. Ahí se ve una ración de anabolizante didáctico por parte del autor, que debía de conocer bien ese paño.

La maldición es la que supuestamente afecta a la familia materna de Gabrielle, una chica hipersensible cuyos padres resultan ser unos pájaros de cuidado, nada escrupulosos a la hora de utilizar a la hija. Lo que en la primera parte es una historia a lo Sherlock Holmes (El estudio escarlata, El signo de los cuatro), con un pasado abracadabrante que se revela al final, se complica luego con unos sectarios tipo Warren Sánchez y asesinatos (al parecer) rituales, para acabar en un ambiente de pistolerismo rural en el que Hammett se mueve más a sus anchas. La solución final, como digo, es complicada, aunque sorprende poco en cuanto al culpable último de los múltiples asesinatos a los que tiene que asistir este sabueso que debía de ser de hierro para no acabar en un convento budista como Rambo.  

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02 agosto 2016

Identidad


Ángel Ruiz comenta su coincidencia con Rafael Sánchez Ferlosio en el rechazo que les producen a ambos una persona y un concepto, cada cual por su lado: Ortega y Gasset y el término identidad. Es curioso, porque, a pesar de Juan Pablo II, yo tampoco puedo evitar ciertas reservas hacia el concepto de marras, cuando se refiere a lo colectivo. Tengo la sospecha de que poner la identidad como norte acaba llevando siempre a la exclusión de alguien.

Hay señas de identidad en los pueblos, no cabe duda. Sin eso, el propio Ortega (ya que se le menciona) se tendría que haber envainado muchos de sus escritos. Es la historia quien va decantando la identidad de cada nación, de cada comunidad, o pueblo, o etcétera. Hay que contar con ella y es un valor que hace que tengan sentido frases como "me caen bien, o mal, los franceses", a pesar de la ironía de Chesterton ("no los conozco a todos", respondía cuando le pedían opinión sobre un determinado pueblo). Pero empeñarse en preservarla a toda costa puede degenerar en nacionalismo y restricciones a los derechos humanos. En definitiva, ninguna identidad es "irrevocable", como decía José Antonio de España. Lo que ha modelado la historia la propia historia lo puede cambiar.

Por supuesto, la palabreja se usa mucho en relación con las masas inmigrantes que afluyen a Europa. Si la defensa de la identidad tiene que ver con muestro respeto a las libertades, a los derechos humanos, al pluralismo político, si nos sentimos orgullosos de identificar lo europeo con todo eso, es otra cuestión. Uno puede plantearse hasta qué punto todos esos valores no se van a poner en almoneda con la irrupción de grandes masas de población islámica. Son valores irrenunciables, pero que deseamos universales y sin especiales vínculos con una identidad.

Por lo demás, a mí no es Ortega quien me produce rechazo, sino el propio Sánchez Ferlosio. Después de intentar el abordaje a algún artículo y alguna colección de escritos menores, decidí prescindir de él para los restos. Tal vez caiga una relectura de Alfanhuí. Releer El Jarama me parece una de las formas más lamentables de perder el tiempo. Fue un experimento que se ha hecho su sitio en la historia como el urinario de Duchamp o el blanco sobre blanco de Malevich. Ahora andará el pobre curando el último acceso de rabia por la Jornada Mundial de la Juventud. A su edad estos sustos son peligrosos.


30 julio 2016

Símil cruel

El olor a polvo viejo flotaba en el aire, tan rancio y tan vulgar como una entrevista a un jugador de fútbol. 

(En Raymond Chandler, La hermana pequeña


27 julio 2016

El sacrificio


Este volumen es una tríada de conferencias que ofreció René Girard en la Biblioteca Nacional de Francia, y mi primer encuentro con este autor al que he visto alabado en los últimos años por personal del que me fío absolutamente, como el sin par Enrique. Creo que he acertado al elegirlo, porque sitúa bastante bien al lector sobre el pensamiento de Girard en torno a lo que indica el título, que viene a ser su tema central, es decir, el sacrificio como una constante en las culturas antiguas, resultado de dirimir las viejas rivalidades ocasionadas por lo que él llama mímesis: un concepto este que sí requeriría tal vez un vistazo a algunas de sus otras obras, pues aquí no me queda muy claro. Por lo que deduzco, nos comportamos, los seres humanos, como niños antojadizos que dicen "yo también quiero", y nos peleamos con quienes quieren lo mismo. Al final, alguien paga el pato y todos contentos... hasta que se repite el proceso.

