30 junio 2011

Riesgo inducido


Los norteamericanos llaman "moral hazard" al incremento de riesgos que asume una persona cuando se sabe bien protegida. Se aplica generalmente en el mundo de los seguros. Parece bien constatado que si nos sentimos bien protegidos ante los peligros potenciales que nos puedan salir al paso, bajamos la guardia e, incluso, puede darse el caso de que el asegurado provoque o finja él mismo un siniestro para poder cobrar la indemnización.

Este
moral hazard o, como se traduce, este "riesgo inducido" se hace presente con toda claridad en la escuela cuando el nivel de exigencia para pasar de un curso al otro disminuye. Muchos alumnos se sienten tan protegidos, que asumen con toda naturalidad el riesgo de estudiar menos. En algunas sesiones de evaluación de final de curso he tenido incluso la sensación de que a algunos alumnos se los aprobaba en contra de su voluntad.

Gregorio Luri, La escuela contra el mundo.


Ni que decir tiene que la mayoría de las campañas de prevención contra el sida constituyen otro caso flagrante y temerario de riesgo inducido.

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29 junio 2011

Homoescéptico


No está mal como alternativa a ese otro palabro, el de homofobia, ya incluido en el Diccionario por la Academia más calzonazos de todos los tiempos. Está tan pésimamante formada como esta, pero, si es inevitable expresarnos así, lo de homoescéptico define mejor al que no odia ni teme a los homosexuales pero no aprueba su conducta; caso de la inmensa mayoría de la humanidad, por cierto, aunque lo esconda por respeto humano.

El término lo propone Peter Saunders en un buen artículo, que señala además los orígenes de la voz homofobia, algo diferentes de la acepción actual. Pero ni una ni otra definen mi homofobia particular, que se concreta a ese profundo asco, lindante con el repeluzno, que me produce contemplar las "muestras públicas de afecto homosexual": que es justamente lo que la alcaldesa de Lima se propone hacer tolerar en los colegios, vaya, hombre. Imagino que no hay otras prioridades en ese consistorio.

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28 junio 2011

El zorro ártico


Miseria de la traducción: el título original, Skugga-Baldur, puede referirse, según nos indica Enrique Bernárdez, tanto a un nombre propio como a la especie de zorro que da título español a la obra. Pero esa ambigüedad se pierde en la traducción. También imagino que se podría comprender mejor esta novela si uno estuviera inmerso en la tradición folklórica islandesa. Tal como nos dice también Bernárdez, Sjón parte de una clase de fábulas muy populares en el país para construir esta su pequeña pieza maestra.

Pieza maestra, sí, pues, si su embrión es una fábula, Sjón la transfigura mediante un impecable arte de narrar, que se complace en jugar al desconcierto con el lector, animando así a continuar la lectura: hasta casi el final no comprendemos (de acuerdo, hablaré por mí: no he comprendido) lo que sucede, debido a una presentación elíptica, a lo Faulkner, de personajes y hechos, pero sin el fárrago del norteamericano, que más disuade de leer que anima a ello. Empieza con un relato de caza a lo Jack London, en medio de los hielos, que se corta bruscamente para mostrarnos a otros personajes de los que intuimos que dos son disminuidos psíquicos. La narración es discontinua, además, en el tiempo y alcanza la cima del desconcierto cuando, rompiendo las reglas del juego, aparece el elemento fantástico, en forma de zorro que resucita y habla. Al final, queda claro el mensaje de defensa de la dignidad humana, con el malo castigado y todo, como en los cuentos populares.

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24 junio 2011

Santa = encerrada


De lo peregrina que resultaba, hasta hace nada, la idea de santidad en medio del mundo (y la santificación de la vida ordinaria), da cuenta con frecuencia Galdós en sus novelas:

Bueno era lo bueno, pero no lo demasiado. Tanta piedad podía llegar a ser una desgracia para él, porque si Fortunata se entusiasmaba mucho con la religión y se volvía santa de veras y no quería más cuentas con el mundo, sino quedarse allí encerradita, adorando la custodia durante todo el resto de sus días...

Vamos, que semejante idea le aterraba. En tal caso no tenía más remedio que volverse él santito también y dedicarse a la iglesia y hacerse cura...


