29 junio 2012

Concilio

Los analistas del siglo XX deberían conceder mayor importancia a un hecho tan decisivo como el que el Concilio Vaticano II se abriera a la libertad religiosa. ¿Qué Misionero cabe aquí, cuando la creencia del prójimo tiene tanto valor como la fe propia?

José Javier Esparza, Juicio a Franco

Es la única falta que le pillo a Esparza en este libro y que me hace reflexionar sobre lo difícil que debe de ser, por lo visto, distinguir entre el indiferentismo religioso y la libertad de profesar lo que a uno le venga en gana.

Con todo, es cierto que el hecho se dio: muchos eclesiásticos dejaron de misionar como consecuencia de ese equívoco, del que no tuvo la culpa, ciertamente, el Concilio.

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28 junio 2012

Juicio a Franco

Este libro es ampliación de un artículo publicado en Razón española hace algunos años. Su núcleo sigue siendo la visión del franquismo como sucesión en el tiempo de tres figuras, en el sentido que daba Jünger a esta palabra; tres arquetipos, podríamos decir también. Esas tres figuras son la del soldado, la del misionero y la del desarrollista. Esto se amplía en el libro con unos capítulos que podríamos llamar introductorios y que versan sobre la necesidad de depurar la visión, digamos, oficial de Franco como dictador fascista y encarnación de todo lo que no debió haber sucedido en España. Hay también dos especies de epílogo, uno sobre la diferencia entre memoria e historia, encajado un poco a la fuerza en la estructura del libro y con ocasión, por supuesto, de la Ley Zapatero de Memoria histórica; y otro que es una conversación con Pío Moa y que viene a resumir de algún modo todo lo que se nos ha dicho en el volumen .


Podríamos decir que estamos ante lo que propiamente llamamos un ensayo: no un libro de historia, ni siquiera de divulgación, tampoco de biografía, sino ese "escrito de carácter expositivo donde el autor desarrolla un tema desde una óptica personal, sin ánimo de agotarlo y con cierto carácter literario". La prosa de Esparza es correctísima y amena, sus afirmaciones podrían discutirse a cada paso y completarse con abundantes datos, aunque no escasean las referencias a fuentes. La visión del personaje es, desde luego, favorable, pero distanciada, un distanciamiento que no deja de formar parte de la tesis del libro: hay que situar a Franco en la historia y en el debate sereno.


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25 junio 2012

Los peores argumentos

Los de la Coalition for Marriage en su intento de detener el matrimonio homosexual en Gran Bretaña.

El principal argumento que maneja la plataforma es que las parejas del mismo sexo ya tienen –desde que entró en vigor en 2004 la Civil Partnership Act– los mismos derechos a que da acceso el matrimonio.

Lo cual supone conceder que el matrimonio y lo otro se parecen en algo. Y si no, ¿por qué los hermanos o los compañeros de estudios que conviven no pueden acceder a la Civil Partnership Act?


 “La Iglesia [de Inglaterra] ha apoyado la supresión de anteriores desigualdades legales y materiales entre parejas heterosexuales y parejas del mismo sexo"

Pues muy mal hecho. Ese es justo el lenguaje que no hay que emplear. Parejitas de diversas formas y colores, ¿por qué no van a poder jugar a lo mismo? No: se hace indispensable dejar clara la diferencia entre el producto auténtico y el fraude*. 

¿Por qué ese temor reverencial ante la retórica progresista? Con lo sencillo que es afirmar sin ambages que existen hombres y mujeres, y que existen por una razón muy obvia, que es nada menos que la propia vida.

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*Fraude, sí. Así lo percibía el espermatozoide del viejo chiste, cuando exclamaba: "¡Alto, chicos! ¡Traición..!, ¡mierda!" Es muy zafio para ponerlo en el texto, pero muy significativo.

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21 junio 2012

Más sobre "Música blanca"

Sugiere Cristina Cerezales que la propia Carmen Laforet no estaba muy convencida del final que dio a La mujer nueva. Lo hace al referirse a una visita de Carmen a Gerald Brenan, en la que este le manifestó que no le gustaba mucho ese final. Creo que gustó a muy pocos, porque pocos había preparados para entenderlo: la palabra adocenamiento, empleada por Manuel García Viñó (quien, por otra parte, considera esta novela la mejor de su autora), da suficiente fe de ello. Imagino las presiones que Carmen Laforet tuvo que sufrir en ese sentido, cómo has podido y tal, hasta el punto quizá de hacerla dudar a ella misma.

