28 diciembre 2017

El despertar de la señorita Prim

Nadie tan simpático a nuestro tiempo como el hereje. Por eso es audaz Natalia Sanmartín cuando llama al pueblo de su invención San Ireneo, nombre vinculado sin remedio a una obra titulada Contra los herejes. El despertar de la señorita Prim es una obra muy explícita pero las tesis no ahogan la narración ni hacen que pierda calidad como pieza novelística. Como tal, es una buena historia de amor. De amor humano y divino, por supuesto, y ya que digo esto aprovecho para señalar que la iniciativa de la parte divina está estupendamente puesta de relieve.

Cierto que es una de esas obras de las que resulta difícil juzgar a causa de tu simpatía por las cuestiones extraliterarias que plantea. ¿Hasta qué punto te gusta por sus virtudes literarias y hasta qué punto por decir lo que piensas que debería ser dicho en voz muy alta? En todo caso, insisto, pienso que aquí ese tipo de cuestiones están bien trabadas al hilo del relato, un relato de gran contención expresiva y sabiduría narrativa. En esa sabiduría incluyo el desenlace, en que todo está claro y nada está dicho.

¿Hay que ser de San Ireneo?, podría ser la pregunta. Esta especie de utopía sin Estado es la figura de algo que existe, claro, pero no en un lugar determinado, sino disuelto como la levadura en la masa, unas veces más activa, otras menos. Eso no significa que haya que comulgar con todos los aspectos de la vida en aquel lugar. Pienso por ejemplo en el rechazo a la escuela y la apuesta a favor de la educación en casa. Pero reúne las condiciones para que Prudencia Prim, mujer discreta en el sentido cervantino pero moldeada por los presupuestos ideológicos del siglo XXI, descubra que, al fin y al cabo, Dios contaba con ella. En ese sentido, El despertar de la señorita Prim, que tiene mucho de Chesterton y de los grandes conversos del pasado siglo, se alinea también con todas esas obras que, lejos de rendirse al absurdo, afirman que la Verdad te encontrará a poco que busques y digas sí en el momento adecuado.


__

23 diciembre 2017

Puesto en práctica

En Los derechos humanos y la novela del siglo XX, Vintila Horia trae una frase lapidaria de Hegel que me hace gracia porque me recuerda la polémica sobre Eichmann y Kant: el jerarca nazi afirmaba haber seguido siempre una moral kantiana, y eso contrariaba bastante a Hannah Arendt, la pensadora que analizó la “banalidad del mal” a propósito del propio Eichmann.

La frase de Hegel es: “El terror es Kant puesto en práctica”.

En el libro de Vintila Horia no figura el contexto en que fue dicha, y el rumano se está refiriendo más bien a Descartes como origen de los campos de concentración y del “infierno son los otros” de Sartre, porque los otros no serían sino res extensa para quien siguiera la filosofía cartesiana de modo estricto. Pero no dejaría de ser una curiosa profecía y un argumento de autoridad para quien piense que, en efecto, Eichmann era un kantiano en acción. Aquí referencias a la polémica.




17 diciembre 2017

El juglar del Cid

El anónimo autor del Cantar de Mio Cid (que fuesen dos, como sostenía Pidal, no se contempla en esta amable fantasía) es imaginado por Joaquín Aguirre Bellver en su niñez, cuando despierta su vocación de juglar gracias, justamente, a don Rodrigo Díaz, de cuyo destierro es testigo el jovencito. El destino parece que no quiere separarlo de su tío Martín, un juglar enamorado de su profesión. La mutua compañía es grata para ambos pero Martín, un impenitente andador de caminos, siente que su modo de vida no es el más adecuado para un niño. Sin embargo, Gabriel intuye que no es casualidad que hayan confluido ambas circunstancias, el conocimiento del Cid y la eventual compañía de su tío, cuyo magisterio va asimilando día a día. Como suele decirse, Gabriel ha descubierto qué quiere ser de mayor.

La simpática figura de Martín y la viva pintura del modo de vida del juglar son los elementos más valiosos de este relato, sencillo y perfecto en su género. Conmueve la amargura del músico al tener que enajenar su vihuela, así como divierte la rivalidad entre colegas y nos recreamos contemplando la relación del juglar con los copleros. Es magnífica la apología que hace de su arte Martín, al principio de la historia (“Si no puedes ser rey, sé juglar”). Si me da por ahí me hago con la vieja edición de Doncel, que he puesto en la imagen; de momento me he conformado con la de Everest, colección "La torre y la flor".


__

02 diciembre 2017

Papirotazos

Echo un vistazo a Breve historia de la literatura española, de Alberto de Frutos, bien tratada por Adolfo Torrecilla, de quien me fío. Me parece, más que breve, esquelética. Lo más apreciable es, como indicaba Torrecilla, el tono periodístico que le aporta amenidad. Veo que no sale del tópico al tratar la narrativa de posguerra, que no sería sino la crónica de una larvada oposición a la dictadura: La familia de Pascual Duarte y Nada son “sendos papirotazos a la novela triunfalista tutelada por el régimen”.

Confieso que a fecha de hoy todavía no sé cuáles son esas “novelas triunfalistas tuteladas por el régimen”. Lo que sé es que Nada recibió un premio instituido por una revista falangista en su primera convocatoria, y que la prensa del momento (prensa del régimen, por supuesto) habló de ella hasta el aburrimiento; que Camilo José Cela ejerció de censor para el famoso régimen y de conferenciante en instancias oficiales mientras iban apareciendo ediciones de un Pascual Duarte bastante bien recibido por la crítica. Se lo cuentan a Pasternak y a Solzhenitsyn y las carcajadas se oyen en Pernambuco. No te digo si además añades que La fiel infantería, novela triunfalista que exaltaba a los combatientes nacionales que “fecundaban la patria a tiros”, lejos de ser “tutelada por el régimen”, fue rechazada por la censura eclesiástica por “expresiones de sabor volteriano”.



P. D. Poco después de escrito esto, encuentro esta perla:

La falsificación, la impostura, comenzó con una circular enviada por Juan Aparicio, director general de Prensa, en 1942 o 1943, a todas las publicaciones periódicas del país, como era vox populi in litterarum orbe cuando yo llegué a Madrid en 1958... Dicha circular "aconsejaba" a los directores de los periódicos y revistas prestar especial atención y dar relevancia a los libros y a las noticias relativas al poeta José García Nieto, el comediógrafo Víctor Ruiz Iriarte y el novelista Camilo José Cela. Aquí nos interesa la novela. En la primera época de La Estafeta Literaria (cuarenta números entre 1944 y 1946), informa Martínez Cachero que Cela "aparece número tras número hasta 384 veces (para ser entrevistado, contestar a las preguntas de una encuesta, escribir una reseña, ser reseñado, ser objeto de examen por críticos o por médicos, etcétera)". Casi cuatrocientas referencias, en menos de cuatro años, en una sola publicación... ¡quincenal! Aunque otras no hubiesen sido tan "generosas"... E idéntica fuente protectora tuvo el excepcionalmente favorable trato que recibió La familia de Pascual Duarte por parte de una censura que por entonces era severísima. En este sentido, se pregunta el historiador citado: "¿Cómo fue que La familia de Pascual Duarte vivió sin traba censorial alguna casi doce meses de éxito?, ¿alguna mano poderosa se interesó eficazmente por una novela con violación, matricidio, asesinatos, prostitución y adulterios, aunque el protagonista termine su vida arrepentido y la relate para aviso y escarmiento de presuntos lectores?" Según Luis Ponce de León..., a quien cita Martínez Cachero, la obra fue efectivamente protegida, contra vientos y mareas, desde la Dirección General de Prensa.

