27 noviembre 2007

No pidas sardina fuera de temporada


Andreu Martín sabe que es un narrador ágil y brillante. Y sabe también que es muy difícil que sólo con esas cualidades consiga componer una obra maestra, ni siquiera aportar algo nuevo a la novela. Así que lo que hace (y no se lo censuro, sino al contrario) es aprovechar al máximo esas cualidades que he citado, y ha elegido un doble camino: primero, el de las novelas para adultos, dando a esta expresión su sentido más lamentable: es decir, explotando el gusto por lo obsceno y lo sangriento; así en Prótesis y otras que no siento desconocer. La segunda vía, más amable, es la de escribir para el público adolescente, campo que hoy tiene salida segura, aunque sus clientes sean obligados en su mayor parte. En la serie sobre Flanagan Martín da lo mejor de sí mismo como narrador (es una delicia perder el tiempo con estos nuevos folletines que muestran rasgos aislados de genio) y aprovecha otra de sus cualidades: la de ser un gran conocedor de los resortes de la novela negra norteamericana. Juan Anguera es un Marlowe reconvertido en adolescente porque el personaje ya no da mucho más de sí, ajado hasta el ensañamiento por tantos imitadores; pero siguen siendo eficaces esos resortes: pistas que se dosifican hábilmente a lo largo del relato, revelaciones inesperadas, alguna escaramuza en los capítulos finales, que espolea el deseo de conocer el desenlace... e, incluso, el gesto heroico del protagonista, dispuesto a sacrificar el amor de su dama en aras de la verdad.


Nota redactada en enero del 2000. Por cierto, de los relatos de Flanagan responde también Jaume Ribera, guionista de historietas, discreto sustituto de Ibáñez cuando la demanda era superior a las fuerzas del genio.


23 noviembre 2007

La vida política española sigue gravitando en torno a Franco.


Se diría un juego que consistiera en evitar a toda costa un coco con el nombre del caudillo, y el que lo rozara perdiera, ante el alborozo del adversario. Los medios, por su parte, actuarían como jaleadores, gritando caliente o frío. Difícil es hallar un día en que ninguna columna periodística se refiera de algún modo a Franco o al franquismo.

Hace poco, alguien se refería a las relaciones exteriores del gobierno Z evocando las buenas relaciones entre Franco y Fidel Castro. Normal: "todo quedaba entre dictadores". Pero tú, presidente de un gobierno democrático...

Eso me hizo recordar que Gonzalo Redondo (por cierto, compañero de universidad del firmante), en su monumental e inconclusa obra sobre el franquismo, afirmaba que este no fue una dictadura, sino un típico régimen tradicionalista. Por mi parte añadiría que el de Fidel tampoco, sino un típico régimen de socialismo real. Ambos pueden tener alguna coincidencia, como la ausencia de partidos o la marginación de la sociedad civil, pero sobre sus respectivos resultados en el orden social y humano hablen las diferentes evoluciones posteriores de España y del bloque soviético.

Claro que estas distinciones quizá sean demasiado sutiles para los toscos esquemas que impuso la transición. De esos esquemas sigue viviendo la izquierda española, y permiten que una punta de degenerados se vea alzada, desde el punto de vista moral, sobre "la espada más limpia de Europa", que dijo Pétain.


20 noviembre 2007

Se ha privado al hombre de la vid


¿Por qué en este lugar de nuestras consideraciones sobre Europa nos referimos a la parábola de Cristo sobre la vid y los sarmientos? Quizás porque precisamente esta parábola nos permite explicar de la mejor manera el drama de la ilustración europea. Rechazando a Cristo, o por lo menos poniendo entre paréntesis su actuación en la historia del hombre y de la cultura, ciertas corrientes del pensamiento europeo han cambiado de rumbo. Se ha privado al hombre de "la vid", del injerto en esa vid que permite lograr la plenitud de la humanidad. Se puede decir que se abrió el camino a las demoledoras experiencias del mal que vendrían más tarde de una forma cualitativamente nueva, jamás conocida antes o, al menos, no con tal magnitud.