Y, sin embargo, como ya dije en otro lugar, la novela es un cuerpo sin fisuras. Ese final es el único posible porque es el único coherente con el desarrollo de la novela. Por supuesto, Paulina podía haber sido infiel a lo que le fue revelado; pero la obra habría perdido el carácter ejemplar que la anima desde el principio. Habría sido incoherente consigo misma.

El problema de sus detractores es de romanticismo. Se supone que una mujer que abandona el hogar siguiendo los dictados de su corazón debería haberlos seguido hasta el final quedándose junto a su amante o, al menos, rehaciendo su vida en solitario. Sucede, saben, que su crisis no es existencial, sino religiosa. El nombre de Paulina no está puesto por casualidad. Y desde que Paulina ve la luz, en ese magnífico episodio en el tren, no hace más que buscar las consecuencias últimas de esa iluminación. Y entre ellas no está la de ir donde el corazón te lleve, sino más bien la de poner el corazón a disposición del querer divino. Entregarlo. Es lo que hicieron las carmelitas, pero lo suyo es otra cosa. Así que Paulina vuelve al hogar, pero no como derrotada, ni como escarmentada (eso quizá fue lo que vieron muchos, oh santa Lucía) sino como victoriosa. Era la primera novela que sugería la contemplación en medio del mundo, o del hogar. No es extraño que fuese incomprendida.


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20 junio 2012

Música blanca

Cristina Cerezales narra los últimos días de su madre, sumida en un alzheimer o algo parecido, aunque desde mi condición de ignorante en medicina lo identificaría más bien con el autismo. Lo hace con una técnica original: en segunda persona Cristina se refiere a sí misma mientras visita a Carmen y trata de comunicarse con ella y entender sus vivencias. De modo paralelo, narra en primera persona esas mismas vivencias de la escritora enferma. A ambos planos narrativos se añaden a veces otros, como los diarios de las nietas o los mensajes (¿telepáticos?) que Cristina recibe de su madre. Todo ello mientras Carmen Laforet hojea hacia atrás un álbum de fotografías. A medida que retrocede hasta su nacimiento, Carmen se acerca a la muerte.

Es un emocionante homenaje filial en el que se aprecia tanto el cariño como la admiración de Cristina hacia su madre. El velo del pudor deja en un plano secundario la relación entre Carmen Laforet y su marido Manuel Cerezales, que tanto nos hubiera gustado conocer al menos por lo que respecta a las causas de su separación; episodio este que nos resulta chocante a nosotros, los entusiastas de la novela más valiente (en el sentido que hoy se suele dar a esta palabra) del pasado siglo, y me refiero a La mujer nueva. Resulta chocante, digo, porque Carmen Laforet acabó eligiendo la vía contraria a la de su heroína Paulina Goya y abandonando el convento. Por otro lado, esta Carmen Laforet que nos presenta Cristina se muestra siempre muy celosa de su libertad, mientras que Paulina no quería otra cosa que invertirla bien, su libertad, digo. Pero no podemos juzgar a la persona real por el retrato literario, aunque lo haga su hija y lo haga desde un amor acendrado. Carmen murió en paz con Dios, con su marido y con sus hijos. No es poco decir.

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18 junio 2012

La de todos y todas

El estado no era tan dueño de los hombres entonces, cuando podía mandarlos a la hoguera, como en algunos casos ahora, cuando puede mandarlos a la escuela primaria.

Chesterton, "Santo Tomás Moro", en La cosa y otros artículos de fe

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16 junio 2012

Publicanos y fariseos

Nicolae Steinhardt: Hay un odio implacable contra el bien y un rechazo profundo y despreciativo ante todo lo que es hermoso. Hasta tal punto, que me pregunto si lo sorprendente no es el hecho (que indigna a los escribas y fariseos) de que Cristo comiera y bebiera con los recaudadores de tributos y los pecadores, sino que estos comieran y bebieran con él.

