Luis Alberto de Cuenca dialoga con el director, o algo así, de la casa museo de Azorín. Hablan del escritor, del periodista, del hombre, del político… Y hablando del político, no sale ni por asomo la adhesión de Azorín a Franco. Se quedan en Maura y, del Azorín de la posguerra, el director de marras va y habla de su… “exilio interior”: ya saben, esa cómica etiqueta que ha hecho fortuna para designar a todos aquellos a quienes no les dio la gana abandonar España tras la guerra y que, en su mayor parte, como el propio Azorín, publicaron, conferenciaron, fueron aplaudidos e incluso se sentaron en la Real Academia.
Pero el amigo Cuenca
va en su auxilio cuando dice que podríamos considerar a Azorín como miembro de la… “tercera España”. Otra etiqueta muy
útil, ciertamente, para quitar importancia al apoyo dado a los sublevados por
este o aquel e insinuar que en realidad no estaban con nadie.
En ese sentido, resulta muy expresivo lo de Lorenzo Villalonga: “Tuvimos que elegir
entre ser rojos y azules. No éramos rojos, así que fuimos azules”. Lo que no
deja de venir en mi apoyo cuando digo que la derecha no es más que la parte no marcada de la polaridad política. Fue
azul, simplemente, el que quiso que le dejaran vivir en paz.