Después de coronar el punto final de esta novela "casi sobrehumana" (como la llamó Lázaro Carreter o alguno de sus negros), la pregunta que cabe hacerse, la pregunta que abriría un hipotético forum, es: ¿quién mató al viejo Karamazov? Y el propio Dostoievski se encarga de que nos surja esa pregunta con esa fenomenal anticipación, en el último libro, de lo que hoy llamaríamos un "thriller judicial". El lector está al tanto, claro, de que la autoría material del crimen corresponde a Smerdiákov, pero eso queda como una mera anécdota.
Por supuesto, cabría cerrar ese forum (si no hubiera marxistas en la sala) con la respuesta de que al viejo lo mató el pecado original. Esa muerte aparece como un producto de todos los vicios, morales o intelectuales, en que puede caer un hombre y en que caen, de hecho, los actores de este drama. Pero eso sucede, en realidad, con toda muerte violenta.
Más interesantes son las respuestas intermedias. Las pasiones primarias (o sea, Dmitri) estuvieron a punto de hacerlo, pero quien se sume en el infierno es el librepensamiento, sembrador de bombas ideológicas (o sea, Iván), una de las cuales va a caer en la tierra abonada del resentido autor material del crimen. Es fácil reconocer en ellos dos al ideólogo y al activista, y darse cuenta de que personalmente pueden tener muy poco que ver y que no es necesario que el primero haya tocado alguna vez un arma para ser condenado, como Iván, por su propia conciencia.
Nota redactada en octubre de 2006.
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31 mayo 2007
30 mayo 2007
Valores
¿Podría yo decir, cuando exhorto a mis alumnos a mantener limpia el aula, hablar con decoro o hacerlo cuando es su turno, que les transmito valores propios del Reglamento del Centro? ¿Valores reglamentarios? Esas conductas figuran en dicho reglamento como hábitos a adquirir, claro, pero no es de allí de donde emanan las virtudes en que se fundan. Son hábitos dirigidos al perfeccionamiento de nuestra condición humana, y no los crea ni un papel ni un comité de sabios reunido para la ocasión. Digo esto a propósito de los valores constitucionales que Esperanza Aguirre dijo querer transmitir a los escolares de Madrid, en lugar de los propugnados en esa famosa guía ministerial, ya saben, la que contenía el tebeo de los cuarenta maricones (sic: ya sé que sólo los gay parecen autorizados para denominarse a sí mismos con tan rotundo vocablo, y de hecho lo hacen con frecuencia).
Valores constitucionales y occidentales, dijo en concreto la reelegida presidenta de la Comunidad madrileña. Algo titubeó, y apuesto a que no se atrevió a decir cristianos en atención a la libertad religiosa que consagra nuestra constitución (cosa en absoluto censurable, dicho sea de paso). Pero no necesitaba acudir a una carta, por magna que sea, para eludir la referencia confesional. El concepto de valor es de orden moral, y lo moral no se establece por decreto ni por referéndum. Los valores que se citan en la Constitución (libertad, justicia, igualdad...) son recogidos por esta como expresión de su voluntad de servir a las personas, erigidas en ciudadanos; pero son, como diría Calderón, patrimonio del alma. Por otro lado, esos valores son occidentales sólo en la medida en que es en Occidente donde de modo más universal han sido reconocidos; y lo han sido gracias a ese conjunto de creencias que la presidenta no llegó a nombrar. Pero no hace falta tampoco referirse al Cristianismo como fuente última de la justicia, la igualdad o la libertad. Basta con aludir a lo humano, o quizá a lo espiritual. Pero, ¿cumpliría este concepto con la necesaria corrección política?
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Valores constitucionales y occidentales, dijo en concreto la reelegida presidenta de la Comunidad madrileña. Algo titubeó, y apuesto a que no se atrevió a decir cristianos en atención a la libertad religiosa que consagra nuestra constitución (cosa en absoluto censurable, dicho sea de paso). Pero no necesitaba acudir a una carta, por magna que sea, para eludir la referencia confesional. El concepto de valor es de orden moral, y lo moral no se establece por decreto ni por referéndum. Los valores que se citan en la Constitución (libertad, justicia, igualdad...) son recogidos por esta como expresión de su voluntad de servir a las personas, erigidas en ciudadanos; pero son, como diría Calderón, patrimonio del alma. Por otro lado, esos valores son occidentales sólo en la medida en que es en Occidente donde de modo más universal han sido reconocidos; y lo han sido gracias a ese conjunto de creencias que la presidenta no llegó a nombrar. Pero no hace falta tampoco referirse al Cristianismo como fuente última de la justicia, la igualdad o la libertad. Basta con aludir a lo humano, o quizá a lo espiritual. Pero, ¿cumpliría este concepto con la necesaria corrección política?
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27 mayo 2007
No vayan a pensar
Guadalajara. Les dan a los escolares de primaria (6-12 años) un cuento que, por lo leído, podría ruborizar a Joaquín Sabina. Fantasías sexuales de una contribuyente en el autobús. Los padres, menos mal, ponen el grito en el cielo y dicen, muy propiamente, que aquello es una locura y una brutalidad. El PP, lógico, se suma a la protesta y dice que el asunto es absolutamente reprobable. Y el colofón: "no tenemos nada contra la literatura pornográfica, pero..."
La caquearon. Una vez más.
Hombre, algo indeseable tendrá la pornografía cuando darla a los niños es una brutalidad ¿no? ¿Habrían matizado igual si se hubiera tratado de iniciar a los niños en el consumo del tabaco?
Correctísimas almas de cántaro, centristas de mis pecados, ¿hasta cuándo abusaréis de nuestra paciencia?
