03 agosto 2011

Hiperión o el eremita en Grecia


"Yo no concedo primeros premios", decía Gadi Becker en La chica del tambor, en su labor de seducción de Charlie, mientras le mostraba lo que se suponía que era el segundo lugar más hermoso de la tierra: una vista nocturna de la Acrópolis de Atenas desde la costa, o si no era la Acrópolis le andaba cerca, que ya me falla la memoria. Hölderlin nunca vio Grecia, pero en Hiperión consigue algo muy parecido al primer premio en la recreación de aquellos lugares, contemplados en sus momentos más exaltantes.

Grecia es, en Hölderlin, el lugar más propicio para que el hombre se funda con la tierra. Había un tipo alemán, un tal Fichte, que decía algo así como que yo soy el todo y el todo y yo somos uno. Este Fichte fue uno de los maestros de Hölderlin y Hölderlin fue quien mejor plasmó literariamente esta idea. Hiperión contempla a la tierra de Grecia como si fuese poco menos que su cuerpo místico. Habla de la naturaleza refiriéndola a su yo y viceversa, y ahora entiendo, más que antes, por qué dicen que la poesía de Vicente Aleixandre es más romántica que surrealista. Romántica en este sentido germánico, en el sentido de esta literatura tan alejada de lo que aquí, en España, hemos cultivado tradicionalmente.

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02 agosto 2011

Un momento providencial

La Iglesia vuelve a tener hoy una inmensa función formativa, justamente cuando quizá tenga menos persencia docente o enseñante. En este momento de la historia, por temor a ideologizaciones y utilizaciones políticas, por rechazo de todo dogma, por difuminación de los sistemas de valores, no hay ya prácticamente nadie que se atreva a educar públicamente. El drama del sistema educativo del país es que todos hemos quedado a merced de los poderes anónimos, que propalan palabras e ideas y no se responsabilizan de su sentido ni de sus consecuencias a largo plazo. Las familias están desbordadas; los profesores, en institutos y colegios, se reducen a docentes, por temor a ser acusados de indoctrinadores. Entre la masa y las sectas apenas han surgido minorías con coraje crítico y respeto absoluto a las conciencias, pero a la vez con voluntad decidida de ofrecer propuestas de verdad y moralidad, de acción y esperanza. Es un momento providencial, por lo duro en un sentido y por lo necesario en otro, para que la Iglesia tenga una presencia formadora e ilusionadora desde su palabra propia que es el evangelio.

Olegario González de Cardedal, Educación y educadores

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01 agosto 2011

Orwell, de nuevo


Uno comprueba a menudo que la lectura, lejos de ser montón inerte, es, en efecto, combustible. Periódicamente me asombro de cómo lo que creí conclusiones mías no son sino reminiscencias de algo leído hace tiempo. Por ejemplo, cuántas veces habré dicho que el socialismo necesita jóvenes rebeldes a la autoridad y sumisos al poder, como si hubiera hecho la frase del siglo. Y voy y me encuentro* con estas citas de 1984, de Orwell, sobre los jóvenes educados en el totalitarismo. Eran

pequeños salvajes ingobernables y, sin embargo, ese salvajismo no les impulsaba a rebelarse contra la disciplina del partido.
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Además,

era casi normal que personas de más de treinta años les tuvieran un miedo cerval a sus hijos.

No sé si les suena. Sólo añadir que, si las consignas del partido se emiten a distancia, mejor.


*Ángel Rivero y Jorge del Palacio, "El futuro de la socialdemocracia y la política de la indignación", en Cuadernos de pensamiento político, 31


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