23 octubre 2011

Sólo conozco una clase de personas que se alegran cuando les dicen que no los van a matar.

Son los secuestrados. El resto de la gente manda a su comunicante a freír espárragos lo más cerca, y toma las medidas pertinentes ante lo que es más una amenaza implícita que cualquier otra cosa. Yo no saludo así a mi vecino: "No pienso matarte, Manolo. Espero que me invites a algo".

Si no supiéramos lo que pasa, la comparecencia del jefe del ejecutivo el jueves habría parecido la de alguien que se cree secuestrado, él y su país. Lo esperable en un gobernante que creyese mínimamente en el Estado de Derecho que representa sería algo así: Estoy aquí para decirles a lo terroristas que se metan su comunicado por el culo y que nuestra oferta negociadora sigue siendo: rendición incondicional o persecución a muerte.

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