Yo le he dicho que a las personas muy buenas, muy buenas, es menester atarlas algunas veces. Esta es un ángel, y los ángeles caen en la tontería de creer que el mundo es el cielo. El mundo no es el cielo, ¿verdad, Ramón?, y nuestras acciones no pueden ser basadas en el criterio angelical. Si todo lo que piensan y sienten los ángeles, como mi mujer, se llevara a la práctica, la vida sería imposible, absolutamente imposible. Nuestras ideas deben inspirarse en las ideas generales, que son el ambiente moral en que vivimos. Yo bien sé que se debe aspirar a la perfección; pero no dando de puntapiés a la armonía del mundo... ¡pues bueno estaría!..., a la armonía del mundo, que es... para que lo sepas..., un grandioso mecanismo de imperfecciones, admirablemente equilibradas y combinadas.


(En Fortunata y Jacinta. Este último discurso resume, como se ve, la concepción burguesa del mundo, encarnada en buena parte de los personajes de don Benito.)

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23 junio 2011

Hiperlegitimidad


La famosa hiperlegitimidad de la izquierda funciona en todos los ámbitos. Y no es de extrañar, teniendo en cuenta que se ha trabajado de un modo tenaz durante años y años. No digo en política, claro, sino en propaganda. Lo de Russian Red es sólo una anécdota, aunque ilustrativa: en una cultura que sacraliza el diálogo, algunos se sienten autorizados para insultar de la manera más ramplona a quien dice decantarse (sólo decantarse, ojo) hacia la derecha.

En concreto, lo que está sucediendo con el movimiento indignados me recuerda lo que ocurrió con la LOGSE: instaurada por el gobierno socialista, no fue hasta la llegada del PP cuando aparecieron los libros que denunciaban abiertamente sus lacras. Es como si hasta entonces un temor reverencial hubiese impuesto el silencio. Con lo cual, de hecho, los denuestos cotra el sistema (de enseñanza, en este caso) dejaban en segundo plano a quien lo diseñó y recaían, de rebote, en el gobierno corriente.

Así, los indignados han surgido bajo un desastre socialista, pero sus clamores contra el sistema van a dar de lleno en el trasero del gobierno llamado a tomar el relevo. No puede extrañar que algunos piensen que era eso justamente lo que se buscaba. En todo caso, el fenómeno se encuadra en la dicha hiperlegitimidad: cuando la izquierda falla, es todo el sistema quien tiene la culpa; pero, cuando la izquierda ceda el poder, veremos cómo el blanco se va delimitando algo más.


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22 junio 2011

El archipiélago Orwell



Mercedes Rosúa es excesiva, y eso la va a perder. Es un gozo leer sus artículos porque tiene hallazgos realmente geniales. Pero resulta tan enfática en su expresión que emplea quinientas páginas para unos argumentos que no hubieran precisado más de doscientas.



El libro consta de dos partes y una conclusión, aunque ella hable de tres capítulos. La primera se dedica a describir, entre el horror y la sátira, la educación en la China maoísta, de la que tiene experiencia directa. La segunda desenmascara sin piedad, conservando la sátira pero cambiando el horror por la rabia, el sistema educativo vigente en España, la LOGSE. La conclusión ("Las islas felices") habría sobrado, en rigor, y es una serie de negros vaticinios sobre lo que nos espera si no rectificamos.



Satisface oír, por fin, algo que estaba a la vista de todos pero nadie se atrevía a denunciar: que la enseñanza, en España, ha sido el campo de pruebas de la utopía socialista, la "comuna soñada en sus años jóvenes", "el comunismo intramuros", "la distribución automática de igualitarismo social", como dice la autora con esas imágenes suyas tan contundentes. Ha sido, en definitiva, la aplicación por ley, bajo el disfraz de una retórica agobiante, de los principios del tristemente famoso libro rojo del cole. Es decir, la imposición de la pedagogía de la envidia.



Nota redactada en junio del 2002


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21 junio 2011

El Norte, el Sur y los negros


En casi todos los estados donde se ha abolido la esclavitud, se han concedido al negro derechos electorales, pero si este se presenta para votar se arriesga a perder la vida. Oprimido, puede quejarse, pero entre sus jueces no encuentra más que a blancos. La ley, sin embargo, le abre el banco de los jurados, pero el prejuicio le expulsa de él. Su hijo está excluido de la escuela donde va a instruirse el descendiente de europeos. En los teatros no puede, ni a precio de oro, comprar el derecho de sentarse al lado de aquel que ha sido su amo; en los hospitales, yace aparte. Se permite al negro implorar al mismo Dios que los blancos, pero no orar ante el mismo altar. El negro tiene sus sacerdotes y sus templos. No se le cierran las puertas del cielo, pero apenas si se detiene la desigualdad en los límites del otro mundo. Cuando el negro muere, se depositan sus huesos en lugar aparte, y la diferencia de condiciones se encuentra hasta en la igualdad de la muerte.

