29 febrero 2024

¿Por qué piden

que se juzgue un asesinato como un “delito de odio”? ¿Es que ahora sale más caro odiar que asesinar? Me temo que algo hay de eso; lo malo es pensar que, dado que el odio como tal no se puede probar judicialmente (por odiar responderé ante Dios, pero no ante los tribunales, a no ser que mate, hiera o injurie), el tal “delito de odio” lo que hace es penalizar la libre expresión de los sentimientos, con el objetivo poco disimulado de penalizar, de hecho, el pensamiento. Estar en desacuerdo con ciertas cosas es ya odio, lo que nos lleva a acabar con el fundamento de toda democracia, al menos tal como me han enseñado que es la democracia, que se fundamenta en el libre contraste de pareceres. El parlamento, de llevar al extremo este planteamiento, no sería más que un nido de odios. El delito de odio es un ejemplar acabado de instrumento totalitario.




28 febrero 2024

Cuando oigo

a alguien decir que las supuestas pedagogías modernas, consistentes básicamente en reducir contenidos y desvalorizar los exámenes, son cosa de los neoliberales o los capitalistas, me pregunto quién de los dos está fuera del mundo real.

Parecen sugerir que los gobiernos socialistas no tienen más remedio que aplicar esas políticas, urgidos por no se sabe qué poder oculto, que es así el auténtico responsable del rechazo al estudio y los conocimientos; o bien que Maravall, Zapatero y Celaá-Sánchez son en realidad unos neoliberales de tomo y lomo bajo su disfraz socialista.

La verdad, prefiero creer que las cosas son lo que parecen, y que son los socialistas los empeñados en lograr analfabetos funcionales o de los otros, disfrazando con hojarasca retórica y metodologías innovadoras su rechazo a la instrucción y el auténtico aprendizaje.



24 febrero 2024

La tabla de Flandes

La trama es a todas luces inverosímil pero resulta subyugante. Una vez más me sorprende la capacidad de este tipo para contar una historia. Tal vez tanto los personajes como el narrador caigan un poco en la altisonancia, pero eso es pasarse un poco con la levadura, y nada más.

Sucede que a Julia, restauradora del museo del Prado, joven y bella (princesa y héroe a la vez), le da por buscar tres pies al gato en una pintura flamenca titulada Partida de ajedrez… y los encuentra. El misterio escondido en el cuadro (el asesinato de uno de los jugadores, nobles reales de la época) lo revalorizaría enormemente en las subastas. Y lo que podría ser solo un conflicto de intereses se transforma en una pesadilla cuando un diabólico personaje que actúa en la sombra decide jugar aquella partida con muertos reales de por medio.

La inverosimilitud a la que me refiero está en esa perfección matemática con que se desarrolla la trama, con el malo ejecutando sus estrategias y uno de los buenos, lumbrera del ajedrez, respondiendo. Ya digo, nada importa esto gracias a la facultad de Pérez-Reverte de crear personajes fuertes (César, el árbitro de la elegancia homosexual, o Muñoz, el Sherlock Holmes del ajedrez en figura de oficinista astroso) y a su habilidad complementaria para retratar a los estúpidos. También, ya lo dije, a su maestría para conducir la historia.

Lo de diabólico no es un decir: el jugador en la sombra es, como Satanás, alguien a quien una herida mortal en su orgullo lleva a perderse y a perder a otros, ejerciendo de paso un poder seductor compatible con su refinamiento en el mal. ¿Excesivo? Novelesco.

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21 febrero 2024

Tal como

esperaba, Julia Escobar se muestra bastante independiente (aunque no del todo) de los puntos de vista establecidos sobre el tema mujer en su conferencia sobre Emilia Pardo Bazán. Es una exposición centrada más bien en lo anecdótico de la vida de la condesa, con abundantes datos sobre sus amigos y enemigos, sobre las ocurrencias más o menos crueles del buen pueblo acerca de su persona, en definitiva sobre su popularidad, que fue amplia, por lo que podemos oír. De esta intervención de Julia Escobar me quedo con algunas cosas. Primero, eso de que en Antonio Maura, que fue uno de sus grandes partidarios, al parecer, encontró un gran apoyo para su combate en pro de los derechos de la mujer, signifique eso lo que signifique, y recordemos que Antonio Maura fue uno de los conservadores más significados de la historia contemporánea española. Segundo, su corrección, al vuelo, de la expresión feminismo radical, que no debió de parecerle adecuada (a mí tampoco), corregida, digo, como feminismo desquiciado, lo cual resulta, efectivamente, más ajustado. Tercero, su insinuación sobre el feminismo ful de los krausistas, que nos remite a la biografía de Giner de los Ríos escrita por José María Marco, que leí pero de la que no recuerdo nada sobre ese particular. Tendré que repasarlo.



