01 junio 2012

Dívar

Se puede destruir una reputación con un sintagma nominal. Por ejemplo, El caso Dívar. No recuerdo cual era el predicado, pero, con ese sujeto, es decir, con sugerir la mera existencia de un caso, El País ya estaba contribuyendo a poner en la picota al presidente del CGPJ. Cuando lo cierto es que, en puridad, no había tal caso, sino la ocurrencia maliciosa de un juez que resultó desautorizado. No hace falta ni un verbo para arruinar un buen nombre. La retórica periodística es un arma cargada de veneno.

A propósito de Dívar: recuerdo cuando Federico Jiménez Losantos reaccionaba airadamente (un pleonasmo, en su caso) ante la insinuación de José Luis Corcuera de que cierto periodista "perdía aceite". A ti qué te importa lo que pierden o dejan de perder los demás, deja en paz la vida privada de la gente y limítate a la cuestión política de turno, etc. etc., es lo que venía a argüir, con bastante razón, la actual estrella de Es Radio. ¿Sería, pues, mucho pedirle que predique con el ejemplo y deje de hacer gracietas a costa de las creencias y devociones de, por ejemplo, Dívar o Fernández Díaz? Me lo pregunto retóricamente, claro. Por supuesto que sería pedirle mucho. Pero sepa don Federico que pocas veces resulta tan ramplón como cuando se une al coro que los que se creen en la obligación de decir una memez cada vez que alguien se manifiesta como fiel cristiano.

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