24 julio 2024

Genaro

De lo efímeras que son las famas literarias da fe, por ejemplo, el Albères. El Albères es un volumen sobre la literatura europea en los dos primeros tercios del siglo XX, muy puesta en sintonía con los acontecimientos históricos. Cita bastantes españoles para ser un francés, pero de vez en cuando me sorprende con un nombre totalmente ignoto. Por ejemplo, hablando del período 1930-42, dice que tardaron en aparecer novelas españolas con el tema de la guerra civil (¿?) y cita dos excepciones: una de Ricardo Fernández de la Reguera y otra de… ¡Martínez Pagán! (ni siquiera menciona el nombre), titulada Genaro. Es curioso, porque en mi casa solíamos decir “me llamo Genaro” cuando jugando a las cartas no acompañaba la suerte. Que se titulaba Genaro es lo único que he podido averiguar de esa novela y de ese autor. La única edición de que sabe Iberlibro es francesa. El Pedraza está igual: “… de otros muchos [novelistas exiliados] no nos han llegado más datos que algún título. Es el caso de […] Martínez Pagán [sigue el nombre en el misterio] con Jenaro [sic]…

No creo que le dé más vueltas. La mayoría de estos olvidados están bien olvidados.



22 julio 2024

La España negra

Leo en Vossler que “un decreto del rey de Castilla de 1380 prohibió, con una pena de tres mil maravedíes, que se llamara tornadizos y marranos a los recién convertidos”.

Es un dato.



21 julio 2024

Prestación social sustitutoria

 

…es injusto que las mujeres buenas padezcan las cargas y los riesgos de la maternidad mientras las egoístas gozan de las ventajas que les confiere su esterilidad voluntaria. Por esto convendría que se les impusiera a éstas por lo menos algún servicio social tan incómodo y útil como el que se niegan a realizar.

La maternidad como milicia, je. No está mal traído. Al fin y al cabo, como estamos viendo, la renuncia a tener hijos corre paralela a la renuncia a defender a la patria. Y

en la lucha entre sociedades o clases sociales religiosas y heroicas, con sociedades tan racionalistas y calculadoras que sus miembros no puedan decidirse ni a defenderlas con las armas ni a perpetuarlas con la maternidad, no cabe duda de que las últimas tendrán que sucumbir.

(Ambas perlas de la incorrección política en Ramiro de Maeztu, La crisis del humanismo, capítulo “Muerte y resurrección”)



19 julio 2024

La crisis del humanismo

Maeztu hizo un poco el Spengler cuando tituló en español esta obra. En inglés era Libertad, autoridad y función a la luz de la guerra, pero La crisis del humanismo es mucho más comercial, claro, igual que es más comercial La decadencia de Occidente que Ensayos de morfología de la historia universal, que se quedó en subtítulo. Bien, el hecho es que Maeztu parte, en efecto, del Renacimiento, lo que es decir del humanismo, para desarrollar sus teorías. El hombre del Renacimiento hizo, dice, muchas cosas buenas, sin duda, pero eso le llevó a pensar que si hacía cosas buenas era porque él era bueno. Obras buenas, hombre bueno, error fundacional de toda una época que aún arrastramos (aún es 1919, fecha de publicación de la obra). Esta idea llevó por un lado al individualismo liberal y por otro a las concepciones autoritarias del poder: la libertad como valor fundamental, según Stuart Mill, y la idolatría del Estado tal como aparece, entre otros, en Hegel. Y es el fundamento de los derechos del hombre, los de la Revolución, claro.

Hoy Maeztu resultaría sumamente impolítico, puesto que una de sus ideas fundamentales (desarrolla muchas en este tomo de tamaño medio) es que el hombre no tiene derechos más que en cuanto funcionario, es decir, en cuanto que ejerce una función dentro de la sociedad. Lo que uno tiene son deberes hacia esa sociedad. (No dejo de pensar en lo peligroso, aparte de impolítico, de esta postura, ya que nos quedaríamos, hoy, sin fundar el derecho a la vida del no nacido, por ejemplo; ya se ve que en aquellos años el aborto era algo cuya perversidad ni siquiera se discutía). El subjetivismo que está en la base de los derechos humanos habría de ceder paso a un objetivismo que prime a las cosas sobre los hombres: idea que así, al pronto, parece difícil de digerir, hasta que caes en la cuenta de que las cosas son los valores: verdad, belleza… (hace una breve lista pero no los recuerdo todos, salvo que incluye, sorprendentemente, el poder como valor). ¿Y la inteligencia y la voluntad humana han de subordinarse a esos valores, que son, en efecto, cosas? Sí, si caes en que la síntesis de todos esos valores es Dios. Max Scheler está ahí, quizá, aunque Maeztu no lo menciona nunca (es el prologuista, Pedro Carlos González Cuevas, quien señala el ascendiente de Scheler en el pensamiento de la época).