17 febrero 2024

Cancionero y romancero de ausencias

Sabido es que las “Nanas de la cebolla”, aun siendo una obra maestra, resultan aún más patéticas conociendo el contexto. Los editores (Jauralde, el quevedista, y otro) nos reproducen la carta que acompañaba el poema, de Hernández a su mujer. Es enternecedor oírle hablar de “unas coplillas que le he hecho”, no solo porque parece que no fuera consciente de la magnitud de la obra y que lo que le importa es hacer un regalo al niño, sino porque te imaginas al ilusionado papá dando lo mejor de sí mismo en homenaje al rorro, como quien fabrica un juguete sacando la lengua. A estas alturas has perdonado al poeta su complicidad con asesinos para fijarte solo en el padrazo.

Aunque hay expresiones herméticas en las Nanas, en su mayor parte son transparentes y llegan al corazón. Más intrincado resulta “Hijo de la luz y de la sombra”, aunque se transparente el homenaje al amor fecundo (“te quiero en tu ascendencia y en cuanto de tu vientre descenderá mañana”). “Llegó con tres heridas” siempre me pareció un prodigio de condensación expresiva, siglos de poesía y abismos de meditación concentrados en tres coplas prácticamente iguales. El resto me ha parecido muy ajustado a lo que dice el título, si entendemos “cancionero” en el sentido medieval, puesto que se trata en su mayoría de coplas de arte menor con abundancia de reiteraciones y paralelismos (salvo cuando le da por el alejandrino, que también maneja a la perfección). Eso sí, las imágenes y la adjetivación resultan plenamente herederas de las vanguardias. Puro 27.

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11 febrero 2024

Estos trece

Faulkner aburre a las ovejas, eso es un hecho cierto. Y pienso que sus admiradores lo que admiran en él es ese arte de contar las cosas de la manera más enojosa posible. No solo la famosa sección del El ruido y la furia, sino toda su obra parece escrita bajo el punto de vista de alguien con problemas mentales. En esta colección, que lleva el título original que le puso Faulkner, agrupa los trece cuentos en tres partes. La primera tiene como escenario la Primera Guerra Mundial, la segunda se desarrolla en su profundo Sur y la tercera incluye dos piezas ambientadas en Italia y una tercera que viene a ser un poema en prosa que parece transcribir las sensaciones de alguien a las puertas del otro mundo: hablo del relato titulado, no sé por qué, “Carcassone”.

No es que no haya anécdota. Al menos en los de las partes segunda y tercera la hay. Pero, cuando esperas que al final pase algo, te deja de un aire. Y lo mortificante es que tienes la sensación de que sí que ha pasado algo pero tú no te has enterado, de tal manera está implícito. Me ocurre como con los cuentos de Flannery O´Connor y sus famosos golpes de gracia. O pasa algo al final y tú no te enteras (con este tú me refiero a mí, lector limitado de entendederas como soy, claro) o ese algo está pasando a lo largo de toda la narración y tampoco te enteras a causa del endiablado estilo elusivo del autor, que cuenta las cosas atendiendo a lo colateral, por así decir, mientras lo principal queda sobreentendido. Lo que no deja de humillarme cantidad.

Me quedo con esto:

Las chicas son diferentes de los chicos. Las chicas nacen destetadas y los chicos nunca llegan a estar destetados.

Y con esto (sobre una chica que falsificaba sus notas):

Ni el diablo entiende cómo los que quieren a una mujer la dejan que les engañe.

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08 febrero 2024

Ah de Santa Marta

La primera caridad que les debemos es la verdad. Que nadie espere de la Iglesia palabras de aquiescencia. La unión de dos personas del mismo sexo jamás será un matrimonio. Esta afirmación no contiene ningún juicio acerca de estas personas, que siempre serán capaces de dar pruebas de cariño y generosidad, pero nunca podrán pretender vivir lo propio de la conyugalidad: el don de los cuerpos en un amor fecundo. Creo que el papa nos invita a no alimentar las ambigüedades a este respecto. Como hijo de san Ignacio, a quien debemos sus maravillosos Ejercicios espirituales, sabe que el estandarte de Cristo no es el de la confusión y los sobreentendidos. Nos invita a la caridad por la verdad y a la verdad en la caridad.

