31 agosto 2009

Tintín bajo arresto


Por ofender a los negros. Vaya, vaya. A lo mejor el próximo es Moby Dick. Está Ismael reflexionando sobre la habitual connotación positiva que atribuimos al color blanco y se pone:

... esta preeminencia que hay en él se aplica a la misma raza humana, dando al hombre blanco un señorío ideal sobre todas las tribus oscuras...

En todo caso, yo voy a ir pidiendo que se encierre a Robinson Crusoe. No me calenté ni nada cuando leí su diatriba contra los españoles a cuenta de su actuación en América (lo escribe un inglés, ojo). Y de paso que condenen a la mazmorra a Andrés Trapiello en Las armas y las letras: a ver qué es eso de llamar a Valladolid "ciudad inhóspita y levítica". Cazurro de las polainas. Y a La verdad sobre el caso Savolta de Mendoza, que se produce en términos aún más hirientes contra Pucela...

En fin, el día que yo me ponga a denunciar ofensas no va a quedar títere con cabeza en las bibliotecas. Puestos a entronizar la subnormalidad...


P. D.: como el artículo es restringido, pongo aquí el primer párrafo:

Un reciente artículo en un blog del New York Times habla sobre las normas por las que se rigen las bibliotecas públicas en Estados Unidos cuando reciben quejas sobre libros. En él se dice que la Biblioteca Pública de Brooklyn retiró de sus estanterías, en 2007, una edición de Tintín en el Congo debido a que su contenido se consideraba ofensivo hacia los negros, en las ilustraciones y en el texto.


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30 agosto 2009

Oficial Stubb, en "Moby Dick"


No hay modo de saber qué pensaba de la muerte misma. Podría preguntarse si alguna vez pensaba en ella en absoluto, pero si alguna vez inclinaba su mente hacia ese lado, después de una grata comida, no hay duda de que, como buen marinero, la consideraba como una especie de llamada de guardia para salir a cubierta y ocuparse allí en algo que ya vería qué era cuando obedeciera la orden, pero no antes.


Qué envidia. Si todo eso procede de una conciencia tranquila, claro, y no de atolondramiento. Pero el personaje no es un atolondrado.
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26 agosto 2009

Maduros


Estamos maduros para que se nos prohíba fumar en lugares públicos, dice la ministra socialista. Y es cierto. La ministra habla chin, claro. Traduciendo, significa que el pueblo español ha alcanzado el nivel de aborregamiento y sumisión necesarios para que cuele esa ley y las que vengan.

Resultó fascinante, en verdad, el modo en que se acogió la actual ley antitabaco. Rebaños de colegiales y profesionales, tan dispuestos a la rebeldía cuando los mandatos provienen de otras instancias (digamos Iglesia, digamos profesorado) se apiñaban en la puerta del instituto o de la oficina para fumar el pitillo sin el menor gesto de repulsa por su nueva condición de excluidos sociales.

Maduro es, en su recta acepción, el que no necesita prohibiciones porque es lo suficientemente responsable. En socialista, designa aquella sociedad a la que se le puede imponer una prohibición tras otra porque las acoge dócilmente. Como la española.

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16 agosto 2009

Imponer


Cuando algún socialista advierte que nadie debe imponer sus creencias a los demás, hay que leer: que nadie trate de interferir en el monopolio del gobierno sobre las ideas y las costumbres.

Y, sin embargo, en una sociedad abierta, es el gobierno, es el Estado, quien ha de abstenerse de inculcar pautas de pensamiento y de moral y dejar que sean las instancias sociales quienes expresen libremente sus propuestas en ese sentido. Pero un gobierno socialista, si puede renunciar a Marx, nunca abandona su querencia a dirigir la mente y los comportamientos de sus gobernados. Cuestión distinta es que lo haga bajo la bandera, no ya de la democracia, sino de otros rótulos igualmente biensonantes.

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15 agosto 2009

Desertores


Bueno, en contra de lo que pensaba, estas vacaciones me permiten un acceso a internet, así que seguiremos perpetrando piensodeques de vez en cuando.


Leo con horror a José María Marco. El libro de Paul Gottfried, La extraña muerte del marxismo, me hizo quitarme el pelo de la dehesa y darme cuenta de que eso de la memoria histórica no es un asunto sólo español, sino que en toda Europa ya se había llevado a cabo, sobre todo en Alemania, como proceso de reeducación. Marco aporta nuevos casos, sobre todo en Sudamérica, con la retirada de las estatuas de Colón y la promoción del indigenismo. Pero lo que más asusta, hasta el punto de que uno no se lo cree, es esa glorificación de la figura del desertor, que hasta ahora pensé circunscrita a una Mari Trini en decadencia, pero en la que se llega a pringar nada menos que Sarkozy. Asusta porque a un desertor se le puede compadecer, incluso comprender, pero lo que no puede es ser objeto de homenajes oficiales, y cuando eso ocurre sólo cabe concluir que estamos cada día más enfermos. Me acuerdo de Astérix en Córcega:

-Y el que deserte, será castigado como se merece.
-(Un legionario a otro) ¿Y qué es lo que se merece un desertor?
-La cruz. Pero no la de servicios distinguidos, ¿me entiendes?

Cómo cambian los tiempos, Venancio.