26 abril 2023

Vivir sin mentiras

En el siglo XX, el totalitarismo era aún una novedad, y se sentía.

Era como si una inmensa fuerza empezara a aplastarle a uno, algo que iba penetrando en el cráneo, golpeaba el cerebro por dentro, le aterroriza a uno y llegaba casi a persuadirle que era de noche cuando era de día. Al final, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. Era inevitable que llegara algún día al dos y dos son cinco. La lógica de su posición lo exigía. Su filosofía negaba no solo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común.

El nuevo totalitarismo lleva la ventaja de que se edifica sobre una humanidad a la que la suma de dos y dos le trae al fresco, al menos si su discusión le ha de dificultar el disfrute de su aperitivo y sus vacaciones. Tal como vio Huxley, semejante control sobre la humanidad solo puede sostenerse largo tiempo si la humanidad está satisfecha en sus cortas aspiraciones.

Creo que era Enzensberger el que hablaba de “enemigos de la humanidad” refiriéndose a los grandes autócratas o a los líderes de grandes grupos terroristas. Hoy solo cabe pensar que los enemigos de la humanidad se han multiplicado y han ocupado los centros de decisión, donde han hecho bandera de lo irracional y de lo contranatural, por puro odio a quien sostiene la causa de la dignidad y de la naturaleza humanas. Sí, pues

puedes renunciar a la responsabilidad moral de ser honesto a consecuencia de un idealismo descarriado. También puedes renunciar a ella por odiar a los demás más de lo que amas la verdad.

Nadie de esos que decretan leyes desquiciadas y antihumanas puede alegar seriamente un “idealismo descarriado”, por más que lo hagan y lo llamen cínicamente progresismo. El único motor es el odio a quien está dispuesto a transitar por las vías de esa responsabilidad y esa honestidad, o al menos las reconoce.

Rod Dreher habla de una “cultura pretotalitaria”. Me pregunto su aún puede usarse el pre en unas naciones que te obligan a aceptar, bajo pena de miseria, que la sodomía es normal y que no hay sexo natural, y donde la depravación instituida va a asaltar por decreto las bibliotecas, las pantallas y las aulas.

¿Qué nos queda? La fe (“La religión, base de la resistencia”, capítulo VIII), la familia (“Las familias son células de resistencia”, capítulo VII) y la cultura (“El cultivo de la memoria cultural”, capítulo VI), y es esto último lo que me llama la atención, porque habitualmente se descuida cuando hablamos de regeneración. Y es que

una persona aislada de la historia es una persona prácticamente impotente frente al poder.

__

20 abril 2023

Un cuento de Navidad para Le Barroux

Crecer es volverse escéptico, ponerse de vuelta de cada vez más cosas y desconfiar. Por eso si no nos hacemos como niños… El niño tiene un ataque de adultez cuando se muere su madre, lo que es muy normal, claro, y comienza a pedir a Dios una señal que le convenza de que existe y de que es verdad toda aquella historia que mamá le contaba sobre la redención. Bueno, la señal se la pide a la Virgen que hay en el jardín, junto a la cual su abuela reza siempre el rosario. [destripe] Y una mañana de nochebuena la abuela les pide a los nietos que lo recen junto a ella, como hacían con mamá, pero esta vez completo, con misterios y letanía. Y la señal llega, dulce como de la mano de la Virgen pero segura y eficaz. [fin del destripe]

Es un cuento, o al menos reviste la apariencia de un cuento infantil de navidad; por eso hay puesta del árbol, conversaciones ingenuas, pero todo ello dirigido con mano segura por quien sólo escribe cuando tiene algo que decir y sabe cómo decirlo; que sabe manejar la elipsis y cortar a tiempo, como en El despertar de la señorita Prim.