Cardenal Robert Sarah, en Se hace tarde y anochece




06 febrero 2024

Pirados

He venido escuchando una entrevista de Aceprensa con el doctor Miguel Ángel Martínez acerca de las enfermedades mentales de los adolescentes. Ya había barruntado yo algo en estos últimos treinta años, pero parece ser que el problema es más grave de lo que se percibe a simple vista, al menos por la extensión del daño. El doctor culpa en primer lugar a los móviles, con lo que parece que las consecuencias del abuso de este cacharro (el sonajero de adultos, como lo llamaba el profesor Tapia) van más allá de la pérdida de atención. Pero está por medio también la desestructuración familiar, claro, y esto, creo, es más grave que lo de los móviles por cuanto que no se quiere ver. Bueno, en las sesiones de evaluación es frecuente, cuando se trata de dar alguna explicación del mal comportamiento o de los malos resultados, escuchar: “sus padres están separados”. O sea, que, en el fondo, se admite, pero nadie quiere apostar, al menos desde los gobiernos, por políticas de fortalecimiento de la familia. Ni predicar con el ejemplo, porque buena parte de los asistentes a esas sesiones están en la misma situación, con o sin chicos zumbados. El doctor Martínez se muestra también partidario de hablar claro a los adultos que se hallan en esas situaciones irregulares: al fin y al cabo, viene a decir, nadie se corta un pelo para decir al prójimo que no le convienen tantos dulces, o tanto tabaco.

Luego abro el número de diciembre de la revista La antorcha y resulta que es un monográfico sobre la salud mental. Y estamos en lo mismo: los adolescentes y sus neuras, unas de verdad y otras provocadas por esa tendencia actual a patologizar cualquier estado de ánimo más o menos triste. Pero todas derivadas de la confrontación con ese absurdo que es el mundo tal como lo presentan. Es como si a nosotros lo sesentones nos meten de repente en el escenario de la película Tron, o simplemente en un videojuego: ¿qué hago yo aquí?, ¿cómo se sobrevive en este mundo de dos dimensiones?




01 febrero 2024

Orgullo y prejuicio

Esto era un señor que tenía cinco hijas que había que casar a toda costa, ya que, según las leyes del tiempo, la herencia tenía que recaer en un varón, que en su caso es un primo cursi y engreído. El padre, sin embargo, es un tipo bastante sereno y juicioso y carece de las impaciencias de su esposa. Aparece un hombre llamado Bangley que puede ser partido para la mayor, Jane. Por su parte, Elizabeth rechaza las proposiciones del primo Collins, ante el horror de su madre. Entonces Collins va y se casa con la vecina y amiga de la familia, Charlotte Lucas. Bangley desaparece de escena inopinadamente, tal vez por influencia de su amigo Darcy, que querría casarlo con su hermana (de Darcy, claro). Este, no menos inopinadamente que lo otro, pide matrimonio a Elizabeth, que le rechaza en los términos más duros que una novela de Jane Austen conoce. Sin embargo, Darcy no será el hombre que los prejuicios de Elizabeth habían imaginado, ni Wickham, el soldadito que se presentaba como su víctima, el santo varón que ella supuso.

Y va Lydia, la hermana menor, y se fuga con Wickham. La desolación en la familia no es para descrita, teniendo en cuenta los valores de esta sociedad. Pero, tras varios días de zozobra, se sabe que quieren contraer matrimonio. Y el fautor de ese matrimonio, que incluye un generoso préstamo por su parte, dado que Wickham está a dos velas, resulta ser Darcy. Empezamos a oír a lo lejos las campanas de boda entre éste y Elizabeth, pero se adelanta Jane con Bangley. Aún hay que superar los últimos restos de orgullo y prejuicio para que Elizabeth y Darcy se sinceren y se descubran sus sentimientos. La orgullosa y poderosa tía de Darcy no es obstáculo para el firme carácter de la joven.

Y al final todos felices. Y, que yo recuerde, no muere nadie, cosa rara en una narración de más de cien páginas.

Después de leer a Elizabeth Gaskell, se nota el salto de nivel. El humor sutilísimo, tanto en la voz narradora como en algún personaje (el señor Bennett); esos diálogos que parecen un vals vienés, el modo en que en cada personaje se dosifican en cantidades diversas ese orgullo y ese prejuicio que sirven de título y que, en efecto, son los protagonistas… Austen es mucho más, sin duda.

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