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La caquearon. Una vez más.
Hombre, algo indeseable tendrá la pornografía cuando darla a los niños es una brutalidad ¿no? ¿Habrían matizado igual si se hubiera tratado de iniciar a los niños en el consumo del tabaco?
Correctísimas almas de cántaro, centristas de mis pecados, ¿hasta cuándo abusaréis de nuestra paciencia?
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26 mayo 2007
La busca
El Manuel de esta novela es un Antonio Azorín del lumpen, un abúlico que demuestra que en todas partes cocían las habas de la abulia, también entre pícaros y golfos. Y, como Azorín, Baroja necesitará una trilogía para desplegar el aprendizaje (o anti-aprendizaje) de su antihéroe. Aquí lo vemos en su fase inicial, la del espectador, si así puede llamarse. O más bien, la del que empieza a mirar el panorama del mundo con no muchas esperanzas de encontrar algo en él.
Lo que sorprende es la extrema diferencia de estilo con respecto a Azorín. En este, no pasa nada. En Baroja, no dejan de pasar cosas. El alicantino las comenta con demora, saboreando el discurso: quiero decir, las pocas cosas que van ocurriendo, o de las que se habla. El vasco despacha cada suceso o cada presencia con dos frases cortantes, escupiendo las palabras. Se diría que se ve obligado a contar su historia, más que hacerlo por gusto.
"Llevaba ocho años de buscona y tenía diecisiete. Se lamentaba de haber crecido, porque decía que de niña ganaba más". Frases así, sin comentario, en su cruda desnudez, esmaltan toda la novela y la convierten en el tópico descenso a los infiernos, o al fin de la noche, que diría el otro. Uno se acuerda de las descripciones lacónicamente crueles de Dashiell Hammett, o a veces del Valle-Inclán de Luces de bohemia, como cuando llama a las busconas vestales del arroyo.
Nota redactada en mayo de 2004. Sí, el libro era preceptivo en COU. Por eso quizá no lo leí hasta esa fecha.
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25 mayo 2007
Imagination
Más que nada, temía a la imaginación, a esa falsa compañera, esa amiga de doble faz: por un lado amistosa y por otro hostil. Amiga cuanto menos lo crees y enemiga si te duermes confiado bajo sus dulces susurros. Tenía miedo a toda ilusión, y si entraba alguna vez en su terreno lo hacía como quien entra en una gruta con la inscripción Ma solitude, mon ermitage, mon repos, conociendo la hora y el minuto en que se va a salir de ella.
Iván A. Goncharov, Oblómov
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24 mayo 2007
La Celestina
Después de explicar tantas veces que el castigo por el amor loco, al que se entregan Calisto y Melibea, es esa su muerte violenta, me doy cuenta de que eso no es más que un recurso del autor para dar un final tremendo a su fábula. Como suele decirse, Dios no tiene prisa por castigar. Calisto podía haberse ido de rositas y Melibea ser recluida en un convento hasta que muriese de tedio o se convirtiera. Las consecuencias de ese abandono a las pasiones son otras, y no menos funestas. No otra cosa convierte a Calisto en un redomado egoísta, sin ojos para la honra de su amada ni para la muerte de sus criados, y en un pelele irresponsable capaz de dilapidar su hacienda. Melibea, por su parte, es ciega para la escasa categoría humana de su amante y compromete su honra y la de su familia, además de la salvación de su alma. Es, sin embargo, más consciente que Calisto, pues sabe que ha hecho una elección irreversible y que al morir el objeto de su amor no le queda más que ir tras él a la perdición. Y Fernando de Rojas sabe que compartir el infierno es tan romántico como absurdo. En realidad, se burla de sus personajes con soterrada crueldad.
Igualmente, la codicia y la envidia, presentes en Celestina y en los criados, no siempre han de conducir a la muerte, pero sí provocan una espiral de odios de la que las cruentas escenas de la tragicomedia son buena muestra.
Nota redactada en agosto del 2002.
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22 mayo 2007
"Ciudadanía": lidiar el toro
En memorable artículo, la disidente Mercedes Rosúa afirmaba, cuando la LOGSE daba sus primeros pasos: “a la enseñanza privada la ha venido Dios a ver”. Quizá pueda decirse esto con más razón cuando se implante la Educación para la Ciudadanía, rótulo dado por los socialistas a la asignatura con la que piensan diseñar su ejército de orcos. El siguiente paso es, pues, dar otra vuelta a la tuerca que ahoga la iniciativa social en el campo educativo. Cuando el ministerio dice que la asignatura podrá adaptarse al ideario de los centros privados, estos harían mal en recibirlo como una caricia. El partido del gobierno conoce de sobra que cuanto mayor sea la facilidad de acceder a un centro de iniciativa social más muchachos escaparán del reciclado ideológico, de modo que habrá que subir de nuevo la guardia contra la tentación totalitaria, que en el socialismo es más que tentación.
De todos modos, como dice el presidente de Profesionales por la Ética, Jaime Urcelay, el sesgo que tome la asignatura va a depender más de los profesores que la impartan que del ideario del centro, ya que en la red pública este ideario es sumamente difuso y suele apelar de modo genérico a los llamados valores constitucionales: de otra manera, los padres se pensarían la elección de centro mucho más de lo que lo hacen ahora mismo. En realidad, la Educación para la Ciudadanía no va a suponer sino un plus en el adoctrinamiento que ya reciben los escolares. En las aulas españolas se ha venido adoctrinando sin pudor, durante décadas, en el sentido querido por la facción hoy gobernante. Pero ha sido así porque los profesores, en particular los de Enseñanza Media, han sido los mejores altavoces de esa facción (al tiempo que, por triste paradoja, eran los más perjudicados por ella).
