30 abril 2025

Cosette

En la segunda parte de Los miserables encontramos de nuevo libre a Jean Valjean. Como de costumbre, Hugo hace de momento como que nos oculta su identidad, pero ya todos nos maliciamos la verdad. El caso es que, de nuevo evadido, se dispone a cumplir la promesa a Fantine y hacerse cargo de la educación de Cosette. Se dirige al pueblo donde ésta se hallaba y, tras un penoso forcejeo, consigue liberarla de las garras de los miserables (en el otro sentido) Thenardier. Pero el incasable Javert, cual mosca pesada, se halla de nuevo al acecho. Tras una angustiosa persecución por las calles de París, Valjean recala, con Cosette a cuestas, en un convento de clausura, donde se halla de jardinero una persona a la que salvó la vida siendo alcalde. Este le hará pasar por su hermano y Valjean atisba un futuro posible para la niña internándola en la escuela conventual.

Tal aventura alterna con dos largas digresiones: Víctor Hugo es el narrador más omnisciente que conozco, tanto que llegas a rogarle que se quite de en medio, que más que omnisciente es narrador cuñado, o tertuliano. Las digresiones son, una sobre la batalla de Waterloo, prácticamente un ensayo de interpretación histórica, y otra sobre el convento donde va a parar Valjean, ahora añadiendo además sus teorías sobre la inutilidad de la vida religiosa en el momento actual (siglo XIX, excuso a usted decirle). Eso sin ocultar tampoco su admiración por quien es capaz de entregar su vida de ese modo, expiando por los pecadores. Y siempre comentando cada jugada, como un Matías Prats. Lo hace bien, qué duda cabe, pero, de este modo, una historia que a Baroja le habría cabido en trescientas páginas se le alarga a las dos mil.

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27 abril 2025

La puesta de Capricornio

Son tres novelas cortas de tema y tratamiento diverso. La puesta de Capricornio presenta la historia tragicómica de un minusválido que contrae matrimonio con una joven, con el ánimo de demostrarse a sí mismo y a sus amigos que puede cumplir maritalmente como el que más. Cirios rojos es un prodigio de tensión narrativa con dos únicos personajes, el socialista perseguido por los azules y la solterona devota en cuya casa trata de obtener refugio. Unos pies desnudos tiene también algo de tragicómico, al no poder consumar el protagonista una aventura amorosa que tuvo al alcance de la mano.

Segundo Serrano Poncela es un narrador totalmente olvidado, incluso por la izquierda culturalmente dominante, no sé si por el rechazo del autor a los comunistas después de la guerra o porque prefieren evitar el recuerdo de Paracuellos. De los pocos que lo han leído (Trapiello, Agapito Maestre, Lázaro Carreter) he recibido buenas referencias y de la lectura de esta Puesta de capricornio y sus dos apéndices concluyo que, en efecto, supo con el tiempo dar a su pluma un uso mucho más brillante que cuando estampaba firmas macabras a las órdenes de Carrillo.

La mejor de las tres piezas es, como ya he sugerido, Cirios rojos. La lucha de cada personaje consigo mismo, en una situación límite donde cualquier decisión puede implicar la vida o la muerte, está narrada con mano maestra. Y, aunque hubiera preferido otro desenlace, el que hay puede hacernos ver a la novela como un “estudio sobre la banalidad del mal”, por emplear la expresión de la Arendt. Banalidad del mal que podría aplicarse también al caso del autor, Eichmann español. Supongo que su subconsciente tuvo que librar siempre batalla contra aquello.

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26 abril 2025

"Estandarte de otras cosas"

Otras cosas, en efecto. Entre ellas, la verdad histórica, el honor de la Iglesia y la sangre de los que la vertieron para que en España se pudiera honrar a Dios. 




