31 agosto 2018

Interesante distingo


el que hacía el obispo don Casimiro Morcillo en conversación con Antonio Garrigues a propósito del esquema conciliar sobre la libertad religiosa:

“Se trata [en aquel documento] de libertad civil en materia religiosa y no de libertad religiosa propiamente dicha.”

Interesante, sí, porque se ha hablado mucho de por qué la Iglesia cambiaba en el Concilio su criterio sobre dicha libertad, que había condenado hasta entonces. Se ha explicado muchas veces (aquí por ejemplo) pero creo que la precisión terminológica de don Casimiro es muy aguda. La “libertad religiosa” tal como la entendía tradicionalmente el magisterio sería equivalente al indiferentismo: da igual elegir una u otra religión. Mientras que la “libertad civil en materia religiosa” no sería sino el derecho a no ser molestado por practicar una determinada creencia, derecho que el Concilio decidió afirmar ante los totalitarismos de su tiempo.

(Encuentro la frase en Luis Suárez, Franco y la Iglesia, parte II, capítulo VII, 1)



23 agosto 2018

De haber una nueva dictadura anticristiana en el mundo


sería, sin duda alguna, mucho más sutil que lo que hemos conocido hasta ahora. En apariencia, seguramente admitiría la religión, pero sin que la religión pudiera intervenir ni en la forma de conducta ni en el modo de pensar.

(Joseph cardenal Ratzinger, La sal de la tierra, cap. "Sobre la situación de la Iglesia")

La profanación del Valle, y las leyes subsiguientes, suponen (no nos engañemos) la reprobación pública de todas aquellas tendencias de pensamiento y de acción política que se alinearon con Franco, de modo que sólo los socialistas y su izquierda, con los republicanos laicistas como eternos compañeros de viaje, queden como impolutos ciudadanos demócratas. Los demás (centro, derecha, etc.) serán admitidos solo como muestra de buena voluntad de los demócratas, siempre que no olviden sus orígenes oscuros y no pretendan gobernar demasiado. Quienes osen decir que la película fue más bien al revés y que los socialistas gobiernan por la magnanimidad del régimen que creó las condiciones para una democracia moderna, serán condenados a la miseria.

Si dice amén a la profanación del Valle, el PP firma y rubrica la historia socialista. Nada nuevo, pues lo viene haciendo desde hace muchos años. El porqué de esta vocación de corderos en la derecha es un misterio, pero se remonta al menos a los años republicanos, cuando la CEDA ganó las elecciones y no quiso gobernar para no molestar a los republicanos guay.

Y lo que haga el PP me trae bastante al fresco, pero que vayan tomando nota los obispos. Porque entre esas fuerzas que se alinearon con Franco estaba también la Iglesia, más que nada porque allí no los mataban. Y ese es el meollo: ha sido siempre prioridad del socialismo, y más del español, la eliminación de la Iglesia de la vida pública. El secreto del odio de los socialistas a Franco, por encima de los años, es que fue quien impidió que se hiciese efectivo ese logro del que se jactaba el Frente Popular: que en su zona no había quedado un cura vivo. Con la ley de memoria histórica en la mano, siempre se podrá expulsar a la Iglesia del olimpo de los demócratas y conminarla al silencio recordándole su pasado franquista. Si en algún lugar estamos cerca de esa dictadura anticristiana sutil que decía el futuro papa, donde se tolera a la Iglesia pero se le impide alzar la voz, es en la España de la memoria histórica.



19 agosto 2018

El deber moral de ser inteligente


En esta colección de conferencias y artículos, el profesor de Filosofía Gregorio Luri da razón del prestigio que se ha ido ganando de unos años a esta parte, tanto por su brillantez expositiva como por su sabiduría, en el sentido más clásico de la palabra. Salvo el texto titulado “Experiencia y educación”, donde hace una glosa de un libro de Dewey con un tono más especializado, el estilo es llano y para todos los públicos, por así decir. El tema es casi siempre, como en otras obras suyas, una defensa del sentido común en la educación, por encima de elucubraciones alejadas, en el fondo, de la realidad de la persona.

Algunas ideas a voleo: la condena de la pereza como vicio grave (“el que piense que puede ser perezoso sin ser además malvado está en un error”); la defensa del sentido crítico (“grande torpeza es de los mortales creer que los que acertaron en mucho acertaron en todo”, cita de Juan de Zabaleta); la “barbarie vertical” de los que piensan que se puede prescindir del estudio de las Humanidades; la vacuidad de la llamada pedagogía innovadora (“los centros docentes, en general, prefieren evaluarse más por la altura de sus propósitos que por la evidencia de sus resultados”); la necesaria autoridad (“los adultos estamos para dar la tabarra. Es decir, para marcar los límites de lo sensato”). Y, en todo momento, un tono amable aderezado con sentido del humor: “la condena de quien no hace nada es que nunca puede darse un descanso”.

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