Harán muy bien los padres en objetar contra la nueva asignatura. Será un hermoso primer acto de la resistencia contra el socialismo en su cutre versión zapateriana. Pero a los profesores, quiero decir a los profesores conscientes de lo que se juega, nos corresponde agarrar ese toro y ofrecernos a impartir la asignatura, reconvirtiéndola en formación de ciudadanos europeos dignos de ese nombre. A no ser que queramos perder otro tren, ¿y van...?
(El Manifiesto)
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De todos modos, como dice el presidente de Profesionales por la Ética, Jaime Urcelay, el sesgo que tome la asignatura va a depender más de los profesores que la impartan que del ideario del centro, ya que en la red pública este ideario es sumamente difuso y suele apelar de modo genérico a los llamados valores constitucionales: de otra manera, los padres se pensarían la elección de centro mucho más de lo que lo hacen ahora mismo. En realidad, la Educación para la Ciudadanía no va a suponer sino un plus en el adoctrinamiento que ya reciben los escolares. En las aulas españolas se ha venido adoctrinando sin pudor, durante décadas, en el sentido querido por la facción hoy gobernante. Pero ha sido así porque los profesores, en particular los de Enseñanza Media, han sido los mejores altavoces de esa facción (al tiempo que, por triste paradoja, eran los más perjudicados por ella).
Harán muy bien los padres en objetar contra la nueva asignatura. Será un hermoso primer acto de la resistencia contra el socialismo en su cutre versión zapateriana. Pero a los profesores, quiero decir a los profesores conscientes de lo que se juega, nos corresponde agarrar ese toro y ofrecernos a impartir la asignatura, reconvirtiéndola en formación de ciudadanos europeos dignos de ese nombre. A no ser que queramos perder otro tren, ¿y van...?
(El Manifiesto)
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21 mayo 2007
(Negrita mía)
La Iglesia vuelve a tener hoy una inmensa función formativa, justamente cuando quizá tenga menos presencia docente o enseñante. En este momento de la historia, por temor a ideologizaciones y utilizaciones políticas, por rechazo de todo dogma, por difuminación de los sistemas de valores, no hay ya prácticamente nadie que se atreva a educar públicamente. El drama del sistema educativo del país es que todos hemos quedado a merced de los poderes anónimos, que propalan palabras e ideas y no se responsabilizan de su sentido ni de sus consecuencias a largo plazo. Las familias están desbordadas; los profesores, en institutos y colegios, se reducen a docentes, por temor a ser acusados de indoctrinadores. Entre la masa y las sectas apenas han surgido minorías con coraje crítico y respeto absoluto a las conciencias, pero a la vez con voluntad decidida de ofrecer propuestas de verdad y moralidad, de acción y esperanza. Es un momento providencial, por lo duro en un sentido y por lo necesario en otro, para que la Iglesia tenga una presencia formadora e ilusionadora desde su palabra propia que es el Evangelio.
Olegario González de Cardedal, Educación y educadores. El primer problema moral de Europa.
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Olegario González de Cardedal, Educación y educadores. El primer problema moral de Europa.
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19 mayo 2007
La guerra de los botones
Si la hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud, eso quiere decir que la virtud existe y no es una mera simulación. Digo esto porque Louis Pergaud parece insinuar que el comportamiento vital y espontáneo de sus chicos se opone a las hipocresías de la educación (familia y escuela), y se aducen como ejemplo, al final, los hábitos prematrimoniales de algunos padres. Es como razonar que el comportamiento normal es el de los tramposos y que las reglas del juego no sirven para nada, por el mero hecho de que hay gente que hace trampas: lógica subnormal al nivel de cualquier cantautor de los 90. Por otra parte, la novela saldría ganando si el autor hubiera prescindido de sus proclamas anarquistas, bastante primarias e idiotas, hasta el punto de creerse poco menos que un autor maldito por el hecho de que sus personajes se insultan llamándose güevones y lameculos y hacen pintadas en las iglesias. Pobre hombre.
Todo ello, sin embargo, no quita que estos chavales que protagonizan la obra nos resulten inevitablemente simpáticos y que la novela parezca, sin género de dudas, superior a todo, o a la mayor parte, que se escribe hoy sobre adolescentes. Quizá porque estos sí, estos adolescentes de las novelas de ahora son los que rezuman hipocresía, aparentando una moral que repele por lo lacrimógena y retórica y que oculta un egoísmo atroz. Nada de eso vemos en los principios guerreros, en la solidaridad, en la combatividad y en la sencillez contagiosa de estos chicos de Pergaud, que en nada contradicen (a pesar del autor) la labor formativa de la familia y la escuela.
Nota redactada en junio del 2000
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Todo ello, sin embargo, no quita que estos chavales que protagonizan la obra nos resulten inevitablemente simpáticos y que la novela parezca, sin género de dudas, superior a todo, o a la mayor parte, que se escribe hoy sobre adolescentes. Quizá porque estos sí, estos adolescentes de las novelas de ahora son los que rezuman hipocresía, aparentando una moral que repele por lo lacrimógena y retórica y que oculta un egoísmo atroz. Nada de eso vemos en los principios guerreros, en la solidaridad, en la combatividad y en la sencillez contagiosa de estos chicos de Pergaud, que en nada contradicen (a pesar del autor) la labor formativa de la familia y la escuela.
