26 junio 2014

Los Buddenbrook



Thomas Mann es sobrecogedor narrando agonías. Al leer aquí la de la señora Buddenbrook me vino a la memoria el niño con meningitis de Doktor Faustus, cuyo nombre y papel en la novela no recuerdo pero que desde entonces hace que se me ericen los pelos cuando oigo hablar de esa enfermedad. Lo mismo me podría pasar desde ahora con la neumonía (“¡Algo para dormir, caballeros!”) si no me constara lo que hemos avanzado en cuestión de sedación. Y eso para no hablar del relato de una extracción de muelas de las de entonces, que también aparece aquí.

El caso es que en Los Buddenbrook, como en La montaña mágica, la enfermedad se asocia a la lucidez, a una extraña lucidez que se impone sobre una vida superficial que puede arrastrarse durante años, incluso con éxito, como es el caso del cónsul y luego senador Thomas Buddenbrook. Las expectativas de este hombre se ven truncadas con la personalidad hipersensible y enfermiza de su único hijo, tipo del artista romántico, que muere después de una arrebatadora improvisación musical. Pero previamente el senador había hecho ya la experiencia del dolor como paso previo a una muerte que se le aparece como la vida definitiva.

Por cierto, que sólo Thomas Mann es capaz de narrar la muerte de un personaje dedicando un larguísimo capítulo a contar un día normal de su vida para en el siguiente describir con pelos y señales, y con frialdad de enciclopedia, la enfermedad de la que murió (“El tifus cursa del siguiente modo:”)

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21 junio 2014

Bovary y similares



Tocqueville, en La democracia en América:

Cuando un europeo quiere reflejar en sus ficciones una de esas grandes catástrofes que tan a menudo suceden entre nosotros en el seno del matrimonio, procura excitar de antemano la compasión del lector mostrándole unos seres mal avenidos o a quienes se ha obligado a convivir. Aunque una larga tolerancia haya relajado nuestras costumbres desde hace tiempo, difícilmente conseguiría interesarnos en las desventuras de esos personajes si no empezara por excusar su falta. Este artificio no deja de surtir efecto. El espectáculo cotidiano de que somos testigos nos predispone cumplidamente a la indulgencia.

Los escritores norteamericanos no pueden presentar a sus lectores tales excusas como verosímiles, pues tanto sus leyes como sus costumbres las rechazan de plano. Así pues, ante la imposibilidad de hacer amable el desorden, renuncian a presentarlo. A esta causa, en parte, hay que atribuir la escasez de novelas que se publican en los Estados Unidos. 



Todavía no había aparecido La letra escarlata de Hawthorne. Es curioso, pero poco después de publicado el texto de Tocqueville empieza a despegar la novela norteamericana.



 

18 junio 2014

Daniele

Por un momento pensé que el nuevo rector de la Universidad de Valladolid era italiano: Daniele de Miguel. Pero en seguida reconocí el dialecto de los informadores locales de radio. Ya saben, “nose dirigímose ahora a Palencia, para conocere los detalles de…”

Lo malo es cuando hablan de la Consejería de Sanidace…


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14 junio 2014

Tubular Bells


Puesto a hacer largos viajes en solitario, discos como este son los más adecuados para transitar por puertos de montaña. "Fluctuante, etérea, onírica", son adjetivos que le colgaron algunos a la música de Mike Oldfield, y mucho de eso hay, ciertamente, así que le pega bien a un paisaje grandioso. Serviría también para relajar en la autovía de Extremadura, pero no es lo mismo.

Estoy hablando de un clásico, así que para los detalles véase wikipedia. A mí me lo dio a conocer un compañero de colegio y quedé inmediatamente seducido, a pesar de oírlo en un casete de mala muerte. Sorpresa añadida fue enterarse de dónde habían sacado la sintonía de Torneo, el mítico programa deportivo de Daniel Vindel. Pero aquella era, supongo, la versión orquestal que se hizo poco después. Desde luego, en Tubular Bells sonaba muy diferente.

Parte del encanto de Tubular Bells es que se trate de una pieza indivisa, salvo por el imperativo de las dos caras. Pero uno se dejaba fascinar también por los cambios de tema, que podían ser bruscos, como el que da paso a esa especie de polka final, o lo que sea. Desde luego, lo que yo siempre esperaba con ansia era la llegada de esa parte salvaje de la segunda cara que se diría la agonía del propio Satanás. De hecho, cuando supe que habían utilizado Tubular Bells en El exorcista, pensé que sería esa parte la elegida. Luego resultó que era la primera, esa cadencia monótona que todos recordamos.

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10 junio 2014

Guerra y paz

No comparto el entusiasmo de tantos lectores, y en particular del editor Muchnik, responsable de esta edición, por Guerra y paz. Hay páginas y páginas de paz y otras tantas y tantas de guerra que son de tipo más documental que novelesco y exigen una gran paciencia del lector. Pero estoy convencido de que se trata de una limitación mía, que esperaba mucha más novelería del autor de Anna Karenina. Es al final de la obra cuando aprecias la grandiosidad de esta novela-universo; pero te pilla cansado, tan cansado...

Quizá es un síntoma de su grandeza el hecho de que no fuera capaz de fragmentarla, como otras. Había pensado apurar una parte y e ir difiriendo las demás para sucesivas temporadas, pero me di cuenta de que eso me iba a hacer perder perspectiva, que una vez dentro había que llegar al final de una tacada.

De esta novela panorámica de la que tanto se podría comentar me llama la atención el personaje de Pierre Bezujov, ese escéptico que roza el nihilismo y llega a parecer un personaje de novela del siglo XX; pero cuyo final no se diluye en la nada, como suele suceder en estas, sino que acaba en un encuentro con Dios nada ingenuo ni artificial, sino como resultado de un peregrinaje dantesco por el infierno y el purgatorio en la tierra. No es, pues, un final feliz forzado, como podría pensarse, sino tan realista como el resto de la novela.


