30 diciembre 2024

El espectador III y IV

Estos volúmenes de El espectador corresponden a los años 1921 y 1925 respectivamente. Como de costumbre, partiendo de un motivo que puede ser un paisaje, una persona, un libro o incluso algo tan nimio como el marco de un cuadro, Ortega se lanza a meditar sobre esto y aquello, de modo bastante aventurado la mayor parte de las veces, diría yo. Pero no se lo voy a censurar, por supuesto. Creo que este hombre nunca tuvo problemas en el colegio con las redacciones. A ver, a ver, me vais a hacer una redacción sobre por qué los españoles comemos cocido y los chinos prefieren el sushi: el pequeño Pepito podría escribir cinco folios.

Que todos los libros de Anatole France vienen a ser el mismo (sin que sea malo); que (como expondrá después en La deshumanización del arte) no es el mejor arte el que te lleva a sentir, sino el que admiras por sí mismo; que los Zubiaurre son tres veces sordomudos, por sordomudos, por vascos y por pintores; que el marco sirve para aislar el mundo ficticio del real y que los orientales, al carecer de marco sus cuadros, están renunciando a esa operación de aislamiento; cómo el hecho de que el hombre tenga sentimientos (que carecen de utilidad externa) es la mejor refutación del darwinismo; cómo los ballets rusos nos han devuelto la emoción del espectáculo y cómo lo que decimos sentir ante otros espectáculos u otras figuras nos viene realmente impuesto desde fuera. Esto y bastantes más cosas se atreve a diagnosticar este que en sus nochebuenas debía de ser el cuñado por antonomasia. Eso sí, da gusto leerle. Un pelín afectado se me ha antojado esta vez, pero bueno.

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27 diciembre 2024

Amor en vilo

Esto de tomar prestados los títulos para los libros de poesía es una peste. Al parecer, este procede de un verso de Salinas que ya se había apañado Alberti. Se trata de la vuelta de Pere Gimferrer a la poesía en español (2005) y compone el libro una vasta colección de poemas de tema erótico dedicados a una tal Cuca (no es una sinécdoque, sino una señora real que atiende por tal hipocorístico, según nos explica Gimferrer al final). Muy clásico en cuanto a la forma, pues se trata en su mayoría de sonetos (endecasílabos y alejandrinos) y de silvas, con alguna incursión en el arte menor. Mantienen el preciosismo y el culturalismo que distinguieron desde el principio a la promoción de Gimferrer, con mucho título en francés o latín, de referencia fácilmente reconocible a veces, otras no tanto, dependiendo de la cultura del lector. Otra cuestión es la relación entre el título y el contenido, ya menos visible. Las imágenes son de gran riqueza sensorial, según la herencia rubeniana, aunque la mayor parte caprichosas, al menos para mi entender. No me acaban de encajar, en este desfile de exquisiteces, las frecuentes referencias al pubis e incluso a lugares más quevedescos, pero por lo general lo explícito queda muy al fondo.

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21 diciembre 2024

El jardinero fiel

Esto es en Kenia, en el entorno de la embajada británica. Matan salvajemente a Tessa Quayle y su presunto amante desaparece: servido el crimen pasional para quien quiera creérselo. Pero resulta que Tessa Quayle estaba investigando las actividades de una empresa farmacológica, que podría estarse dedicando a utilizar a los kenianos como conejillos de Indias para probar un nuevo medicamento contra la tuberculosis.

Si Justin Quayle hubiese sido un marido celoso, todo podría haber colado. Pero, sin que pueda decirse que confía ciegamente en su esposa, Justin parece sentirse como si no la mereciera y como si cualquier aventura extramatrimonial estuviera justificada, cosa que le lleva a confiar en su palabra, al menos mucho más de lo que confía en la de los otros. De modo que comienza a investigar por su cuenta, a costa de pesados interrogatorios policiales y de alguna paliza soberana por parte de los agentes de los malos.

Digamos que, por encima de la trama policiaca, esta es la historia de la redención por amor de un hombre mediocre. Más que redención, mejor hablar de dar por fin sentido a una vida gris y escéptica acerca de la bondad de los hombres a quienes sirve.

La narración, impecable, con un manejo muy sabio del estilo indirecto libre. No me convence del todo, sin embargo, el cambio de perspectiva, que te hace pensar en los primeros capítulos que el protagonista va a ser Sandy Woodrow, cuando en realidad lo es Justin, en cuya piel se mete luego el narrador. Pero bueno.

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19 diciembre 2024

Sammy, volumen 4

En este cuarto volumen se recogen tres historias desarrolladas lejos de Chicago, en las que Jack y Sammy actúan solos, ya que no tienen dinero para pagar a la pandilla. En la primera viajan al Ártico, protegiendo a un científico que ha absorbido toda la energía de una pila atómica de su invención y calienta todo lo que se halla en su cercanía. En la segunda, deben ejercer de futbolistas en un país, hispanoamericano por las alusiones, donde tal oficio resulta peligroso debido al fanatismo de los hinchas. Y la tercera nos traslada a Hollywood, donde Jack ha de hacer de doble de Randolf Valentini, un ídolo de las mujeres que resulta ser un afeminado.

