Es de Perogrullo decir que
Pedro Páramo, como cualquier novela donde la ambientación tenga un papel de relevancia, se entendería mejor si uno conociera la zona. Esos calores aplastantes, esa galvana, esa flora, aquellas aldeas semifantasmales... Sin embargo, tengo la impresión de que los escritores hispanoamericanos tienen un concepto bastante malo de su propia tierra; son unos snob que parecen querer disculparse de haber nacido allí y exageran sus defectos, como diciendo que con unos cuantos como ellos otro gallo cantaría. Pero esto no pasa de ser una impresión, claro.
Y lo cierto es que lo mismo podría decirse, tal vez, de
Faulkner y de su profundo Sur.
Pedro Páramo, es verdad, supone la llegada a Hispanoamérica de la novelística de
Faulkner, no sólo en lo que respecta a las técnicas narrativas: cambio de puntos de vista, alteraciones del orden del tiempo..., sino también en esa visión sombría de la humanidad donde la Redención parece haber fracasado y la sombra de
Caín vaga errante, como en el poema de
Machado.
A propósito de sombras, lo que no se le había ocurrido a
Faulkner, que yo sepa, es hacer una novela con fantasmas (o almas en pena) como protagonistas, y esta audacia hay que reconocérsela a
Rulfo. Aquí vagan errantes las sombras de todos aquellos que han muerto atrapados por sus pecados, o por su pecado mayor de haber nacido, como diría Segismundo, de tal modo que hasta el cura se ve impotente para ejercer su potestad de perdonar, atrapado él también por el odio cainita, a pesar de ese misterioso ¿y esperanzador? "está bien, Señor, tú ganas".
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