Para Girard, Cristo nos sacaría de este círculo diabólico, pues el suyo no fue un sacrificio al uso, sino un crimen, un acto que no libró de culpa a quienes lo cometieron y que hace que el sacrificio humano no pueda volver a concebirse como un acto de justicia. Otra cuestión, añado, es que la muerte de Cristo (con su resurrección) tuviese un valor redentor, como profesamos, pero para cada hombre que la hace suya mediante la incorporación a Cristo por el bautismo. Cristo, pues, no nos sustituye en la expiación, sino que la hace posible para nosotros mediante su propia kénosis. Esto no está en Girard, o al menos yo no lo he visto, pero es imprescindible, creo, para comprender por qué Cristo no es un mero chivo expiatorio.

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26 julio 2016

dios [sic], dioses


Leyendo el tomo de poesía titulado Centuria, de la colección Visor, compuesto de poemas del siglo XX que seleccionan diversos poetas y críticos, me llama la atención la frecuencia (relativa) con que estos poetas y críticos se refieren a los dioses, o escriben dios con minúscula. ¿A que dioses se referirán?, pienso. ¿A Thor, Odin, a Hermes, Afrodita, a fetiches africanos, a todos ellos? Juan Ramón Jiménez es el más destacado: "Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo", o algo así, comienza su celebrado Espacio.

¿Pintan algo los dioses en nuestra vida, a estas alturas?, me pregunto con timidez. Que hable así un antropólogo o un ensayista cuando adopta un enfoque amplio referido a la historia de la humanidad, como Jünger por ejemplo, tiene sentido. Pero en estos lugares de que hablo, lo cierto es que si escribimos Dios, con la mayúscula normativa del nombre propio, el significado no cambia mucho, o a mí me lo parece.

Uno no sabe si pensar en respetos humanos (a ver si van a pensar que yo, con estas barbas, creo en el Dios de mi abuela), en deseo de que Dios no exista y de igualarlo con los diosecillos paganos..., en puro esnobismo que ya ni lo sería, en gusto por la irreverencia heredado de los malditos... En todo caso, el fenómeno no pasa inadvertido, ya que el otro día Ignacio Ruiz Quintano se refería a "esos nuevos Fray Gerundio que escriben su Nombre con minúscula" (sic, con mayúscula en nombre: bravo, Quintano.)


21 julio 2016

"El deber civil de aplaudirles"


Eso es, en efecto. Es la mejor manera de definir lo que nos toca a los demás, una vez reconocidos esos derechos que unos innominati amparados bajo unas siglas cada vez más alargadas ("inventores de maldades", decía san Pablo) han impuesto en las legislaciones. El hallazgo es de Ángel Rodríguez Luño:

...Nadie duda que cada ciudadano puede desarrollar libremente actividades de su interés, y que tales actividades entren genéricamente en los derechos civiles comunes de libertad. Cosa bien distinta es que actividades que no representan una contribución significativa para el bien común puedan recibir del Estado un reconocimiento legal específico y cualificado. Las instituciones de derecho público no son un instrumento al servicio de la legitimación social y política del estilo de vida de una minoría que quiere imponer a los demás el deber civil de aplaudirles.

("Aspectos ético-políticos del reconocimiento legal de las uniones homosexuales", en Cultura política y conciencia cristiana)


18 julio 2016

El vértigo

El famoso adagio de que el inocente nada ha de temer no se aplica a los regímenes totalitarios. Evgenia Ginzburg fue detenida y encarcelada en condiciones atroces por haber hecho uso de su inteligencia, como lo comentaba aquí hace poco. En concreto, por haber glosado un artículo de alguien que, sin dejar de ser del partido comunista, como ella misma, había caído en desgracia de Stalin. Nada de críticas al líder, nada de alinearse con las tesis del autor comentado. Sencillamente, no lo condenó sin paliativos, como había de hacer, por lo visto, una buena camarada.

