27 octubre 2013

Plagios


Yo diría que el síntoma de un gran poeta es contarnos algo que nadie nos había contado, pero que no es nuevo para nosotros [...]. Diríase que llevamos dentro, inadvertida, toda futura poesía, y que el poeta, al llegar, no hace más que subrayarnos, destacar a nuestros ojos lo que ya poseíamos. Ello es que el descubrimiento lírico tiene para nosotros un sabor de reminiscencia, de cosa que supimos y habíamos olvidado [...]. Todo gran poeta nos plagia.

José Ortega y Gasset, "Un poeta indio", citado por Fernando Lázaro Carreter, De poética y poéticas

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24 octubre 2013

Luz del mundo


De Benedicto XVI me interesa tanto su magisterio como sus opiniones, como me sucedía con Juan Pablo II. Se trata de dos cabezas de primer orden, tan grandes como sus corazones. En Luz del mundo se transparenta además una gran sencillez, que es virtud tanto más estimable, justamente, en cuanto que se transparenta en vez de ostentarse. Y como la sencillez, o la humildad, es la verdad, no niega el hoy papa emérito los logros de su pontificado. Tampoco su dolor por esa sombra que le tocó afrontar, la de los abusos sexuales por parte de curas, a la que dio respuesta contundente en el documento que aquí se agrega como apéndice.

Es fácil decirlo ahora, pero parece que algo se atisba también aquí de su futura renuncia al pontificado. En varias ocasiones se refiere a esa posibilidad y a su falta de fuerzas. Sin embargo, es optimista con el futuro de la Iglesia, a la que ve crecer ostensiblemente fuera de Europa y dar nuevos frutos en el viejo continente. Las preguntas de Seewald son incisivas y se dirigen a las cuestiones que los media han convertido en polémicas, pero Benedicto XVI convierte siempre sus respuestas en una meditación de mucho mayor alcance que lo que cualquier periódico es capaz de encajar.

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21 octubre 2013

No tan triste

Es cosa triste que hayamos de reconocer a nuestros mejores discípulos en nuestros contradictores, a veces en nuestros enemigos, que todo magisterio sea, a última hora, cría de cuervos, que vengan un día a sacarnos los ojos.




Esta idea de Antonio Machado (Juan de Mairena, XVIII) es la mejor confirmación de que para ejercer la crítica hay que tener algo en la cabeza. Para poder contradecir a nuestro maestro, este tiene que habernos enseñado algo, y no sólo a aprender, je. Ya pueden enseñarnos muy bien a aprender, si es que eso significa algo, que los manipuladores de masas se dan mucha más prisa en su tarea que el propio individuo en poner en acto su competencia de aprendizaje. Otro gallo canta a los que salen aprendidos, con perdón del barbarismo.

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19 octubre 2013

Conspiranoia


Recibo un mensaje de Hazte oír, invitándome a sumarme a la manifestación pro vida que tendrá lugar el mes que viene, titulado "O las Femen o nosotros", o algo así. Y ese título me trae un pensamiento conspiranoico: ¿acaso la irrupción de las putas* en el Congreso, el otro día, fue preparada, o facilitada, con vistas a esa manifestación, de modo que la gente piense en dos extremos viciosos? A un lado, las putas; a otro, los manifestantes pro vida; y en medio nosotros, la moderación, la ley tal como está y que no pensamos tocar a pesar de nuestras promesas "imprescindibles para conseguir la victoria", que decía Lenin de la mentira.

Después del 11M pienso así con todo, qué le vamos a hacer.

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*Utilizo el término más aproximado en castellano, consciente de que aún no se ha inventado la palabra que designe a una mujer que se exhibe in puribus ante medio mundo pidiendo aborto libre; en todo caso, alguien que ha asumido su condición de objeto y que disfruta con ello.

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13 octubre 2013

La dama del lago


Hay elementos en las novelas de Chandler que se han convertido en tópicos. Personajes, situaciones, es fácil imitarlos e incluso parodiarlos (recuerdo al pato Lucas ataviado con sombrero y gabardina, mirada grave y manos en los bolsillos, a las puertas de una mansión señorial donde será recibido por la mujer fatal de guardia, narrando él mismo en off). Pero el toque de genio no se reproduce así como así. Está en todo: diálogos, descripciones, comentarios al margen, presentación de personajes, dosificación del sarcasmo.