Así, el negro es libre pero no puede compartir ni los derechos, ni los placeres, ni los trabajos, ni los dolores, ni siquiera la tumba de aquel que le ha declarado su igual; jamás puede llegar a confundirse con él, ni en la vida ni en la muerte.


En el Sur, donde todavía existe la esclavitud, se mantiene menos apartados a los negros, a veces comparten el trabajo de los blancos, que hasta cierto punto consienten en mezclarse con ellos. La legislación es más dura para con ellos, pero las costumbres son más tolerantes y dulces.


En el Sur, el amo no teme elevar a su esclavo hasta él porque sabe que siempre podrá, si quiere, volverle a arrojar al fango. En el Norte, el blanco ya no percibe distintamente la barrera que debería separarle de una raza envilecida, y se aleja del negro con tanto mayor cuidado cuanto que teme que llegue un día en que se confunda con él.


(Alexis de Tocqueville, La democracia en América. Resultan interesantes tambien los párrafos siguientes, donde expone cómo la abolición de la esclavitud se hizo más en beneficio del blanco que del negro.)

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20 junio 2011

Nihil novum

Ahora, los niños, en la escuela, juegan.

Quintiliano


[Los niños] no aprenden las cosas necesarias de tanto estudiar las superfluas.

Séneca


-¿De dónde vienes?

-De ningún sitio.
-Déjate de tonterías, vete ahora mismo a la escuela y preséntate a tu maestro. Espero que tengas los deberes bien hechos y que no haya ninguna queja de tu comportamiento. Cuando salgas de la escuela ven directamente a casa sin entretenerte por las calles. ¿Me has entendido?
-Sí. Sí que te he entendido. Si quieres, te lo repito.
-Pues ya me lo puedes repetir.
¿Qué te piensas, que no te lo puedo repetir?
-¡Venga, empieza!
-Lo haré cuando quiera.
-¡Venga!

Diálogo padre/hijo, inscripción sumeria del tercer milenio a. C.



(Fuente: Gregorio Luri, La escuela contra el mundo)

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17 junio 2011

El embajador


Las vidas de nuestros próceres del Renacimiento merecen, en verdad, los honores de la recreación, y no sólo con novelas minoritarias como ésta de Antonio Prieto, sino con novelas tipo best-seller y películas, como se ha hecho ahora mismo con Lope. El embajador es Diego Hurtado de Mendoza, poeta y diplomático, y Prieto mezcla en su vida, como de costumbre, fantasía y humor, anacronismo y lenguaje de época. Era muy tentador hacerle, de hecho, autor del Lazarillo (creo que la última hipótesis sobre tan debatida cuestión apunta, de nuevo, hacia nuestro hombre). Según Prieto, Lázaro le contó su vida, durante una navegación, a don Diego, y este la dio a la estampa de forma anónima. Pero este no es, ni de lejos, el asunto central de la obra. Junto a las aventuras políticas de don Diego, cobran relieve las amorosas, que para eso hablamos de un hombre del Renacimiento. Y sobre todo la que mantuvo con la dama Letizia (sí, así, con z, como...), a quien Prieto identifica con una anónima mujer retratada por Tiziano, a la que se suele conocer como "La bella" y que ilustra la portada. Por lo demás, "asfixiante culturalismo", como decía uno, pero un gozo su imitación del castellano clásico.