Y lo que sorprende es comprobar cómo tantos y tantos abdicaron de su capacidad de raciocinio para secundar las purgas del déspota, plegándose a considerar que, si el gran Stalin decía que esa persona era un trotskista o un reaccionario, es porque debería serlo, aun contra toda evidencia. No ya sostener opiniones contrarias, sino simplemente afirmar lo obvio, fue durante mucho tiempo en aquel país sinónimo de alta traición. Pongan ustedes homófobo donde he dicho trotskista o reaccionario, y tal vez encuentren un paralelo estremecedor con otros tiempos y otros ámbitos. A mí me ha sucedido, al menos. Tantísima gente declarando lo contrario de lo que realmente tiene en la conciencia, afirmando que dos y dos son cinco para que no lo señalen con el dedo, todo es de una odiosa actualidad.

Evgenia Ginzburg no quiso ser de esos y nos cuenta su odisea en dos partes de las que de momento he apurado la primera, dejando la otra para más adelante no por cansancio del buen hacer literario de la autora ni de su propia persona, realmente admirable, sino porque tanta atrocidad seguida quizá no sea aconsejable para un verano. Y hay otra cosa de la que no tengo dudas, y es de que esta mujer era cristiana en su interior. De otro modo no habrían sido posibles ciertas actitudes, no solo de fortaleza, sino de auténtica caridad. Un ejemplo: en un momento dado, hallándose ella en labores de cocina (por decir algo), le comunican que alguien que va a morir quiere doble ración de pan. Pide el nombre, y resulta ser el mismo tipo que la interrogó y la sentenció. Pues bien, Evgenia no solo no le niega el pan, sino que luego se arrepiente por haber sido “vengativa”, porque le había encargado al mensajero que comunicara al moribundo quién le daba el alimento. Es decir, lamentaba no haber sido heroica en su caridad. Ustedes dirán…


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13 julio 2016

Titular: "(En un festival de música en Suecia) menores denuncian agresiones sexuales a manos de "refugiados" "


Si tú te paseas por la calle llevando en la mano un fajo de billetes de cincuenta y te lo birlan, el culpable es el ladrón. Lejos de mí afirmar lo contrario.

Pero, desde luego, tú eres imbécil. Y un borrego: vives en una cultura que promueve insensatamente la exhibición de las riquezas personales y tú te sometes servilmente a ese "tanto tienes tanto vales" como si fuese eso lo que te avalora como persona. Te crees protegido por una mentalidad (esta sí, muy sensata) que considera odioso que ciertas cosas se tomen por la fuerza. Pero los amigos de lo ajeno no se arredran, y ojo, que hay otras culturas para quienes (no sin cierta lógica) determinadas exhibiciones equivalen a un ofrecimiento.

Por decir estas cosas te pueden despellejar a tiras. Pero alguien tiene que empezar a decirlas. Y sé que Suecia no es lugar propicio para andar exhibiendo según qué: estoy generalizando la cuestión, y tratando de poner de relieve algunas incoherencias de nuestros modos de pensar.


12 julio 2016

Curioso símil


...las hierbas humildes que brotaban escondidas como virtudes.

(Ramón del Valle-Inclán, Sonata de primavera)


06 julio 2016

Sedal para espías


He recuperado a Bernard Samson tras años, no sé decir cuantos, de haberlo abandonado, quizá por hartazgo de aquellos personajes y de los enredos del departamento de inteligencia británico. No en vano me leí casi seguidos los tres volúmenes de la trilogía "Juego, set y partido", que es de lo mejor que se ha escrito en el género del espionaje, y a poco empecé la nueva trilogía, "Anzuelo, sedal y plomo", pero la dejé en el anzuelo. Tal vez influyó en ello el hecho de que cayera el muro y se acabase la guerra fría, con lo cual el incentivo del contacto con la realidad se vino a esfumar. Pero creo que se trató más bien de empacho.

De hecho, en Sedal para espías no te encuentras nada nuevo, pero sigue funcionando el atractivo de los manejos de espías y contraespías, con esa mezcla de realismo y azares aventureros que caracteriza al género desde John Le Carré. Len Deighton da más cancha también a las relaciones familiares y humanas en general, de modo que los dolores y gozos de los personajes, delineados sobre todo a través del diálogo, terminan de dar volumen a la trama. Te encuentras a viejos conocidos que sin embargo se complacen en revelar nuevas caras, salen conejos de la chistera, o mejor dicho serpientes, porque por supuesto la muerte está apostada en las esquinas... y Bernard Samson, el hombre, no se cura de espanto ni decide ponerse a trabajar de peón, tal vez porque ni eso asegura el pellejo de alguien que alguna vez ha estado al servicio de Su Majestad Británica, que diría el otro.

