Si Justin Quayle hubiese sido un marido celoso, todo podría
haber colado. Pero, sin que pueda decirse que confía ciegamente en su esposa,
Justin parece sentirse como si no la mereciera y como si cualquier aventura
extramatrimonial estuviera justificada, cosa que le lleva a confiar en su
palabra, al menos mucho más de lo que confía en la de los otros. De modo que comienza
a investigar por su cuenta, a costa de pesados interrogatorios policiales y de
alguna paliza soberana por parte de los agentes de los malos.
Digamos que, por encima de la trama policiaca, esta es la
historia de la redención por amor de un hombre mediocre. Más que redención,
mejor hablar de dar por fin sentido a una vida gris y escéptica acerca de la
bondad de los hombres a quienes sirve.
La narración, impecable, con un manejo muy sabio del estilo
indirecto libre. No me convence del todo, sin embargo, el cambio de
perspectiva, que te hace pensar en los primeros capítulos que el protagonista
va a ser Sandy Woodrow, cuando en realidad lo es Justin, en cuya piel se mete
luego el narrador. Pero bueno.
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