Nota redactada en septiembre del 2010

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16 junio 2011

Otra de Steinhardt


Gide: la moral lo aburre; es buena sólo para los seres que desean relajarse. ¡De ninguna manera! La moral no es ligera ni aburrida. Henri Massis: el mal es banal, el desorden es banal, lo excepcional son las cosas buenas, las virtudes. La renuncia y la pereza son monótonas. El esfuerzo crea novedades interesantes. Siempre sabemos de antemano cómo reaccionarán los fariseos; sólo Cristo es imprevisible.
(El diario de la felicidad)

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15 junio 2011

Indignación

Cuando educamos a nuestros alumnos o a nuestros hijos como consumidores de valores, no estamos estimulando su actividad, sino su pasividad. De aquí que buena parte de la educación ética que reciben nuestros alumnos en las escuelas no tienda a formar su conducta, sino a movilizar sus emociones. Si echamos una mirada rápida a los materiales didácticos más comunes de las clases de ética, comprobremos hasta qué punto lo que se pretende es, básicamente, estimular la "indignación moral" en los alumnos en lugar de la acción positiva. Pero no educamos moralmente por el hecho de escandalizarnos por la conducta de un personaje en una película o conmovernos por la maldad ajena en un documental, ni fomentando debates en los que pugnamos por demostrar nuestra sensibilidad ante los males del mundo, ni decorando la escuela con murales con imágenes sangrantes de las desgracias ajenas. Aunque la "indignación moral" puede ser útil en determinadas circunstancias y en pequeñas dosis, por su misma naturaleza fomenta más la hipocresía sentimental que la acción virtuosa.

Gregorio Luri, profeta, en La escuela contra el mundo

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14 junio 2011

Luz de domingo


Ciertas excrecencias malignas de la moral sexual desarrolladas en Europa, y tal vez de modo singular en España, fueron puestas en solfa por Ramón Pérez de Ayala en algunas de sus novelas. Las novelas de Urbano y Simona se dirigen, al parecer, contra el "de esas cosas no se habla". Tigre Juan y El curandero de su honra (una sola novela en realidad, como sabemos) ajustan cuentas con el donjuanismo y con el machismo (el de verdad, no lo que ahora se llama tal), y también con ese concepto exacerbado de la honra que tan bien explotó Calderón y que terminaba banalizando el crimen. Luz de domingo es un relato de cuarenta páginas, segundo de esa trilogía que el autor llamó "Novelas poemáticas de la vida española", y que incide también en la cuestión de la honra. En este caso se dirige contra la crueldad de unas gentes que son incapaces de perdonar a quien no lava con sangre una afrenta sexual, que se equivocan absurdamente de culpable hasta causar la ruina a las propias víctimas. En este sentido, la clave de la obra está en esas palabras de Cástor, a quien sus presuntos enemigos políticos han obligado a contemplar la múltiple violación de su novia, Balbina: "Pero, ¿es que ella está deshonrada? Los deshonrados son ellos". Sabias palabras que no podrán competir, sin embargo, contra la fuerza de lo establecido. Lo tremendo del tema contrasta con el tono distante, sin patetismo, que, fiel al maestro Ortega, Pérez de Ayala imprime al relato, salvando esas geniales imitaciones de romance de ciego que encabezan cada capítulo.

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13 junio 2011

Historia oficial


Lo más curioso de quienes denuncian el Diccionario Biográfico de la RAH es el aplomo con que intentan hacer pasar su versión de los hechos como historia oficial, más aún, obligatoria.

Razones no les faltan, razones psicológicas, al menos: no en vano llevan treinta años proclamando esa versión sin que nadie les dé la réplica, al menos con el mismo tesón, y nunca desde luego desde los poderes públicos. Y lo más divertido es que, si hubiéramos de buscar una postura oficial del régimen actual sobre el anterior, habría que acudir al discurso de proclamación de Juan Carlos I como rey de España. Ya saben, "una figura excepcional entra en la historia", y tal.

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10 junio 2011

Tres veces y en la cafetería

En una viñeta de Forges (el humorista, no el de El País) dos médicos, o enfermeros, mantenían este diálogo:

-Si me cambias la guardia grito Visca el Barça.
-Tres veces y en la cafetería.
-Hecho.

Izquierda Unida ha puesto sus condiciones en Segovia para apoyar al candidato del PSOE. ¿Política cultural? ¿Obras públicas? ¿Agenda urbanística?

No: que el ayuntamiento se proclame laico y que se retiren todos los "símbolos franquistas".

El Barça.

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09 junio 2011

En penumbra


Brillante debut novelístico, el de este hombre (José Antonio Millán Alba) que a sus cincuenta y tantos ha venido dedicándose con brillantez, a juzgar por sus títulos y por su currículum, a la erudición y a la docencia. El largo monólogo de Luisa aununcia una cosa proustiana, pero junto a la introspección encontramos un buen componente de acción externa, de modo que la narración parece pedir a veces algo de diálogo, que sin embargo se nos niega hasta las últimas páginas. No sé si achacar esto como defecto al autor o considerarlo una ocurrencia con algún sentido que se me escapa.