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30 junio 2016

La gran verdad


Según la famosa apreciación de Chesterton, el catolicismo te exige que al entrar en la iglesia te quites el sombrero, no la cabeza. He comenzado a leer las memorias de Evgenia Ginzburg, una mujer represaliada por Stalin, culpable de no haberse quitado la cabeza al entrar en el partido; esto es, haber puesto su intelecto al mismo nivel que su fidelidad al líder. Al mismo nivel, y no más alto, pues tras su experiencia carcelaria Evgenia Ginzburg siguió manteniendo su fe comunista. He dicho fe:

En nuestro partido, en nuestro país, reina de nuevo la gran verdad leninista. (página 27, edición Galaxia Gutenberg)

La gran verdad. Es chusco esto, si uno tiene en cuenta que hoy día asociamos a la izquierda política con el relativismo. Dado que los asertos de Lenin no pueden ser comprobados empíricamente, hay que concluir que es la fe lo que llevaba a aquellos tipos a tenerlos por verdad. Y una fe tanto más admirable cuanto que tampoco después de Stalin el partido siguió produciendo más que indigencia económica, moral e intelectual. Pero es que además, si Stalin desapareció de Rusia, gente como él ha actuado acá y allá donde se ha instalado la famosa verdad: díganlo Steinhardt, Valladares, Mindszenty o los osarios de Camboya, que hablan mejor que todos ellos. Supongo que ni Ceaucescu ni Castro ni Pol Pot eran realmente comunistas, tampoco.

Oh desdichada ideología, que allá donde aterriza es secuestrada por psicópatas o atrofiada en su desarrollo por el feroz imperialismo capitalista. Bueno, desdichada... o feliz, ya que sigue aún cosechando adeptos, a pesar de tan mal fario.  


28 junio 2016

Flatus


En esta clase de conversaciones iniciales –en estas y en general en todas las conversaciones—no se emiten más que flatus vocis, no se formulan más que desencajadas e incoherentes trivialidades. Si cada noche en el momento de ir a dormir tuviéramos la fuerza y la osadía para recordar lo que hemos dicho durante el día, quedaríamos asustados de la cantidad de estupideces inútiles, gratuitas, generalmente malévolas, a menudo malignas, que durante las últimas horas hemos pronunciado.


La observación en este caso es del narrador de La calle estrecha, de Josep Pla (capítulo XVII)


24 junio 2016

El genio alegre


Esto es una mujer tan seria que se llama Sacramento, y un administrador tan adusto y grave que se hace retratar con gola y quevedos. Y van y llegan el hijo de la señora, tenido por tarambana incurable, y una sobrina llamada Consolación que lo es en efecto para el que la mira o la escucha, por su vitalidad y su alegría. En fin, la trama es que el hijo y la sobrina a la par van a dar al traste con la gravedad que impera en aquella casa, confundida casi con el luto perpetuo a cuenta de la devoción y la decencia. Con decirles que la niña se permite ir a una boda de gitanos, tan libres ellos... (También es condena que libre significara para muchos "frívolo") Y la moraleja es la que los señores devotos deben aprender: que el genio alegre no es contradictorio con las buenas costumbres, sino que es su garantía de autenticidad, por así decirlo. Algo se exageran los términos, claro, pero estamos en el teatro. La alegría se asocia quizá en exceso a la zumba y la castañuela y Consolación es una joven que no ha sido zarandeada por la vida y puede permitirse unas efusiones líricas que le salen solas. Pero estamos con los Quintero. Y todo es previsible y nada se sale de los cánones, tampoco los sirvientes al estilo clásico, con su gracia y su sal. 