(Manuel García Viñó, La novela española desde 1939: historia de una impostura, 44)

__


26 noviembre 2017

La feria de las vanidades

“Novela sin héroe”, la subtitula Thackeray, y es cierto que nos hallamos ante una novela picaresca en cierto modo, con un protagonista poco escrupuloso como es esta Becky Sharp, arribista consumada con quien su creador no tiene piedad desde su posición de narrador testigo; no tiene piedad, ya que la ironía bien manejada es un proyectil mortífero.

En efecto, si algo distingue a La feria de las vanidades de otros productos de su época es el arte narrativo, la manera en que el narrador aparenta salvar la intención de sus personajes a la vez que deja bien claros sus móviles rastreros. No sé si será eso la flema británica. Hay héroes aquí, sí, si el héroe es la persona generosa y abnegada que representa el capitán (luego coronel) Dobbin y que queda efectivamente salvado sobre todos los demás; pero es algo así como el Levin de Ana Karenina, menos caracterizado que los malvados y que tiene solo la función de servir de contrapunto: no toda la humanidad está perdida.

Pero el título de la novela es expresivo con respecto a su intención. Estamos en el reino de qué dirán y de las apariencias, y el narrador no duda en ponerse del mismo lado cuando disculpa a su no-heroína: “No la reconoció; es posible que sufriese alguna afección a la vista”; o bien: “Contadas veces le veía o se acordaba de él su ejemplar madre”; o a otros personajes, “personas de educación exquisita, entretenidas en desollar a sus amigos en la forma más espiritual y deliciosa imaginable”. Y, en todo caso, no puedo dejar de preferir este reino de sepulcros blanqueados a esas novelas contemporáneas donde la podredumbre se exhibe como un traje de noche. Oh, aquel señor, “dignísimo morador de la feria de las vanidades, que acostumbraba a agraviar deliberadamente y de propósito a sus vecinos para tener luego la satisfacción de excusarse y pedir perdón. ¿Consecuencias de su sistema? El buen señor era idolatrado por todo el mundo; se decía de él que era de temperamento impetuoso, pero el más digno, el más honrado de los hombres”. Era un homenaje del vicio de la vanidad a la virtud de la humildad.


__

25 noviembre 2017

"Tiempos modernos"

es un estupendo programa de Intereconomía (o era, porque no sé si se sigue emitiendo) que puede verse en el canal Intereconomiatube, de Youtube, claro. Píldoras de trece minutos sobre temas de historia contemporánea, y alguno de más allá, que a quien ande pez en la materia le pueden dar más que un barniz. Qué pena de la vocecita de meritoria que locuta el reportaje inicial, que lo hace como si estuviera emitiendo un anuncio publicitario y tiene un modo de pronunciar algunos nombres que da rubor (Combó y Cómpanis, sin ir más lejos, al hablar del nacionalismo catalán). Ya se ve que estamos en una cadena pobre.

...

En Jot down, número 19, hablan de un irlandés que dice que “sus dos días favoritos del año son Navidad y verano” (David López, “Guinness is good for you”). Es inevitable recordar a los de Burgos, cuando dicen aquello de “este año el verano cayó en jueves”, y tal.

...

Yo pensé que lo de autenticar era un palabro que vino de la mano de las nuevas tecnologías, así como indexar, o inicializar, y cosas así. Sin embargo, lo encuentro en el Martín Lutero de Ricardo García Villoslada, libro de 1973 (y es una edición antigua, de papel biblia). Es más, figura en el DRAE y lo hacen derivar del latín medieval authenticare. Uno nunca sabe.




18 noviembre 2017

Sun-Tzu: El arte de la guerra

Es cierto, es un pequeño código de conducta que puede aplicarse no solo a la estrategia guerrera, sino a todo lo que puede llamarse así por metáfora: negocios, deporte, o incluso la propia vida. Un ejercicio ascético, incluso, que puede nutrir hasta la oración, porque uno es cobarde o imprudente a la mínima que se descuida. De hecho podría ser también un tratado sobre la prudencia de gobernante. A Gracián le habría encantado.

__

15 noviembre 2017

Valentías

Germán alaba la valentía de una mujer que “no tuvo inconveniente en afrontar la opinión de la sociedad”

Como Lucía –vuelve a pensar Marina– [...] Es un producto nítido de los tiempos actuales. Uno de esos ejemplares que confunden el cinismo con la valentía y que no sienten reparos en vender su porvenir por un placer eventual. Tal vez porque sabe con certeza que la sociedad no va a reprocharle su conducta. La sociedad ya no condena lo que siempre ha sido condenado: esa condena ha pasado a la historia. La sociedad, ahora, es la gran celestina de ese tipo de valentías.

En Mercedes Salisachs, Adagio confidencial


11 noviembre 2017

El caudillo expiatorio, El Corte Inglés, la guerra civil.

Comienzo a leer en Aceprensa una entrevista con un especialista en enseñanza de la Religión. Primera pregunta: "Desde hace ya décadas, en España, la asignatura de Religión es fuente de constantes polémicas... ¿Qué pasa?"

Respuesta: "Aún pesa demasiado lo que fue la enseñanza religiosa en los 40 años de la dictadura franquista..."

Dejo de leer.

...

Paso junto a dos dependientes de El Corte Inglés, ella y él, bien trajeados como es la norma de la casa, charlando animadamente.

--Para eso no me compro un iphone, no me jodas...
--Es que si te vas a gastar mil pavos...

Pues no. No y no. Es como si llevasen los calzoncillos de sombrero, sin quitarse la corbata ni los afeites. Y alguien tendría que decírselo a los formadores de esta gente.

...

Jiménez Lozano, al recibir una distinción eclesiástica: "... el arte en Castilla ha sido víctima de la desamortización, en algunas zonas de la guerra civil, y las más veces de la incuria".

Lo que me pregunto es el porqué de esa metonimia, "víctima de la guerra civil", como si las obras de arte se hubieran caído por sí solas al estruendo de los cañonazos. ¿Tanto cuesta mencionar a los autores del destrozo?