El dibujo de Berck y el guion de Cauvin aseguran la diversión, salpimentada además por esos toques políticamente incorrectos que suelen adornar a cierto cómic francobelga, empezando por Astérix: las fans alocadas, el habla afectada del sarasa Valentini, el fanatismo futbolístico… Y, lo que más se agradece, los personajes fuman y beben como está mandado.

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14 diciembre 2024

Pero [,]

atendiendo no menos a la regla del progreso, Pío XI descubrió una nueva distinción que para entender la doctrina católica con más profundidad era de gran importancia. Porque distinguió entre la “libertad de las conciencias” y “la libertad de conciencia”. Ciertamente rechazó esta fórmula como equívoca, como utilizada muchas veces en el sistema laicístico [sic] para significar que “la absoluta independencia de la conciencia es algo absurdo en el hombre creado y redimido por Dios”[;] pero aceptó sin embargo aquella otra fórmula[,] “libertad de las conciencias”[,] diciendo que él “con espíritu alegre y animado trababa una lucha en favor de la libertad de las conciencias” (Non abbiamo bisogno, AAS, 23 1931, pp. 301-302)


Pensé que la distinción era original de san Josemaría (que la utilizó con frecuencia), pero se ve que la tomó del papa Ratti. La referencia, en Moral política en una sociedad pluralista.




11 diciembre 2024

La isla sin aurora

Tengo para mí que a Azorín le gustó el título y decidió añadirle un libro, como decía el otro que hacía el otro. En todo caso, es de lo más original que ha hecho el alicantino, cosa que es fácil, por otra parte. Puede que sea una ocurrencia tonta, pero a mí me parece como La historia interminable escrita por Azorín. Se trata de tres tipos que viajan a una isla en la que se pasa de repente de la noche al día. Allí se encuentran con todo tipo de personajes, humanos, animales, seres mitológicos, objetos también, cada uno revelando… su rollo, sí, en este caso, lo que él simboliza en la comedia humana, supongo. En cuanto a los tres tipos, no tienen nombre y se trata de un poeta, un novelista y un dramaturgo, con lo cual tenemos el interesante, supongo, cruce entre las miradas de los diferentes creadores y las múltiples galerías (por decirlo a lo Machado) de la vida. Seguimos encontrando, pues al pequeño filósofo a pleno rendimiento.

Lo que pueda representar la isla sin aurora me importa lo justo. Lo que veo es un Azorín humorista poco habitual, cercano a veces a Ramón o al humor codornicesco. Incluso se permite practicarlo con esas palabras raras cuyo uso le distingue como prosista. Por ejemplo: “Papá, ¿y es verdad que tú te entregas a la pandiculación cuando despiertas?”

Cualquiera diría que se trata de una especie de horrible pecado, ¿no?

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03 diciembre 2024

…Se condena

por fin esa separación de la Iglesia y del Estado que tuvo su raíz en la opinión racionalística de la omnicompetencia jurídica del Estado (cf. Syllabus, prop. 39, ibid. [ASS 3. 1867], p. 172), según la cual la misma Iglesia debe ser incorporada dentro del organismo monístico del Estado y sometida a la potestad suprema del Estado.


Este párrafo, de uno de los documentos previos* a la Dignitatis humanae, nos da una pista, creo, de lo que probablemente entendían los liberales de la época cuando hablaban de la separación de Iglesia y Estado. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que tales liberales a lo que aspiraban era a que el Estado sustituyera a la Iglesia en las funciones que esta llevaba a cabo, como la educación, por ejemplo: es el caso de Unamuno, como hemos recogido aquí alguna vez.

Y, por eso, la Iglesia del tiempo no daba su brazo a torcer en cuanto a la confesionalidad católica del Estado, como mejor modo de preservar sus derechos (de la Iglesia). Otra cuestión es que la confesionalidad diera también lugar a intromisiones regalísticas por parte de los gobiernos. Pero tal vez se estimaban como riesgo asumible frente a la completa absorción que postulaban los otros.

 

*Citado por Matías García Gómez, Moral política…, p. 64



 

01 diciembre 2024

La isla del tesoro

No sé si es lo más parecido a la felicidad, pero sí que puedes pasar un rato estupendo. Y eso habiendo visto en cien versiones (cine, telefilm, dibujos, cómic, cuento infantil ilustrado) la historia del “marinero” que llega a la posada del Almirante Benbow cantando lo de la botella de ron y temiendo la visita de otro “marinero” con una sola pierna.

Stevenson tenía el don de contar historias, no cabe duda. Aunque tenga que hacer alguna trampa, como cambiar de punto de vista cuando el narrador principal, Jim Hawkins, está ausente del fortín donde se defienden los buenos, se lo aceptamos con toda tranquilidad. El caso es que siga el espectáculo.

Y la de vocabulario marinero que aprendes…

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