Si el culto católico desapareciera, los gobiernos
deberían subvencionar una catedral. Culto al misterio de nuestra alma. Conviene
no cegar ninguna fuente de sensibilidad.
En el Diario de Manuel Azaña, durante su asistencia a las vísperas de Navidad en la catedral de París.
No viene mal recordarlo ahora que en Zaragoza van a quitar la exención del IBI a la Iglesia.
30 septiembre 2016
28 septiembre 2016
El arte de la novela
El más interesante, para el lector español, de los ensayos
que componen este volumen es el primero, "La desprestigiada herencia de
Cervantes". Para Kundera, si es cierto que los filósofos se han
olvidado del ser, "con Cervantes se ha creado un gran arte europeo
que no es otra cosa que la exploración de este ser olvidado". Más adelante
dirá, como quien no quiere la cosa, que el novelista no ha de rendir cuentas a
nadie, salvo a Cervantes, frase que creo que se puso de cinta
promocional en la portada del libro. La novela, como repite muchas veces Kundera,
consiste en colocar al hombre frente a unas condiciones existenciales
determinadas y propias de cada creación. El autor cita repetidamente a los
autores que de modo más genial realizaron este cometido, y que resultan ser,
junto a Cervantes, Hermann Broch, Kafka, Diderot, Balzac
y Laurence Sterne. A Broch y a Kafka van dedicados de modo
monográfico algunos de estos trabajos.
Desde luego, que te fascine El castillo cuando tienes
catorce años anuncia ya a un lector excepcional, y Kundera demuestra
serlo en estos escritos. Es mérito, cuando se es un disidente del comunismo, no
apropiarse a Kafka para la causa. No es que no reconozca que sus obras
describen a la perfección el universo totalitario, pero reconoce que hubieran
tenido el mismo valor si no se hubiese producido la irrupción de esos sistemas.
A la espera de comprobar qué tal novelista es él mismo, las observaciones
contenidas en este volumen revelan una intuición que muchos quisiéramos para
nosotros.
17 septiembre 2016
Ver a Cristo, ver a Mahoma
Leo a uno de mis publicistas favoritos: "Ahora llaman a
nuestra puerta cientos de miles, quizá millones, de refugiados que huyen de la
guerra y el hambre; es Cristo quien viene, pero Europa lo ve como un peligro y,
paralizada por el pánico, se atrinchera detrás de sus muros".
Y pienso que lo que yo veo es justamente lo contrario: que
son los gobernantes que más apuestan por la laicidad y los que se están
cargando a Europa con sus políticas antifamiliares quienes más partidarios se
muestran de abrir las puertas, mientras que los celosos de la identidad europea
y cristiana optan por mantener bajo control el fenómeno migratorio. ¿Extraño?
No tanto si uno aplica la sencilla operación que proclamaba
el castizo personaje de La verbena de la paloma: distinguir. "Porque
tú, a veces, no distingues".
Si yo soy cristiano, tengo que ver a Cristo en cada persona
que se cruza en mi camino: porque él vive, o está deseando vivir, en Alí, en
Nelson Francisco o en Tsvetelin, y por Alí, por Nelson Francisco y por
Tsvetelin ha dado toda su sangre. Y por eso merecen que los trate como lo haría
con el mismo Hijo de María.
Pero si yo soy político, estoy obligado también a ver a
Mahoma. Y Mahoma significa problemas. Y yo estoy ahí para procurar el bien de
mis ciudadanos. Por eso encuentro perfectamente compatible mantener con mi
dinero a uno, a dos o a diez refugiados, hasta que puedan regresar a su país en
paz, y promover políticas de control de la inmigración cuando existe un riesgo
cierto de conflicto social o de entrada masiva de individuos peligrosos en un
contexto internacional de alerta por terrorismo. Tampoco es cristiano chuparse
el dedo.
15 septiembre 2016
La caridad bien entendida
...empieza por uno mismo pero sólo si se entiende como lo hace el personaje del Diario de un cura rural.
Odiarse a sí mismo es más fácil de lo que se cree. La gracia está en olvidarse a sí mismo. Pero, si todo orgullo estuviera muerto en nosotros, la gracia de las gracias estaría en amarse humildemente a sí mismo, como a cualquiera de los otros miembros sufrientes de Jesucristo.
(Lo cita Moeller en uno de sus tochos, y no recuerdo quién hablaba ni en qué momento de la novela)
Odiarse a sí mismo es más fácil de lo que se cree. La gracia está en olvidarse a sí mismo. Pero, si todo orgullo estuviera muerto en nosotros, la gracia de las gracias estaría en amarse humildemente a sí mismo, como a cualquiera de los otros miembros sufrientes de Jesucristo.
(Lo cita Moeller en uno de sus tochos, y no recuerdo quién hablaba ni en qué momento de la novela)
14 septiembre 2016
Resurrección
Resurrección es
una novela de denuncia, y no dudo de que la cuestión social en Rusia era tan
lamentable como aquí aparece, y que Tolstoi
tenía todo el derecho a denunciar con voz bien alta. Pero como novelista no sé
si tenía tanto derecho a hacer esto. Eres León
Tolstoi, chaval. Has escrito Ana
Karenina y Guerra y paz. Un
respeto al lector.
La novela es flojísima, en efecto, y además interminable. Si
no se te cae al suelo es porque su autor sigue sabiendo qué hacer con una pluma
en la mano, pero aquí le sale una historia moralista con personajes de
folletín. Nejludov es el pecador que recibe un toque de gracia cuando ve en el
banquillo a la joven, Katucha Maslova, a la que había seducido años atrás,
llevado por esa mentalidad de miles
gloriosus que era más fuerte que la conciencia en el estamento militar, si
hemos de creer lo que nos cuentan. El tipo se dedica a reparar el error
judicial que él mismo comete como jurado, tratando de conseguir una revisión
del juicio e incluso proponiéndole matrimonio, aunque descubre para su mayor
consternación que la joven se ha convertido en una cínica a la que nadie podrá
disuadir ya de que el egoísmo y la rapacidad de todo tipo señorean el mundo. Tolstoi espolvorea la narración con
abundantes prédicas de su peculiar cristianismo anarquista, hasta el punto de
que el volumen empieza y acaba con citas evangélicas.
Si al menos hubiera contribuido a implantar en Rusia un
régimen de libertades y garantías...
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09 septiembre 2016
Invertidos
El leccionario de la misa incorpora esta palabra,
prácticamente olvidada, para traducir el masculi
concubitores de la carta de san
Pablo a los corintios: “No os engañéis: ni los ladrones, ni los borrachos,
ni los… heredarán el Reino”.
Cosa chocante, porque tengo comprobado que los leccionarios castellanos
se esfuerzan a cada edición por utilizar los términos y los giros más actuales,
para mejor comprensión del mensaje escriturístico y, a veces, para desespero de
algunos dómines eruditos. Según eso, en lugar de los clásicos afeminados y sodomitas, uno habría esperado al menos homosexuales, ya que gays
puede sonar aún demasiado frívolo para el contexto sagrado. En lugar de eso, plantan
un invertidos que ya casi nadie usa y
muchos no entienden.
¿Por qué será…?
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