07 noviembre 2017

Ideas sobre la novela

Tenía curiosidad por este ensayo, que ha resultado brevísimo. Y, sin embargo, se le atribuye un gran potencial cara a la literatura española: habría sido el estímulo para una generación de autores que se lanzaron a poner en práctica las tesis de Ortega sobre lo que habría de ser la renovación de la novela. A esos autores, como Rosa Chacel, Francisco Umbral los llamaba “novelistas artificiales”. Es cierto que cuando te propones hacer algo con la novela en lugar de escribir una novela, dictada, se entiende, por tu propia inspiración, suelen salir churros. Por eso no me atrevo con los intentos “metafísicos” de Manuel García-Viñó, por ejemplo, aunque sí me guste frecuentar a Carlos Rojas y un poco a Andrés Bosch, que estaban en la misma empresa pero a los que veo más novelistas que teóricos.


Pero, en fin, lo que dice Umbral me mosquea, porque me gusta cómo escribe Rosa Chacel. No creo que ella, tampoco, escribiera por hacer realidad una teoría, o al menos principalmente por eso. La tesis principal de Ortega, ya se sabe, es que, agotados los argumentos, hay que potenciar la novela por medio de los otros ingredientes: personajes, ambientes, estructura... Pero el argumento ha de quedar siempre ahí, como un suelo que te permite hacer pie. La ausencia de argumento es lo que hace de En busca del tiempo perdido una narración paralítica, como dice el autor en una ocurrencia que es lo que más me gustó de todo el ensayo, como ya hice notar aquí


__ 

05 noviembre 2017

Mariscos

Cuenta Rafael García Serrano que, durante la guerra civil, el locutor de una emisora roja de Bilbao le dijo a otro de Madrid que no se preocupase por las fuerzas gallegas que habían salido hacia Asturias, porque “en Galicia no hay más que mariscos, pero no hombres”. Y que los combatientes gallegos le tomaron la palabra y empezaron a lucir en su indumentaria siluetas de centollos, vieiras, langostas, etc. Pero también hubo quien quiso devolver la pelota y compuso la siguiente copla:

    Os que vimos de Galicia
    e que nos chaman mariscos,
    ¿cómo se chamarán eles
    que fuxen de risco en risco?

 (En Diccionario para un macuto, s. v. MARISCO)


03 noviembre 2017

Luri, islas, Barea

Oigo a Gregorio Luri presentar en Radio Nacional su último libro, Elogio de las familias sensatamente imperfectas. Dice la dedicatoria: “A Homer Simpson, que, aunque piensa que las soluciones a todo se hallan en la tele, cena con su familia sin televisión”. Promete. Pero tengo aún pendiente Mejor educados.

...

Tardo unos ocho artículos en darme cuenta de que el número de junio de Jot Down tiene como tema monográfico las islas. Bueno, lo he ido leyendo muy espaciadamente. Un equipo de fútbol de Tonga, una pintoresca etnia panameña (porque Panamá tiene islas, al parecer), la isla que se inventó Carmen Martín Gaite, la “isla de mierda” en pleno Manhattan que se montaron dos chiflados con síndrome de Diógenes, magnificados por una novela publicada en 2009... y por la autora del artículo; islas de leprosos (Hawai, Filipinas) con los que solo los religiosos eran capaces de convivir... Como se ve, el tema puede ser estirado hasta el infinito. Y hay también islas en ese número, como una larga entrevista a un Rodrigo Fresán al que solo conocía de nombre y otra a un John Pinone que lo mismo. Por lo que llevo visto, la revista no escora ideológicamente hacia ningún lado, lo que es de agradecer.

...

En las entrevistas, María Elvira Roca Barea tiene una cara amable que me descoloca un poco. Lees su libro y la imaginas como un agente que lleva a cabo fría y minuciosamente su misión de desmontar la imponente maquinaria de la leyenda negra, como un James Bond cualquiera. Me encanta que su libro se haya colocado entre los top 10. Espero que todo el que lo ha comprado lo lea. Y que se traduzca cuanto antes al inglés, al francés y al alemán.



01 noviembre 2017

Nietzsche en España, 1890-1970

Nietzsche en España es una de esas obras de toda una vida, que lleva años de dedicación, a la que se vuelve de vez en cuando para corregirla o ampliarla y que queda asociada mentalmente al nombre de su autor, en este caso Gonzalo Sobejano. Las últimas ediciones llevan añadido al título las fechas 1890-1970, pero si algo apreciamos en el libro es que la influencia de Nietzsche fue decayendo a medida que avanzaba el siglo, pues el análisis de los años de posguerra dista mucho en su extensión del dedicado a las primeras generaciones del siglo XX, mucho mayor.

En este sentido, nos damos cuenta de que los autores modernistas, o del 98, o como quiera llamárseles, eran gente mucho más de su tiempo que los posteriores, puesto que se dejaron animar por un autor prácticamente contemporáneo, mientras que los intelectuales de posguerra volvieron a Marx y a sus variantes. Otra cuestión es que todos entendieran lo mismo en el creador de Zaratustra, tipo peligroso donde los haya cuando deja de entendérsele como un gran poeta romántico. De hecho un tal Salvador Canals “desaconsejaba la lectura fragmentaria de Nietzsche porque ‘espíritus impresionables y sin solidez’ pueden hallar en tal o cual fragmento impulsos para todo”. No sabía qué razón tenía, aunque pueda discutirse si Hitler era un “espíritu impresionable y sin solidez”.


De hecho Sobejano analiza con todo pormenor lo que vieron en Nietzsche cada uno de los autores analizados, que son muchos, y que dependía, como los ciegos con el elefante, de la parte que hubieran tocado, puesto que la obra del alemán es amplia y se iba publicando en España aleatoriamente. Sobejano nos muestra también las diferencias de traducción, que a veces pueden hacer decir al autor una cosa y su contraria. El hecho es que los autores del 98 hicieron una lectura de Nietzsche en clave anarquizante e individualista, mientras que los de la generación del 14 destacaron más el aristocratismo patente en el filósofo de la voluntad de poder. Hubo entusiasmos juveniles y análisis lúcidos, y Sobejano ofrece una profusión de citas y de bibliografía realmente abrumadora.

__

29 octubre 2017

El inquisidor Bocanegra

Es un personaje de El capitán Alatriste, un tipo siniestro con aspecto de Fu-Manchú capaz de helar el aire cuando menciona al Santo Tribunal de la Inquisición y que hace su aparición espectral, diríase que imitada de la de su homólogo del Don Carlos de Schiller, para encargar al protagonista un par de magnicidios. Sin embargo, leemos en María Elvira Roca Barea que el hecho en que se basa la novela

...sucedió en 1623, y en este momento había naturalmente un presidente del Santo Oficio. Hay que buscarlo debajo de las piedras para encontrarlo, pero no es imposible dar con él. Su presencia hubiera destrozado por completo cualquier complot fanático o tenebroso. Don Andrés Pacheco de Cárdenas era extremeño y franciscano, no dominico. Doctor en Teología por la Universidad de Salamanca, dedicó su vida al estudio y la caridad. Su gran cultura y conocimiento de lenguas hicieron que Felipe II lo nombrara preceptor de su sobrino Alberto de Austria, quien más tarde sería soberano de los Países Bajos desde 1598. Después fue obispo de Cuenca, donde se destacó por su empeño en mejorar las condiciones de vida de los más humildes: “Singular prelado por su rara virtud y santidad y por la eminencia de letras... En tiempo que gobernava aquella sede no supieron los pobres que avia falta de frutos en la tierra”. Murió con fama de santo y no consta que firmara una sola sentencia de muerte.

