28 diciembre 2018

¿Qué es una familia?


A Fabrice Hadjadj le gusta (y hace bien) recordar que las más sublimes realidades humanas nacen del hecho sexual. En él tiene su fundamento la familia y por eso no puede ser tratado como sinónimo de pecado ni como un juguete para el cachondeo. Esta recuperación de la sexualidad como base de lo humano en su sentido más profundo es lo que anima este conjunto de conferencias publicadas con el subtítulo de La trascendencia en paños menores (y otras consideraciones ultrasexistas). Hay que ser ultrasexista, en efecto, recogiendo el guante de quien ha inventado ese palabro, sexista, calcándolo del muy peyorativo racista en el sentido de postular la superioridad de una raza, o de un sexo, sobre otro. Hay que ser sexista, pero en el sentido de ser conscientes de la importancia de los sexos (La profundidad de los sexos es otro de los títulos de Hadjadj), hoy puestos en cuestión mediante la deconstrucción llevada a cabo por los predicadores lgbti y demás:

Si bajo los ojos y miro al centro de mi cuerpo, ¿qué contemplo? Mi ombligo. Ahora bien, ¿qué es mi ombligo? El signo de que no estoy hecho por mí mismo, sino de que procedo de otras personas... Y si los bajo un poco más, ¿qué descubro? Mi sexo... Ahora bien, ¿qué es mi sexo? El signo de que no estoy hecho para mí mismo, sino que, en mi misma carne, tiendo, voy hacia otros.

Esto es difícilmente discutible y Hadjadj no pretende la marginación o la represión de aquellos que se consideran homosexuales y no tienen la intención de cambiar (sus admirados Proust, Wolf o Bacon), pero los respeta en su alteridad y su rebeldía y no en su pretensión de una normalidad que, aunque se consiga, nunca será natural.

Sucede que incluso la inteligencia humana es apertura al otro o a los otros, y por eso las máquinas nunca serán inteligentes, o no lo serán al modo humano. Son divertidas las consideraciones que hace tomando como base la homonimia, en francés, entre tableta y mesa, para oponer la mesa familiar a la invasión de la mente por la pantalla.

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23 diciembre 2018

Let me in


Escucho una conferencia sobre las Brönte. El ponente recuerda los sueños de una sirviente de Cumbres Borrascosas, donde un fantasma infantil pide obsesivamente let me in, let me in, déjame entrar. Dice que niños vampiros con esa misma petición en sus bocas aparecen más tarde en Elizabeth Gaskell e incluso en Stephen King.

Me recuerdan a esos aparecidos de la medianoche de que hablaba Ibáñez Langlois, los no-nacidos por anticoncepción, aborto o paternidad responsable. Y, bien mirado, el Niño que no pudo hallar posada llega también cada Nochebuena: let me in, let me in, solidario de esos hijos de la nada, que le piden su propia carne para nacer. Él pidió ser acogido y fue rechazado, como los otros; los otros, por quienes sudó sangre en el huerto.

Nochebuena, de nuevo. Perdónanos, y entra, Niñito, a tu casa.



01 diciembre 2018

Opus nigrum


Este es un retrato de uno de esos hombres que dieron a la Edad Moderna su fisonomía: el hombre de ciencia que, ya embalado en su ánimo innovador, se pone a sacar conclusiones de tipo filosófico y teológico que le ponen en conflicto con la autoridad eclesiástica. En honor a su excelente reputación como escritora, Marguerite Yourcenar no nos pinta uno de esos cuadros con escépticos buenos, listos y guapos frente a creyentes malos, bobos y feos, es decir, no hace el Ken Follett. Zenón nos resulta simpático, es cierto, pero también, por ejemplo, el prior franciscano con quien sostiene algunos diálogos que dan a la obra su calidad de obra maestra. Eso sí, cae en el tópico de condenarlo a la hoguera, que, vaya, para un burro que maté me pusieron mataburros, porque, entre los posibles modelos de Zenón, solo encuentro a Giordano Bruno, por parte católica, que fuera objeto de tal salvajada (a Servet, por supuesto, le pongo en la cuenta que corresponde).

Por lo demás, estamos ante una novela histórica realmente modélica, por el cuadro vivísimo que nos ofrece de la Europa del XVI, con sus luchas políticas, sus controversias filosóficas y sus estilos de vida en los diversos estamentos sociales. Como broche de oro se hallan esos diálogos a los que me he referido, no solo el mantenido con el prior sino también, por ejemplo, el de Zenón con su hermanastro (“La conversación en Innsbruck”, capítulo noveno de la primera parte). Y qué decir de la narración, bien aderezada con el punto justo de ironía, que confirma que la amenidad nunca estuvo reñida con la alta literatura.

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24 noviembre 2018

La progresión de Aquitania


Al hablar de El cero y el infinito me referí a esas novelas que contaban conspiraciones fascistas en un mundo donde el comunismo era la mayor amenaza. En realidad no sé si hay muchas, pero una de ellas es esta de Robert Ludlum, con la que he pasado buenísimos ratos, a pesar de la ingenuidad de sus planteamientos. En efecto, se trata de una entente de militares prestigiosos de varios países que buscan la instauración de una especie de globalización fascista. Para neutralizarla, un solo hombre, un James Bond sobrevenido, al que recluta otra entente de buenos aprovechando que en Vietnam tuvo que soportar las tropelías del jefe de la trama, general George Marcus Delavane. Joel Converse se llama el galán, y es abogado. Tendrá que ir contra reloj, pues la trama, por nombre en clave Aquitania, progresa (de ahí el título) minuto a minuto. Ludlum maneja estupendamente los resortes de este tipo de relatos, y nos mueve por escenarios internacionales de alto copete, alternando diálogos tensos con acción galopante: la parte central es realmente agotadora, con un Converse tratando de abandonar Alemania entre enemigos invisibles que se materializan de repente y de los que se libra por pelos, como está mandado, mientras los buenos van muriendo y los malos nos muestran cada vez más su fea cara: un depravado francés, un fanático israelí, un criptonazi alemán y un torturador sudafricano que acabarán, por supuesto, recibiendo lo suyo gracias a las buenas artes del prota, un auténtico todoterreno. Que, por cierto, acaba rehaciendo su vida con su ex esposa, la gentil Valerie Charpentier, cosa que a los carcundas nos encanta.