Y hablando de sarcasmo, la dama del lago no es aquí una pálida aparición rubia con una espada en la mano, sino el repulsivo cadáver de una mujer de dudosa identidad, por más que la identifique un borrachín de fiabilidad más dudosa aún. La trama avanza, como siempre, a golpe de intuiciones del protagonista y de fisuras en el comportamiento de los malos. Y como siempre, al final, Marlowe acaba destapando los sepulcros blanqueados para que quede al descubierto la podre y nadie se llame al autoengaño. Ese parece ser el sentido de su vida, no por modesto y sucio menos necesario.

Al hablar de La dama del lago es inevitable recordar su adaptación cinematográfica, esa de la cámara subjetiva, donde vemos por los ojos del protagonista. Robert Montgomery hace un buen Marlowe, a pesar de su apariencia campechana. Me convencen menos las mujeres, en las que no hay visos de esos cabellos que "brillaban  con un lustre perverso", por ejemplo.

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11 octubre 2013

Hoy como ayer


Villefort está a punto de enterrar injustamente a Dantés en la cárcel. Dumas hace de conciencia.

Si en aquel momento hubiera resonado en sus oídos la dulce voz de Renée para pedirle piedad, si la heremosa Mercedes hubiera entrado y le hubiera dicho: "En nombre de Dios que nos mira y juzga, devuélvame a mi novio", sí, aquella cabeza medio doblegada por la necesidad se habría inclinado del todo, y con sus heladas manos habría firmado sin duda, a riesgo de aceptar todas las consecuencias que aquello podía acarrearle, la orden de poner a Dantés en libertad, pero ninguna voz murmuró en aquel silencio y la puerta se abrió sólo para dejar entrar al ayuda de cámara de Villefort, que llegó a decirle que los caballos de posta estaban enganchados al calesín de viaje.

(En El conde de Montecristo, por supuesto)

Oh, no, ninguna voz murmuró. A los inocentes suele faltarles esa resolución, y así las injusticias se consuman.

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09 octubre 2013

Crítica

Es curioso, en efecto, el concepto que tiene Daniel Cassany de la lectura crítica: identificar la ideología subyacente a un escrito. Y ya está. Nada de cuestionar las afirmaciones vertidas en el texto contrastándolas con la realidad y debatiéndolas para buscar su mayor o menor fundamento. Eso se queda, supongo, para quien piensa que existe una verdad.

No lo ha inventado él, es cierto. Es muy típico de la nueva izquierda. No hay más que ideologías. Si utiliza términos como matar o similares hablando del aborto, eureka: se trata de un ultracatólico.


Al final, estamos ante lo menos parecido a una lectura crítica: la descalificación previa. Etiqueta y a otra cosa. Y si la etiqueta es homófobo, sexista o franquista, cárcel a poder ser.  

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08 octubre 2013

En_línea

He de reconocer que Daniel Cassany expone bastante bien todo lo relacionado con los nuevos medios llamados digitales. Tal vez sea un libro condenado a la caducidad más o menos próxima; porque esos medios evolucionan a un ritmo tremendamente rápido, como él mismo admite. De hecho, el whats app no aparece aquí, porque el libro es de 2011. Y lo que vendrá.

Sin embargo, uno se pierde fácilmente si no tiene al lado un ordenador y un tutor (humano) que le vaya orientando en esa selva. Si conoces los blog, la wikipedia, facebook o twitter, el libro puede contribuir a mejorar tus habilidades. Otra cosa son las plataformas educativas, los eportafolios, los webquest y otras diabólicas herramientas que apenas me sonaban.

Cassany insiste mucho en que la enseñanza está atrasada en cuanto al uso de estas técnicas, anclada en el papel. Y sí, sería maravilloso contar con todo el equipo necesario para implementar, como ahora dicen, una enseñanza cibernetizada a la altura de los tiempos.  Ah, pero lamentablemente hay dos factores con los que Cassany no cuenta: las pelas y el civismo. Si su libro hubiera salido hace diez años, no dudo de que no se habrían escatimado fondos para dotar a cada mesa de su ordenador, a cada aula de su pizarra digital… Pero ahora hay que economizar hasta las fotocopias. Y, por otra parte, los medios materiales habrán evolucionado mucho, pero el alumnado, en treinta años, ha dado pasos importantes hacia la tribu prerromana, en cuanto a sus modales, de modo que resulta temerario dejar cualquier dispositivo frágil en sus manos.