(En Imperiofobia y Leyenda negra, parte II, capítulo 6)

Si no hay que dejar que la verdad te estropee un buen reportaje, imagínense una novela...







07 octubre 2017

Solaris

Dice Jesús Palacios en la introducción que la historia de la ciencia-ficción ha puesto de manifiesto nuestra incapacidad por imaginar vidas extraterrestres, ya que lo que hace la ciencia-ficción es no es sino volver sobre nosotros mismos, bajo las apariencias que sean. Y lo dice incluyendo a Solaris, aunque quizá sea esta novela de Stanislaw Lem una de las que más se hayan acercado a pensar algo diferente. En efecto, el intento de Lem resulta subyugante: poco después de la misteriosa entrada en escena del narrador y su compañero de trabajo aquel nos revela el objeto de su investigación, ese planeta Solaris que ha dado lugar a una nueva ciencia, la solarística; ese planeta cubierto en su mayor parte por un mar de materia orgánica a la que costó atreverse a calificar de viva. Un ente capaz de jugar con los seres humanos produciendo copias autoconscientes de otros humanos ya difuntos y escenarios de todo orden sin que se sepa con qué finalidad o si acaso la hay. La narración avanza con la frialdad de un informe aunque nos deje entrever el terror existencial del narrador y del resto de personajes. La pregunta por el origen está ahí, por supuesto, formulada en términos parecidos a los de Clarke en 2001 odisea espacial, es decir, como posibilidad de que el ser humano sea el juguete de una inteligencia extraterrestre cuya forma y características ni siquiera sospechamos.   

__

30 septiembre 2017

Esperando a Godot

No lo he leído: lo he visto en una versión que hizo TVE en 1978, año en que todavía emitía teatro. Al fin y al cabo, el teatro es para verlo, y las nuevas tecnologías te dan esta posibilidad.


Si lo que quería transmitir Beckett era hastío y desesperación, conmigo lo ha conseguido. Afortunadamente, el ser humano no es así. Alguien me explicó que la obra trata de una espera sin esperanza, y este juego de palabras es posible en español, pero no en el original francés, donde la espera es attendre y la esperanza es espèrer. Así que no sé si fue esa la intención del autor. Estos personajes están más alienados que desesperados, aunque al final intenten el suicidio. Bloqueados en la espera de alguien que no se define (y que no es Dios, no solo porque el autor dijera que no lo es, sino porque a Dios se le menciona como tal sin relación con Godot), son insensibles ante la injusticia y la crueldad, representadas por el tipo que pasa por allí llevando a otro atado a una cuerda y totalmente sometido a sus caprichos. Su situación es patética, realmente, y pide del espectador un aguante fenomenal. Menos mal que los dos actores son buenos. En otras manos esto sería insoportable.


24 septiembre 2017

Esas milicianas de los pósters

George Orwell habla de la columna de milicianos a la que se ha unido.

Éramos unos mil hombres y una veintena de mujeres, aparte de las esposas de milicianos que se encargaban de cocinar. Todavía quedaban algunas milicianas, pero no muchas. En las primeras batallas pareció natural que lucharan junto a los hombres; siempre sucede eso en tiempos de revolución. Pero las ideas ya habían empezado a cambiar. A los milicianos les estaba prohibido acercarse a la escuela de equitación mientras las mujeres se ejercitaban, porque se reían y burlaban de ellas.

En Homenaje a Cataluña, capitulo 1.


17 septiembre 2017

Crónicas marcianas

En Crónicas marcianas somos los terrestres los que invadimos Marte, contrariamente a la mitología creada por H. G. Wells y difundida luego por tantas películas, tebeos y demás. Y es una colonización en apariencia pacífica y progresiva. Digo en apariencia porque la narración de Ray Bradbury es bastante elusiva, nos deja a los lectores que adivinemos en gran parte lo que sucede, sorprendiéndonos a cada tramo con una situación nueva y extraña.

Es en realidad una sola crónica (“Crónica de la colonización de Marte”, podría titularse), aunque la primera impresión es, en efecto, de fragmentarismo. Empezando por ese “verano del cohete” que venía en mi antología de Temas para leer de la EGB, que te deja en la bruma del misterio, más aún cuando pasas página y te encuentras ya a dos marcianitos, venerables marcianitos de cierta edad, con su rutina hogareña. Bien es cierto que se hallan rodeados de un extraño paisaje, usan extrañas herramientas y lucen un color amarillo, y parecen esperar algo con inquietud contenida. Hasta que llegamos... y el señor sale en nuestra busca y...

Luego un segundo cohete, y un tercero, y más aún. Y aquí una marcianita que se parece terriblemente a nuestra abuela difunta, y aquí unos aguerridos astronautas que solo encuentran el desierto, y luego toda clase de especies humanas que salen para Marte como antaño a las Indias, y... mira en el arroyo, hija, y verás un marciano.

__


13 septiembre 2017

Se expone literariamente al fracaso...

...al tomar la historia evangélica: una referencia demasiado poderosa para admitir traslaciones y reencarnaciones literarias.

Gracias, José María Valverde*.
 __

*Comentando Una fábula, de William Faulkner, en Historia de la literatura universal





09 septiembre 2017

Una pequeña ciudad de Alemania

La atmósfera de Bonn en esta novela es más bien opresiva: “era una casa oscura en la que alguien había muerto... Parecía que todos los habitantes de la ciudad, salvo los policías, hubieran huido después de oír la voz de alarma”. Bonn es casi sólo el cuartel general de estos funcionarios que no demasiado alegremente se encargan de mantener el tinglado de la guerra fría. John Le Carré casi nunca nos informa de su cargo, solo deja que lo adivinemos tras el nombre y el apellido, lo que no deja de ser una manera de humanizarlos en un contexto en que tenderíamos a pensar que no son más que piezas de ajedrez. Como de costumbre, son tipos a los que no elegiríamos para ir de juerga, más bien hastiados, eficaces como máquinas pero terriblemente frágiles en su humanidad. “Aquellos que tenían la costumbre de saludarse, lo hicieron; los demás se sentaron sin hablar en las sillas...”

