22 junio 2019

Siete novelas cortas


Hay que agradecer a Carmen Laforet que haya reivindicado la figura de la viejecita piadosa, tan maltratada en la literatura y especialmente en la nuestra. En tiempos en que el desertor, el homosexual, el adúltero o el hereje pueden aparecer como los buenos de una ficción, no está mal que alguien rompa una lanza por esas señoras de las que, según Ibáñez Langlois, depende la vida de la Iglesia (“dulces clavos, dulce cruz...”).

Bueno, lo cierto es que no son siempre beatas las que protagonizan estos relatos, a pesar de los dos prologuistas, que utilizan con reiteración este término. Por lo menos, si lo entendemos como “una señora de edad que frecuenta mucho la iglesia y los rezos”. Se trata de cuentos cristianos, desde luego, en los que es casi siempre una mujer quien lleva la iniciativa en la cooperación con la gracia, podríamos decir. Como en La mujer nueva, la ejemplaridad es bastante explícita, a diferencia, por ejemplo, de los cuentos de Flannery O´Connor, pero eso no les resta mérito. Y esa ejemplaridad suele consistir en una alabanza de la virtud: la joven cónyuge de El piano muestra a su marido la importancia del desprendimiento del dinero; la anciana de La llamada realiza con su antigua vecina un acto de caridad que puede calificarse de heroico, al poner al tablero su reputación; caridad heroica hay también en la joven maestra de Los emplazados que no denuncia al rojo escondido, pero igualmente en el soldado nacional que se juega la piel al defenderla; dos mujeres, en El viaje divertido, tienen ocasión de enseñarse mutuamente cosas decisivas, desafiando la incomprensión de los maridos; y qué decir de los hijos de El último verano, tan mezquinos en sus pequeños egoísmos hasta que llega el momento de echar el resto por su madre; incluso la solterona algo tocada de El noviazgo resulta agrandada por su rasgo de dignidad al rechazar a quien solo la solicitó cuando necesitó un báculo para su vejez...

Como digo, esta ejemplaridad no resta valor a unas novelas cortas que podrían reclamar su ascendencia cervantina, aunque en su factura recuerdan más a los cuentos decimonónicos y en concreto a Alarcón.

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19 junio 2019

Explicar la obra por el hombre


equivale, en resumidas cuentas, a explicar lo conocido por lo desconocido.

No deja de tener razón, el tal Boris de Schloezer. Lo cita Max Aub en Luis Buñuel, novela.


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02 junio 2019

Diario de un jubilado


Qué triste se me hace ver a Lorenzo colgado de la tele, suspirando por una parcela y permitiéndose escarceos extramatrimoniales. Pero a fin de cuentas lo que hace Delibes no es más que crítica social, una vez más, como en la oprobiosa, cuando la censura no le dejaba hacerlo en el periódico. En los 90 tocaba criticar ese consumismo y ese permisivismo que nos afligen. Solo que aquí Delibes hace predominar el humor sobre los tonos oscuros de Las ratas o Los santos inocentes, y la cosa termina a lo Paco Martínez Soria, con el matrimonio reconciliado y los pecados aborrecidos, tras unos lances de carcajeo con algo de intriga policíaca incluso. Divierte también el español coloquial de Lorenzo, así como su relación “profesional” con el poeta bujarrón, contribución de Delibes al temita, aunque también en plan satírico. Obra menor, en definitiva, que no hacía presagiar El hereje.

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