Dije monólogo, pero lo cierto es que existe un tú en esta novela (un narratario, creo que lo llaman), pues Luisa se desdobla en dos personajes, con un sentido que sólo comprendemos al final, relacionado con una exaltación del amor conyugal que se halla en el fondo de la novela, y en concreto con el viejo topos del "amor constante más allá de la muerte", que diría Quevedo. Como en Ana Karenina, el autor nos presenta aquí un caso de amor logrado frente a otro malogrado, que ocupa, como en la obra de Tolstoi, más espacio quizá que el primero. Tío Raphael y tía Marta no se entendieron, no porque la cosa dejara de funcionar, sino porque desde el principio, sobre todo él, caminaron en dirección opuesta a lo que su matrimonio exigía, es decir, el olvido de sí. No se piense, sin embargo, que estamos ante una obra moralista. Sí que hay, dejadas caer aquí y allá, algunas críticas a vicios o actitudes de nuestro tiempo, de gran agudeza por cierto, pero sin que empañen la índole esencialmente narrativa de la obra.

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08 junio 2011

El "pack"


Un periódico de denominación católica se mantiene en el plano espiritual por lo mismo que se da por específicamente católico y se dirige a los católicos como tales. Por ser periódico y por serle indispensable el contacto con la actualidad, si no adopta ciertas medidas rigurosas, hasta ahora demasiado menospreciadas, corre el riesgo de ser arrastrado al plano temporal y de juzgar sobre el acaecimiento temporal como tal.

De ahí dos inconvenientes mayores, entre los cuales hemos de optar y que frecuentemente van juntos: 1º) O bien se van a comprometer el catolicismo y la iglesia en las querellas políticas y sociales, haciendo que se confunda la religión con tal o cual proyección sociológica de ésta, ligándola a tal o cual interés de partido o de clase, como cuando se ha vinculado, en un momento dado, el catolicismo francés a una determinada posición respecto al asunto Dreyfus; 2º) o bien, para evitar en cierto modo este primer inconveniente, sin renunciar explícitamente a pronunciarse sobre lo temporal como tal, se resiste a comprometerse en el terreno temporal propiamente dicho, esforzándose por quedar en el espiritual. Y entonces, como para ser conducidas eficazmente a su término, las cosas temporales requieren tratamiento en su propio terreno, con las opciones particulares y la competencia y los medios que ellos suponen, inevitablemente se debilita la posición respectiva; y como al mismo tiempo se hace creer al lector que se le provee de todo lo necesario para juzgar tales cosas y dirigir su propia actividad con referencia a ella, se provocan en este, en momento de crisis, graves y legítimas decepciones.

Jacques Maritain, Humanismo integral


El título de esta entrada es por uno que se declaraba enemigo de los "packs" ideológicos: soy católico, por lo tanto de derechas, por tanto de [aquí el nombre de un periódico], por tanto del [aquí un equipo de fútbol] y por tanto negador del cambio climático. El peligro sigue existiendo, no cabe duda, aunque hay que decir que quizá a veces no te dejen muchas opciones.

Lo mejor, claro, es que haya menos periódicos católicos que católicos que escriben en periódicos. Pero, supuesto que deba haberlos, habrá de suponerse al lector el buen juicio de distinguir: esta publicación es católica y de tal posición política (relación copulativa y no consecutiva); y al periódico el buen juicio de no pensarse más católico por mor de la posición política. Qué fácil parece.

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07 junio 2011

Los que les envidiaban la libertad con que lo hacían


[María, profesora, es agredida por un grupo de estudiantes. No se sabe si "estaba marcada" o "la confundieron", pues "todo estaba muy oscuro"]

Y no era que no se distinguiese ya aquel día un hilo blanco de un hilo negro, a aquella hora en la que fue atacada, sino que no se distinguían ya, desde hacía mucho tiempo, los que no eran de la tribu y los romanos. Es decir, los que desolaban y los que les envidiaban la libertad con que lo hacían, decían también aquellos papeles...

(En José Jiménez Lozano, Carta de Tesa)

Es cierto: los mayores se han quejado siempre de su juventud. Lo que marca hoy la diferencia está tal vez en ese último punto.