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20 noviembre 2018

Otra de bibliotecas


En una de mi barrio montan una miniexposición sobre cómic medieval y, entre otros vistosos paneles, veo uno dedicado a Conan el Bárbaro, cuyas aventuras, como sabe cualquier aficionado, se desarrollan en el año la pera antes de Cristo.

Bien es cierto que, con los fondos que tienen, tampoco era cuestión de acotar mucho...



10 noviembre 2018

Busco "Chekas de Madrid",


de Tomás Borrás, en la Biblioteca de Castilla y León. Tres ejemplares, todos con la etiqueta “no prestable”.

Benditos poderes públicos, que nos preservan de las mentiras de los enemigos de la democracia...






07 noviembre 2018

Lo que el infierno no es


Federico conoce la labor educativa que está llevando a cabo don Pino, su profesor de religión, en el barrio marginal de Brancaccio, en Palermo; y un día decide que no irá a Inglaterra en verano, sino que se quedará en la ciudad para cooperar con el sacerdote. El “poeta” descubre que puede llenar la poesía de sustancia vital y que su ciudad, la “todo puerto”, que ha conocido demasiado infierno, es un buen escenario para ir haciendo sitio al cielo. Cosa que implica golpes de los de verdad, e incomodidades incluso con la propia familia. Don Pino llegará a su personal final feliz, y Federico se queda en el campo de batalla, donde ya ha empezado a recibir satisfacciones en forma de ilusiones infantiles y de almas que empiezan a comprender que hay un camino fuera de la senda marcada por los príncipes de aquel mundo.

Don Pino Puglisi existió realmente, y desde luego un tipo como él se merece una novela, una película, una estatua e incluso un poema épico. Alessandro d´Avenia, que le conoció personalmente y que tal vez se retrate en parte en Federico, le hace aquí su personal homenaje. Don Pino es, en efecto, el auténtico protagonista, y d´Avenia consigue meternos de lleno en el ambiente opresivo de un barrio dominado por la mafia, con niños y jóvenes abocados a la delincuencia y la prostitución. No menos palpable es la índole de la esperanza que anima a don Pino, un Cristo que pasó por allí para bien de muchos. Por eso se le pueden perdonar al autor los excesos líricos y los toques de melodrama, y ese colorante que es la historia de amor. Las frecuentes panorámicas del mar y del cielo palermitanos cumplen su función de evocar el bien, el amor, la gracia, aquello que “el infierno no es”.

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03 noviembre 2018

En rada


Resultado de imagen de huysmans en radaExtraña novela, dicho sea para empezar. Es de un naturalismo crudo (el tipo nos hace contemplar apareamientos y partos difíciles de reses) y al mismo tiempo te relata ensueños mágicos como si fuera Michael Ende. No es esta, al parecer, su producción más apreciada, pues en todas partes te mencionan a Huysmans ligado a Au rebours, que figura como monumento del decadentismo. Y es curioso que después de esa incursión decadente regrese al naturalismo. Bueno.

Podría decirse, volviendo el tópico al revés, que es un menosprecio de aldea (aunque no alabanza de corte), ya que los protagonistas se refugian, por necesidades económicas, en el campo, en el vetusto castillo que administra un tío de ella. Uno casi se ríe viendo su penosa adaptación a este medio casi salvaje, de la mano del tío Antonio y la tía Norina. Salvaje por el medio y por sus habitantes, toscos hasta decir basta. Jacques (Santiago, en la traducción que utilizo) tiene además que pechar con la enfermedad nerviosa de su mujer.

Lo que sorprende para bien es la maestría descriptiva de Huysmans, que no te da reposo intentando imaginar las galerías del castillo que se cae a pedazos, la masa viscosa del ternero que nace, la vegetación agobiante de agosto e incluso los paisajes lunares que sueña Jacques, con enumeraciones casi caóticas. Al final deben regresar a la ciudad y nos quedamos con los dos bestias de los tíos en un rasgo chusco de tosquedad pueblerina.


26 octubre 2018

Semillas


Interesante observación esta de Joseph Ratzinger:

Los Padres de la Iglesia no han encontrado las semillas del Verbo en las religiones del mundo, sino en la filosofía, es decir, en el proceso de la razón crítica frente a las religiones, en la historia progresiva de la razón, no en la historia de las religiones. Los Padres de la Iglesia vieron allí la prehistoria auténtica del cristianismo, allí donde el hombre ha suministrado costumbres y tradiciones para el Logos, es decir, para la comprensión del mundo y de lo divino a partir de la potencia de la razón. En este sentido, ellos no han añadido primariamente el cristianismo al ámbito de la religión, porque no lo consideraban como una de las religiones, sino que lo han agregado al proceso concluyente de la razón.

En Caminos de Jesucristo, Ediciones Cristiandad, segunda edición, pp. 71-72





12 octubre 2018

El cero y el infinito


En los años 80 aún había tipos que escribían novelas sobre conspiraciones de militares fascistas que querían hacerse con el control del mundo. Cuando uno lee cosas como El cero y el infinito se queda perplejo ante la ceguera de tantos y tantos europeos acerca de dónde residía (y sigue residiendo, probablemente) el peligro. Porque lo que cuenta Koestler no es una ficción tipo 1984 o Nosotros, sino un auténtico documental sobre el sistema político más antihumano que han dado los siglos. No me importa lo que tenga Rubachof del propio Koestler, porque su tragedia fue la de muchos en los años de Stalin. Ser víctima de la paranoia del Número 1 era estar condenado, no ya a muerte, sino a un proceso de extirpación de la dignidad humana, lento y penoso, en el que uno llega al punto de aborrecerse a sí mismo y no estar seguro de nada, ni siquiera de que merezca la pena seguir resistiendo.

El cero y el infinito es la crónica de ese proceso, en la carne y en la psique de un antiguo hombre de confianza del Número 1 (¿paranoia, dije antes? Tal vez no, sino la lucidez del tirano en estado puro, que marca como peligroso a todo aquel que un día deja de cantar sus loores). En ese sistema, la muerte solo podía llegar en estado de dignidad a aquel que supiese que esa dignidad residía en su condición de hijo de Dios, como mostraron tantos mártires. Cuando eso falta, como a Rubachof, uno llega a plantearse incluso si sus torturadores no tendrán razón y él no será mas que un miserable traidor: venga el tiro en la nuca y acabe conmigo, en todo caso. Esa es la tragedia de Rubachof. Pudo haber sido la de Koestler, que acabó, como un posmoderno, poniendo su dignidad en el mero negarse a la enfermedad. Evidentemente, no vio su cadáver.