Nota redactada en junio del 2000
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18 mayo 2007
El vértigo de la diversidad
Es lamentable que en las épocas de crisis como esta en que vivimos, sean los marginados los que gozan de privilegio. En las épocas clásicas, como, por ejemplo, entre 1930-60, había modelos. Y, tanto en la sociedad como en la Iglesia, las personas que se apartaban de tales modelos se las consideraba marginadas, hasta el punto que la marginalidad era contemplada en cuanto tal.
A partir de mayo de 1968, asistimos a una verdadera canonización de la marginalidad: si uno permanece personalmente fiel a los principios que le han sido inculcados, es considerado como arcaico, como un desfasado, con un tono de claro menosprecio. Consideremos el problema que esto constituye para nosotros, que nos referimos a una revelación que se remonta a dos mil años, una religión de encarnación, judeo-cristiana, con un mensaje datado, radicado en el tiempo y en el espacio.
Esto supuesto, cae lo permanente en descrédito, y en todas las cosas se privilegia la diversidad, el fenómeno de la desviación. Es el resultado de la influencia de los "media", anclados en lo diverso, en lo que se aparta de la norma y que es presentado de forma extraordinariamente simpática (véase por ejemplo el inmediato éxito de la revista "Autrement". Bien se trate de medicina, de Iglesia o de todos los posibles fenómenos de nuestra sociedad, en los números de esta revista, hechos con mucho talento, se encuentra siempre el panegírico de lo que es autre, de lo "diverso"). Bien se conoce el proverbio inglés: "La hierba del vecino es siempre más verde". Este hecho ha llegado a ser hoy como un vértigo: Dificultad para una Iglesia a la que nosotros pertenecemos y que pretende poseer una vedad, trazar las líneas de conducta. En todos los grandes debates que han acompañado a los documentos de la Iglesia en la última década, en ciertos órganos de información, hablados o escritos, se encuentra el mismo espacio, el mismo planteamiento tipográfico, la misma presentación, reservados a la contestación de quien tenía autoridad para hablar, cuando no ocurre exactamente lo contrario (Encíclica Humanae Vitae... y quintales de papel reservados a la contestación por parte de los marginados), y esto acaba produciendo un efecto terrible sobre los lectores y sobre los oyentes.
Paul Poupard, Iglesia y culturas
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A partir de mayo de 1968, asistimos a una verdadera canonización de la marginalidad: si uno permanece personalmente fiel a los principios que le han sido inculcados, es considerado como arcaico, como un desfasado, con un tono de claro menosprecio. Consideremos el problema que esto constituye para nosotros, que nos referimos a una revelación que se remonta a dos mil años, una religión de encarnación, judeo-cristiana, con un mensaje datado, radicado en el tiempo y en el espacio.
Esto supuesto, cae lo permanente en descrédito, y en todas las cosas se privilegia la diversidad, el fenómeno de la desviación. Es el resultado de la influencia de los "media", anclados en lo diverso, en lo que se aparta de la norma y que es presentado de forma extraordinariamente simpática (véase por ejemplo el inmediato éxito de la revista "Autrement". Bien se trate de medicina, de Iglesia o de todos los posibles fenómenos de nuestra sociedad, en los números de esta revista, hechos con mucho talento, se encuentra siempre el panegírico de lo que es autre, de lo "diverso"). Bien se conoce el proverbio inglés: "La hierba del vecino es siempre más verde". Este hecho ha llegado a ser hoy como un vértigo: Dificultad para una Iglesia a la que nosotros pertenecemos y que pretende poseer una vedad, trazar las líneas de conducta. En todos los grandes debates que han acompañado a los documentos de la Iglesia en la última década, en ciertos órganos de información, hablados o escritos, se encuentra el mismo espacio, el mismo planteamiento tipográfico, la misma presentación, reservados a la contestación de quien tenía autoridad para hablar, cuando no ocurre exactamente lo contrario (Encíclica Humanae Vitae... y quintales de papel reservados a la contestación por parte de los marginados), y esto acaba produciendo un efecto terrible sobre los lectores y sobre los oyentes.
Paul Poupard, Iglesia y culturas
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16 mayo 2007
Esos indeseables que fuman
En su día, los censores españoles quisieron ocultar un adulterio y destrozaron una estupenda historia en torno al pecado y la gracia, cual es Mogambo, de John Ford. Hoy, el nuevo puritanismo parece dispuesto también a machacar obras de arte con sus melindres profilácticos: Hollywood va a tener en cuenta el consumo de tabaco en los filmes como un criterio más para determinar su calificación moral.
De chico, nada me hubiera satisfecho más que colgar un par de revólveres de mi cintura, o en su defecto una espada. Por suerte para todos, ello no me fue posible, quiero decir con armas de verdad, porque la sociedad ya se ocupaba de no dejar tales cosas al alcance de quien no las necesitaba ni mucho ni poco. Con eso del tabaco parece que se quiere actuar a la inversa: la facilidad para adquirir el producto contrastará con la dificultad para verlo consumir en pantalla. El mensaje es, pues: no seas como esos chicos malos que se queman los pulmones. No importa que John Wayne arriesgue su pellejo en defensa de la justicia sin irle ni venirle nada personal: fuma y es un tío deleznable, que no sabe lo que valen cinco años de vida totalmente asépticos, viviendo y dejando vivir, con una dieta equilibrada y practicando sexo seguro.
Dicen que los chicos hacen lo que ven, lo cual es cierto. Pero me pregunto qué es peor, si un Río Bravo o un Casablanca llenos de fumadores o un manga japonés sin humos o un Torrente donde sólo fuman los tontos. Yo al menos sé que no me importaría que un hijo mío llevara un Ducados en el bolsillo si al tiempo adquiría las virtudes del Wayne de Howard Hawks o de Rick Bogart. Es mejor morir de cáncer de pulmón que de aburrimiento.
