El doctor Centeno se halla dividido en dos tomos, muy razonablemente, puesto que en cada uno de ellos Felipe Centeno, que da nombre a la novela, sirve a un amo diferente. Digo amo, y es que es fácil comparar a Felipe con Lazarillo de Tormes. Se trata de un mozo pobre que llega a Madrid con lo puesto y se hace cargo de él un clérigo, Pedro Polo, personaje torvo que trata de instruir a su pupilo sin procurar evitar que los vaivenes de su ánimo (de Polo) reviertan en el educando. Al final, como el de Maqueda, lo echa a la calle, pero no por haberlo pillado in fraganti, como aquél, sino por haber sido él mismo sorprendido por el chico en lugar inapropiado, aunque maldito lo que Felipe podía concluir de aquello.
De la calle lo rescata el señorito Alejandro Miquis, un
pródigo al que podríamos comparar con el escudero del Lazarillo, ya que es el propio Felipe el que va a tener que
intentar alimentar al manirroto cuando éste se halle sin blanca, mendigando a
propios y extraños. [destripe] Miquis enfermará de muerte en un bochinche al
que le dirige su amante cuando es expulsado de la pensión de doña Virginia [fin
del destripe].
Aunque es Centeno el que da nombre a la novela, los dos
protagonistas reales son, me parece, Pedro Polo y Alejandro Miquis. El drama de
Polo solo se nos desvelará en la siguiente novela, Tormento, y Miquis queda como un retrato acabado de uno de los
tipos que poblaban la España de aquellos años. De hecho, sin Centeno podríamos
haber tenido dos novelas. Por cierto, lo de doctor
es una ironía, no recuerdo si de Polo o de Miquis y sus amigos, ya que Felipe había
llegado a Madrid con pretensiones de ser médico.
Galdós a su
altura de siempre, aquí un poco desestructurado, por aquello de las dos
novelas; pero con una mayor voluntad de estilo, si cabe, que en otras. Aquí
prodiga un rasgo que no es tan frecuente en otras novelas, que es la
eliminación del artículo en muchas descripciones. No he subrayado los ejemplos.
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