Tocqueville, en La democracia en América:
Cuando un europeo quiere reflejar en sus ficciones una de
esas grandes catástrofes que tan a menudo suceden entre nosotros en el seno del
matrimonio, procura excitar de antemano la compasión del lector mostrándole
unos seres mal avenidos o a quienes se ha obligado a convivir. Aunque una larga
tolerancia haya relajado nuestras costumbres desde hace tiempo, difícilmente
conseguiría interesarnos en las desventuras de esos personajes si no empezara
por excusar su falta. Este artificio no deja de surtir efecto. El espectáculo cotidiano
de que somos testigos nos predispone cumplidamente a la indulgencia.
Los escritores norteamericanos no pueden presentar a sus
lectores tales excusas como verosímiles, pues tanto sus leyes como sus
costumbres las rechazan de plano. Así pues, ante la imposibilidad de hacer
amable el desorden, renuncian a presentarlo. A esta causa, en parte, hay que atribuir
la escasez de novelas que se publican en los Estados Unidos.
Todavía no había aparecido La letra escarlata de Hawthorne.
Es curioso, pero poco después de publicado el texto de Tocqueville empieza a despegar la novela norteamericana.