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14 septiembre 2018

Borrar puntitos o liquidar parásitos.


Es curioso lo que estos argumentos del agente estalinista Ivanof (El cero y el infinito) se parecen en su cinismo a los del criminal Harry Lime en El tercer hombre:

Anualmente mueren varios millones de seres humanos sin ninguna utilidad, por epidemias y otras catástrofes naturales. ¿Y nosotros vamos a retroceder por el sacrificio de algunos centenares de miles en pro de la experiencia más prometedora de toda la historia? Esto sin decir nada de las legiones que mueren por la mala alimentación y la tuberculosis en las minas de hulla y de mercurio, en las plantaciones de algodón y de arroz. Nadie se preocupa; nadie pregunta por qué ni para qué; pero si nosotros fusilamos a algunos millares de personas objetivamente nocivas, los humanitarios del mundo entero espumarajean de indignación. Sí, nosotros hemos liquidado la parte parasitaria del campesinado y lo hemos dejado morir de hambre. Era una operación quirúrgica, necesaria de una vez por todas; y en los buenos tiempos anteriores a la Revolución morían otros tantos en un año de sequía; pero morían sin cuenta ni razón... La naturaleza es pródiga en sus insensatas experiencias, aunque el objeto de ellas sea el hombre. ¿Por qué no va a tener la humanidad el derecho de experimentar sobre sí misma?

Solo que, aquí, el desprecio por el hombre se disfraza de tributo a la humanidad.






06 septiembre 2018

El amigo del desierto


La cosa se desarrolla en la República Checa, aunque hay personajes de otras nacionalidades. Pavel se entera de la existencia de una asociación de amigos del desierto en la que se siente impelido a ingresar, y en el seno de este extraño grupo se topa con goces y reveses: los favores de las mujeres y el rechazo inicial de los dirigentes. Pronto descubrirá que esa comunión con el desierto que anda buscando habrá de realizarla en soledad. El desierto es ese lugar donde en cierto modo se hallan todos, pues su paisaje cambia continuamente (de hecho el libro incluye dibujos de las dunas) y de algún modo es el símbolo de uno mismo.

Se trata, efectivamente, del “relato de una vocación”, bastante bien reflejado a través de las evoluciones del ánimo del protagonista: comenzando por una curiosidad extraña, que de algún modo le toca en lo íntimo, para continuar con una búsqueda entre entusiasmos y desengaños, hasta llegar al encuentro final. Lo que no sabemos es la índole de esa vocación, que el autor quiere dejar en la oscuridad, velada por el símbolo del desierto. Yo diría que es algo más bien “new age”, como decimos hoy, pues el narrador se expresa siempre como si se tratase de un cambio acaecido en sí mismo, un encuentro con su propia verdad, con sentido inmanente y sin referencia a Dios, aunque tampoco se excluye de modo explícito.

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31 agosto 2018

Interesante distingo


el que hacía el obispo don Casimiro Morcillo en conversación con Antonio Garrigues a propósito del esquema conciliar sobre la libertad religiosa:

“Se trata [en aquel documento] de libertad civil en materia religiosa y no de libertad religiosa propiamente dicha.”

Interesante, sí, porque se ha hablado mucho de por qué la Iglesia cambiaba en el Concilio su criterio sobre dicha libertad, que había condenado hasta entonces. Se ha explicado muchas veces (aquí por ejemplo) pero creo que la precisión terminológica de don Casimiro es muy aguda. La “libertad religiosa” tal como la entendía tradicionalmente el magisterio sería equivalente al indiferentismo: da igual elegir una u otra religión. Mientras que la “libertad civil en materia religiosa” no sería sino el derecho a no ser molestado por practicar una determinada creencia, derecho que el Concilio decidió afirmar ante los totalitarismos de su tiempo.

(Encuentro la frase en Luis Suárez, Franco y la Iglesia, parte II, capítulo VII, 1)



23 agosto 2018

De haber una nueva dictadura anticristiana en el mundo


sería, sin duda alguna, mucho más sutil que lo que hemos conocido hasta ahora. En apariencia, seguramente admitiría la religión, pero sin que la religión pudiera intervenir ni en la forma de conducta ni en el modo de pensar.

(Joseph cardenal Ratzinger, La sal de la tierra, cap. "Sobre la situación de la Iglesia")

La profanación del Valle, y las leyes subsiguientes, suponen (no nos engañemos) la reprobación pública de todas aquellas tendencias de pensamiento y de acción política que se alinearon con Franco, de modo que sólo los socialistas y su izquierda, con los republicanos laicistas como eternos compañeros de viaje, queden como impolutos ciudadanos demócratas. Los demás (centro, derecha, etc.) serán admitidos solo como muestra de buena voluntad de los demócratas, siempre que no olviden sus orígenes oscuros y no pretendan gobernar demasiado. Quienes osen decir que la película fue más bien al revés y que los socialistas gobiernan por la magnanimidad del régimen que creó las condiciones para una democracia moderna, serán condenados a la miseria.

Si dice amén a la profanación del Valle, el PP firma y rubrica la historia socialista. Nada nuevo, pues lo viene haciendo desde hace muchos años. El porqué de esta vocación de corderos en la derecha es un misterio, pero se remonta al menos a los años republicanos, cuando la CEDA ganó las elecciones y no quiso gobernar para no molestar a los republicanos guay.

Y lo que haga el PP me trae bastante al fresco, pero que vayan tomando nota los obispos. Porque entre esas fuerzas que se alinearon con Franco estaba también la Iglesia, más que nada porque allí no los mataban. Y ese es el meollo: ha sido siempre prioridad del socialismo, y más del español, la eliminación de la Iglesia de la vida pública. El secreto del odio de los socialistas a Franco, por encima de los años, es que fue quien impidió que se hiciese efectivo ese logro del que se jactaba el Frente Popular: que en su zona no había quedado un cura vivo. Con la ley de memoria histórica en la mano, siempre se podrá expulsar a la Iglesia del olimpo de los demócratas y conminarla al silencio recordándole su pasado franquista. Si en algún lugar estamos cerca de esa dictadura anticristiana sutil que decía el futuro papa, donde se tolera a la Iglesia pero se le impide alzar la voz, es en la España de la memoria histórica.