La trama consiste en la investigación llevada a cabo por un tal Turner acerca de un tal Harting, que se ha largado con algo, como de costumbre. El factor humano, como en Graham Greene, se hace también presente a medida que se revelan los manejos y las motivaciones de Harting, pero no solo en este, sino también en los demás. Lo de menos es el miedo a una resurrección del nazismo, tan persistente en Europa desde la posguerra hasta acá (el miedo, no el nazismo). Hay, en efecto, un Karfeld que se está haciendo con la voluntad de muchos alemanes tocando la fibra patriótica y que al final, por supuesto, está relacionado con la investigación. Curiosamente, es un líder que se parece más a los actuales identitarios que a los nazis que acababa de conocer Europa (y cuya reaparición en aquel contexto era impensable, claro).


__

01 agosto 2017

Premio Dedal

Así, al parecer, llamaban en La Codorniz al premio Nadal, por ser muchas las mujeres que lo habían ganado. La ocurrencia podría costarles hoy el secuestro de la publicación, como en sus mejores tiempos. Pero a Francisco Umbral le hacía gracia:

Esta generación [primera de posguerra] se caracteriza por su literatura realista (contra el “idealismo” de la prosa y la poesía oficial), luego socialrealista, y, como mal menor, por un provincianismo, un escribir “entre visillos” (de hogar burgués o de casa de p...), que explica bien la aparición de tanta literatura femenina, en su mayoría mediocre y llena de “ascuas de oro”, entre las autoras de la época y las ganadoras del Premio Nadal, que La Codorniz llegó a titular “Premio Dedal”, como se dice en otra entrada de este libro.

(En Diccionario de Literatura, s. v. “Generaciones”. Puntos suspensivos míos.)

Con el paraguas del antifranquismo da gusto, a que sí.








26 julio 2017

Responda el Estado, no yo

Interesante reflexión del rabino Jonathan Sacks, que explica bien muchas actitudes actuales.

Me llevó años dilucidar lo que había pasado [para que en Occidente se perdiera la conciencia de una responsabilidad moral personal]. La moralidad se había dividido en dos y se había externalizado a otras instituciones. Estaban las elecciones morales por un lado y las consecuencias de las elecciones morales por otro. La propia moralidad se había externalizado al mercado. El mercado nos proporciona elecciones, y la propia moralidad solo es un conjunto de elecciones donde lo que está bien o lo que está mal no significa nada más allá de la satisfacción o la frustración de un deseo. El resultado es que cada vez nos resulta más complicado entender por qué puede haber cosas que queremos hacer, que nos podemos permitir hacer, que tenemos derecho legal a hacer y que sin embargo no deberíamos hacer porque son injustas o deshonrosas o desleales o humillantes: en una palabra, poco éticas. La ética se había reducido a la economía.

En lo que respecta a las consecuencias de nuestras acciones, estas se habían externalizado al Estado. Las malas elecciones conducen a malos resultados: relaciones fallidas, niños descuidados, depresiones, vidas desperdiciadas. Pero el gobierno se encargaría de ello. Olvídese del matrimonio y del vínculo sagrado entre marido y mujer. Olvídese de que los niños necesitan un entorno humano de amor y seguridad. Olvídese de que necesitamos que las comunidades nos den apoyo en tiempo de necesidad. El bienestar se había externalizado al Estado. En cuanto a la conciencia, que antaño desempeñaba un papel tan importante en la vida moral, se podía externalizar a los organismos reguladores. De esta forma, al haber reducido las elecciones morales a una cuestión económica, habíamos transferido las consecuencias de nuestras acciones a la política.

(En Cuadernos de pensamiento político, 52)



24 julio 2017

Goldfinger

Es la única novela de James Bond* que he leído, y no tiene ni de lejos el atractivo de las películas, que es ante todo visual, como es sabido. A juzgar por lo que se ve en la tienda Kindle, casi nadie las lee hoy tampoco.

Aquí 007 se enfrenta a uno de esos villanos tan estrafalarios que casi no son humanos y por eso importa poco hacerlos pedacitos al final. Un obseso del oro, agorafóbico, que tiene la costumbre de pintar de dorado a sus amantes para hacerse la ilusión de que posee al precioso metal... y la exquisita idea de matar a una secretaria sospechosa pintándola hasta el último poro. Tuve que saltarme todo un capítulo, o más (cosa que no me gusta hacer), donde Fleming se dedica a narrar pormenorizadamente el partido de golf que disputan Bond y Goldfinger. La cosa es que Goldfinger quiere desvalijar Fort Knox y 007 mantiene con él el típico juego del ratón y el gato con escenarios a lo grande y chicas malas y glamurosas.

* ”...estaba sentado en el ultimo saloncito de espera del aeropuerto de Miami, meditando sobre la vida y la muerte. Matar formaba parte de su profesión. Nunca le había gustado hacerlo; cuando tenía que eliminar a alguien, lo hacía lo mejor posible, y enseguida se olvidaba de ello. Como agente secreto a quien se le había concedido el raro prefijo del doble 0 –que en el Servicio Secreto significaba licencia para matar–, tenía el deber de mirar la muerte con la misma frialdad que un cirujano.” Como se ve, nada fuera del alcance de Lou Carrigan o de alguno de estos autores de historietas de kiosco.


__

19 julio 2017

"Novela paralítica"

Así llama Ortega* a En busca del tiempo perdido. Mola, ¿eh?


*Ideas sobre la novela, final del capítulo “Acción y contemplación”


12 julio 2017

Qué chasco, Blasco

Gonzalo Sobejano (Nietzsche en España, 1890-1970), caracteriza así Los cuatro jinetes del Apocalipsis de Vicente Blasco Ibáñez:

...descripción de la batalla del Marne, apología de los franceses (valientes, patriotas, liberales, espirituales, sensibles) y diatriba furibunda contra los alemanes (arrogantes, agresivos, vanagloriosos de su estéril “Kultur”, crueles, depredadores, borrachos y homosexuales).

Otro progresista que se me cae. Y otro libro para la hoguera del consenso LGBTIetc.

(Negrita mía)



07 julio 2017

Dos brindis bien distintos


Y yo buscando por todas partes la edición de Cartas del diablo a su sobrino que leí hace años, y poniendo en Google cartas diablo sobrino trieste carmen martín gaite. Pero no. No era la editorial Trieste ni Carmen Martín Gaite era la traductora. Esos datos corresponden a otro título de Lewis, Una pena observada. Gracias a Iberlibro descubro que la edición de marras era de Espasa-Calpe y su traductor Miguel Marías.

Y es este el que se lleva el mérito de haberme hecho disfrutar como un tonto con El diablo propone un brindis, el opúsculo de Lewis que iba de relleno y que describe en alta definición el espíritu de la Logse, mil años antes de que la parieran los del PSOE. Fue como un buen baño tras una caminata bajo el sol o como conducir por una carretera llena de curvas y sin camiones. Cuando la editorial Rialp lo publicó en volumen aparte ya no era lo mismo, algo fallaba, no llegaba al corazón. Experiencia parecida a la que tuve con Antígona, al pasar de la traducción de Labor a otras: el meollo de la tragedia quedaba oscurecido, perdía toda su gracia, no podía recomendarlas a los muchachos. Lo que puede un traductor...