Tal vez suceda que hay dos tipos de pecadores: los que no han conocido el Bien y los que, habiendo sido interpelados por Él, lo han rechazado. Estos, me parece, son los más contumaces odiadores.

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14 junio 2012

Sin fundamento

Tocqueville, La democracia en América:

Durante mi estancia en América un testigo se presentó ante el tribunal del condado de Chester (Estado de Nueva York) y declaró que él no creía en la existencia de Dios ni en la inmortalidad del alma. El presidente se negó a tomarle juramento, considerando, dijo, que el testigo había destruido de antemano toda la fe que pudiera prestarse a sus palabras. Los diarios reseñaron el hecho sin comentarios.

Yo tampoco los haré. Tan sólo consigno el del propio Tocqueville:

 Los americanos confunden de tal modo en su espíritu el cristianismo y la la libertad, que es casi imposible hacerles concebir el uno sin la otra.

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12 junio 2012

Estrés docente

Una oración reflexiva:

No tenía que haber hecho lo que hice ayer.

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10 junio 2012

Ese zumbido sordo y doloroso

El conde de Montecristo: Villefort ha decidido, contra su conciencia, encerrar a Edmundo Dantés para poner a salvo a su padre y, de paso, a sí mismo.

Entonces, en el fondo de aquel corazón enfermo nació el primer germen de una úlcera mortal. El hombre que sacrificaba a su ambición, aquel inocente que pagaba por su padre culpable se le apareció pálido y amenazador, dando la mano a su novia, pálida como él y arrastrando tras sí el remordimiento, no el que hace saltar al enfermo como a los furiosos de la fatalidad antigua, sino ese zumbido sordo y doloroso que en determinadas ocasiones castiga al corazón y le hiere con el recuerdo de una acción pasada, herida esta cuyos lancinantes dolores abren un mal que sigue haciéndose más y más profundo hasta la muerte.

Y esto vale para cualquier criminal, tanto el que condena a un inocente como el que atropella y se da a la fuga, por ejemplo. Es muy cierto que Dios no castiga.

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09 junio 2012

Han puesto sus sucias manos en los cómic Marvel.

Están por todas partes. Es angustioso, como una película de zombies o de ladrones de cuerpos. La invasión de los retroamantes, o algo así. Lo malo es que esas películas suelen acabar mal, con el prota convertido en uno de ellos. ¡No, no, aaagh...!

Hace tiempo que no sigo los cómic Marvel, pero es como si me escupieran en un recuerdo familiar. Espero que Ibáñez se jubile antes de que le obliguen a casar a Mortadelo y Filemón.

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07 junio 2012

Ray Bradbury

Me pareció un buen nombre para algún personaje de mis historietas, las que dibujaba de pequeño, aunque creo que no llegué a utilizarlo. Sacaba los nombres, entre otros lugares, de las firmas que veía en las antologías de lecturas que la editorial Edelvives ponía a disposición de los escolares de EGB. Allí aparecía un fragmento que creo que sería de las Crónicas marcianas, aunque maldito lo que recuerdo de él. Aún no he leído las Crónicas, pero sí el Farenheit. Eso sí, nunca me acuerdo del número de tres cifras que acompaña el título. Otro recuerdo que tengo de Bradbury es la ocurrencia de alguien según la cual, de los tres mayores escritores de ciencia-ficción, Asimov sería el científico, Clarke el metafísico y Bradbury el poeta. Ahora que lo pienso, creo que sólo he leído una obra de cada uno de ellos.

El propio Bradbury ya se encargó de decir que si de verdad quería evitarse que la gente leyera libros, sería mejor quitarles las ganas que andar quemando bibliotecas. En eso están, e incluso puede que con ese procedimiento acaben también con los hombres-libro, porque nadie creerá necesario salvar la literatura mediante la memoria. Lo de los hombres-libro dejó de ser ciencia-ficción en el espacio concentracionario soviético, tal como nos informa Nicolae Steinhardt en su diario. Resulta emocionante oírle contar cómo los presos se narraban unos a otros las mejores obras del siglo, allí donde no podían tener acceso a ellas; ni intra ni extramuros. El siglo XX ha confirmado con su realidad las peores alucinaciones de sus fabuladores.