19 agosto 2018

El deber moral de ser inteligente


En esta colección de conferencias y artículos, el profesor de Filosofía Gregorio Luri da razón del prestigio que se ha ido ganando de unos años a esta parte, tanto por su brillantez expositiva como por su sabiduría, en el sentido más clásico de la palabra. Salvo el texto titulado “Experiencia y educación”, donde hace una glosa de un libro de Dewey con un tono más especializado, el estilo es llano y para todos los públicos, por así decir. El tema es casi siempre, como en otras obras suyas, una defensa del sentido común en la educación, por encima de elucubraciones alejadas, en el fondo, de la realidad de la persona.

Algunas ideas a voleo: la condena de la pereza como vicio grave (“el que piense que puede ser perezoso sin ser además malvado está en un error”); la defensa del sentido crítico (“grande torpeza es de los mortales creer que los que acertaron en mucho acertaron en todo”, cita de Juan de Zabaleta); la “barbarie vertical” de los que piensan que se puede prescindir del estudio de las Humanidades; la vacuidad de la llamada pedagogía innovadora (“los centros docentes, en general, prefieren evaluarse más por la altura de sus propósitos que por la evidencia de sus resultados”); la necesaria autoridad (“los adultos estamos para dar la tabarra. Es decir, para marcar los límites de lo sensato”). Y, en todo momento, un tono amable aderezado con sentido del humor: “la condena de quien no hace nada es que nunca puede darse un descanso”.

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28 julio 2018

A mayor abundamiento...


En aquella agrupación literaria, y gracias a la valía de otro alumno, García Garrido, se representaron obras teatrales como Calígula, de Camus, Doce hombres sin piedad, de Reginald Rose, Las manos de Eurídice, de Pedro Bloch o Todos eran mis hijos, de Arthur Miller. Hace muy pocos días que un compañero de entonces me acaba de regalar los programas de las películas que vimos en el cine del colegio en aquellos tres años y solo dos de ellas eran españolas; las demás eran extranjeras, y con una altura y un fondo muy especiales para comentar en los diálogos posteriores del cineclub; altura, la de aquel cine de ayer, que ya quisiera para sí cierto cine de hoy.

Antonio Colinas, Memorias del estanque, p. 36. Recuerdo que está hablando del curso 61-62 en el colegio Luis de Góngora, adscrito a la Universidad Laboral de Córdoba.



21 julio 2018

… y una aportación a la teoría del páramo*


Pero estaba escribiendo de mis dieciséis años. Entonces, en 1962, había muerto bruscamente mi paisano el poeta Leopoldo Panero y, al curso siguiente –según consta en la relación de actos de la revista Dintel [fundada por él y sus amigos junto con la asociación del mismo nombre] del curso 1963-1964–, di una nueva conferencia sobre Panero y recogí una breve síntesis de la misma en nuestra revista. Repaso ahora la relación de actos de aquel curso y no solo me encuentro con mi conferencia sino con las que otros alumnos y profesores impartieron –¡a lo largo de solo unos meses!– sobre Alberti, Camus, Faulkner, Benavente, Miguel Hernández, Mihura, Delibes, Mann, Casona, Evtushenko, Hopkins, Lorca, Blas de Otero y Bécquer. ¡Increíble pero cierto, podríamos decir de aquellas actividades avivadas por jóvenes de solo quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho años!

(También en Antonio Colinas, Memorias del estanque, p. 35)


*Páramo cultural del franquismo, claro.


17 julio 2018

Más sobre poetas prohibidos


Antonio Colinas, en Memorias del estanque (deliciosa lectura, por cierto), habla del curso 1961-62 en el colegio Luis de Góngora, de Córdoba.

Fue una educación prodigiosa: para empezar, despertarnos a las seis y media de la mañana y acostarnos en el internado escuchando música clásica; así que, en tres cursos sucesivos, nos entregaron básicamente la historia de la gran música; mis profesores, que me dieron a leer, en aquellos tiempos (¡en 1961, a los quince años!) a Alberti, a Neruda, a León Felipe, a Blas de Otero, a los poetas cordobeses del grupo Cántico. Y, por supuesto, a Antonio Machado y a Juan Ramón, que fueron los que más me turbaron.





10 julio 2018

Te conozco.


En el enlace a su blog puse aquello de “por eso tienes tan pocos”, que respondió Santa Teresa a aquella locución divina, “así trato yo a mis amigos”; así los trato, es decir, cargándolos con la cruz.

Ahora, por fin, Joaquín habrá podido escuchar del Padre aquellas palabras que siempre deseó para cuando llegara la hora, y con las que terminaba su libro:

--Te conozco. Entra. Puedes dejar la silla de ruedas en la puerta.





05 julio 2018

La señora Parkington


La chica del oeste tuvo la desgracia de perder a sus padres en la explosión de una mina, y la suerte de caer en gracia al mayor Parkington y casarse con él. Así ingresó en el gran mundo, porque aparte de militar Parkington es un emprendedor de éxito, el héroe moderno para quien se acuñó la expresión “vicios privados, virtudes públicas”: con corruptelas varias pero con audacia se convirtió en uno de esos benefactores de la nación que trajeron la prosperidad material a muchos.

El casorio le da también a Mrs. Parkington la posibilidad de desarrollar unas virtudes mundanas que acaban haciendo de ella la mujer admirada por todo su mediocre cortejo de parientes y amigos. Porque, en efecto, si a pesar de las infidelidades de Gus, su matrimonio fue feliz, ambos procrearon una tropa de infelices a los que había que socorrer a precios variables según la ocasión, pero con satisfacción por parte de Susie, que se sabe superior y destinada a echar una mano a los menesterosos de dinero o de estabilidad emocional. Gus y ella estaban muy por encima de ese mundo de apariencias y qué dirán.