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06 junio 2011

Defensa de la Hispanidad


Estos cinco artículos compendian la ideología que todos los españoles mayores de cuarenta y cinco años hemos aprendido de pequeños en el colegio. Por eso no me extraña que no me digan nada nuevo y más bien me produzcan bostezos, dado que, además, poco de ello es aprovechable para las circunstancias actuales. El apostolado católico ya no es una misión colectiva de ninguna nación ni podemos pretender que uno es tanto más español cuanto más se ajuste a un patrón preconcebido, por más que tenga un buen fundamento en la historia.

De hecho, tengo que acudir al proemio de mi bienamado don Federico Suárez para admitir por fe la valía intelectual de Ramiro de Maeztu, y no considerarlo "un invento del franquismo", como hace el impresentable posturitas (así lo llamó un tipo con el que coincidí en la librería) Andrés Trapiello. Si es cierto lo que dice don Federico, el posturitas se tiró de la moto y se estrelló: al parecer, Maeztu gozó de un gran prestigio en la Inglaterra del primer tercio de siglo, hasta el punto de ser llamado maestro por H. G. Wells. Habrá que echar mano de La crisis del humanismo. En Defensa de la Hispanidad sólo alcanzo a ver erudición, pero no genio.

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03 junio 2011

Posmodernidad


La belleza es la moral suprema. Uno de estos religiosos para mí es más moral que el dueño de una fábrica de jabón o de peines; es decir, que su vida, esta vida ignorada y silenciosa, deja más honda huella en la humanidad que el fabricante de tal o cual artículo. ¿Que no hace nada? Es el insoportable tópico del vulgo. ¡Hace belleza! Una mujer hermosa no hace nada tampoco; no ha hecho nunca nada; su hermosura es un azar venturoso de los átomos. ¡Y sin embargo, Ninón de Lenclos es más grande que el que inventó la contera de los bastones!

José Martínez Ruiz, La voluntad

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02 junio 2011

En democracia no hay censura

Hay revisiones historiográficas

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¿Agapé?


Aquel invencible y constante amor era tan poderoso como la propia vida, y en los dolorosos años compartidos se reflejaba en sus rostros, en el lento intercambio de miradas silenciosas llenas de dolor, en la infinita paciencia mostrada frente a las penalidades, en las contenidas lágrimas y los ahogados sollozos...

Ya no existían los rayos luminosos, ni la noche azul, ni el cálido aliento; al cabo de los años parecían juegos infantiles comparados con aquel lejano amor vivido a lo largo de la variable y temible vida. Ya no se oían besos ni risas, tampoco las confidenciales y profundas charlas en el quiosco rodeado de flores en la fiesta de la naturaleza y la vida... Todo se "había marchitado, había pasado"


Narrador de Oblomov


Al pronto me pareció una buena ilustración de lo que Benedicto XVI (y otros) llama el agapé, el amor maduro y depurado, frente al eros. Y es cierto que esto refleja lo vivido por muchos matrimonios. Pero, ¿no podía ser más luminoso? ¿Ni besos ni risas? ¿Tienen que marchitarse los rayos luminosos y la noche azul? Demasiado ruso, Goncharov.

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01 junio 2011

La insolación


Martín tiene catorce años y va para militar, como el macho de su padre. Y así es la vida hasta que irrumpen los Corsi, Carlos y Anita. Alegres, alocados, con un punto de crueldad y con un gran sentido de la justicia para con ellos mismos: adolescentes. Y con una virtud: la mirada limpia. Tres veranos junto a ellos producen en Martín "la insolación", es decir, la creencia en la posibilidad de un estado de inocencia adánica, una especie de Imagine, treinta años antes de que se inventara la canción. Pero la mirada sucia no se ha ido y Martín lo descubre de golpe y porrazo, literalmente.

Que estemos en la costa alicantina y en la posguerra española importa poco en esta novela de caracteres. Carmen Laforet acierta al situar en la playa los encuentros entre Martín y los Corsi, como una tierra de nadie a mitad de camino, o, mejor dicho, tan alejada de las estrecheces de la familia de Martín como de la excesiva despreocupación que caracteriza a la de Carlos y Anita: dos mundos incompatibles e igualmente indeseables, pues, si la balanza parece inclinarse durante toda la novela por este último, más simpático desde luego, Martín acabará viendo cómo sus amigos se hacen los suecos en horas inciertas, que diría el otro.

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