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08 junio 2014

Poder y resentimiento



...la difícil situación de las escuelas de educación en las universidades se ve contrarrestada por la enorme importancia que tienen en la esfera de la certificación de profesores y por su inmensa influencia ideológica en las escuelas del país. Nunca resulta sano que personas que son tenidas en poca estima ejerzan gran influencia en una esfera de importancia. La conjunción de poder y resentimiento es mortífera. El hecho de que la comunidad educativa identifique conocimientos con "elitismo" denota una estrategia nacida más de la hostilidad que de un principio racional. Los profesores de educación, rodeados en la universidad de prestigiosos colegas cuyo punto fuerte es supuestamente su nivel de conocimientos, han traducido el resentimiento contra este cuerpo de elite en resentimiento contra los conocimientos de los cuales deriva su prestigio. Este antagonismo fuera de lugar se ha definido a sí mismo retóricamente como antielitismo populista, lo cual, sumado al antiintelectualismo endémico, menoscaba aún más el aprendizaje académico tradicional.

J. D. Hirsch, La escuela que necesitamos

Una vez más, qué bien dicen los demás lo que yo pienso.

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06 junio 2014

"Relaciones de pareja"


Escándalo en las ondas: un veinte por ciento (o así) de los jóvenes admiten cierto tipo de violencia en las "relaciones de pareja". Plañid, plañid, malditos, que mientras os empecinéis en ese vocabulario no conseguiréis ni plantear el problema. "Pareja" tienen los lirones caretos, las águilas perdiceras y otras especies que nos hizo conocer el amigo Félix. Los seres humanos tienen novias, novios, esposas, esposos. "Relaciones de pareja" son las del Repolido con la Cariharta, y en ellas tienen cabida esas cosas, como bien sabía su colega la Gananciosa:

"... y cuando estos bellacones nos dan, azotan y acocean entonces nos adoran; si no, confiésame una verdad, por tu vida: después que te hubo Repolido castigado y brumado, ¿no te hizo alguna caricia?"

Cien mil me hizo, responde la Cariharta. ¿No quieres violencia? Devuelve su dignidad al matrimonio. Mientras no, las quejas encubren muy mal la envidia de los palos.




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03 junio 2014

Robert Gordon: "Rock Billy Boogie"


El mérito de este hombre fue hacer unos arreglos muy decentitos que dejaban los rockabillies de los 50 perfectamente reconocibles pero con la cara lavada, por así decir,  a base de una instrumentación más rica y una voz de las que hay pocas. Los grandes fans de los Vincent, Burnette, Cochran y demás me quemarán en efigie por esto que digo, pero vivo en un tiempo en que mola ser hereje.

De la primera cara de este disco se extrajeron tres singles, Rock billy boogie (de Johnny Burnette), Black slacks (de Bennet) y All by myself (de Fats Domino, el abuelo rocker de Louisiana, del que realiza una versión espectacular). The catman era una producción propia que homenajeaba a Gene Vincent. Y la sorpresa del disco, para mí al menos, estaba en su cara B, donde Gordon luce poderío vocal en unas melodías ya bastante alejadas del rock, tales como Wheel of fortune, Walk on by y el impresionante It´s only make believe. Ya en otro lugar dejé dicho que Rock billy boogie (1979) supuso el espaldarazo para este hombre, después de que Link Wray le ayudara a escalar. Aquí la guitarra creo que era de Chris Spedding, pero no lo aseguro.

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01 junio 2014

El castillo


Hace tiempo me metía yo aquí con los románticos de la lectura, que dicen que sólo se debe leer por placer. Pues bien, no entiendo cómo alguien puede leer a Kafka por gusto. Es un auténtico narrador de pesadillas, lo cual tiene su mérito, sin duda, pues no es nada fácil narrar bien una pesadilla. Y al decir pesadillas no me refiero a monstruos que se te quieren comer o cosas así, como alguna serie juvenil titulada de esa manera. Hablo de sueños angustiosos, obsesivos, desasosegantes, que pueden consistir en cosas cotidianas, pero transfiguradas de la manera que solo sabemos hacer los humanos cuando dormimos. Un interrogatorio a las tres de la mañana, tú que te metes en una habitación donde un tío insomne te habla sin parar, tus propios intentos de compartir su cama para dormir por fin un poco, un trabajo absurdo de bedel que nunca empieza, estar (simplemente estar) en una posada a la espera de no se sabe qué..., sólo Kafka es capaz de sostener trescientas páginas con este tipo de situaciones, y darle un toque onírico inconfundible. Este tipo es el mejor desmitificador del concepto de sueño. Y además no termina la novela, yo creo que adrede, para que tengas la sensación de despertarte de repente, como en las pesadillas.

Ya sé que no es la manera más airosa de comentar a Kafka: sería mejor aventurar una interpretación simbólica más. Eso se lo dejo a Hannah Arendt, por ejemplo, que firma un buen artículo en el prólogo de esta edición que he cogido (Galaxia Gutenberg). Tampoco es que sea una interpretación más: dice la doña que lo de Kafka es hacer una maqueta de la realidad, o un plano. Tú ves un plano y aquello no es el sitio, pero te permite ver cuál es su estructura y la relación entre sus partes. Tal vez, tal vez sea kafkiano el ordenamiento del mundo, por supuesto sin el factor Dios, o mejor dicho, sin el factor Cristo, y quizá por eso tenga sentido el considerar a Kafka como el mejor intérprete de la conciencia del siglo XX.

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