02 abril 2025

Qué libertad

Vintila Horia se refiere a los autores que han abordado en sus novelas el tema del totalitarismo.

La diferencia entre Bernanos y Huxley, Orwell o Jünger es que, mientras que estos hegelianizan de alguna manera el destino humano proyectándolo en el Estado y dándole un matiz colectivo –de aquí la falta de personalidad de los personajes utópicos en la novela contemporánea—Bernanos los existencializa, en el sentido de que su drama es única y exclusivamente personal y presente. El Estado no existe en las novelas del autor de Monsieur Ouine. Sólo existe el cura y el pecador, el santo, hombre o mujer, y los que no pueden serlo porque están ahogados por la mediocridad, o sea, víctimas ya del demonio moderno. La tentación de la desesperación, que mueve a sus personajes antes de haber conseguido la esperanza, no es la de los héroes de Orwell, que bregan por la libertad, pero no en un sentido religioso, sino político y moral. De este modo, podríamos decir que, aunque lograsen liberarse de las garras del Estado y, como Winston Smith, deshacerse del Big Brother y hacer volver a la sociedad a un estado de normalización en las relaciones humanas, su libertad sería una mera ilusión, porque pasarían de un demonio a otro. De Oceanía a un Mundo feliz. Sus derechos humanos se verían como reanimados y protegidos, pero, en el fondo, el problema seguiría siendo el mismo, puesto que, tarde o temprano, en aquella perspectiva hegeliana, racionalista y democrática, la tentación de Leviathán se apoderaría de un nuevo hermano Mayor y el juego se repetiría. Es así como el drama ha de producirse en el marco del Estado hegeliano, manejado por los neognósticos, modificadores del mundo, a los que Bernanos llama la Retaguardia, los que no van a la guerra, pero sí la organizan, con el fin de sistematizar el futuro según sus planes utópicos, fieles a la filosofía del siglo XVIII.

(Los derechos humanos y la novela del siglo XX, capítulo 9, 29)