05 abril 2025

NKVD

 

Eran las siglas de la policía política de Stalin, la Gestapo soviética. Jesús Hernández (PCE) describía así a sus agentes:

Son funcionarios de una autoridad y formación especial. Fríos, crueles, sin alma. Su espíritu de cuerpo les lleva a sospechar de todo y de todos, hasta de su padre y de su madre, a los que pegarían un tiro en la nuca con la mayor naturalidad, en cumplimiento de su misión. Viven constantemente alerta y recelando de cuantos les rodean. El jefe no sabe si el subalterno es el confidente de confianza [sic] del escalón superior. Puede darse el caso de que le portero o el ordenanza que abre la puerta resulte una jerarquía más alta que la del jefe en funciones. Su deber es no creer en la sinceridad, ni en la honradez de nadie. Un “inkadevista” debe ser un hombre sin entrañas, un ser deshumanizado, que tenga por lema “es preferible condenar a cien inocentes que absolver a un culpable”. Fanáticos, en principio, degeneran hasta la animalidad. Primero matan y torturan porque así se lo ordenan o porque lo dispone el reglamento. Después van sintiendo la necesidad de oír los gritos de dolor y los estertores de sus víctimas. Les resulta armonioso el estampido del pistoletazo. Como el morfinómano busca el placer de las drogas, el “inkadevista” lo busca en la sangre y en el sufrimiento de los demás. La vida de un hombre nada significa si se la pueden arrancar a pedazos o a balazos.

Citado por Rafael García Serrano, en Diccionario para un macuto, s. v. checa. Luego describe él mismo a esas prisiones, concebidas a imagen de las rusas:

Cátedra del nuevo humanismo marxista, laboratorio de terror, seminario de rufianes, consulado del infierno, patio de bergamines, sima de la vergüenza de ser hombre, cúspide de la inhumanidad, pus de Lenin: esto es la checa.