__

05 julio 2017

La nueva ciencia de la política

Cada vez que leo a pensadores alemanes pienso que habitan otra galaxia, desde Jünger hasta los lingüistas. Otra galaxia intelectual desde donde las cosas se ven de modo diferente, alternativo diríamos hoy, y en términos que a los mediterráneos nos resultan totalmente ajenos. He tardado en comprender, por ejemplo, que cuando Eric Voegelin habla de símbolos se refiere sencillamente a conceptos, o así creo haberlo entendido, a no ser que sus símbolos tengan un alcance mayor que el mero concepto. También puede ser cosa de la traducción, no sé...

Y es curioso, porque parte de la obra se dedica a la diferencia y la interacción entre la idea que una sociedad se hace de sí misma y la que de ella dan los politólogos. Pero si la obra es famosa es por su teoría, que se hace visible a partir del capítulo IV, según la cual la modernidad europea está definida por el predominio del gnosticismo, siendo gnósticos tanto el Renacimiento como la Ilustración y las formas políticas derivadas de ella, liberalismo y socialismo. Y son gnósticos por haber tratado de redivinizar el mundo, es decir, situar lo divino aquí abajo, absolutizar lo terreno, podríamos decir. Pero, por eso mismo, lejos de ser realistas, dibujan un mapa ideal del mundo en el que se mueven (como los pensadores alemanes, je, pero de otro modo) y mueven a los demás. Así,

...las sociedades gnósticas y sus líderes reconocerán los peligros que amenazan su existencia cuando estos aparezcan, pero no se los abordará con acciones apropiadas en el mundo de la realidad. En lugar de ello, se les hará frente con operaciones mágicas en el mundo soñado, tales como la desaprobación, la condena moral, declaraciones de intención, resoluciones, apelaciones a la opinión de la humanidad, caracterización de los enemigos como agresores, proscripción de la guerra, propaganda a favor de la paz mundial y un gobierno mundial, etc. La corrupción intelectual y moral que se manifiesta en la incorporación de tales operaciones mágicas puede invadir a la sociedad con la atmósfera extraña y fantasmal de un manicomio, como lo experimentamos en la crisis occidental.

Suena, ¿eh?

__



03 julio 2017

Vamos, vamos, Perich...

Curiosidad científica
El inventor del supositorio decidió permanecer el resto de su vida en el anonimato.

Vamos… Un progre afamado como tú, haciendo gracietas homófobas… Como salga la ley de Podemos, los ejemplares de Autopista que queden van a ir a la trituradora. Si levantaras la cabeza, tú que publicaste aquello cuando solo se podía hacer humor “dentro de lo que cabe” 



27 junio 2017

Encuentro en Misericordia, de Galdós,

la palabra fisno, con lo cual resulta más antiguo de lo que yo pensaba este adjetivo jocoso con que los meridionales califican el habla de los castellanos. Hablar fino, según ellos, es, por ejemplo, pronunciar todas las consonantes que se escriben, como las s final de sílaba, de ahí la ultracorrección chistosa hablar fisno.


23 junio 2017

Tres días de julio

Luis Romero es famoso por La noria, novela de protagonista colectivo al estilo de La colmena de Cela.  Pero creo que lo mejor que pudo hacer con semejante esquema era aplicarlo a algo nuevo, como hizo efectivamente en Tres días de julio: algo nuevo, en este caso un reportaje novelado. Fenomenal reportaje, que podríamos calificar de “novela de no ficción”, como esa que dicen que inventó Truman Capote y cultivaron con éxito los del Nuevo periodismo norteamericano, Tom Wolfe y demás.

Los tres días son, por supuesto, los del inicio de la guerra española: 18, 19 y 20. Seiscientas páginas narradas en tiempo presente (como en La colmena) desde la conciencia de los personajes secundarios del drama, a veces ni siquiera secundarios sino comparsas que acabaron encontrando la muerte propia o de algún allegado en aquella tragedia. La mayor parte con sus nombres, otros con nombre cambiado. De su encuentro personal con ellos o con quienes los conocieron nos da cumplida cuenta el autor al principio y al final del libro.

Aquí no hay apología de nada, salvo de la humanidad, ni alegato contra nada, salvo contra una carnicería salvaje cuya repetición hay que evitar “a cualquier precio”, porque “cuando la máquina de matar se pone en marcha, es difícil detenerla”. Lo dice alguien que participó en aquella guerra y en la División Azul, seguro de actuar de buena fe, como todos (casi todos) los personajes que aquí aparecen, cuyas razones se nos muestran con sencillez y sin caricatura. Romero, uno de esos raros especímenes que (por lo que deduzco) ni mantuvieron contra viento y marea sus ardores juveniles ni renegaron cínicamente de ellos cuando no eran cool, se pone en el corazón de la gente de izquierdas y de derechas con toda naturalidad. El resultado quizá no tenga la sugestión de Oh, Jerusalén y puede pecar a veces de repetitivo, pero las escenas del asalto al Cuartel de la Montaña, en Madrid, al final de la obra, compensan lo que nos puedan impacientar otros pasajes.


__

21 junio 2017

Históricamente incorrecto

Tenemos una notable tendencia a hacer de la historia un cuento de buenos y malos, así que no vienen mal libros como este, que tratan de hacer de abogados del diablo, es decir, de los malos. Como el autor (Jean Sévillia) es un periodista de Le Figaro, los malos por los que se intercede son las derechas o lo que las izquierdas han demonizado: el feudalismo, las cruzadas, la inquisición, el absolutismo, el colonialismo, la Iglesia como supuesta aliada del poder establecido... En definitiva, se trata de tomar conciencia de que hay menos lobos de lo que se cree en una de las partes y más de los que se cree en la otra; vamos, que los cátaros, los protestantes, los revolucionarios franceses o los de la comuna de París dieron más estopa de lo que se cuenta y viceversa.

Como digo, no viene mal recordarlo, pero la conclusión es lo de siempre: que el hombre está inclinado al pecado y en cuanto le dan la menor oportunidad se comporta como un salvaje, católico o protestante, absolutista o revolucionario. Que unos cortaran más o menos cabezas que los otros no exculpa a nadie. Solo cabe exigir a los estados que dejen de tratar de imponer una historia oficial y dejen campo libre a los del oficio.


__

07 junio 2017

Repasando el correo

me encuentro dos citas en cierto modo coincidentes, por el tema y los autores.

¿Era Goethe un reaccionario? No, padre, era masón. Sin embargo...

La lengua materna de Europa es el cristianismo. (Cita de un tal Juan Robles en Actuall)

¿Era Gustave Flaubert un clericalote? No, por cierto. Creo que más bien formaba en el ala izquierda de eso que llaman el “espectro político”. Pero...

Las fases de la historia de Europa han sido el paganismo, el cristianismo y el estupidismo. (Tuit de Enrique García-Máiquez)

Descontextualizadas como todas las citas. Pero indican algo de lo que deberían tomar nota los comecuras actuales: las convicciones personales no han de impedir el reconocimiento de la realidad ni los aportes culturales del cristianismo.


