22 enero 2022

Un encuentro peligroso

La sensación tras la lectura de Un encuentro peligroso es la misma que tras la de Abejas de cristal: la de que se me ha querido comunicar algo pero no sé el qué. Es un relato policíaco bastante simple, protagonizado por personajes mundanos: un aristócrata y su esposa, un joven atontado que se deja conducir a una aventura amorosa con esta última por un vividor aburrido, un comisario de policía y su subordinado, una bailarina que resulta asesinada sin motivo aparente. La vida y la personalidad de todos ellos es narrada con precisión de científico, pero la resolución de los hechos no guarda con todo ello más que una relación superficial, como de un aprendiz que quisiera imitar a Simenon o a Agatha Christie. La interacción entre caracteres tan definidos habría debido dar lugar a algo más interesante. En fin, todavía no he encontrado el Jünger que me interese, pero vuelvo siempre a él por la simpatía que profeso a quienes le admiran.

__

 

 

16 enero 2022

La incógnita

Sorprende desde el principio La incógnita por su forma epistolar, sin preámbulos; modo que se mantiene a lo largo de todo el volumen incluyendo el quiebro final. Sorprende luego a medida que nos maliciamos que el destinatario de las cartas probablemente no tenga entidad real y se reduzca a ser un invento del propio Manuel Infante, que se escribe a sí mismo. El tal Infante le cuenta a Equis sus impresiones sobre la política (se ha metido a diputado) y, sobre todo, sobre los supuestos amores de la hija de su tío, por la que él también ha concebido una fuerte pasión. La “incógnita” sobre el amante de Augusta, que así se llama, permanece a lo largo de toda la correspondencia novelesca, sucediéndose los “sospechosos” a medida que Infante escucha las variopintas opiniones de sus conocidos. La historia se complica, y se hace más apremiante, cuando el sospechoso número uno, Federico Viera, un veterano vividor, es asesinado.

Pero la mayor sorpresa se reserva para el final, pues la única carta de respuesta de Equis es para decirle a Infante que todas sus cartas se han metamorfoseado en una novela titulada Realidad, que desvela al fin, y por encima de las opiniones más o menos mentirosas, la verdad del caso. Y es la cosa que Realidad existe como novela, y que al parecer (aún no la he leído) muestra, en efecto, el sucederse real de los hechos narrados en La incógnita. Se trata, pues, de dos novelas complementarias.

En conclusión: que, cuando me pregunten por el mejor novelista español del siglo XX (digo veinte) voy a mencionar a Benito Pérez Galdós, pues tan bien se le dan esos experimentos narrativos (juego con la realidad y la fantasía, con los puntos de vista…) que se suponen propios de la novela de la pasada centuria. Esto de plantear una misma historia primero a través de los ojos engañosos de sus protagonistas y luego según los hechos objetivos es de una audacia que no se la salta un Faulkner, y además tiene los méritos de afirmar una realidad objetiva, al contrario que nuestros escépticos contemporáneos, y de lograr una amenidad, a base de “gestionar”, como hoy se diría, la lengua coloquial de su tiempo, con la que parecen estar reñidos los prousts, joyces y faulkners.

__

07 enero 2022

La sinfonía de las moscas

Mercedes Salisachs narra despiadadamente la ruina moral y material de una familia barcelonesa de los 50. Al padre le toca una quiniela de catorce y el tipo se despide de su trabajo y se pone a echar canas al aire, resultando que la cantidad que le había tocado, que no era para tanto como pensaba, se va evaporando entre caprichos. El tipo vive en un barrio de mala nota con su poco ejemplar madre, con su mujer, una cuñada, dos hijos y una sobrina (que resultará también ser hija suya). Una hermana mantenida por un señorón viene a completar el cuadro. Los hijos son las víctimas de esta pandilla, más que familia. El chico quiere ser cura pero entre todos le arruinan la vocación y la vida. La chica es salvada de un intento de suicidio y comienza un limpio noviazgo que sin embargo se verá frustrado también por las ambiciones y los prejuicios de unos y otros. En un momento dado, la peste que inunda la casa, consecuencia de un atranque de agua fecal, se convierte en símbolo de toda aquella miseria. El título, tan cruel como el resto, hace alusión a la breve vida de estos insectos, de la que en el otoño ejecutan el último movimiento.

Se diría una novela de realismo social, al estilo de las de su tiempo, pero la diferencia es clara: aquí la ruina no la causan las estructuras injustas, sino los vicios de las personas. Tanto Paco como Julita (los hijos) intuyen dónde está la salida, pero sus propios familiares se empeñan en atraparles en la mala vida mientras malogran sus propios modestos empleos en un intento de evitar la caída en el precipicio.

Por otro lado, la narración, seca, en presente, sin el menor asomo de emoción, es mucho más artística que la media de las novelas socialrealistas. Podría haber ganado el Nadal pero se lo llevó un desconocido Vidal Cadellans y Salisachs no la publicó hasta los años 80.

__