Mucho antes de que Gus muriese, habían escogido otros mundos: él, uno alegre y disoluto poblado por personas declassées pero humanas; ella, uno regido por la belleza y la inteligencia. Lo que ambos escogieron no tenía nada que ver con el dinero. Lo que consiguieron no podía comprarse; lo habrían tenido igualmente si hubieran sido pobres. Habían escapado de la suprema vulgaridad, que estribaba en comprar cosas. (cap. 13)

Louis Bromfield narra la historia en contrapunto, alternando capítulos en que se nos da cuenta del pasado de la protagonista con otros en que esta se halla ya en la ancianidad, bisabuela rica y respetada. Aunque el relato se hace en tercera persona, Bromfield sigue sobre todo a la señora Parkington, de la que vamos viendo su progreso material y moral (en el sentido más burgués posible), hasta que logra

ver el mundo como un lugar maravilloso y fascinante en el que había tanto que gozar y conocer que las personas inteligentes jamás se desesperaban ni se sentían frustradas.(cap. 15)

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30 junio 2018

Herbert Marcuse hablaba de la "tolerancia represiva".


Quizá sea la más hipócrita de las represiones, porque se niega a sí misma a reconocerse como tal. Se trata de aquella represión ejercida por el adulto relativista que considera que toda opinión y toda impostura es legítima y que todos los puntos de vista tienen el mismo derecho a ser tenidos en cuenta, a saber: el del verdugo y el de la víctima, el del contaminador y el del contaminado, el de la propaganda y el de la educación, el de quien argumenta y el de quien opina... Este adulto, queriendo mostrarse abierto, conciliador y respetuoso, en el fondo lo que hace es educar contra el amor a al verdad y contra el respeto a los hechos.

Gregorio Luri, “La adolescencia: la cultura anfibia”, en El deber moral de serinteligente



22 junio 2018

¿Quién ha gestado el decreto antifranquista?


El nuevo gobierno de España quiere penalizar la apología del franquismo, y, con toda razón, claman al cielo los que sin ser franquistas estiman la libertad. Pero lo cierto es que tal penalización encuentra el campo abonado. A Franco y a su régimen no se les ha dado tregua desde que murió el titular, tanto por proclamación de sus vicios como por ocultación de sus virtudes. A derecha y a izquierda, desde hace muchos años, no se nombra a Franco sino para condenarlo, que es lo que el gobierno pretende ahora que se haga por ley. Si el franquismo tuvo virtudes, si el socialismo tiene un pasado tan execrable como el que pretenden atribuir al otro, ¿por qué eso se ha ocultado celosamente durante tanto tiempo? Lo que ahora se quiere imponer por decreto, hace mucho que existía por la vía de los hechos.

Un ejemplo de ayer: en la Tertulia de sabios que mantiene semanalmente Luis Herrero en Es Radio se habla de que la situación intelectual de las clases bajas en España era parecida en el siglo XVII y en torno a 1930. Un crítico bastante independiente como Fernando Rodríguez Lafuente añade que, de hecho, el analfabetismo en España no se erradicó prácticamente hasta la UCD. Como es difícil que en cinco años se planifiquen y se pongan en marcha todas las medidas necesarias para dicha erradicación, habrá que concluir que esa batalla se había dado y se había ganado mucho antes. Pero nadie dijo nada en ese sentido, ni Luis Herrero ni Luis Alberto de Cuenca, que eran los otros contertulios. Como ejemplo aislado no vale mucho, pero es sólo la muestra más reciente de un fenómeno que, insisto, hemos visto de modo cotidiano en esos sectores ideológicos que en el 36 se alinearon decididamente con la causa que capitaneó Franco. Les han entregado en bandeja la ley liberticida a quienes no tienen otro medio para hacerse pasar por los buenos, los listos y los guapos.



20 junio 2018

Verano en English Creek


Aunque hay trama, esta novela es más que nada un reportaje sobre la vida rural en Montana, en concreto en los años 30. Bueno, rural es casi toda la vida en Montana, ya que se trata de un estado que es casi todo bosque. Guardabosques es el padre de la familia protagonista; su hijo menor, que es el narrador, como suele decirse, despierta a la vida, y el otro ha decidido su camino en ella, un camino que no pasa por la universidad, lo cual es el origen del leve conflicto que se plantea. Leve para nosotros los lectores, claro.

Vemos cómo es la vida diaria, en verano por supuesto, de un guardabosques, y nos hacemos cargo también de cómo son otras actividades propias de aquel lugar, pues Jick (el chico menor) pasa unos días como vivandero, ayudando a un tal Stanley que tiene su papel emocional en la historia; le vemos también cavando una letrina y hay por ahí pastores de ovejas, animadores de rodeo y otras especies.

Es una existencia sencilla, con la dureza que se le supone, aunque los personajes se quejan lo justo. Y respecto a eso, durante la lectura me he preguntado qué novelista español podría compararse a este Ivan Doig, alguien que nos mostrase los trabajos y los días en el entorno rural de cualquier provincia sin que los personajes actúen como si les debieran algo. Y no lo encuentro, a no ser que me remonte a Pereda y su Montaña. A Ivan Doig se le lee al menos con la misma gratitud, o más, ya que el estilo es más cercano a nuestra sensibilidad, como suele decirse, y a pesar de la mayor lejanía de sus escenarios.

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10 junio 2018

Tomé de Burguillos responde a una ministra que dijo querer acabar con el amor "romántico"


Quien no sabe de amor, viva entre fieras;
quien no ha querido bien, fieras espante;
o si es Narciso, de sí mismo amante,
retrátese en las aguas lisonjeras.

Quien en las flores de su edad primeras
se niega a amor, no es hombre, que es diamante,
pues no lo puede ser el que, ignorante,
ni vio sus burlas, ni temió sus veras.

(Soneto 135 de las Rimas humanas y divinas del Licenciado Tomé de Burguillos, de Lope de Vega. Paso de los tercetos, que no hacen al caso.)