02 junio 2017

Tuñón de Lara sería lo que fuera,

pero aquí me cae simpático.

Debiera ser innecesario recordar que conmociones como las guerras de religión, la Revolución Inglesa, la Revolución Francesa, la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, la Comuna de París y su represión, la guerra civil rusa, etc., fuesen acompañadas de violencias análogas [a las de la Guerra Civil española]. Nada digamos de las invasiones hitlerianas, ni de los exterminios colonialistas durante decenios y decenios. En verdad, si en aquel verano de 1936 se perpetraron en España crímenes execrables, hay que decir que los criminales fueron una exigua minoría. No era eso lo que caracterizaba a los españoles, y si pasión había —que sí la hubo—se manifestaba en el arrojo, en la valentía, en el heroísmo. En ambos bandos hubo muchos más héroes que criminales.

Así me gustaría creerlo, aunque no estoy muy seguro. (Cita de La España del siglo XX, en Luis Romero, Tres días de julio



26 mayo 2017

¿Acaso no matan a los caballos?

Esta es una novela de terror, por cuanto resulta terrorífico que una persona se haga matar con la firme resolución de quien ve cerrados todos los caminos; como alguien a quien no se le concede ni se le va a conceder la más mínima oportunidad de hacer algo con su vida; alguien completamente descartado de su sociedad, como diría el Papa; sin miedo ni esperanza, según la vieja máxima. Y también sin nadie que pensase que era bueno que existiera, a pesar de todo,

La historia está narrada por el matarife, de modo circular; doblemente circular, podríamos decir, puesto que comienza con el juicio por asesinato y cada capítulo está encabezado por una de las frases protocolarias de la sentencia: “Que el acusado se ponga en pie”, “¿Hay algún motivo que impida dictar sentencia?”, “No habiendo motivo alguno que impida dictar sentencia...” Pero a la vez el asesino, que narra desde el banquillo, empieza su historia con el momento en que descerraja un tiro en la cabeza de Gloria, para después hacer su largo flashback, que se desarrolla en gran parte en esos maratones de baile a los que acudían los parias en los años de la depresión para divertir a los epulones ociosos, una especie de arcaico Gran hermano con la salvedad de que estos necesitaban realmente las perras. La película que hicieron sobre la novela la titularon en España Danzad, danzad, malditos, quizá porque el original era demasiado fuerte en un momento en que esas cosas se cuidaban.

Horace McCoy hizo causa de novelar la gran depresión, ya que muchas de sus obras se desarrollan en ese contexto, siempre con sus víctimas como protagonistas. En el tomo de “Club del Misterio” (?) en que leí esta iba también I should have stayed home, que titularon Luces de Hollywood enmascarando ese desesperanzado Debí quedarme en casa, muy expresivo del mundo novelesco del autor. No nos vendría mal alguien con talento para novelar la existencia de los descartados de hoy. 

__

18 mayo 2017

Toque de distinción


Me deshice del mozo y conté las rosas que provenían de Wally. Catorce. Eso me complació. Siempre me ha gustado recibir rosas, pero la habitual docena me suena demasiado a encargo de floristería. Si son catorce las que se envían es que realmente se lo ha pensado.




                                                             

16 mayo 2017

Arte moderno

es lo que se originó cuando los pintores dejaron de mirar a las mujeres.

Bernard Samson, en Len Deighton, Sedal para espías



14 mayo 2017

La ventana daba al río

La guerra: “Usted la lleva puesta, amigo. Es usted joven, ama a su Patria [sic], tiene fe en algo, probablemente le gusta el peligro y no habrá poder humano que le detenga. Y si existe algún poder por encima del poder humano, usted gana, porque ese cae de su parte. Tranquilícese, tendrá usted su dosis de heroísmo, quién lo duda…”

Este podría ser el retrato de todos los protagonistas de Rafael García Serrano y también del narrador que está detrás de ellos. Convencidos de que Dios está de su parte, no se plantean dudas a la hora de disparar ni de morir, tampoco a la hora de descalificar al adversario con los más duros epítetos, pero lejos de parecer unas bestias fanáticas inspiran simpatía por su capacidad de enamorarse y de darlo todo por el camarada (“yo tenía un camarada…”). Incluso el enemigo, si se bate bien, es visto con buenos ojos.

En esta entrega de la “Ópera Carrasclás” se confrontan dos actores colectivos que no son los nacionales y los rojos, sino los combatientes españoles y los curiosos que desde Francia acudían a contemplar la contienda, bien parapetados tras las ventanas de los hoteles fronterizos. Porque, al parecer, tal cosa era factible. Dentro de este segundo universo, compuesto de gente frívola y degenerada, hay sin embargo una donna angelicata, una Michele (sic, aunque creo que en francés va con dos eles) que cual Beatriz acompaña al protagonista, Alberto (nombre de novela rosa, pequeño fallo), hasta la línea de su amada patria en guerra, para que pueda incorporarse a las filas nacionales. Contar esta historia sin una mano maestra habría significado caer en la ñoñez más impresentable. Por fortuna, estamos ante el García Serrano de siempre, con su narrativa recia, salpicada de humor, con la metáfora justa y el coloquialismo bien plantado. No será la mejor de las suyas, pero qué buenos ratos.

__ 

12 mayo 2017

Las palabras no son inocentes

F. J. de Vicente, El catolicismo liberal en España (negrita mía):

Para hacerse aceptable en el exterior, en donde gobernaban no pocos democratacristianos, Franco buscó la complicidad de los católicos formados bajo el patrocinio de Herrera Oria…

Por supuesto, Franco buscaba siempre complicidades, no colaboración, si ustedes me entienden…



11 mayo 2017

Cuando nos prohibieron ser mujeres

¿Leer un libro que afirma aquello de lo que ya estás convencido? Pues sí, es un ejercicio de relax, es como una ducha reconfortante. Sobre todo cuando compruebas con placer que no estás solo viendo al rey desnudo, que no todos son unos chiflados que ven rebaños de ovejas en unos ejércitos al galope. En fin, que me lo he pasado en grande leyendo a la autora proscrita de moda. Temía yo que fuese el típico libro bienintencionado pero regularmente escrito e hinchado con textos de las leyes de género que funcionan aquí y allá. No hay tal. Implacable en su exposición ordenada del tema y con una expresión tan correcta como mordaz, Alicia Rubio repasa una a una todas las manifestaciones de esa desquiciada antropología que quiere imponerse con exclusividad haciendo frente a la evidencia. Efectivamente, no es solo el intento de normalizar las relaciones homosexuales equiparándolas al matrimonio, o el destruir el sexo natural convirtiéndolo en un arbitrario género que uno elige a voluntad. Forman parte de esta construcción ideológica las campañas que tratan de forzar la igualdad hombre/mujer más allá de lo que les es común, su humanidad; el concepto de violencia de género, que no hace sino ahondar en el mal que dice combatir; el adoctrinamiento sexual de los escolares y la cuidadosa separación entre sexo y reproducción, con la promoción del aborto hasta el punto de reprimir la difusión de alternativas. La documentación de la autora es notable pero no la exhibe con citas enojosas a pie de página sino que la integra en un discurso fluido. Interesantes también los lemas que encabezan cada capítulo, donde se dan cita Hesíodo, Chesterton, Camus, Mark Twain, Orwell, Lincoln y muchos otros, incluido alguno tan olvidado como José Bergamín, lo que muestra que estamos ante una persona culta y nada bisoña en esto de la escritura, aunque su especialidad sea la Educación Física. Solo le pondría dos pegas, una de contenido y otra de forma: la argumentación quizá excesivamente biológica, que insiste en la semejanza del ser humano con el chimpancé y su diferencia con el bonobo (mono al parecer muy promiscuo), y el abuso de las comillas cuando emplea algún término coloquial o figurado: denota inseguridad.