Hasta cierto punto, lo que defiende Maeztu es volver al modelo medieval, en concreto al sistema gremial, que contrarrestaría lo que él llama horrores del capitalismo. Curiosamente, y frente a la costumbre de unir lo romántico a lo medieval, Maeztu entiende el romanticismo como ligado a ese individualismo y ese autoritarismo que está repudiando, oponiendo a él un clasicismo cristiano. Esto, junto a algunos rasgos de su estilo, no deja de recordarme a José Antonio, que debió de conocer bastante bien la obra de don Ramiro.

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15 julio 2024

A ver si me acuerdo

de citar esta frase la próxima vez que tenga que dar una charla de formación a través de la lectura.

Las mías [lecturas] se confinan a periódicos, que me dan los hechos; a libros de ciencia y de historia, que me permiten entenderlos; y a clásicos, que me sugieren las medidas con que valorarlos.

Y más adelante:

Las grandes novelas, pero solo las grandes novelas, son purificadoras en el mismo sentido en que Aristóteles hablaba de la “katharsis” de la tragedia griega. El héroe de una gran novela no es el héroe que nos presenta el novelista, sino cada uno de sus lectores. A la antigua pregunta: “¿Qué es Hécuba para nosotros?”, los latinos contestaron: “De te fabula narratur” (de ti se habla en la fábula). Las grandes novelas son purificadoras porque en ellas se libera el ánimo de la ilusión de la felicidad individual.

(Ramiro de MaeztuLa crisis del humanismo, capítulo “El ideal de felicidad”)


 


 

10 julio 2024

Critica Ramiro

 de Maeztu1 el individualismo liberal y dice que

…es como querer fundar el matrimonio no en el sacramento, ni en el amor, ni en el hogar, ni en la futura familia, ni siquiera en obligaciones mutuas, sino sencillamente en el principio de profesarse respeto inviolable a la personalidad, de conservar cada uno de los cónyuges su vivienda particular, sus medios de fortuna, sus amigos aparte y sus costumbres de soltería, de no hacerse preguntas indiscretas, de no sentirse obligados el uno al otro y de no tener nada en común.

O sea, el ideal de pareja que se nos quiere inculcar en los años que corren. Y pensar que lo contaba como caricatura…

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1En La crisis del humanismo, capítulo “Libertad y organización”





08 julio 2024

Si la memoria no me falla

Encontramos a un Girón cuyos años “no están ya para burlarse con la otra vida” y quizá por eso resulta bastante suave en sus apreciaciones, sin juicios de valor ácidos, como quien recuerda con satisfacción las buenas obras realizadas y nada más. De hecho, estas memorias abarcan hasta la muerte de Franco y la entronización de Juan Carlos I, dejando aparte, como si no hubieran existido, los años de la democracia.

Le vemos como universitario en Valladolid, armando ya gresca con sus camaradas del grupo de Onésimo Redondo; como voluntario en el Alto de León, enardeciendo con el Cara al sol a los menos esforzados; de ministro de Trabajo durante quince años, en los que trató de llevar a cabo una igualdad efectiva entre los españoles con la creación de centros de formación para los trabajadores (universidades laborales y demás), en lo que él interpretaba que era la realización del ideario falangista (“yo no dejé ninguna revolución pendiente”); y siempre como consejero y hombre de confianza del Jefe del Estado, incluso en los tiempos en que el falangismo empezó a ir de capa caída. Lo que más destaca en estas memorias, es, de hecho, esa relación de fidelidad a Franco, ampliamente correspondida (siempre si hacemos caso a su testimonio), hasta el punto de hacerle el caudillo el honor del tuteo (cosa insólita en el personaje) en su último encuentro.

Girón escribe correctamente, incluso velando la típica retórica falangista que en malas manos resulta chirriante. No parece el halcón o el león que ten fiero solían pintar, pero, desde luego, no ha variado (no varió) un ápice sus convicciones. Para él, Franco y la Falange formaban un todo armónico al que dedicó todos sus esfuerzos. Si lamentó que ese todo se fuese disgregando, no percibimos aquí ya un tono de desgarro o de anatema sino de sereno estoicismo, tal vez al propio de quien tenía ya puesto el pie en el estribo.

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