Juan Pablo II, Memoria e identidad


16 noviembre 2007

El viaje de Jonás

José Jiménez Lozano ha hecho una caricatura, pero no en el mal sentido que suele darse a esta palabra cuando se la saca de su acepción primaria. Es la misma historia bíblica contada con desenfado, jocosamente, atribuyendo al profeta caracteres, relaciones y hechos que quizá no tienen base real, pero sirven para darle un aspecto humano en lo que la humanidad tiene de más risible, y que no se contradicen con lo que de Jonás refiere la Escritura. Presenta, en efecto, la historia bíblica de Jonás chispas del sentido del humor de Dios, que juega con su creación. Las referencias a nuestro tiempo no hacen sino contribuir a ese acercamiento jocoso del personaje a nuestra entraña humana: la esposa de Jonás se dedica a desconstruir todo lo que Jonás hace o dice, el profeta compra su báculo lujoso en Tiffany´s... La referencia a la deconstrucción no puede por menos de caerme especialmente en gracia, por lo que tiene de burla de la pedantería de ciertas filosofías, claro.

En fin, en este Jonás de Jiménez Lozano vemos algunas de nuestras más flagrantes caídas en el ridículo: ese utilizar la propia y objetiva pequeñez como excusa para no emprender lo que Dios le encarga; ese confundir la justicia de Dios con la suya propia (al utilizar las amenazas divinas para satisfacer su ansia de venganza contra quienes le pegaron); esas setenta y siete semanas que los cónyuges permanecen enfadados, por convención... Catártico.

Nota redactada en octubre de 2003

12 noviembre 2007

Federico Jiménez Losantos


está disfrutando en los últimos tiempos de una publicidad que ya quisiera yo para lo poco bueno que hago. Políticos y plumíferos echan pestes de los excesos de "un locutor", "cierto comunicador", "una voz de la COPE"... así, sin citar el nombre por lo general, lo que añade misterio al asunto y el prestigio del malditismo para el interesado. Eso le está proporcionando jugosos incrementos de audiencia, incluso de no adictos a su línea. Ya hace años un mi compañero, nada sospechoso de fachismo, contaba como un gran descubrimiento el de FJL y lo pasaba en grande escuchándolo por la mañana.

Por otro lado, resulta chocante que, cuando desde el gobierno se legislan barbaridades que serían la envidia de Calígula y se cocinan traiciones no vistas desde don Julián, muchas conciencias hipercristianas se escandalicen ante una de las voces que más ha denunciado tales tropelías, sólo porque tal o cual vez se excede en sus calificativos. Hay quien no dormirá a gusto hasta que en la COPE no bauticen hasta a los clips y los pendrives. Y aquí hay que recordar que la COPE no es Radio María, sino una emisora generalista donde se hace apostolado, sí, pero también periodismo de opinión donde la crítica al poder se ejerce con la contundencia requerida en cada caso.

Cada vez más, incluso, se permiten exhortar a los obispos a que silencien esa y otras voces, en uno de las exhibiciones de mentalidad totalitaria más flagrantes que han visto estos ojitos. Eso son compañeros de viaje para el GAL, vive Dios, y no los de los bolcheviques.

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09 noviembre 2007

Con frecuencia se afirma la licitud del aborto


cuando se juzga que probablemente el que va a nacer (el que iba a nacer) sería anormal, física o psíquicamente. Pero esto implica que el que es anormal no debe vivir, ya que esa condición no es probable, sino segura. Y habría que extender la misma norma al que llega a ser anormal, por accidente, enfermedad o vejez. Si se tiene esa convicción, hay que mantenerla con todas sus consecuencias; otra cosa es actuar como Hamlet en el drama de Shakespeare, que hiere a Polonio con su espada cuando está oculto detrás de la cortina. Hay quienes no se atreven a herir al niño más que cuando está oculto -se pensaría que protegido- en el seno materno; lo cual añade gravedad al hecho: en una época en que cuando se encuentra a un terrorista con una metralleta en la mano, todavía humeante, junto al cadáver de un hombre acribillado a balazos, se dice que es "el presunto asesino", la mera probabilidad de una anormalidad se considera suficiente para decretar la muerte del que está expuesto al riesgo de ser más o menos anormal.


Julián Marías, Sobre el Cristianismo.