__

17 abril 2023

Los pasos contados, I

Aunque se lee con gusto, el primer volumen de las memorias de Vizcaíno Casas no es tan interesante como los siguientes. Normal: su infancia y juventud interesan lo justo, salvo en lo que concierne a la guerra civil. Supongo que para él supuso un ejercicio de catarsis el contar cómo tuvo que desengañar a su padre en lo que respecta al negocio familiar, que no quiso continuar. Al pobre hombre le clavó “un puñal en el corazón”… En fin, es el drama de tantas y tantas familias. Por lo demás, lo animado de la narración hace que lamentes no haberte dedicado al periodismo cultural, que Vizcaíno ejerció desde bastante joven. Con respecto a su otra faceta, la de abogado, habla menos, pues las memorias acaban, creo recordar, sin que nuestro hombre haya terminado la carrera, aunque seguimos paso a paso su brillante historial, lleno de matrículas de honor que iba presentando con orgullo a sus señores padres, como para resarcirles de la puñalada. Lo que destaca es la tremenda capacidad de trabajo de este hombre, ya que además de simultanear el estudio con el periodismo, le daba tiempo a escribir y estrenar alguna obra de teatro.

__

15 abril 2023

La verdadera vida de Sebastian Knight

Cervantes cabalga de nuevo en este relato donde se nos presenta como verdadera la figura de un ente de ficción a través de un narrador también inventado. Solo que este ente de ficción se parece mucho a alguien llamado Vladimir Nabokov, lo que hace que el procedimiento literario resulte irónico. El Cide Hamete Benengeli de Sebastian Knight es su propio hermano, y teje la historia al estilo de Ciudadano Kane, recogiendo testimonios de unos y de otros, aparte de los suyos propios. Al final, la visión del personaje resulta intencionadamente difuminada, lo que no deja de ser un ejercicio de escepticismo respecto a toda biografía, más teniendo en cuenta que esta se nos presenta como la alternativa a otra llena de falsas y perversas atribuciones. Son también las reglas cervantinas del juego.

Pero también hay de Borges, aquí. En concreto, en ese seductor ejercicio de reseñar libros irreales, los libros de Knight. Hasta qué punto tienen su correlato en otros de Nabokov, no sé, pues habría que conocer mejor su obra. [destripe] Muy borgiano es también el final, donde se produce una identificación entre el biógrafo y su biografiado [fin del destripe].

__

11 abril 2023

Tontería antifranquista de turno

Luis Alberto de Cuenca dialoga con el director, o algo así, de la casa museo de Azorín. Hablan del escritor, del periodista, del hombre, del político… Y hablando del político, no sale ni por asomo la adhesión de Azorín a Franco. Se quedan en Maura y, del Azorín de la posguerra, el director de marras va y habla de su… “exilio interior”: ya saben, esa cómica etiqueta que ha hecho fortuna para designar a todos aquellos a quienes no les dio la gana abandonar España tras la guerra y que, en su mayor parte, como el propio Azorín, publicaron, conferenciaron, fueron aplaudidos e incluso se sentaron en la Real Academia.

Pero el amigo Cuenca va en su auxilio cuando dice que podríamos considerar a Azorín como miembro de la… “tercera España”. Otra etiqueta muy útil, ciertamente, para quitar importancia al apoyo dado a los sublevados por este o aquel e insinuar que en realidad no estaban con nadie.

En ese sentido, resulta muy expresivo lo de Lorenzo Villalonga: “Tuvimos que elegir entre ser rojos y azules. No éramos rojos, así que fuimos azules”. Lo que no deja de venir en mi apoyo cuando digo que la derecha no es más que la parte no marcada de la polaridad política. Fue azul, simplemente, el que quiso que le dejaran vivir en paz.



09 abril 2023

El doctor Centeno

El doctor Centeno se halla dividido en dos tomos, muy razonablemente, puesto que en cada uno de ellos Felipe Centeno, que da nombre a la novela, sirve a un amo diferente.  Digo amo, y es que es fácil comparar a Felipe con Lazarillo de Tormes. Se trata de un mozo pobre que llega a Madrid con lo puesto y se hace cargo de él un clérigo, Pedro Polo, personaje torvo que trata de instruir a su pupilo sin procurar evitar que los vaivenes de su ánimo (de Polo) reviertan en el educando. Al final, como el de Maqueda, lo echa a la calle, pero no por haberlo pillado in fraganti, como aquél, sino por haber sido él mismo sorprendido por el chico en lugar inapropiado, aunque maldito lo que Felipe podía concluir de aquello.