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06 junio 2012

Más sobre "El enigma best-seller"


Hay algo en lo que creo que se equivoca David Viñas, y es cuando contrapone (lo hace con frecuencia) el libro que simplemente cuenta una historia (al que va, lógicamente, el favor del público) y las novelas con pretensión artística, cuyo objetivo sería cautivar por medio de los artificios literarios.

Pero supone menospreciar a estas últimas el pensar que ellas no cuentan una historia. Sucede que la historia que cuentan es de índole diversa a la del best-seller, más de orden interior o espiritual, o simplemente psicológico si queremos. Y sucede también que esa historia debe ser contada así, en esos términos, con esos procedimientos y no otros. Hablo, al menos, de las novelas mejores, no de aquellas que siguen su estela por puro esnobismo o inercia. ¿Cuántas imitaciones de Joyce o de Faulkner, con bastante poco que decir, surgieron en los 60-70 en España, por ejemplo? Pero esas no sobreviven. Son como westerns de poca monta comparados con John Ford.

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03 junio 2012

El enigma best-seller

Me he preguntado con frecuencia, a lo largo de esta lectura, cómo habrían encajado en el esquema que traza David Viñas Piquer casos como el de Torcuato Luca de Tena, Mercedes Salisachs o, en un nivel inferior, José Luis Martín Vigil, Fernando Vizcaíno Casas o Ángel Palomino, que fueron reyes del best-seller en su momento. Viñas hace abundantes referencias a la enemistad entre la crítica seria y los autores de best-sellers y, como suele suceder, se advierte una cierta simpatía del autor hacia su objeto de trabajo: algo tendrá el agua cuando la bendicen. Y me choca porque es una caridad que nunca se tuvo con los escritores que acabo de citar.

La tesis es la siguiente: los best-seller no se parecen entre sí (salvo los del mismo autor o del mismo género), pero ha de haber algún secreto para su éxito: una especie de best-seller ideal que se halla en el inconsciente del lector y del que participan todos los superventas. Es decir, como titula un capítulo: "De cómo a se parece a z y b se parece a z pero a y b no se parecen entre sí". Luego, Viñas se pone a explicar los rasgos de ese arquetipo, que serían: anabolizantes didácticos (la previa documentación del autor, incrustada tal cual en el libro), cuidados intensivos (explicárselo todo al lector), aventura, fantasía, goticismo, bildung, suspense, acción, erotismo, elemento histórico, sentimentalismo. Todo ello nos resulta familiar, pero tal vez se nos había pasado por alto lo de los anabolizantes y los cuidados intensivos, capítulos en donde el tono del autor se hace más crítico y divertido.

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01 junio 2012

Dívar

Se puede destruir una reputación con un sintagma nominal. Por ejemplo, El caso Dívar. No recuerdo cual era el predicado, pero, con ese sujeto, es decir, con sugerir la mera existencia de un caso, El País ya estaba contribuyendo a poner en la picota al presidente del CGPJ. Cuando lo cierto es que, en puridad, no había tal caso, sino la ocurrencia maliciosa de un juez que resultó desautorizado. No hace falta ni un verbo para arruinar un buen nombre. La retórica periodística es un arma cargada de veneno.

A propósito de Dívar: recuerdo cuando Federico Jiménez Losantos reaccionaba airadamente (un pleonasmo, en su caso) ante la insinuación de José Luis Corcuera de que cierto periodista "perdía aceite". A ti qué te importa lo que pierden o dejan de perder los demás, deja en paz la vida privada de la gente y limítate a la cuestión política de turno, etc. etc., es lo que venía a argüir, con bastante razón, la actual estrella de Es Radio. ¿Sería, pues, mucho pedirle que predique con el ejemplo y deje de hacer gracietas a costa de las creencias y devociones de, por ejemplo, Dívar o Fernández Díaz? Me lo pregunto retóricamente, claro. Por supuesto que sería pedirle mucho. Pero sepa don Federico que pocas veces resulta tan ramplón como cuando se une al coro que los que se creen en la obligación de decir una memez cada vez que alguien se manifiesta como fiel cristiano.

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