Me he preguntado con frecuencia, a lo largo de esta lectura, cómo habrían encajado en el esquema que traza David Viñas Piquer casos como el de Torcuato Luca de Tena, Mercedes Salisachs o, en un nivel inferior, José Luis Martín Vigil, Fernando Vizcaíno Casas o Ángel Palomino, que fueron reyes del best-seller en su momento. Viñas hace abundantes referencias a la enemistad entre la crítica seria y los autores de best-sellers y, como suele suceder, se advierte una cierta simpatía del autor hacia su objeto de trabajo: algo tendrá el agua cuando la bendicen. Y me choca porque es una caridad que nunca se tuvo con los escritores que acabo de citar.
La tesis es la siguiente: los best-seller no se parecen entre sí (salvo los del mismo autor o del mismo género), pero ha de haber algún secreto para su éxito: una especie de best-seller ideal que se halla en el inconsciente del lector y del que participan todos los superventas. Es decir, como titula un capítulo: "De cómo a se parece a z y b se parece a z pero a y b no se parecen entre sí". Luego, Viñas se pone a explicar los rasgos de ese arquetipo, que serían: anabolizantes didácticos (la previa documentación del autor, incrustada tal cual en el libro), cuidados intensivos (explicárselo todo al lector), aventura, fantasía, goticismo, bildung, suspense, acción, erotismo, elemento histórico, sentimentalismo. Todo ello nos resulta familiar, pero tal vez se nos había pasado por alto lo de los anabolizantes y los cuidados intensivos, capítulos en donde el tono del autor se hace más crítico y divertido.
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