25 abril 2025

Decía un ministro

que en el franquismo no dejaban leer Los miserables. Mucho me extraña. Sería en un colegio religioso de esos en los que estudiaron los ministros. De lo que estoy cierto es que, si lo leyeran (los socialistas, digo), serían ellos quienes lo censuraran escapado. Véase.

 

La muñeca es una de las necesidades más imperiosas y, al tiempo, uno de los instintos más deliciosos de la infancia femenina. Cuidar, ataviar, engalanar, vestir, desnudar, volver a vestir, enseñar, reñir un poquito, acunar, mimar, dormir, imaginarse que algo es alguien, ahí está todo el porvenir de la mujer. Mientras sueña y charla, mientras prepara diminutas canastillas y diminutos ajuares, mientras cose vestiditos, corpiños y camisitas, la niña llega a muchachita, la muchachita llega a joven, la joven llega a mujer. El primer hijo es la continuación de la última muñeca.

Una niña sin muñeca es casi tan desdichada y tan enteramente imposible como una mujer sin hijos.

(Segunda parte, libro tercero, capítulo VIII)



23 abril 2025

Enorme conferencia

 del obispo Erik Varden.



22 abril 2025

Saturnal

Rosa Chacel reúne aquí unas cuantas meditaciones (así las llama, imitando a su maestro Ortega) sobre el eros y otras cuestiones conexas, que me superan ampliamente; o, al menos, me supera su forma de exposición, sutil y alambicada donde las haya. Así que me voy a conformar con citar algunos pasajes cuyo sentido sí me ha parecido alcanzar.

En cuanto a la guerra de los sexos, dice la Condesa de Campo Alange que “tiene lugar en el campo de la cultura y por la posesión de la misma”. ¿Dónde está la crónica de esta guerra? Yo creo que si los anales de Oriente y Occidente la hubieran silenciado, en las obras de arte o literatura exentas de propósito directo, en las que no son más que reflejo del drama, de la ambición, del afanarse humano o de la realidad, simplemente, se trasluciría algo así como la existencia de bandos o cofradías; alguna corriente secreta o extraoficial sustentada por un mínimo de cohesión. Si el anhelo de cultura hubiera constituido realmente, vitalmente el drama de la mujer ¿cómo es que no tuvo jamás poder para crear en ella algún vínculo de solidaridad? ¿Registra la historia períodos o hechos aislados en los que se trasluzca un conato de voluntad común, un acento que delate el bando desposeído al acecho de la ocasión de arrebatar, si no por la fuerza por la astucia, al menos, el botín deseado? Si alguien me demostrase que se puede seguir en la historia el rastro de esa lucha sofocada, me causaría verdadera desolación comprobar que ni en los períodos en que alguna mujer fue dueña absoluta del poder –reinados—ni en los que por medio del dinero, del talento, de la belleza o de la astucia logró alguna ser poderosa –casos harto frecuentes—hubo una sola que se decidiese a echar una mano a sus congéneres. (pp. 49-50, edición Seix Barral 1991)

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La mujer es tan absolutamente contraria al hombre como la mano izquierda a la derecha. Las manos están hechas así o, menor, así se hicieron, tal como son, para oponerse una a otra y en esta posición son unánimes. El trabajo que les está encomendado sólo se puede llevar a cabo siendo como son. Claro está que la oposición formal de las dos manos no es más que como el cerco material en que una misma voluntad se dilata a un lado y a otro para encerrar la realidad, cumpliendo así su ciclo, y que el hombre y la mujer son dos individuos distintos, independientes. ¿Independientes?... Si llegaran a serlo del todo no duraría mucho la humanidad, pero tal como son el hombre y la mujer, independientes, de ellos depende el Hombre. Si empleamos el dicho proverbial en que cada uno de los cónyuges llama al otro “su mitad” queda indicado que cada uno de ellos se considera como una mitad del círculo, pues, desde un principio son como son para encontrarse: su ser así consiste en esa unánime oposición que, gradualmente, va distanciándoles “en la zona diurna y luminosa en que acontece lo más valioso de la vida”, y abruptamente los reúne en la zona donde acontece y prevalece simplemente, la vida. (p. 70)