(El Manifiesto)
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De chico, nada me hubiera satisfecho más que colgar un par de revólveres de mi cintura, o en su defecto una espada. Por suerte para todos, ello no me fue posible, quiero decir con armas de verdad, porque la sociedad ya se ocupaba de no dejar tales cosas al alcance de quien no las necesitaba ni mucho ni poco. Con eso del tabaco parece que se quiere actuar a la inversa: la facilidad para adquirir el producto contrastará con la dificultad para verlo consumir en pantalla. El mensaje es, pues: no seas como esos chicos malos que se queman los pulmones. No importa que John Wayne arriesgue su pellejo en defensa de la justicia sin irle ni venirle nada personal: fuma y es un tío deleznable, que no sabe lo que valen cinco años de vida totalmente asépticos, viviendo y dejando vivir, con una dieta equilibrada y practicando sexo seguro.
Dicen que los chicos hacen lo que ven, lo cual es cierto. Pero me pregunto qué es peor, si un Río Bravo o un Casablanca llenos de fumadores o un manga japonés sin humos o un Torrente donde sólo fuman los tontos. Yo al menos sé que no me importaría que un hijo mío llevara un Ducados en el bolsillo si al tiempo adquiría las virtudes del Wayne de Howard Hawks o de Rick Bogart. Es mejor morir de cáncer de pulmón que de aburrimiento.
(El Manifiesto)
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14 mayo 2007
Trilogía de la Residencia de Estudiantes
Entre 1915 y 1919 dictó Eugenio d´Ors estas conferencias, y apostaría a que fue de lo más brillante y original que oyeron los residentes de la institución gineriana. Y no sólo por el estilo, quizá hoy un poco altisonante pero de una elaboración exquisita. Se abre el volumen con "De la amistad y el diálogo", que expone una tesis audaz: en España adolecemos de cierta minusvalía para la amistad, porque nos cuesta acceder al diálogo. Sea exagerado o no, no estará mal tomar nota de la advertencia. Pero no es hasta "Aprendizaje y heroísmo" cuando d´Ors alcanza el culmen de su genio: la exposición, que comienza por todo lo alto con un introito digno de ser enmarcado, sigue una línea segura y fascinante para convencernos de que en el diario estudio, en el diario ejercicio de la profesión, puede y debe darse el heroísmo y que, sensu contrario, aquel que odia su quehacer cotidiano no es un hombre honesto. Los españoles, dice, hemos fiado mucho de aquel verso del Tenorio: "un punto de contrición/ da al alma la salvación"; pero importa mucho efectuar un giro y "cifrar nuestra moralidad, no en puntos de contrición, sino en líneas de heroísmo". La letra con sangre entra, pues, pero no con la sangre de los palos, sino con la de la propia disciplina. Y aquí d´Ors se muestra rigurosamente anti-logsiano, pues "es hora de rehabilitar el valor del esfuerzo, del dolor, de la disciplina de la voluntad, ligada... no a aquello que place, sino a aquello que desplace". Como se ve, palabras de plena actualidad, pronunciadas hoy por muchos en murmullos.
Nota redactada en junio del 2003.
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Nota redactada en junio del 2003.
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12 mayo 2007
Vaya, ¿tendrá razón?
(El final del cuento borgiano "Deutsches Requiem" siempre me ha dejado meditabundo. Un jerarca nazi reflexiona en la oscuridad de su celda a la espera de su ejecución.)
... Hitler creyó luchar por un país, pero luchó por todos, aun por aquellos que agredió y detestó. No importa que su yo lo ignorara; lo sabían su sangre, su voluntad. El mundo se moría de judaísmo y de esa enfermedad del judaísmo, que es la fe de Jesús; nosotros le enseñamos la violencia y la fe de la espada. Esa espada nos mata y somos comparables al hechicero que teje un laberinto y que se ve forzado a errar en él hasta el fin de sus días o a David que juzga a un desconocido y lo condena a muerte y oye después la revelación: Tú eres aquel hombre. Muchas cosas hay que destruir para edificar el nuevo orden; ahora sabemos que Alemania era una de esas cosas. Hemos dado algo más que nuestra vida, hemos dado la suerte de nuestro querido país. Que otros maldigan y otros lloren; a mí me regocija que nuestro don sea orbicular y perfecto.
Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importa que Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Lo importante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas. Si la victoria y la justicia y la felicidad no son para Alemania, que sean para otras naciones. Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno.
(En El Aleph)
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... Hitler creyó luchar por un país, pero luchó por todos, aun por aquellos que agredió y detestó. No importa que su yo lo ignorara; lo sabían su sangre, su voluntad. El mundo se moría de judaísmo y de esa enfermedad del judaísmo, que es la fe de Jesús; nosotros le enseñamos la violencia y la fe de la espada. Esa espada nos mata y somos comparables al hechicero que teje un laberinto y que se ve forzado a errar en él hasta el fin de sus días o a David que juzga a un desconocido y lo condena a muerte y oye después la revelación: Tú eres aquel hombre. Muchas cosas hay que destruir para edificar el nuevo orden; ahora sabemos que Alemania era una de esas cosas. Hemos dado algo más que nuestra vida, hemos dado la suerte de nuestro querido país. Que otros maldigan y otros lloren; a mí me regocija que nuestro don sea orbicular y perfecto.
Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importa que Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Lo importante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas. Si la victoria y la justicia y la felicidad no son para Alemania, que sean para otras naciones. Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno.
