Esto es un sacerdote como la progresía manda, harapiento,
mansurrón, pobre de solemnidad. Las arpías le quieren, lo que quiere decir que
le tienen lástima; se rinden a él algunos dimas y le sacuden a modo algunos
gestas. La pregunta es: ¿pensaba
Galdós
que todos los curas debían ser así, o simplemente ha creado un ejemplo peculiar
de caridad, como la Benina de
Misericordia
o la Leré de
Angel Guerra pero más
estrambótico? De hecho, es una novela llena de preguntas, como dicen que debe
ser una novela, esto es, que suscite preguntas más que dar respuestas. Por
ejemplo, cuestión es si es viable este tipo de sacerdote secular con carisma eremítico,
o si estamos ante una vocación particular e intransferible. O si se ganarían
más almas para Dios con este ejemplo chillón de pobreza y mansedumbre que
dedicando tiempo a la predicación y a la administración de sacramentos. ¿Hizo
una lectura correcta
Buñuel cuando
lo transformó en un esperpento, alguien que solo consigue crear conflicto
cuando busca la paz y el bien? Esa posibilidad está a cada vuelta del camino de
la historia de Nazarín, pero lo cierto es que nunca se realiza en la novela.
Estamos más bien ante un ejemplo sincero de cristianismo, de una forma de vivir
el cristianismo, llamativa, por supuesto, pero sincera si atendemos a las
respuestas de este padre Nazario, llenas de piedad e inteligencia. En ese
sentido, lo que dije al principio es exagerado. Sí, puede que Nazarín responda
como concepto a ese muñeco algo tontaina que dije que gusta a los progres; pero
no como carácter. Creo que
Galdós
era tan artista que, aun queriendo hacer un figurón de ese tipo (que no sé si
quería), le salió un personaje redondo. No así a
Buñuel.
Más pegas se le pueden poner a Nazarín, como por ejemplo ese
dudosa prudencia que supone andar acompañado por dos mujeres, con el riesgo
añadido del escándalo farisaico. Pero ya digo que el genio de Galdós tapa todo lo demás. Aun así, le
veo más seguro en la veta naturalista que en la “espiritualista”. No era ningún
Dostoievski.
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