¿Se vio alguna vez que las mujeres que sufrieron la oposición de los hombres en su carrera literaria, o, simplemente, en el deseo de estudio cuando éste era un deseo costoso, encontrasen ayuda en las mujeres que hubieran podido dársela? Jamás. Afirmo que jamás porque las excepciones no son más numerosas que las que existieron entre los hombres: algunos hubo capaces de ayudar a una mujer desinteresadamente. Algunos, pero muy pocos; y muy pocas, poquísimas mujeres. (p. 167)

…hay una guerra secreta, inconfesable, en la que los bandos no los constituyen los sexos ni las clases, ni las razas, ni los partidos: los bandos son, simplemente, unos contra otros. (p. 169)

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Los primeros diez años de la vida son decisivos: en ellos se aprende todo cuanto hay que aprender --este hay no alude a lo que hay, sino a lo que se debe aprender, a lo que para todos hay la necesidad de aprender--, de modo que, si los primeros años de la vida los pasaban los chicos con sus madres y si en esos años lo habían aprendido todo --no se puede olvidar la precocidad con que actuaban los hombres antiguamente: en la Edad Media, en el Renacimiento, en el Romanticismo--, es de suponer que las mujeres que les habían enseñado a hablar, esto es, a pensar, no podían estar tan al margen, no podían ser tan ajenas a la cultura. (p. 188)

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18 abril 2025

Más Brague

 La razón es una noción cristiana, a pesar del uso perverso que han hecho de ella algunos pensadores de la ilustración queriendo confrontarla con la fe. Antes de la fe, estaba el logos. […] De hecho, el carácter racional de la realidad es una idea cristiana.

En Rusia, Alexander Solzhenitsyn llegó a decir que lo peor del régimen soviético no fue el hambre, ni siquiera la opresión, sino la obligación de mentir para poder sobrevivir.

El nihilismo es un pensamiento chiflado que, por ejemplo, sirve para justificar la violencia. El nihilismo no permite resistirse al poder de las ideologías. El nihilismo imposibilita que las personas existan.

[El entrevistador le recuerda sus palabras: “En cierto modo, los hombres libres, los verdaderamente libres, son los que están atados, mientras que nuestra libertad moderna muy a menudo es la libertad de los esclavos”]

Esa reflexión paradójica procede de un pasaje de la Metafísica de Aristóteles. Los hombres libres tienen deberes, un código de honor, etc. Los esclavos son capaces de cualquier cosa con tal de alejarse de los azotes.


17 abril 2025

Brague

Recojo algunos párrafos de la entrevista que Rémi Brague concede a Aceprensa en su número de diciembre de 2024.


El cristianismo no está llamado sólo a sobrevivir en la cultura europea, sino a darle el sentido más humanamente profundo. La dignidad es un concepto esencialmente cristiano que lo explica todo.

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El cristiano no es un ayatolá entrenado para castigar a los desobedientes. Es, sencillamente, un ciudadano responsable que quiere ayudar a la sociedad a evolucionar con una perspectiva humana que, ciertamente, nos haga mejores como personas y como pueblos.

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Los cristianos estamos llamados a prestar nuestra colaboración con los demás en medio de un campo de minas; por eso deberían ser muy bienvenidos en las sociedades abiertas y respetuosas del siglo XXI. Cuando se ama a las personas y a la sociedad se busca, se prefiere y se impulsa el bien. Nadie confía en un médico que te dice que fumes, que bebas y que hagas todo lo que quieras. Es más difícil ser el médico que te alerta de que tienes una mancha fea en el pulmón. La misión de los cristianos no siempre resulta agradable, pero es necesaria para el bien de toda la humanidad.