08 junio 2018

El topo


Ya no me acordaba de nada de la serie de televisión (Calderero, sastre...), y creo que entonces tampoco me enteré de mucho. Tiene su mérito adaptar una novela como esta a la pantalla. Lo cierto es que vas recibiendo noticia de diversas tramas: la operación Brujería, que tiene como protagonista a Merlín, un infiltrado de los ingleses en Rusia; la operación Testimonio, que fracasó cuando su ejecutor, Jim Prideaux, fue tiroteado por el enemigo; la deposición de Control como cabeza del Circus (servicios de inteligencia) y la ascensión de Alleline; el encargo recibido por Smiley, fuera ya de servicio, de investigar las revelaciones de un Ricky Tarr que afirma que hay un topo en el Circus... Y tienes que ser un auténtico lince para ir ligando todos esos hilos hasta poder contemplar el entramado y recibir el desenlace como una consecuencia lógica. Yo, desde luego, tengo la sensación de que se me han escapado algunos nudos, pero no sé ni cuáles.

No es apasionante, desde luego. Lo es más El espía que surgió del frío, por su estructura más lineal, quizá, o La chica del tambor por el componente aventurero. Hay capítulos y capítulos que son como un reportaje sobre el funcionamiento interno de los servicios secretos, tan conocido por Le Carré. No está mal traído ese elemento de distracción que son las escenas de Prideaux en su nuevo trabajo de profesor. Pero lo que le da interés es la nueva vuelta a la figura del espía doble, o triple, que parece trabajar para nosotros pero trabaja para ellos gracias a uno de nosotros que se ha pasado a ellos...

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26 mayo 2018

Libertad económica, capitalismo y ética cristiana


Martin Rhonheimer no intenta dar lecciones de economía, afortunadamente, pues en ese caso no le habría entendido nada. Su lenguaje es tan diáfano como de costumbre y su intención no es sino reivindicar el sistema capitalista como el más adecuado a la condición libre de la persona, algo así como había hecho anteriormente con la democracia liberal: “el ethos político de la modernidad es una conquista irrenunciable”, es la frase que recuerdo de esos trabajos, porque no dejaba de resultar chocante en un cura, dados los antecedentes. Y su defensa del capitalismo no puede ser más congruente con esa convicción.

En efecto, si nunca nadie en la Iglesia (que yo sepa) había apostado tan claramente por el sistema político consolidado tras la Segunda guerra mundial, aunque se hubiera aceptado de modo tácito, igualmente cabe decir que nunca se había visto teorizar de modo tan descarado sobre la congruencia del capitalismo con la ética cristiana. Como pone Rhonheimer de relieve, la doctrina social de la Iglesia era más bien desconfiada con ese sistema, y cargaba sobre el Estado la responsabilidad de la justicia social de modo que regulase los excesos (y defectos) del mercado libre. En uno de estos artículos, Rhonheimer revisa, con Hayek, el concepto de justicia social, para concluir que esa justicia la acaba logrando mejor la libertad económica que el intervencionismo estatal.

Se trata de un conjunto de diez artículos (o ensayos, si se quiere) publicados por Rhonheimer en diversos lugares y reunidos aquí, con un prefacio del autor, por el argentino Mario Silar (el apellido lleva en la s un circunflejo invertido que no encuentro en el teclado). El que figura, con buen criterio, como inicio lleva el provocador título de “El malvado capitalismo: la forma económica del dar”, y fue curiosamente primero solicitado y luego rechazado por una revista católica. Otros ponen de relieve que fue el cristianismo quien condujo a Europa a la modernidad política; alguno se dedica a relacionar el capitalismo con el principio de subsidiariedad, otros reflexionan sobre el pensamiento de Hayek y Mises en relación con el cristianismo y uno se dedica a analizar la encíclica Pacem in terris de Juan XXIII bajo esta perspectiva. Dos conclusiones pueden sacarse: la autonomía de la actividad empresarial, a la que no se puede pedir caridad (aunque el empresario como hombre no esté desligado de la moral) sino eficiencia; y la que sirve de epígrafe a las últimas páginas: el problema es la pobreza de las masas, no la desigualdad. O, como decía Silar en una presentación del libro, citando a Pedro Schwartz: “nunca me ha preocupado la desigualdad, porque no soy envidioso”.

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10 mayo 2018

Sin título

--¿Qué se siente al ser el único hombre que es feliz trabajando con su mujer?
--Uf... Esa pregunta es de un mal gusto...

Ya me cae mejor Javier Bardem.

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08 mayo 2018

La humildad es la verdad, II

Y debes tener presente, Mattie, que las personas fuertes se vuelven más fuertes, duras y encallecidas, y que, cuantos más años tienen, más confían en ellas los demás y más sabiduría adquieren, de modo que pueden afrontarlo casi todo y, como dice Janie, se las saben todas. –Apretó la mano de Mattie–. Sé que te preocupa que la deshonra del señor Amory pueda afectarme. Te diré algo que nunca diría a nadie más. Lo que le sucede al señor Amory no me afecta en absoluto. Es parte de una historia que he vivido desde hace mucho tiempo, una historia que apenas me afecta ni me conmueve. Es como un relato que estuviera leyendo..., algo que sucede muy lejos. No me afecta a mí, pero sí a la señora Stilham y a los chicos porque no saben cómo actuar ante eso, y yo no podría marcharme sabiendo que sufren. Necesitan alguien que les diga qué deben hacer, que los anime, que los ayude a ver las cosas con objetividad. ¿Entiendes lo que digo, Mattie? Estoy segura de que así es, porque también hay personas que recurren a ti. Si no fueses como eres, no le habrías dado a tu hermana dinero para que se viniera a Estados Unidos cuando su marido murió. No te habrías ofrecido a ayudar a tu prima Helga cuando tuvo problemas con el bebé. No cuidarías a una anciana como yo ni te preocuparías de si está fatigada o no. No irías todas las noches a la habitación de la cocinera para darle masajes en la espalda ni procurarías que ese galopín de Hicks esté libre los jueves, cuando su mujer va a visitar a su madre al manicomio. Claro que me entiendes. Y no importa que el cuerpo está cansado. Si nos traicionáramos a nosotras mismas, lo que habría no sería cansancio, sino destrucción. No podemos hacer nada. Dios no nos preguntó si queríamos esa responsabilidad. Simplemente nos la otorgó. ¿Verdad que lo entiendes, Mattie?

Susie Parkington, en Louis Bromfield, La señora Parkington



05 mayo 2018

Europa camina hacia la castidad.