Otra pega: su concepto de la lectura crítica. Pero esto lo dejo para otra ocasión.

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06 octubre 2013

Leyendo blogues


¿Sabía Adolfo Suárez lo que iba a acarrear el café para todos? ¿Fue posible otra transición, sin autonomías? En todo caso, muy caro el café. Diecisiete niños malcriados, unos más que otros, por más consentidos. La malcrianza fue el mal de la España democrática, quizá como golpe pendular frente a los pasados años de paternalismo, no sé.

Caín, dice Quiñonero. Pero no conozco política sin cainismo. No creo que sean más sangrientas las puñaladas de la España plural que las de la Francia realista o la Roma imperial.

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"Los que se van ya volverán", dice Aréchaga, aunque no con las palabras de Juan Erasmo Mochi. Lo que me gusta de este hombre (de Aréchaga, no de Mochi) es el toque optimista en que desembocan siempre sus ironías. Todo el mundo lamentando que los jóvenes talentos se van de España. Ya volverán, hombre, y volverán cualificados.

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Daría dos nóminas por conocer el nombre del Embajador. Es hombre prudente y sutil y da gusto leerle aunque no compartas su fidelidad a la causa legitimista. Sus reflexiones sobre la renuncia de Benedicto XVI, que leo a deshora, subyugan, aunque nada más sea por el aire misterioso que les imprime. Yo creo que lo de Benedicto XVI fue más un ejercicio de responsabilidad que unas banderillas de fuego en el lomo de la Iglesia: no me parece propio del emérito papa. Pero, si fuese así, las llamadas de Francisco a la pobreza y al apostolado serían una recogida del guante: hala, todos en cuatro latas y a predicar oportune et importune hasta nueva orden. Menos samba y más travallar.

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03 octubre 2013

I. A.


 
Muchas concepciones erróneas sobre la naturaleza del pensamiento derivan de concepciones erróneas sobre los ordenadores. Imaginemos que nos las habemos [sic] con un superordenador como Blue Gene, capaz de hacer más de doscientos billones de cálculos por segundo. Nuestro primer error consiste en presumir que Blue Gene es un "algo", como una bacteria o un abejorro. En el caso de la bacteria o el abejorro nos las habemos [sic] con un agente, un centro de acción que es una totalidad orgánicamente unificada, un organismo. Todas sus acciones están orientadas hacia las finalidades de mantenerse en la existencia y reproducirse. Blue Gene, en cambio, es un agregado de elementos que, conjunta o separadamente, realiza funciones "implantadas" y dirigidas por los creadores del artefacto.

En segundo lugar, dicho agregado no sabe lo que está haciendo cuando se realiza una operación. Los cálculos y operaciones centrales que los ordenadores llevan a cabo en respuesta a ciertos datos e instrucciones son, pura y simplemente, una cuestión de impulsos eléctricos, circuitos y transistores. Los mismos cálculos y operaciones, cuando son realizados por una persona, implican, por supuesto, la intervención de la maquinaria del cerebro, pero son llevados a cabo por un centro inteligente que es consciente de lo que está ocurriendo, comprende lo que se está haciendo y hace lo que hace de manera intencional. Cuando el ordenador realiza esas mismas operaciones, no hay conciencia, ni comprensión, ni significado, ni intención, aunque tenga múltiples procesadores que operan a velocidades sobrehumanas. Lo producido por el ordenador tiene "significado" para nosostros (por ejemplo, el pronóstico meteorológico de mañana o los movimientos de nuestra cuenta bancaria), pero, desde el punto de vista del agregado de circuitos llamado "ordenador", sólo hay dígitos binarios, ceros y unos, que impulsan ciertas actividades mecánicas. Sugerir que el ordenador "entiende" lo que está haciendo es como decir que un cable alimentador puede meditar sobre la cuestión del libre albedrío y el determinismo, o que las sustancias químicas en un tubo de ensayo pueden aplicar el principio de no contradicción a la resolución de un problema, o que un reproductor de CD comprende y disfruta la música que hace sonar.

Roy Abraham Varghese, "El nuevo ateísmo", en Antony Flew, Dios existe.

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