(En El Aleph)
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11 mayo 2007
Los traseros obedientes de Spencer Tunick
Levántese usted el domingo a las cuatro de la mañana, o no se acueste. Lléguese usted en cueros vivos hasta el paseo de Tal, donde se reunirá con otras veinte mil personas en las mismas circunstancias, todos bien juntitos, y pase una hora a las órdenes del fotógrafo Fulano: a ver, pónganse así, ahora así... Cualquier juez sería linchado públicamente si se atreviera a dictar semejante castigo. Pero sarna con gusto no pica, y allí se fueron veinte mil tíos, esta vez en México, a dar gusto a Spencer Tunick, el fotógrafo que ha conseguido hacerse un nombre a fuerza de reunir masas, no para soltarles un discurso sobre la superioridad de la raza aria, sino para inmortalizarlas en bloque y en pelota picada.
Algunos dicen que es un artista polémico. No sé qué puede causar polémica ya en el mundo del arte. Me parece mucho más polémica la borreguez con que veinte mil ciudadanos se prestan al número en cuestión. Posar desnudo, a solas, para un escultor o un pintor entra en lo que llamamos normal. Pero lo de estos veinte mil roza ya el terreno de la patología. Las antiguas penitencias con saco y ceniza quedan desacreditadas ante este nuevo ejemplo de negación del yo, de renuncia a la autoestima. No en vano la desnudez en publico y la actuación en masa forman entre los modos más claros de degradación entre los humanos.
En el fondo, creo que sólo para su director tiene sentido esta performance multitudinaria. Es él quien debe de disfrutar con ese conglomerado de seres humanos despojados de todo, hasta de sus ropas, obedeciéndole: ahora tumbados, ahora levantando el trasero, en postrada sumisión... Así una hora. Hubieran gritado ¡Heil Hitler! o ¡No a la guerra! si Tunick se lo hubiera pedido; o coreado una canción de Maná, o exigido la crucifixión de alguien... Es lo que llaman la erótica del poder, nunca mejor figurada. Al desnudo.
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Algunos dicen que es un artista polémico. No sé qué puede causar polémica ya en el mundo del arte. Me parece mucho más polémica la borreguez con que veinte mil ciudadanos se prestan al número en cuestión. Posar desnudo, a solas, para un escultor o un pintor entra en lo que llamamos normal. Pero lo de estos veinte mil roza ya el terreno de la patología. Las antiguas penitencias con saco y ceniza quedan desacreditadas ante este nuevo ejemplo de negación del yo, de renuncia a la autoestima. No en vano la desnudez en publico y la actuación en masa forman entre los modos más claros de degradación entre los humanos.
En el fondo, creo que sólo para su director tiene sentido esta performance multitudinaria. Es él quien debe de disfrutar con ese conglomerado de seres humanos despojados de todo, hasta de sus ropas, obedeciéndole: ahora tumbados, ahora levantando el trasero, en postrada sumisión... Así una hora. Hubieran gritado ¡Heil Hitler! o ¡No a la guerra! si Tunick se lo hubiera pedido; o coreado una canción de Maná, o exigido la crucifixión de alguien... Es lo que llaman la erótica del poder, nunca mejor figurada. Al desnudo.
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Regla número n de todo publicista que quiera pasar por demócrata
Al referirte al franquismo, y a falta de otros epítetos más degradantes, añadirás siempre el adjetivo largo: largos años, larga etapa...
No vayan a pensar.
Y que conste que la conferencia de mons. Sebastián es certera y enjundiosa. Pasa que siempre hay algún quisquilloso dispuesto a poner peros.
No vayan a pensar.
Y que conste que la conferencia de mons. Sebastián es certera y enjundiosa. Pasa que siempre hay algún quisquilloso dispuesto a poner peros.
10 mayo 2007
Centro
Alguien cuyo nombre no recuerdo (y no lo digo en plan desdeñoso) reivindica, en el último número de la revista de la FAES, el centro político. Su argumento central es que los electores, preguntados sobre su posición en el espectro ideológico, suelen señalar de modo mayoritario los números 4, 5, 6, en una escala del 1 al 10. Pero, ¿significa eso que votan a quien más centrado se les ofrece? Ca. Votan a quien se les presenta como el más coherente y mayores garantías brinda de una buena gestión (a no ser que medien terrores colectivos como el del 11M, aún actuante).
No tengo nada contra un partido de centro que es apreciado como tal por la opinión pública, porque sus propuestas contienen elementos de la izquierda y de la derecha. Pero cuando es el propio partido quien, como dicen ahora, se reclama de centro, mal asunto. Por lo general indica falta de firmeza en los principios, predisposición al compadreo y querencia al sí, pero poco y al que no vayan a pensar que yo. Las elecciones se ganan en el centro algunas veces. Otras veces en la izquierda y otras en la derecha. Depende de la credibilidad de cada cual.
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No tengo nada contra un partido de centro que es apreciado como tal por la opinión pública, porque sus propuestas contienen elementos de la izquierda y de la derecha. Pero cuando es el propio partido quien, como dicen ahora, se reclama de centro, mal asunto. Por lo general indica falta de firmeza en los principios, predisposición al compadreo y querencia al sí, pero poco y al que no vayan a pensar que yo. Las elecciones se ganan en el centro algunas veces. Otras veces en la izquierda y otras en la derecha. Depende de la credibilidad de cada cual.
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09 mayo 2007
Nuestro padre san Daniel
San Daniel es el profeta, patrón de Oleza, la Orihuela literaria que se inventó Miró. Y su imagen en piedra es casi como un tótem en el grupo social que se nos aparece aquí, cerrado en sí mismo y sin esperanzas de futuro. La novela es un cuadro pintoresco, sí, de un mundo en descomposición, y se diría que la naftalina se impone sobre todos los otros olores que sabe extraer Miró y ponernos en las narices con su pluma genial.