Se pide cambiar el código penal para ampliar el concepto de violación, y hasta un ministro se siente obligado a decir que tal juez no estaba en sus cabales por no haber sido riguroso con unos presuntos. En las manifestaciones los únicos gritos que exigen muertes y mutilaciones sin suscitar escándalo son los que se profieren contra los agresores de mujeres. A este paso, nadie se atreverá ni a dar un pellizquito sin tener bien grabada en vídeo la sonrisa de satisfacción de la tipa, y aun así... Lo que digo: vamos en pendiente hacia la Ginebra calvinista. Cosas veredes.



28 abril 2018

La vuelta de Martín Fierro


Había leído la Ida en los años universitarios y una alusión del papa, en no sé qué ocasión, me metió la idea de que no estaría mal completar la lectura y emprender la Vuelta. No fue difícil, merced también a la estupenda introducción de Luis Sainz de Medrano (editorial Cátedra), recapitular los principales hechos de la primera parte, antes de que Martín Fierro cayera preso de los indios. Qué combate el suyo con el malvado pampa que maltrataba a la mujer y al niño. De cine. La sextilla inventada por Hernández resulta graciosa y eficaz y convierte la lectura en una delicia, sobre todo si haces, aunque sea en voz baja, esos diptongos de Sudamérica que aquí no lo son: asariados (“azareados”), cuerpiada (“cuerpeada”), el Criador... Y el encontrarte diptongaciones analógicas como ruempe o tiemple (rompe, temple), ah, eso ya es el nirvana.

En la curiosa estructura interna de esta Vuelta tenemos un inicio aventurero, unas narraciones que inciden en lo lírico y en lo moralizante y, al final, una payada. Es lo que más admiro de los gauchos, porque al parecer esto era real: esos combates poéticos entre gente ruda pero con talento para rimar... y sabiduría popular a espuertas. Me tengo que conformar con esta imitación literaria del Martín Fierro y con la fenomenal parodia de Les Luthiers, pero quién hubiera podido asistir a uno de esos combates reales.

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25 abril 2018

Relativismo


En La fe de nuestros padres, Valentí Puig cita a Roger Scruton:

El hombre que te dice que la verdad no existe te pide que no le creas. Así que no lo hagas.



22 abril 2018

La humildad es la verdad


Mira, Mattie, hace poco he descubierto algo. He tardado mucho tiempo en comprenderlo..., años. Es esto: Dios ha concedido fuerza e inteligencia a algunos. En cierto sentido, son los afortunados. La mayoría, en cambio, son necios, timoratos o eluden los problemas. Siempre acuden a los fuertes para descargar en ellos sus pesadumbres. He llegado a la conclusión de que debo de ser uno de los afortunados que pueden soportarlo casi todo. Es el precio que tengo que pagar por lo que Dios me ha dado... Y me ha dado mucho. No lo olvides... No importa lo que me haya sucedido en la vida. Si las personas como yo huyen, eluden su responsabilidad, y si eluden su responsabilidad les ocurre algo..., algo malo y destructivo. La fuerza las abandona. Si persisten en esa actitud, se destruyen a sí mismas porque hay una ley divina o natural que así lo establece. ¿No te das cuenta de que si huyera ahora... no habría descanso para mí? Sería desdichada siempre, porque pensaría en aquello de lo que había huido y me preocuparía lo que pudiera sucederles a Janie, a Jack, a la señora Stilham e incluso al señor Amory. Janie y Jack son demasiado jóvenes para saber cómo actuar si su padre fuera a la cárcel, y ni él ni la señora Stilham son lo bastante inteligentes para saber qué deben hacer. Ellos no tienen la culpa; Dios o la naturaleza no han sido generosos con ellos. Aunque yo no les diga lo que tienen que hacer, acudirán a mi como han hecho siempre ellos y otros muchos en cuanto se encuentran en un apuro. Porque hay una especie de ley que lo manda. No podemos hacer nada al respecto.

Susie Parkington, en Louis Bromfield, La señora Parkington, capítulo 9.



19 abril 2018

Huida

Buen documento en Radio Nacional sobre Zenobia Camprubí, mujer que debería estar ya en los altares.

En el Madrid rojo del 36 la vida de Juan Ramón estuvo en un hilo, una vez, una porque le confundieron con un fascista y siempre porque se le notaba su condición de señorito. Zenobia decidió que tenían que largarse. Dice una entrevistada, no recuerdo si de los herederos del poeta: “Yo no lo llamaría huida...”

Llamémoslo “discreta retirada”, pues.



14 abril 2018

El hombre eterno


El hombre eterno es un ensayo polémico, como es habitual en Chesterton, pero va mucho más allá. Sucede como en los viejos tratados de apologética, el de san Ireneo o el de Orígenes, que, concebidos como defensa de la fe frente a herejes o paganos, acaban siendo obras de referencia en la teología. La idea de Chesterton es tratar de mirar el cristianismo desde fuera para juzgarlo sin prejuicios, que es precisamente la actitud que no encuentra en los críticos de la fe. En estos suele advertirse una animosidad que están lejos de mostrar contra las religiones o las filosofías precristianas o ajenas a nuestro entorno. Si realmente el cristianismo no interpelase a su conciencia, su actitud debería ser muy otra. Por eso al autor, en la introducción, ruega “a dichos críticos que intenten hacer tanta justicia a los santos cristianos como si se tratara de sabios paganos”. De hecho, al él le “daría vergüenza decir acerca del lama del Tíbet estupideces tales como las que ellos dicen acerca del Papa, o tener tan poca comprensión con Juliano el Apóstata como la que ellos tienen con la Iglesia de Cristo”.

Sus dos partes configuran un tratado sobre el hombre viejo y el hombre nuevo, es decir, el hombre en su naturaleza y el hombre regenerado y elevado por Cristo. Lo que no es decir poco. De hecho, es decir todo un tratado de antropología, filosófica y teológica, sobre el que habrá que volver muchas veces. Pero es su perspectiva de polémica con el escepticismo moderno lo que le confiere su singularidad frente a las obras de teólogos contemporáneos. Ese tono polémico que le permite decir, por ejemplo, que “tras la llegada del cristianismo ningún pagano de nuestra civilización ha sido  capaz de ser realmente humano”, porque tras la era de gracia no hay vuelta atrás posible.

