28 julio 2018

A mayor abundamiento...


En aquella agrupación literaria, y gracias a la valía de otro alumno, García Garrido, se representaron obras teatrales como Calígula, de Camus, Doce hombres sin piedad, de Reginald Rose, Las manos de Eurídice, de Pedro Bloch o Todos eran mis hijos, de Arthur Miller. Hace muy pocos días que un compañero de entonces me acaba de regalar los programas de las películas que vimos en el cine del colegio en aquellos tres años y solo dos de ellas eran españolas; las demás eran extranjeras, y con una altura y un fondo muy especiales para comentar en los diálogos posteriores del cineclub; altura, la de aquel cine de ayer, que ya quisiera para sí cierto cine de hoy.

Antonio Colinas, Memorias del estanque, p. 36. Recuerdo que está hablando del curso 61-62 en el colegio Luis de Góngora, adscrito a la Universidad Laboral de Córdoba.



21 julio 2018

… y una aportación a la teoría del páramo*


Pero estaba escribiendo de mis dieciséis años. Entonces, en 1962, había muerto bruscamente mi paisano el poeta Leopoldo Panero y, al curso siguiente –según consta en la relación de actos de la revista Dintel [fundada por él y sus amigos junto con la asociación del mismo nombre] del curso 1963-1964–, di una nueva conferencia sobre Panero y recogí una breve síntesis de la misma en nuestra revista. Repaso ahora la relación de actos de aquel curso y no solo me encuentro con mi conferencia sino con las que otros alumnos y profesores impartieron –¡a lo largo de solo unos meses!– sobre Alberti, Camus, Faulkner, Benavente, Miguel Hernández, Mihura, Delibes, Mann, Casona, Evtushenko, Hopkins, Lorca, Blas de Otero y Bécquer. ¡Increíble pero cierto, podríamos decir de aquellas actividades avivadas por jóvenes de solo quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho años!

(También en Antonio Colinas, Memorias del estanque, p. 35)


*Páramo cultural del franquismo, claro.


17 julio 2018

Más sobre poetas prohibidos


Antonio Colinas, en Memorias del estanque (deliciosa lectura, por cierto), habla del curso 1961-62 en el colegio Luis de Góngora, de Córdoba.

Fue una educación prodigiosa: para empezar, despertarnos a las seis y media de la mañana y acostarnos en el internado escuchando música clásica; así que, en tres cursos sucesivos, nos entregaron básicamente la historia de la gran música; mis profesores, que me dieron a leer, en aquellos tiempos (¡en 1961, a los quince años!) a Alberti, a Neruda, a León Felipe, a Blas de Otero, a los poetas cordobeses del grupo Cántico. Y, por supuesto, a Antonio Machado y a Juan Ramón, que fueron los que más me turbaron.





10 julio 2018

Te conozco.


En el enlace a su blog puse aquello de “por eso tienes tan pocos”, que respondió Santa Teresa a aquella locución divina, “así trato yo a mis amigos”; así los trato, es decir, cargándolos con la cruz.

Ahora, por fin, Joaquín habrá podido escuchar del Padre aquellas palabras que siempre deseó para cuando llegara la hora, y con las que terminaba su libro:

--Te conozco. Entra. Puedes dejar la silla de ruedas en la puerta.





05 julio 2018

La señora Parkington


La chica del oeste tuvo la desgracia de perder a sus padres en la explosión de una mina, y la suerte de caer en gracia al mayor Parkington y casarse con él. Así ingresó en el gran mundo, porque aparte de militar Parkington es un emprendedor de éxito, el héroe moderno para quien se acuñó la expresión “vicios privados, virtudes públicas”: con corruptelas varias pero con audacia se convirtió en uno de esos benefactores de la nación que trajeron la prosperidad material a muchos.

El casorio le da también a Mrs. Parkington la posibilidad de desarrollar unas virtudes mundanas que acaban haciendo de ella la mujer admirada por todo su mediocre cortejo de parientes y amigos. Porque, en efecto, si a pesar de las infidelidades de Gus, su matrimonio fue feliz, ambos procrearon una tropa de infelices a los que había que socorrer a precios variables según la ocasión, pero con satisfacción por parte de Susie, que se sabe superior y destinada a echar una mano a los menesterosos de dinero o de estabilidad emocional. Gus y ella estaban muy por encima de ese mundo de apariencias y qué dirán.

Mucho antes de que Gus muriese, habían escogido otros mundos: él, uno alegre y disoluto poblado por personas declassées pero humanas; ella, uno regido por la belleza y la inteligencia. Lo que ambos escogieron no tenía nada que ver con el dinero. Lo que consiguieron no podía comprarse; lo habrían tenido igualmente si hubieran sido pobres. Habían escapado de la suprema vulgaridad, que estribaba en comprar cosas. (cap. 13)

Louis Bromfield narra la historia en contrapunto, alternando capítulos en que se nos da cuenta del pasado de la protagonista con otros en que esta se halla ya en la ancianidad, bisabuela rica y respetada. Aunque el relato se hace en tercera persona, Bromfield sigue sobre todo a la señora Parkington, de la que vamos viendo su progreso material y moral (en el sentido más burgués posible), hasta que logra

ver el mundo como un lugar maravilloso y fascinante en el que había tanto que gozar y conocer que las personas inteligentes jamás se desesperaban ni se sentían frustradas.(cap. 15)

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