Dicen que las novelas de Oleza son lo mejor de Miró. Qué quieren que les diga, comparado con El humo dormido, que es mi otra experiencia mironiana, Nuestro padre san Daniel me ha parecido a ratos una mera enumeración de flores y de arbustos. Algo que habría estado muy bien si te lo fuesen susurrando mientras paseabas por aquellos lugares. Pero así, a palo seco, llega a producir bostezos. Dicho sea sin desdoro de las cualidades de prosista de don Gabriel.
Es, digo, el cuadro de (más que el canto a) un mundo en descomposición. La sociedad aristocrática y clerical que profesa el carlismo como un suplemento a su religión, y a la que compadecemos por sus cadenas sólo porque nosotros nos hemos acostumbrado a las nuestras. Y Miró nos la presenta también con un tono bergmaniano, o pasoliniano, con algo en definitiva del cine psicológico europeo, abundante en miradas premiosas que son como preguntas formuladas a medias.
Nota redactada en junio de 2004.
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Dicen que las novelas de Oleza son lo mejor de Miró. Qué quieren que les diga, comparado con El humo dormido, que es mi otra experiencia mironiana, Nuestro padre san Daniel me ha parecido a ratos una mera enumeración de flores y de arbustos. Algo que habría estado muy bien si te lo fuesen susurrando mientras paseabas por aquellos lugares. Pero así, a palo seco, llega a producir bostezos. Dicho sea sin desdoro de las cualidades de prosista de don Gabriel.
Es, digo, el cuadro de (más que el canto a) un mundo en descomposición. La sociedad aristocrática y clerical que profesa el carlismo como un suplemento a su religión, y a la que compadecemos por sus cadenas sólo porque nosotros nos hemos acostumbrado a las nuestras. Y Miró nos la presenta también con un tono bergmaniano, o pasoliniano, con algo en definitiva del cine psicológico europeo, abundante en miradas premiosas que son como preguntas formuladas a medias.
Nota redactada en junio de 2004.
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07 mayo 2007
Last tango
He sido explotada: no era famosa, era sólo una mujer, que además tenía diecinueve años. Por aquello recibí en total cinco millones de liras (unos tres mil euros). Mientras Marlon Brando y Bernardo Bertolucci continúan ganando dinero con aquella película, yo paso verdaderas dificultades para poder vivir... Me pusieron la etiqueta de la chica del tango. He sido aniquilada por esta película. Para mí fue una violencia moral. La desnudez es algo que no debería ser explotado de esa manera por el cine.
Maria Schneider. Citado por Alfonso López Quintás en La cultura y el sentido de la vida. Ignoro si figura también entre los extras o special features del DVD.
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Maria Schneider. Citado por Alfonso López Quintás en La cultura y el sentido de la vida. Ignoro si figura también entre los extras o special features del DVD.
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06 mayo 2007
La ley de paridad socialista
se llama propiamente Ley de igualdad, pero temo que se va a popularizar así, como ley de paridad, por más de una razón. Y sea la principal que el pintoresco asunto de las listas electorales (mitad niños, mitad niñas, que si no no vale) dará mil quebraderos de cabeza. Empieza a darlos: ya se han producido denuncias por parte del PP hacia listas del PSOE que infringían su propia ley, y la ya famosa candidatura de Garachico (Tenerife), donde los populares incluían sólo mujeres, parece concebida con el sólo ánimo de mostrar la incongruencia de una norma que nacía con el propósito de acabar con la discriminación de la mujer (al menos así lo interpretaron las rapsodas que aclamaron a Zapatero tras el alumbramiento: ista, ista, ista...).
De hecho, el producto es susceptible de impugnaciones casi hasta el infinito. No sólo es que obligue a confeccionar candidaturas pares, lo que supone una arbitrariedad añadida y de dudosa legalidad. Sucede que, puestos a computar, a lo mejor resulta que hay más varones cabezas de lista que mujeres, y así tampoco vale, jo, porque el primero tiene más posibilidades de salir que el segundo, y el tercero que el cuarto. Habrá que presentar un número par de partidos y sortear los que encabezan con varones y los que encabezan con mujeres... ¿Dejar al elector el orden de preferencia? Eso sería el principio de las listas abiertas, y eso sí que no. En fin, un embrollo. ¿No sería más sencillo que, para compensar esa dicha discriminación de siglos, dejáramos participar en política sólo a mujeres hasta el 2200, pongo por caso, quizá con un cupo del diez por ciento de varones? ¿Delirante? No más que lo otro, por cierto.
Y lo más chispeante es que todo esto parte de los que han hecho una bandera de la superación de la diferencia sexual. O de género, como mal dicen ellos.
El Manifiesto
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De hecho, el producto es susceptible de impugnaciones casi hasta el infinito. No sólo es que obligue a confeccionar candidaturas pares, lo que supone una arbitrariedad añadida y de dudosa legalidad. Sucede que, puestos a computar, a lo mejor resulta que hay más varones cabezas de lista que mujeres, y así tampoco vale, jo, porque el primero tiene más posibilidades de salir que el segundo, y el tercero que el cuarto. Habrá que presentar un número par de partidos y sortear los que encabezan con varones y los que encabezan con mujeres... ¿Dejar al elector el orden de preferencia? Eso sería el principio de las listas abiertas, y eso sí que no. En fin, un embrollo. ¿No sería más sencillo que, para compensar esa dicha discriminación de siglos, dejáramos participar en política sólo a mujeres hasta el 2200, pongo por caso, quizá con un cupo del diez por ciento de varones? ¿Delirante? No más que lo otro, por cierto.
