28 enero 2021

Orgullo

Guillaume Derville, en Amor y desamor:

Es normal… que la apología de la impureza revista cierta arrogancia, un orgullo que pretende –sin lograrlo– revestirse de dignidad, porque oculta una susceptibilidad y una sensibilidad a flor de piel, “en carne viva”. Es una altanería que busca el reconocimiento, pero que necesita presentarse como víctima, pretendiendo así autojustificar su falta de control personal, y teorizando sobre la bondad de la propia conducta inmoral. En este caso, la dificultad –más que la falta de pureza, que después de todo puede ser comprensible o excusable y en todo caso siempre perdonable– es el orgullo, que impide la contrición y por esto cierra la vía del perdón. Este fue el pecado de Sodoma, como deplora Isaías: “La expresión de su rostro lo denuncia, ellos mismos proclaman su pecado, no lo ocultan. ¡Ay de ellos!” (Is 3, 9)

Y por eso la proclamación del orgullo tiende a dilatarse: un día, una semana, un mes…



22 enero 2021

La disponibilidad como virtud

 Encontrarse en situación de disponible no implica renunciar a nada de cuanto tenemos, sino asumir nuestro pasado en una cierta expectación vital que nos libere de su embargo. La disponibilidad es la virtud que pone a prueba categóricamente el nivel de libertad personal que cada hombre ha conquistado. En última instancia, puede afirmarse que únicamente somos libres en la medida en que nos encontramos en situación de disponibilidad. Todo lo humano nos “embarga” […]. Pues bien, el estado de embargo es la necesidad frente a la cual cobra sentido la libertad humana. Para sobrepasar el estado de embargo tenemos que no amar nuestros bienes, que no amar todo cuanto tenemos y cuanto somos, con amor posesivo, sino más bien con amor ofertivo. Tened todas las cosas como si no las tuviésedes, dice Cervantes. La disponibilidad es la virtud por excelencia del mundo aventurero cervantino.

Luis Rosales, en Cervantes y la libertad, segunda parte, capítulo III, final.





19 enero 2021

La muerte en Venecia

 


Vi la película de Visconti con suma indiferencia, pues fue en aquellos años en que se ponía la televisión casi automáticamente y se tragaba uno lo que echaran. Solo me sorprendió que la figura femenil que aparecía en la foto del diccionario enciclopédico, sub voce “cinematografía” o quizá “Visconti”, no sé, era en realidad un chico, el efebo de la obra. Pero creo que el tedio que nos causó a todos la película no fue superado siquiera por la natural repulsión que causa el ver a un señor mayor fascinado por un jovencito.

La de Thomas Mann, de todos modos, no es una novela sobre la pederastia, sino sobre ese tema tan grato a los centroeuropeos, desde del Romanticismo, que es la reflexión sobre la belleza y el arte. Se dice de Santo Tomás que quiso destruir sus escritos tras una aparición de Jesucristo: ninguna construcción teórica valía la pena ante la presencia de la pura belleza. Es lo que le sucede a Aschenbach, el creador meticuloso, “el poeta de todos los que trabajan al borde de la extenuación”, cuando descubre a Tadzio y lo sigue a todas partes, fascinado. La enfermedad y la muerte están ahí también, como es habitual en las novelas de Mann, entablando una relación con el tema principal que, una vez más, se me escapa. Seré demasiado mediterráneo.

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17 enero 2021

Símil culinario

 La literatura moderna elabora más platos para cocinero que para gastrónomo, dice Gómez Dávila. Muy agudo. Viendo la literatura española de hoy, sin embargo, creo que los elabora para clientes de burger.



09 enero 2021

El arte de la fragilidad

Pues lo siento: seré un réprobo, un infeliz, un adocenado, o quizá simplemente me hago viejo, pero todavía no sé qué es lo que me ha dicho Alessandro d´Avenia a lo largo de estas doscientas y pico páginas de retórica apabullante; vamos, que me quedo sin saber cómo la poesía puede salvarme la vida. A no ser que todo se cifre en lo que propone el último capítulo, es decir, que el secreto de los secretos es el amor, es Dios. ¿Y para eso hacían falta todas esas páginas llenas de estrellas, infinitos, destinos y arrebatamientos?

El libro se presenta como un diálogo con Giacomo Leopardi, el poeta favorito del autor: “Tú sabías que…, tú sabías que…”, repite sin cesar, y yo, insisto, me quedo sin saber qué es lo que Giacomo sabía. Para colmo, D´Avenia se declara admirador de El club de los poetas muertos, piensa que la escuela tiene que llevar a la felicidad y se supone que lo que vierte en este libro es lo que trata, al parecer con éxito, de comunicar a sus alumnos. Pero yo odio las historias de profesores guay y me pregunto por qué los de Literatura somos los únicos del gremio a los que se les pide hacer magia, transformar voluntades y salvar vidas, en vez de transmitir conocimientos del modo más eficaz posible, como los demás. En fin, que prefiero el D´Avenia novelista, al menos el de Lo que el infierno no es, que es lo que conozco de él.

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07 enero 2021

La crisis de la conciencia europea


 La crisis de la conciencia europea es uno de esos libros citados aquí y allá como referentes inexcusables a la hora de comprender un período de la historia, algo así como La cultura del Renacimiento en Italia de Burckhardt o El otoño de la Edad Media de Huizinga. Ocurre que hay momentos, y este es uno, en que es difícil encontrar nuevas ediciones de esos clásicos. Afortunadamente he podido hacerme con un ejemplar de Ediciones Pegaso (?), 1975, en una biblioteca particular. No parece que sea mala edición. Al menos, no he encontrado frecuentes  erratas ni chapuzas de traducción.

La crisis de la que habla el título es la que tiene lugar en lo que el autor llama también pre-ilustración, esa fase de la edad moderna en que de verdad empiezan a ponerse las bases del racionalismo que a su vez lleva a las convulsiones políticas y sociales de los últimos siglos. Paul Hazard acota esa etapa histórica entre los años 1680 y 1715, y sus protagonistas se llaman Bayle, Leibniz, Locke, Spinoza, Pascal o Hobbes. Hazard nos va explicando con detalle el pensamiento de cada uno de ellos sin perder la visión de conjunto, de modo que la fisonomía de la época viene dada por la aportación de cada uno de ellos. Lo que más me ha sorprendido de la lectura del volumen es su estilo divulgativo, de documental televisivo:

El debate se eleva más aún. Bayle saca el argumento predilecto, el que le parece más original y más nuevo: que si los cometas fueran un presagio de desgracia, Dios habría hecho milagros para confirmar la idolatría en el mundo… Se apasiona, se inflama; llega a ser elocuente y casi lírico: ¡ah, no vayamos, en nuestra flaqueza y nuestra ignorancia, a recurrir a la idea del milagro cada vez que estamos perplejos ante la explicación de un hecho!...

Apasionado y elocuente: eso podría decirse también del estilo de Hazard, y se agradece, por supuesto.

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