17 junio 2016

El ramadán y tal y tal


La querencia de la izquierda de hoy por el islam tiene igual motivación que su cruzada a favor de los derechos de los animales. No, no es una gracieta de mal gusto. En ambos casos se trata, aparentemente, de exaltar algo, cuando la intención es, en realidad, degradar otra cosa. Al promover a los irracionales (los brutos, como decían los clásicos) al rango humano, lo que se acaba consiguiendo es que se considere al ser humano como un animal más, al que se pueda apiolar cuando es viejo y molesta, por ejemplo. Las muestras de favor al Islam, por su parte, ocultan muy mal la tirria al cristianismo. Se trata de igualar lo inigualable para que la mejor parte pierda. Cristianismo, islam, ocurrencias de la gente sencilla, muy respetables siempre que no salpiquen.

Inigualable, sí. La libertad religiosa, es cierto, ampara a cualquiera para que practique la religión que le venga en gana. En esa igualdad estamos conformes. Pero ni por lo que han aportado a la humanidad, ni por su concepto de la dignidad del hombre, ni por razones históricas y culturales en el caso de España y Europa, pueden nivelarse el cristianismo y el islam. Uno puede dejar que los musulmanes anuncien su ramadán a bombo y platillo, si quieren, pero resulta desquiciado que un ayuntamiento español ponga luminosos en las calles para celebrarlo, como si se tratara de la Navidad, que forma parte de nuestro ser más que los toros, el Quijote o el pincho de tortilla.

Es más: quienes felicitan el ramadán son del mismo tronco ideológico que los que piensan que un árbol de Navidad ofende a los musulmanes. ¿Qué se pretende, pues, con esas efusiones? Efusiones que son, además, de todo punto ridículas. ¿Alguno de ustedes ha felicitado alguna vez la Cuaresma? Se felicita el tiempo de fiesta y jolgorio, la Pascua por ejemplo, pero no un período de penitencia. De hecho parece casi una ironía macabra: hale, hale, Yusuf, que disfrutes de tu ayuno. Como para que te hinchen un ojo.


14 junio 2016

Os lo digo de verdad, hermanos,


Dios no lo ha permitido nunca, ni lo permite ni lo permitirá jamás. Pero, lo que es peor, estos pecados son tan acostumbrados y son tantos los que los cometen, que se cree ahora que eso está prácticamente permitido.

San Cesáreo de Arlés (470-542), refiriéndose al concubinato.


10 junio 2016

Anacleto se divorcia


Anacleto se divorcia es una broma gruesa a costa de la implantación del divorcio en los años de la República. Juega sobre todo con el carácter del macho hispánico, que seguirá considerando suya a la mujer de la que acaba de divorciarse a pesar de haberse dejado convencer para llevar a cabo la desconexión. Ante la perspectiva de que Baldomera se case de nuevo, Anacleto se muestra susceptible cada vez que alguien hace una alusión taurina. Esta supuesta incapacidad de los españoles para el divorcio puede hacer hoy también sonreír, pero amargamente. La pieza, en efecto, ha perdido toda frescura y solo algunas de sus situaciones tienen gracia. No podemos por menos de sentirnos de acuerdo con la tesis final, que viene a ser que el amor conyugal es más fuerte de lo que se pretende y es capaz de superar egoísmos y desavenencias, pero todo es demasiado superficial y previsible. Los personajes son andaluces para que tenga más gracia oír hablar de er divorsio, y Paco Martínez Soria, que protagonizó una buena versión cinematográfica con el título de El alegre divorciado, recurrió al disvorcio para remedarlo. En fin, Pedro Muñoz Seca estuvo mucho más inspirado con don Mendo.

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08 junio 2016

Parnaso en excedencia


Chema ha echado el cierre a su blog, pero ahí queda como una referencia interesante sobre novela española actual. He de decir que es un campo que no frecuento, porque teniendo tantos muertos por leer, es perder el tiempo arriesgarse con los vivos, que no sabes qué será de ellos al cabo de poco. De hecho el otro día estuvo en mi instituto Gustavo Martín Garzo, que además de novelista es paisano, y por mí como si llega a ir el candidato de Izquierda Unida. Además es un tipo del que he permitido que un comentario tonto e injusto deslizado en alguna ocasión me le haya hecho antipático.

Aprovecho para echar un vistazo a sus infumables y a sus recomendados (de Chema, no de Martín Garzo). Entre los primeros, no comparto su absoluto desdén por Arturo Pérez-Reverte, que me parece un buen contador de historias. Con Matilde Asensi espero no volver a tener más contacto que el que me deparó mi efímero oficio de comentarista de best-sellers. Creo que le haré caso acerca del Madera de boj de Cela, un tipo que creo que lo dijo todo en los 40 y 50. Con Javier Marías tal vez me vuelva a dejar engañar, pero con otra cosa que Los enamoramientos. De Eduardo Mendoza espero vivir para leer algún día La ciudad de los prodigios...