07 noviembre 2007

Porque soy realista


creo que el 11M fue lo que parece: una trama de la entente GAL-ETA para asaltar el poder. "No fue la ETA", dicen. Por supuesto. Que la ETA diera el golpe sería una torpeza indigna incluso del GAL. Eso no habría hecho sino reforzar al gobierno que había que tumbar. La ETA no estaba en la mano de obra, sino en la tramoya: en el pacto de Perpignan, en los coches cargados de explosivos que fueron convenientemente interceptados... En todo aquello que iba a crear el ambiente de que ETA lo intentaba y que en algunos sitios se los habían quitado de enmedio sin disparar un tiro.


Pero no me causaría un trauma el que, en efecto, hubiese sido obra de islamistas. Algunos parecen pensar que eso daría la razón a los socialistas. Y no. En buena lógica, la autoría islamista no debería haber perjudicado al gobierno de Aznar, sino haberlo reforzado, como hizo en otros lugares. Si a los islamistas les molestaba la guerra de Irak, señal de que era acertada. Pero aquí se impuso otra lógica: la de los torturadores ("¿es que queréis que os maten a todos?") y la de los cobardes ("¿es que no veis que nos van a matar?"). Es lo que me tiene deprimido desde entonces.


06 noviembre 2007

Perseguid a Boecio


Una de las obsesiones de Vintila Horia fue siempre la revolución que la física cuántica provocó en el mundo del pensamiento. Según expresó en muchos artículos y en algún libro, la sociedad de nuestro tiempo está viciada porque se basa en sistemas de pensamiento ya caducos, como es caduca también la física newtoniana, porque (y esta es otra de las constantes de su obra) no podemos aislar la ciencia de una época de su filosofía y su arte, pues todo ello no es sino una diversidad de técnicas de conocimiento. Para la nueva Física, no todo es predecible de acuerdo con unas leyes, sino que el comportamiento de las partículas se rige por la indeterminación. Esto, según Vintila Horia, da el golpe mortal al materialismo dialéctico, y así lo creyeron también los jerarcas de la URSS, por lo que prohibieron en el país las teorías de Planck y de Heisenberg. El protagonista de Perseguid a Boecio se encientra de repente iluminado por la verdad al descubrir los papeles de un viejo pensador muerto en el universo concentracionario soviético. Por pequeño que él pueda ser (como una partícula) posee la "conciencia de este desierto" y podrán matarle pero no seguir engañándole. La iluminación en el destierro es otro de los temas favoritos de nuestro autor. Todo, pues, resulta familiar a sus lectores, incluso la técnica del entrelazamiento de historias en tiempos diversos pero unidos por unos personajes que comparten el mismo destino. Por fortuna, no decae la exquisita sensibilidad de este hombre, capaz de encontrar significados hasta en la más banal de las situaciones.
Nota redactada en noviembre del 2000.

01 noviembre 2007

Once


Decía Ricardo Piglia que el cráter, la clave de la eficacia de un relato breve está en el punto de encuentro de dos historias, de las cuales una se nos cuenta y otra se deja a nuestra intuición. Quizá sea exagerado, pero algo tiene que ver esto con lo que Vargas Llosa llamaba el dato escondido, algún elemento de la historia que no se nos dice claramente. Alguno de los mejores relatos de esta colección de Patricia Highsmith se basa en esa técnica: es el caso de "La heroína", donde vamos poco a poco atisbando la enfermedad de la protagonista, hasta que algún hecho confirma nuestras sospechas, pero de un modo brusco y que no esperábamos. De algún modo el dato escondido nos hace despertar la tensión, nos pone en situación de esperar algo raro, como en esos trenes de feria que te meten por recovecos oscuros.


También podríamos describir su técnica como el desvelarnos poco a poco un paisaje que al principio se muestra apacible para después, pasando del primer plano al plano general, desasosegarnos con la presencia de algo que "no debería estar ahí", hasta que nuestra inquietud se vuelve desolación al contemplar todo el cuadro. Todos los cuentos de este volumen se resuelven, sí, en desesperanza, al quitarnos progresivamente las posibilidades de que algo pueda terminar bien. A veces el desenlace no existe, y la primitiva decepción que sufre nuestra curiosidad se transmuta en la conciencia de que esa falta de un final es aún más desoladora que, por ejemplo, el horrible fin del profesor Clavering.


Nota redactada en julio de 2001.