__ 

09 mayo 2017

Don Francisco y los duelos

A propósito de una alusión, en un soneto de Quevedo, a los libros del duelo, anota José Manuel Blecua: “Las reglas observadas en los duelos, de los que nunca fue muy partidario Quevedo”. Y aduce en su apoyo esta cita de su obra Providencia de Dios: “Este disparate sangriento, esta rabia facinorosa, esta furia delincuente en lo divino y humano, que se intitula Libro del duelo, tiene la infamia de su decendencia tan antigua como el mundo.”

Vaya, vaya. Ya veo lo que puede uno fiarse de Arturo Pérez-Reverte en cuando a fidelidad histórica. En sus Alatristes, Quevedo es un pendenciero que saca la espada a la mínima, sobre todo cuando ha soplado del tinto. No deja de tener simpatía el personaje, pero me complace sacar por mentirosillo al bocachanclas de Cartagena.




08 mayo 2017

El primero es Gonzalo de Berceo llamado


Qué feliz coincidencia que Ángel Ruiz nos hable de Berceo. Acabo de leer (por motivos que no vienen al caso) unos capítulos de una de esas novelas sobre colegiales con indigesta moralina progre, donde aparece un profesor guay de esos que dicen que hay que enseñar a pensar en vez de enseñar cosas. Pensar sobre la nada, supongo. En fin, el profe guay, original el tío, decía que él pasaba muy rápido por los autores medievales porque a ver qué les iba a decir a los chicos un tipo como Berceo, si él mismo se aburría con él. Donde estuvieran Kavafis o Cernuda

Es lo que tienen estos profesores guay, que además suelen ser profesores paletos. Recuerdo que hablamos de aquel poeta a quien Antonio Machado consideraba uno de sus maestros, y uno de los que están en los cimientos de las prosas de Rubén Darío, por ejemplo. En fin, dejé el libro cuando el guay se puso a contar pormenorizadamente cómo dio por el culo a un amigote de su misma acera (porque además de guay es gay), para olvidar el mal rato de su primera clase; pero llevaba ya mucho tiempo pugnando por caérseme de las manos. La edad de la ira se titula, para que no se equivoquen. Y pienso en lo que me dicen a veces de que publicar una novela no es tan difícil, que no tengo más que plasmar mis experiencias en la enseñanza, y tiemblo al pensar que podría parir algo como esto aunque fuese sin orgías rectales. Dios me libre.

__


06 mayo 2017

Los vecinos de enfrente

Hay obras analíticas (páginas y páginas) sobre el infierno soviético, como El vértigo de Evgenia Ginzburg o Archipiélago Gulag de Solzhenitsin. Otras son sintéticas, como esta de Georges Simenon, el novelista belga que es mucho más que el padre de Maigret. En 160 páginas uno palpa el hielo del último círculo dantesco: la sospecha continua, la ocultación de sentimientos, la prostitución cotidiana. El homo sovieticus es el principal personaje de este relato inquietante, donde solo progresa la sensación de agobio y el temor de ser despachado a la tumba en cualquier instante; el homo sovieticus como antagonista de este Adil Bey muy siglo XX, desorientado e inseguro ya antes de aterrizar en Batum como cónsul de Turquía. El ojo del Gran hermano se llama aquí la ventana de enfrente, que es otra de las traducciones que se ha dado al título, Les gens d´en face. Tras esa ventana viven los parientes de Sonia, la secretaria, tan hecha a vivir en la mentira como todos sus conciudadanos. Un “rastro reluciente” en su mejilla abre una esperanza a Adil Bey, pero Sonia no quiere llorar, ni hablar. Ha perdido toda esperanza hace tiempo (Contra toda esperanza se titula otra de esas obras voluminosas sobre el mismo asunto, la de Nadiezhda Mandelstam) y sin ella acabará la novela, aunque Adil Bey escape materialmente de aquella desolación donde uno solo puede subsistir a base de cinismo, como John el de la Standard. 

__

09 abril 2017

Quevedo medita sobre el Domingo de Ramos



¿Alégrate, Señor, el ruido ronco
deste recibimiento que miramos?
pues mira que hoy, mi Dios, te dan los ramos
por darte el viernes más desnudo el tronco.

Hoy te reciben con los ramos bellos;
aplauso sospechoso, si se advierte;
pues de aquí a poco, para darte muerte,
te irán con armas a buscar entre ellos.

Y porque la malicia más se arguya
de nación a su propio Rey tirana,
hoy te ofrecen las capas, y mañana
suertes verás echar sobre la tuya. 






25 marzo 2017

Merodeando con aviesa intención


Original relato metaficcional, este de Muriel Spark, que muestra cómo se pueden hallar nuevos cauces al realismo. "Un poco siniestro y disparatadamente divertido", dice la solapa. Bueno, no es que me haya partido el bazo leyéndolo, pero sí que sorprende ese jugueteo con la muerte y con la maldad que se gasta aquí la autora, dentro de un argumento, si bien realista, como digo, en los límites de lo verosímil. Parodia, humor negro, diversos matices del humor están aquí presentes en dosis discretas.

Digo lo de parodia porque me parece encontrar algo de eso en lo que tiene la novela de metaficción, tan de moda de unos años a esta parte. Resulta que a Fleur Talbot la contratan para que supervise las autobiografías de un club de chiflados empeñados en que quede algo por escrito de sus tristes vidas. Ella aprovecha algo de su experiencia para la novela que está escribiendo, y queda perpleja cuando observa que los autobiografiados parecen estar copiando también su novela. No sé si a un Carlos Rojas, tan aficionado a estos juegos de espejos, le habría hecho gracia o le habría parecido, como a mí, que se toma un poco a choteo estas cosas.

Sorprende también la protagonista, (que por otra parte parece reflejar el pensamiento de la autora en muchas cosas) de moral más bien relajada pero capaz de apreciar a John Henry Newman, citado muchas veces en su relato.

__