07 octubre 2011

La gangrena


De este novelón se podría haber hecho una serie televisiva de las que en los 80 titularon Grandes relatos. Recuerda, en efecto, a una de esas epopeyas de hombres de nuestro tiempo, dudosamente recomendables, cuyo paradigma vendría a ser Hombre rico, hombre pobre. La gangrena es un best-seller a aquella vieja usanza, con todos los ingredientes del éxito: destreza narrativa, amor, lujo, toque social y toque existencial, algo de morbo sexual (que aquí se diluye y no se mastica, a modo de condimento)..., una fina artesanía, en suma, gracias a la cual hablamos no sólo de un producto de éxito sino de una gran pieza literaria.

De hombres ricos se habla aquí por extenso, y no tanto de hombres pobres, y tal vez por eso alguien dijo que estábamos ante la última gran muestra del bienpensantismo burgués, o algo así: habló no el hombre pobre, sino el pobre hombre. Tal vez el mejor elogio de una novela sean las memeces de sus detractores. Sólo una frase como esa ya me habría inducido a leer La gangrena. El caso es que aquí se trata de burgueses, pero para criticarlos con tremenda dureza. El cuadro de egoísmos, odios y ambiciones que se nos presenta es alucinante. Creo que no acertó aquel que dijo que El Jarama retrataba a nuestra actual clase política en su juventud: si acaso retrataba a los que se dejarían gobernar por ellos. Es en La gangrena donde yo veo a toda la caterva que ha movido el cotarro, no sólo político, de la transición para acá. Mercedes Salisachs deja sin embargo un lugar a la esperanza, un tanto postizo desde el punto de vista novelístico, pero no del de la realidad.

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