El ensayo tiene una parte negativa y otra positiva. La
negativa se dedica a desmontar los principios fundantes de la pedagogía de
marras. Era hora de que alguien dijera que eso de aprender a aprender no
es más que un flatus vocis, aparte de un absurdo, porque si uno no sabe
aprender, ¿cómo va a aprender a aprender?, a no ser que haya que aprender a
aprender a aprender, y así hasta el infinito, si no es que a aprender a
aprender a aprender ya viene uno aprendido.
La parte positiva es la recuperación de la enseñanza como
transmisión de conocimientos, que no se reduce a la pura memorieta, aunque esta
sea indispensable. Tal enseñanza va creando un capital intelectual
(concepto básico en la obra) que sirve al estudiante para ir realizando
posteriores aprendizajes y, de paso, a ejercer el espíritu crítico, del que
tanto hablan los pedagogos románticos: pues este, lógicamente, debe
ejercerse sobre algo, cosa que no se logra, por mucho que se pretenda,
cuando se han dejado las cabezas vacías.
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