De la calle lo rescata el señorito Alejandro Miquis, un pródigo al que podríamos comparar con el escudero del Lazarillo, ya que es el propio Felipe el que va a tener que intentar alimentar al manirroto cuando éste se halle sin blanca, mendigando a propios y extraños. [destripe] Miquis enfermará de muerte en un bochinche al que le dirige su amante cuando es expulsado de la pensión de doña Virginia [fin del destripe].

Aunque es Centeno el que da nombre a la novela, los dos protagonistas reales son, me parece, Pedro Polo y Alejandro Miquis. El drama de Polo solo se nos desvelará en la siguiente novela, Tormento, y Miquis queda como un retrato acabado de uno de los tipos que poblaban la España de aquellos años. De hecho, sin Centeno podríamos haber tenido dos novelas. Por cierto, lo de doctor es una ironía, no recuerdo si de Polo o de Miquis y sus amigos, ya que Felipe había llegado a Madrid con pretensiones de ser médico.

Galdós a su altura de siempre, aquí un poco desestructurado, por aquello de las dos novelas; pero con una mayor voluntad de estilo, si cabe, que en otras. Aquí prodiga un rasgo que no es tan frecuente en otras novelas, que es la eliminación del artículo en muchas descripciones. No he subrayado los ejemplos.

__

04 abril 2023

Cirlot

Mi interés por Juan-Eduardo Cirlot (siempre lo escribió así, con guion, a la francesa) creo que arranca del primer ejemplar de Ínsula que compré, y lo hice sin saber que se trataba de un monográfico: lo de empezar a comprar Ínsula era fruto de un propósito de estar al día en lo que se refiere a crítica literaria.

Solo conocía ese nombre por una breve mención en los manuales, creo que lo ponían como ejemplo de un surrealismo tardío, que hacía juego con el postismo de Ory. Ínsula me reveló a un tipo inclasificable dentro de las corrientes de su tiempo (un insular, vaya), interesado por lo espiritual sin ser cristiano a derechas, con perdón1; amigo de ese medievalismo esotérico y esa mística que quiere enlazar con lo pagano buscando raíces comunes. De hecho coleccionaba espadas (quién tuviera espacio y dinero para hacer lo propio) y (de esto me enteré mucho después) llegó a coquetear con CEDADE, más por la vertiente esotérica del nacionalsocialismo que por el racismo positivista que está también en su base. También por estética, como el carlismo de Bradomín.

Aunque, a propósito de estética, hay que decir que la de Cirlot solo en cuanto a motivos medievales, mágicos, etc. coincide con la del nacionalsocialismo. Cirlot cultivaba un vanguardismo que podemos llamar surrealista2 solo en un sentido amplio. Sus poemas son crípticos, basados con frecuencia en un juego de sonidos y de signos que quiere ser simbólico. Por otra parte, se mostraba afín, en estética y personalmente, a Tapies y a su grupo Dau al set. Todo ello lo aleja del clasicismo que era una de las marcas de los totalitarismos contemporáneos (y a mí me deja frustrado, todo hay que decirlo, pues soy enemigo de las adivinanzas en literatura)

En cuanto a la biografía de Antonio Rivero Taravillo, creo que es un buen trabajo, al menos desde el punto de vista literario, ya que no puedo juzgar de la exactitud de los datos biográficos del personaje.

__

1Aunque alguna vez declaró su voluntad de ortodoxia:

…nada más lejos de mi intención que el hacer algo heterodoxo ni que atente lo más mínimo, no ya contra el sentimiento cristiano de la existencia, sino concretamente contra el dogma de nuestra Santa Iglesia Católica y Romana. (Rivero, capítulo IV, p. 53)

2A propósito de un encuentro con André Breton, Cirlot rompe una lanza por los surrealistas contra los existencialistas:

El existencialismo vulgar requiere solamente una superficial declaración de ateísmo, despeinarse, usar pantalones si se es chica, y poner cara trágica en todos los casos. (Rivero, capítulo VI, p. 84)

 

__