Escucho una conferencia sobre las
Brönte. El ponente recuerda los sueños de una sirviente de
Cumbres Borrascosas, donde un fantasma infantil pide
obsesivamente let me in, let me in, déjame entrar. Dice que
niños vampiros con esa misma petición en sus bocas aparecen más
tarde en Elizabeth Gaskell e incluso en Stephen King.
Me recuerdan a esos aparecidos de la
medianoche de que hablaba Ibáñez Langlois, los no-nacidos por anticoncepción, aborto o paternidad responsable. Y, bien
mirado, el Niño que no pudo hallar posada llega también cada
Nochebuena: let me in, let me in, solidario de esos
hijos de la nada, que le piden su propia carne para nacer.
Él pidió ser acogido y fue rechazado, como los otros; los otros,
por quienes sudó sangre en el huerto.
Nochebuena, de nuevo. Perdónanos, y
entra, Niñito, a tu casa.