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El cristianismo tiene la posibilidad y el deber de enseñar a ver lo humano incluso donde otros solo ven lo biológico para seleccionar, lo económico para explotar, lo político para manipular.

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Me llama la atención una tendencia actual en el cristianismo: la de caer en la tentación de reemplazar el humanismo por el humanitarismo. El humanismo es el afán por la mejora humana, por la virtud; el humanitarismo es solo hacer cosas buenas. Y sí, querer el bien del prójimo es magnífico, pero la perspectiva humanitarista es superficial. El humanitarismo piensa que el hombre es naturalmente bueno, y que el mal es un simple accidente que se puede vencer con un poco de buena voluntad, no algo profundamente instalado en nosotros.  



15 abril 2025

Sobre El celoso extremeño

La defensa de la libertad individual es una de las finalidades que determinan su creación y dan sentido y ejemplaridad a la novela de El celoso extremeño […] Los cerrojos cierran, pero no guardan. La honestidad no depende de que tapiemos la puerta de nuestro cuarto; depende de nuestra virtud. Ahora bien, “solo en la libertad florece la virtud. De aquí que si se ama la virtud se tenga antes que hacer al hombre libre; de aquí también que cuando el convento se considera únicamente como clausura, sirva exclusivamente para expiar las culpas… Carrizales no buscaba en Leonora un ser virtuosamente inocente, sino inocentemente ignorante, que no echara de menos su libertad. Con la vida de Carrizales todos los sectores viven lo poco que hay que fiar de llaves, tornos y paredes cuando queda la voluntad libre”. Este ha sido el error de Carrizales. El ejercicio de la virtud supone libertad, y aquel que quiera encauzar la voluntad de alguien hacia el bien, necesita primero liberarle. (Dicho sea de paso, esta es la gran cuestión que el hombre, en cualquier tiempo, tiene planteada.)

Luis Rosales, Cervantes y la libertad, séptima parte, capítulo 1. Cita de Joaquín Casalduero



12 abril 2025

En el jubileo de la esperanza,

 

esto de Cervantes (El rufián dichoso):


La mayor ofensa haces

a Dios, que puedes hacer:

que en no esperar y temer

parece que le deshaces,

pues vas contra el atributo

que él tiene de omnipotente:

pecado el más insolente,

mas sin razón y más bruto.

En dos pecados se ha visto

que Judas quiso extremarse

y fue mayor el ahorcarse

que el haber vendido a Cristo.




07 abril 2025

Fantine

La primera parte de Los miserables es un folletín de campeonato, que se salva por el virtuosismo narrativo de Víctor Hugo. La doncella atribulada hace llorar al apuntador y el prota se ve en unos dilemas morales de tragedia griega. El narrador se mete en el pellejo de cada personaje y nos revela hasta lo que ellos mismos no sabrían nunca explicar de sí mismos. Es también una exaltación de la misericordia frente a la justicia, o de la justicia atemperada por la misericordia. Fantine y Jean Valjean son víctimas del summum ius que como sabemos es summa iniuria, representado por el policía Javert, una especie de psicópata capaz de pedir su propia destitución cuando piensa que se ha equivocado.

Valjean es el hombre que se convierte a Cristo cuando lo ve en uno de sus discípulos de verdad, el obispo de Digne, capaz de hospedar al que todos rechazan y de salvarlo de la cárcel dándole literalmente la otra túnica aparte de la que había robado (en este caso se trata de un menaje de plata). Si el obispo es un santo, Valjean aún es un espíritu vacilante, capaz sin embargo de esforzarse hasta el heroísmo en pro de los desvalidos. La narración de sus luchas interiores es una de las cumbres del arte de Hugo.

Hasta aquí, todo impecablemente cristiano. Sobra lo del obispo pidiendo la bendición al viejo revolucionario. Es un pegote, de hecho. Pero Víctor Hugo no pierde ocasión de mostrar sus fervores por la revolución, a la que consideraba algo así como la auténtica intérprete de Cristo, válgame Santa Lucía. 

