Paulina Crusat ha
reunido en este volumen los poemas religiosos que más le impresionan. Poca
representación española, a mi ver, y de esta más en lengua levantina que
castellana. Pero, de los muchos poetas extranjeros que aparecen, me complace
ver gente que yo tenía catalogada como más o menos atea (
William Blake,
Paul Verlaine,
Goethe) o simplemente indiferente a lo religioso (
Emily Dickinson,
Rilke). Algo
parecido puedo decir de
Carles Riba,
Josep Carner o
Josep Vicent Foix, cuya
adscripción catalanista me llevaba, por inercia, a suponerles “del otro lado”
en todos los aspectos. Me ha supuesto también, este libro, el descubrimiento de
algunos poetas cristianos que desconocía del todo. Es el caso de
Francis Thompson, curioso personaje, a juzgar por lo poco que he indagado
sobre él, pero cuyo poema
El lebrel
celestial (
The hound of Heaven)
es lo más impresionante que recoge el libro, a excepción de los “clásicos”,
claro: un alma perseguida por
Cristo,
que le va susurrando palabras que minan poco a poco su ánimo de huida:
…Todo traiciona a aquel que me
traiciona a Mí…
…No huye tanto el temor como el
amor persigue…
…A quien no me da asilo, nada
asilo será…
…A quien no me contenta, ¿quién
le contentará?...
…¡Mira!, todo te huye porque tú
huyes de Mí…
Cuando
el alma se siente hundida en el abandono, Él le tiende su mano: “¿Mi noche,
acaso era la sombra de Su Mano, tan tiernamente abierta?”
Hay
otros descubrimientos aquí, nombres en los que habrá que profundizar: Marie Noël (que me entero que está en proceso de beatificación), Robert W. Buchanan, “Michael Field” (“nom de plume” de dos mujeres, al parecer), Mary Elizabeth Coleridge, y
otros. Están los conversos del siglo XX (Claudel,
Peguy, Chesterton) y, tal como apunté, están los “clásicos”: junto a
algunos salmos de la Biblia, el Stabat
Mater de Todi, los himnos
eucarísticos de santo Tomás y el “No
me mueve, mi Dios, para quererte”. No hay mención alguna a la traducción. Si es
de la propia Crusat, hay que decir
que ha realizado una labor de filigrana: uno no deja de advertir que está
leyendo poesía de la mejor ley. No he mencionado, por cierto, que los poemas
están en español y en el idioma original, de modo que es fácil, en los idiomas
que uno más o menos conoce, cotejar ambas versiones.
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