Y lo más chispeante es que todo esto parte de los que han hecho una bandera de la superación de la diferencia sexual. O de género, como mal dicen ellos.
El Manifiesto
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05 mayo 2007
Negra espalda del tiempo
Estamos en una época en que lo que se lleva en narrativa es mezclar realidad y ficción, hacer unas memorias mitad verdad y mitad mentira o una falsa novela donde el escritor nos cuenta su vida, con aderezos más o menos fantásticos al gusto de cada cual. Y esto es lo que viene a ser Negra espalda del tiempo. Claro, se me olvidaba decirlo, este tipo de literatura se convierte a veces en una feria de vanidades, de las vanidades del propio autor, que nos dice de cincuenta maneras diferentes lo pequeñitos que resultan todos los demás mortales a su lado y lo bien que haría él el papel de Dios si le dejaran.
Esto es, digo, este libro que muchos se empeñan en llamar novela pero que, aunque sea un saco donde cabe todo, pues todo tiene un límite. Nos estraga Javier Marías con las reacciones que su novela Todas las almas produjo en sus colegas de Oxford, que creían verse representados en ella, y luego, junto a disquisiciones sobre su propia persona y su familia, nos sigue torrando con la vida y milagros de algunos personajes con los que él se encariñó aunque nunca llegó a conocerlos. Aventureros y medio locos, como el que se proclamó rey de Redonda (un pedrusco de las Antillas) y tuvo a bien hacerle a él, Marías, heredero del título. Todo ello sabiamente enlazado, eso sí, por una obsesión central: la de esa espalda del tiempo, ese mundo de lo que podía haber pasado pero no pasó, encarnado en su hermano Julián, al que tampoco llegó a conocer.
Nota redactada en junio de 2006
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04 mayo 2007
La subversiva opción 0
... Y de la misma manera que el gesto de abstinencia frente al sexo resulta hoy tan subversivo como en las postrimerías del XIX lo fue la publicación de Les fleurs du mal o de Madame Bovary, corre uno el riesgo de ser procesado, como Baudelaire o Flaubert, por afirmar públicamente que la actividad sexual no es obligatoria, o que hay otros placeres tanto o más recompensadores que el del tacto, el gusto y el olfato.
(Ignacio Soldevila Durante, Historia de la novela española (1936-2000), cita libremente al crítico Philippe Sollers)
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(Ignacio Soldevila Durante, Historia de la novela española (1936-2000), cita libremente al crítico Philippe Sollers)
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02 mayo 2007
Asesinos sin rostro
¿Supera la nueva novela policíaca a la clásica? Si Henning Mankell es el que más vende y, por tanto (aquí ambas cosas sí suelen coincidir), el de mayor reputación de los nuevos, está claro que la respuesta es no. Ni la supera ni la llega a los talones. Bueno, es mi primera experiencia con Mankell, quizá sea esta una de las malas de su autor. Pero "fue considerada la mejor historia policíaca del año por la Academia sueca de novela negra y la mejor novela criminal por la Academia escandinava de novela negra". Mal asunto enctonces, aunque lo cierto es que ni un año ni una región de Europa dan para muchas genialidades.
Veamos: no es un buen whodunnit, porque los culpables no aparecen merced a la hábil hilazón de las pistas por parte del detective, sino que son recordadas por la memoria prodigiosa de uno de los personajes; se llega al móvil por una rutinaria investigación policial, y es el más vulgar de todos los móviles: dinero; los asesinos no son alguien que estaba presente en la historia desde el principio, sino ¡personajes nuevos! que aparecen al final. Un fraude, desde cualquier punto de vista. ¿Es una buena novela negra? Pues mira, no veo tensión narrativa, la acción brilla por su ausencia (salvo en dos o tres secuencias), no hay buenos retratos de malos malosos (no consigue ni por asomo que palpemos la depravación humana) y los problemas personales del héroe están ahí como pegotes, traídos por los pelos, y te hacen bostezar por su topiquez (o topiquitud). Una mediocridad.
Nota redactada en febrero de 2006.
Veamos: no es un buen whodunnit, porque los culpables no aparecen merced a la hábil hilazón de las pistas por parte del detective, sino que son recordadas por la memoria prodigiosa de uno de los personajes; se llega al móvil por una rutinaria investigación policial, y es el más vulgar de todos los móviles: dinero; los asesinos no son alguien que estaba presente en la historia desde el principio, sino ¡personajes nuevos! que aparecen al final. Un fraude, desde cualquier punto de vista. ¿Es una buena novela negra? Pues mira, no veo tensión narrativa, la acción brilla por su ausencia (salvo en dos o tres secuencias), no hay buenos retratos de malos malosos (no consigue ni por asomo que palpemos la depravación humana) y los problemas personales del héroe están ahí como pegotes, traídos por los pelos, y te hacen bostezar por su topiquez (o topiquitud). Una mediocridad.
Nota redactada en febrero de 2006.
01 mayo 2007
Aunque los españoles saben
que la lógica funciona tan bien en España como en cualquier otro lugar, nunca han encontrado una razón apremiante para ajustar sus vidas a semejante pequeñez.
Harold Raley, El espíritu de España
Estos piropos nos gustan a los españoles más que comer con los dedos. Lo que pasa es que nunca sabes cuándo van envenenados.
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Harold Raley, El espíritu de España
Estos piropos nos gustan a los españoles más que comer con los dedos. Lo que pasa es que nunca sabes cuándo van envenenados.
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