En cuanto a recomendados, lo que dice de Luis Landero me anima a poner en nómina esos Juegos que nunca me llamaron la atención. En cambio no entiendo qué le vio al Paraíso inhabitado de la Matute, un relato de principiante (y eso que fue el último) plagado de ñoñeces. Por lo demás, hay ahí muertos incontestables: Delibes, Torrente, Martín Gaite (¡hasta Rubén!)... que se apartan de ámbito propio del blog. Tengo miedo de hincarle el diente a lo nuevo de Jesús Carrasco, porque Intemperie fue un impacto tan certero que es difícil de repetir. Y Trapiello es el típico elemento del que no tengo ni dudas sobre su calidad ni razones para empezar a leerlo. A Pombo y a Pujol no los he agotado aún.

Me sorprende la piedad que ha tenido con Almudena Grandes.




04 junio 2016

Indisciplina y desasosiego



Una de los diagnósticos que me parecen más acertados sobre el siglo XX, o más exactamente sobre la cultura de los años que abarcan hasta la Segunda guerra mundial, es el que hace Gonzalo Redondo cuando define esa época como la crisis de la cultura de la modernidad: un hombre desorientado que ha dejado de entenderse a sí mismo tras haber comprendido que nunca será Dios en lugar de Dios. Pues bien, una buena formulación de esa crisis la hace Fernando Pessoa en el punto 175 de su Libro del desasosiego:

Cuando nació la generación a la que pertenezco encontró el mundo desprovisto de apoyos para quien tuviera cerebro y al mismo tiempo corazón. El trabajo destructivo de las generaciones anteriores hizo que el mundo al que nacimos no tuviera seguridad que darnos en el orden religioso, ni apoyo que darnos en el orden moral, ni tranquilidad que darnos en el orden político. Nacimos ya en plena angustia metafísica, en plena angustia moral, en pleno desasosiego político. Ebrias de las fórmulas externas, de los meros procedimientos de la razón y de la ciencia, las generaciones que nos precedieron derrumbaron todos los fundamentos de la fe cristiana, porque su crítica bíblica, pasando de crítica de los textos a crítica mitológica, redujo los evangelios y las anteriores escrituras sagradas de los judíos a un montón confuso de mitos, de leyendas y de simple literatura; y su crítica científica fue anotando gradualmente los errores, las salvajes ingenuidades de la “ciencia” primitiva de los evangelios; y al mismo tiempo, la libertad de discusión, que trajo a la luz pública todos los problemas metafísicos, arrastró con ellos los problemas religiosos cuando eren de carácter metafísico. Ebrias de una cosa incierta a la que llamaron “positividad”, esas generaciones criticaron toda la moral, escudriñaron todas las reglas de vivir, y, de tal choque de doctrinas, sólo quedó la seguridad de ninguna de ellas, y del dolor de no existir esa seguridad. Una sociedad así indisciplinada en sus fundamentos culturales no podía, evidentemente, ser sino víctima, en la política, de esa misma indisciplina; y así fue como despertamos a un mundo ávido de novedades sociales, y que con alegría se lanzaba a la conquista de una libertad que no sabía lo que era, de un progreso que nunca había llegado a definir.

Pero el criticismo frustrado de nuestros padres, si nos legó la imposibilidad de ser cristianos, no nos legó la satisfacción de poseerla; si nos legó la falta de fe en las fórmulas morales establecidas, no nos legó la indiferencia ante la moral y ante las reglas de vivir humanamente; si dejó en la incertidumbre el problema político, no dejó indiferente nuestro espíritu ante la posible solución de ese problema. Nuestros padres fueron felices destruyendo, porque vivían en una época que todavía conservaba reflejos de la solidez del pasado. Era aquello mismo que ellos destruían lo que daba fuerza a la sociedad para que pudieran destruir sin sentir resquebrajarse el edificio. Nosotros heredamos la destrucción y sus resultados.

En la vida de hoy, el mundo pertenece sólo a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy casi por las mismas vías por las que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación.

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