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05 abril 2025

NKVD

 

Eran las siglas de la policía política de Stalin, la Gestapo soviética. Jesús Hernández (PCE) describía así a sus agentes:

Son funcionarios de una autoridad y formación especial. Fríos, crueles, sin alma. Su espíritu de cuerpo les lleva a sospechar de todo y de todos, hasta de su padre y de su madre, a los que pegarían un tiro en la nuca con la mayor naturalidad, en cumplimiento de su misión. Viven constantemente alerta y recelando de cuantos les rodean. El jefe no sabe si el subalterno es el confidente de confianza [sic] del escalón superior. Puede darse el caso de que le portero o el ordenanza que abre la puerta resulte una jerarquía más alta que la del jefe en funciones. Su deber es no creer en la sinceridad, ni en la honradez de nadie. Un “inkadevista” debe ser un hombre sin entrañas, un ser deshumanizado, que tenga por lema “es preferible condenar a cien inocentes que absolver a un culpable”. Fanáticos, en principio, degeneran hasta la animalidad. Primero matan y torturan porque así se lo ordenan o porque lo dispone el reglamento. Después van sintiendo la necesidad de oír los gritos de dolor y los estertores de sus víctimas. Les resulta armonioso el estampido del pistoletazo. Como el morfinómano busca el placer de las drogas, el “inkadevista” lo busca en la sangre y en el sufrimiento de los demás. La vida de un hombre nada significa si se la pueden arrancar a pedazos o a balazos.

Citado por Rafael García Serrano, en Diccionario para un macuto, s. v. checa. Luego describe él mismo a esas prisiones, concebidas a imagen de las rusas:

Cátedra del nuevo humanismo marxista, laboratorio de terror, seminario de rufianes, consulado del infierno, patio de bergamines, sima de la vergüenza de ser hombre, cúspide de la inhumanidad, pus de Lenin: esto es la checa.



 

02 abril 2025

Qué libertad

Vintila Horia se refiere a los autores que han abordado en sus novelas el tema del totalitarismo.

La diferencia entre Bernanos y Huxley, Orwell o Jünger es que, mientras que estos hegelianizan de alguna manera el destino humano proyectándolo en el Estado y dándole un matiz colectivo –de aquí la falta de personalidad de los personajes utópicos en la novela contemporánea—Bernanos los existencializa, en el sentido de que su drama es única y exclusivamente personal y presente. El Estado no existe en las novelas del autor de Monsieur Ouine. Sólo existe el cura y el pecador, el santo, hombre o mujer, y los que no pueden serlo porque están ahogados por la mediocridad, o sea, víctimas ya del demonio moderno. La tentación de la desesperación, que mueve a sus personajes antes de haber conseguido la esperanza, no es la de los héroes de Orwell, que bregan por la libertad, pero no en un sentido religioso, sino político y moral. De este modo, podríamos decir que, aunque lograsen liberarse de las garras del Estado y, como Winston Smith, deshacerse del Big Brother y hacer volver a la sociedad a un estado de normalización en las relaciones humanas, su libertad sería una mera ilusión, porque pasarían de un demonio a otro. De Oceanía a un Mundo feliz. Sus derechos humanos se verían como reanimados y protegidos, pero, en el fondo, el problema seguiría siendo el mismo, puesto que, tarde o temprano, en aquella perspectiva hegeliana, racionalista y democrática, la tentación de Leviathán se apoderaría de un nuevo hermano Mayor y el juego se repetiría. Es así como el drama ha de producirse en el marco del Estado hegeliano, manejado por los neognósticos, modificadores del mundo, a los que Bernanos llama la Retaguardia, los que no van a la guerra, pero sí la organizan, con el fin de sistematizar el futuro según sus planes utópicos, fieles a la filosofía del siglo XVIII.

(Los derechos humanos y la novela del siglo XX, capítulo 9, 29)