12 octubre 2011

Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos


Decididamente, tienen más gracia Buster Keaton, Harold Lloyd, Charlot y demás, que Alberti en este homenaje. Entre otras cosas, porque, como no seas un experto en cine cómico norteamericano, nunca pillarás las alusiones. Si es que lo son. Porque yo creo que el editor se pasa un poco buscando correspondencias entre los poemas albertianos y las películas. Por ejemplo, basta que Alberti cite una suela de zapato para que Brian Morris recuerde la bota cocinada de La quimera del oro.

Lo cierto es que este poemario da fe de la indudable relación entre las vanguardias artísticas y el cine cómico de los años 20. El componente surrealista de sus peripecias es explotado aquí por el mismo Alberti que, en un tono muy diverso, había escrito Sobre los ángeles. El disparate apunta ya en el título del volumen (tomado de unos versos de Calderón) y continúa en los de los poemas. Así, por ejemplo, "Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una verdadera vaca" o "A Rafael Alberti le preocupa mucho ese perro que casualmente hace su pequeña necesidad contra la luna", etc. La idea, parece, es trasponer los gags cómicos de sus actores favoritos a la palabra de la que carecían en la pantalla. Como digo, no tiene gracia y queda como un curioso experimento. El lenguaje, por supuesto, recuerda al de Poeta en Nueva York y al de algunas cosas de Aleixandre, salvando las distancias. Abundan las onomatopeyas, que imitan los subtítulos de las pantallas, y las burlas a lo convencional y lo respetable, también como en las películas.
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