17 diciembre 2017

El juglar del Cid

El anónimo autor del Cantar de Mio Cid (que fuesen dos, como sostenía Pidal, no se contempla en esta amable fantasía) es imaginado por Joaquín Aguirre Bellver en su niñez, cuando despierta su vocación de juglar gracias, justamente, a don Rodrigo Díaz, de cuyo destierro es testigo el jovencito. El destino parece que no quiere separarlo de su tío Martín, un juglar enamorado de su profesión. La mutua compañía es grata para ambos pero Martín, un impenitente andador de caminos, siente que su modo de vida no es el más adecuado para un niño. Sin embargo, Gabriel intuye que no es casualidad que hayan confluido ambas circunstancias, el conocimiento del Cid y la eventual compañía de su tío, cuyo magisterio va asimilando día a día. Como suele decirse, Gabriel ha descubierto qué quiere ser de mayor.

La simpática figura de Martín y la viva pintura del modo de vida del juglar son los elementos más valiosos de este relato, sencillo y perfecto en su género. Conmueve la amargura del músico al tener que enajenar su vihuela, así como divierte la rivalidad entre colegas y nos recreamos contemplando la relación del juglar con los copleros. Es magnífica la apología que hace de su arte Martín, al principio de la historia (“Si no puedes ser rey, sé juglar”). Si me da por ahí me hago con la vieja edición de Doncel, que he puesto en la imagen; de momento me he conformado con la de Everest, colección "La torre y la flor".


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