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12 abril 2018

Encarnación

Que hoy bajó Dios a la tierra,
es cierto, pero más cierto
es que, bajando a María,
bajó Dios a mejor cielo.

Sor Juana Inés de la Cruz, citado por Rosa Chacel en “Sor Juana Inés, poeta de la circunstancia”, recogido en Rebañaduras, selección de Moisés Mori.

(Habría sido estupendo ponerlo el lunes, que celebrábamos la Anunciación, pero topé con ello ayer.)



10 abril 2018

Oigo una tertulia de radio sobre Leni Riefenstahl.

El que lleva la voz cantante se deshace en elogios de su labor artística, de gran innovadora del lenguaje cinematográfico, con independencia de que hubiese servido a una causa como la del nacionalsocialismo.

Pero en la tertulia estaba Tartufo.

--Yo me admiro de esa capacidad de abstracción que tienes. Yo soy incapaz de tomar esas distancias, etc. etc.

Sí, están en todas partes. Aparentar virtud es para ellos una segunda piel. Pueden contar con que nunca serán reprobados porque les falta tiempo para afirmar su sintonía con lo que en cada tiempo se considera correcto, decente, democrático. Te harán quedar mal si pueden. Ojo. 



07 abril 2018

Igualdad


Veo en el periódico una imagen de la exposición “Vive la moto”, en el IFEMA. Cuento unos cincuenta hombres y unas seis mujeres, dos de ellas (probablemente de la organización) postureando en uno de los vehículos.

Va a ser que las entradas eran mucho más caras para ellas.

Evidentemente, aún queda mucho trecho por recorrer en el camino hacia la igualdad real.



05 abril 2018

El drama del humanismo ateo


Encuentro 2008, tercera edición. Esta es la que no deben coger si quieren leer este clásico de Henri de Lubac, a pesar de lo bonito de la cubierta. Lleno no solo de erratas, sino de fallos de puntuación, de tal modo que la mayor parte de las veces no sabes dónde acaba una cita y empieza a hablar de nuevo Lubac. Te deja además en francés ciertos títulos que leemos en español desde hace siglos, como Les frères Karamazov o Ainsi parlait Zarathoustra, entre otras lindezas. Si añadimos el tamaño enano de la letra, da gusto, ya digo.

Por lo demás, muy interesante, claro, aunque yo hubiera preferido que abultara menos la parte dedicada a Comte. Es la segunda, y abarca unas noventa páginas. La primera se dedica a Feuerbach, Nietzsche y Kierkegaard, y la tercera a Dostoievski. El “drama del humanismo ateo” es, básicamente, que precipitara al ser humano de nuevo en la incertidumbre y la nada, después de que el cristianismo le había dado una esperanza:

¡Se acabó el ciego destino! ¡Se acabó el fatum! El Dios trascendente, Dios amigo de los hombres, revelado en Jesús, abría a todos un camino que no se cerraría jamás. De ahí ese sentimiento de intensa alegría y de novedad radiante que se extiende por todos los primeros escritos cristianos. [...]

Pero si seguimos el curso de los siglos para llegar hasta los “tiempos modernos”, haremos un descubrimiento extraño. He ahí que ahora esta idea cristiana del hombre, que había sido recibida como una liberación, comienza a sentirse como un yugo. He ahí que este mismo Dios, en el que el hombre había aprendido a ver el sello de su propia grandeza, comienza a aparecérsele como un antagonista, como el adversario de su dignidad.


La parte dedicada a Dostoievski hila fino, tanto que recuerda a Moeller y sus famosos tomos. Sería muy conveniente releerse sus novelas antes de abordar esta parte, pero a ver quién es el majo.

Valioso también el prólogo de Valentí Puig, que, por cierto, aparece antes del índice, para redondear un fino trabajo de edición.

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02 abril 2018

John Steinbeck llamó “hombres de verdad”


 a los conquistadores españoles en sus Viajes con Charley, según Carlos Rodríguez Braun. Pues sí, amigo: los caballeros del rey Arturo existieron, aunque fueron los caballeros del rey Fernando (y luego del césar Carlos).

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Busco en Google para averiguar cómo era exactamente eso de que si te manipulan una vez la culpa es del otro, pero si te manipulan dos veces la culpa es tuya, y me sale un montón de sitios sobre “cómo saber si te manipula tu pareja”, y tal. Internet suegra invasiva, internet vecina metomentodo. No seremos todos mayorcitos para saber cuándo alguien nos quiere y cuándo se aprovecha de nosotros. Señores, para eso existían unas cosas llamadas noviazgo y matrimonio, que os habéis cargado para sustituirlas por esa flatulencia llamada pareja, que es más cómoda para un poder inmoral. Pero encima me bloqueáis con vuestras monsergas el medio por antonomasia del siglo XXI. Me tenéis contento.

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Las librerías están llenas últimamente de títulos sobre mujeres (reverencia) que se hicieron un nombre como científicas, políticas, filósofas... Pero no veo ninguno sobre hombres que consiguieron abrirse paso en el mundo del servicio doméstico, la puericultura, la enfermería o la pasarela. Aquí late una vez más un abominable clasismo, que considera unas ocupaciones más dignas que otras. Ese clasismo que está en el origen del actual feminismo y que las mujeres sin prejuicios nunca han padecido.





31 marzo 2018

Poemas menores (Gerardo Diego)

Es un pequeño volumen complementario del que Alianza Editorial sacó con el nombre de Poemas mayores, claro. Daniel Gil no arriesgó y optó por un rótulo de lo más clásico sobre fondo verde, con letras sombreadas.

Menores o mayores no alude aquí a la importancia, sino a la extensión. Cien versos es el límite que puso el propio autor, que firma el prólogo. Como de costumbre, paso por la parte vanguardista con la curiosidad con que miro las cosas del Patio Herreriano, pero lo que realmente merece la pena es la parte tradicional, si puede llamarse así, porque, claro, fácilmente te das cuenta de que aquello no lo firmaría Hernando de Acuña ni Fray Luis de León. Sorprende su dominio del verso: silvas libres, sonetos, tercetos sin encadenar, y creaciones muy personales. Le gusta hacer eneasílabos, cosa bastante difícil, e incluso se permite incluir el más famoso de todos los eneasílabos (juventud, divino tesoro) en el poema que canta sus bodas de oro con la poesía.

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