10 junio 2012

Ese zumbido sordo y doloroso

El conde de Montecristo: Villefort ha decidido, contra su conciencia, encerrar a Edmundo Dantés para poner a salvo a su padre y, de paso, a sí mismo.

Entonces, en el fondo de aquel corazón enfermo nació el primer germen de una úlcera mortal. El hombre que sacrificaba a su ambición, aquel inocente que pagaba por su padre culpable se le apareció pálido y amenazador, dando la mano a su novia, pálida como él y arrastrando tras sí el remordimiento, no el que hace saltar al enfermo como a los furiosos de la fatalidad antigua, sino ese zumbido sordo y doloroso que en determinadas ocasiones castiga al corazón y le hiere con el recuerdo de una acción pasada, herida esta cuyos lancinantes dolores abren un mal que sigue haciéndose más y más profundo hasta la muerte.

Y esto vale para cualquier criminal, tanto el que condena a un inocente como el que atropella y se da a la fuga, por ejemplo. Es muy cierto que Dios no castiga.

__