30 noviembre 2016

El primer comunista


Algún propagandista lanzó el eslogan y muchos mentecatos inteligentes lo repiten: "Jesucristo fue el primer comunista". ¿Acaso no estaba en contra de los ricos y hartos?

¿Acaso no alababa a los pobres y necesitados? ¿Acaso no se rodeó de gentes sencillas, de proletarios? ¿Acaso no tronó contra los sacerdotes profesionales, cuyo odio acabó por ocasionar su muerte? ¿Acaso no se saltó la idea elitista del pueblo judío haciéndose amigo de los pobres de otros pueblos? ¿Acaso no se preocupó siempre de la suerte de la gente sencilla? ¿No vivió acaso con sus apóstoles en una comunidad puramente comunista?

"Resulta muy seductor", dije, cuando uno de esos mentecatos inteligentes me expuso todo esto. "Permítame, sin embargo, que añada todavía un par de preguntas. ¿Enseñó Cristo también que toda religión es opio para el pueblo? ¿Que Dios es un invento de la burguesía y los capitalistas para mantener en sus límites al proletariado? ¿Que lo único que importa es la vida terrenal, porque es la única que existe? ¿Que la meta final de la humanidad es el ordenamiento paradisíaco del Estado y que deberá comenzar matando a los gobernantes actuales? ¿Que la moral es un invento de los capitalistas para frenar al proletario? ¿Que solo importa una clase determinada de hombres, los proletarios? ¿Que la vida del individuo no tiene ningún valor frente a los intereses del Estado? ¿Acaso Jesucristo fue un precursor del materialismo? ¿Consideraba que la oración era una estupidez y la visita al templo un acto reaccionario? Y finalmente, ¿encomendó a sus discípulos la misión de obligar a las personas a aceptar sus ideas por medio de la fuerza policial? Y aquí he de añadir que precisamente Él era quien entre todos los ostentadores de poder en el mundo habría tenido perfecto derecho a dar esa orden. Él era el más poderoso porque era Dios. Sin embargo, Dios, el único totalitario justificado, respeta el libre albedrío de los hombres. La frase "Jesucristo fue el primer comunista" es una obra de arte de la hipocresía. Pero si fuera cierto, habría que felicitar a sus dirigentes por su extraordinario parecido con el "primer comunista": Marx por su amor al prójimo lleno de bondad, Lenin por su humildad y caridad, y Stalin por su amor a la verdad y su disposición a perdonar.

En Louis de Wohl, Adán, Eva y el mono



22 noviembre 2016

Mein Führer, mein Führer!


Resulta que Adolfo Hitler vive (estamos en 1975, o por ahí, que es cuando se publica la novela) y es el solitario que habita un viejo molino en una localidad catalana, lugar hasta donde le ayudaron a huir algunos de sus colaboradores.

Este es el planteamiento de la novela, pero no vamos a encontrar un thriller histórico, por supuesto, sino una meditación sobre la muerte, el mal y la identidad, como es habitual en Carlos Rojas. Un joven, el hijo de uno de los colaboradores del führer, cruelmente humillado por este, llega hasta allí con el ánimo de matarlo, cosa que además le había encargado explícitamente su padre. Ambos se encuentran y mantienen un tenso diálogo que abarca un día y una noche, tiempo bien pautado capítulo a capítulo por el autor.

Hitler quiere morir. Es lo que buscó toda su vida, pero sus atrocidades, lejos de provocar que alguien lo matara, no hicieron sino convertir a los demás en envilecidos lacayos. Lo cual no deja de dar un punto de humor grotesco a la novela, pero además ilustra la tesis que viene enunciada en los lemas de Camus y Dos Passos que la encabezan: "El hombre no puede condenar a los demás sin condenarse a sí mismo", y "Todo hombre es capaz de todo crimen", respectivamente. Es la toma de conciencia de esta abyección radical del hombre por parte del joven lo que motivará el desenlace, no menos grotesco, de este diálogo infernal, que se pone, también, bajo el signo del Minotauro, la bestia que buscó la redención en la muerte, según la interpretación de Borges que figura también al frente de la novela.

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18 noviembre 2016

Desfibrilado


Carlos Herrera clama contra los tontos, y hace muy bien. Se ha inventado un desfibrilador de tontos y cada mañana pone de vuelta y media a tanto cantamañanas como, en, efecto, pulula por ahí. Poco imagina que hoy le he catalogado a él entre los potenciales clientes de dicho desfibrilador.

En efecto, aludiendo al incidente de 1981 (creo) en la Casa de Juntas de Guernica, volvió a repetir la estupidez que ya le oí hace unos cuentos años: que se levantaron los batasunos y se pusieron "a cantar el Cara al sol"...

Como se recordará, los batasunos interrumpieron el discurso del rey puño en alto mientras cantaban el Eusko Gudariak.

La intención, evidentemente, es comparar lo que a él le parece comparable. Bien es cierto que en esta ocasión dijo "el Cara al sol o algo así, el eusko nosequé..."

En fin, ya se ve que es muy difícil ir a la contra del discurso dominante sin disculparse de vez en cuando. "Que conste que a mí me caen también muy mal los fachas, tan mal como los de la ETA". Pues nada, Herrera: no se mueva que le desfibrilo un poco.