29 junio 2023

A ratos perdidos

Bueno, otra vez Cela y el franquismo y tal. Pero qué Umbral. Mintiendo como un bellaco y sabiéndolo. Es que me pongo a ojear Las palabras de la tribu y leo que el Pascual Duarte desentonaba mostrando la España negra en medio de un coro triunfal, o algo así. Sería la España negra, pero la que había… antes de Franco, puesto que la acción de la novela acaba con la guerra civil. Umbral… Espero que recapacitara en… los umbrales de la muerte. Me voy luego al Valverde, a ver qué dice sobre James. “El novelista de la gente bien”. No sabías decir otra cosa, tu, Valverde. Con los comunistas hasta la muerte, pero ni un paso más allá, ¿no? De ánde habrán sacado su riqueza, ¿eh?, de ánde. Se marca un pie de foto con esa preguntita como de pasada. Ya podías ser menos sectario al menos en un libro como ese, que se supone que es un manual. Pero soy injusto: por otro lado, me encuentro a Valverde diciendo más o menos lo mismo que yo sobre James: mucha sutileza psicológica (thinness), y poca moral y poca trascendencia, casi con mis mismas palabras, incluyendo el contraejemplo de Dostoievski, mecachis, que critico estoy hecho.

El arte de aprovechar nuestras faltas: me distraigo aquí y allá, última semana de junio, bendita sea, pero las distracciones me sirven para ir llenando este blog, que no se apolille.



26 junio 2023

Descortés Henry James

La claridad es la cortesía del filósofo, decía Ortega. Podía añadirse que también es la del novelista. Si es así, Henry James, en sus últimas novelas, es un descortés de tomo y lomo. Y por eso le digo adiós muy buenas. No se pueden escribir cuatrocientas páginas en este plan:

…cuando el pobre Strether se planteó que la maldad referida era, en última instancia, o tal vez incluso en última insolencia, lo que una escena como la que tenía ante sus propias barbas había, por así decir, construido, apenas si pudo soslayar el dilema de auscultar un eco indirecto de aquellas presencias plurales en casi todo cuanto acontecía. (Los embajadores, libro tercero, I)

No, señor, que no se te entienda nada no es un mérito literario. Pero además todas esas sutilezas se quedan en la superficialidad. James nos narra punto por punto cada reacción del personaje, como un psicólogo con buena pluma que siguiese a su paciente allá donde va y tomase nota. Pero se queda en eso, en la psicología, sin que asome por ninguna parte la moral o la metafísica, como en un Dostoievski, por ejemplo, que ese sí que es profundo sin ser ininteligible, o como en un Bernanos. Y cuatrocientas páginas de psicología pura me interesan tendiendo a cero. Me siento perdiendo miserablemente el tiempo.

Le dejo alrededor de la página ciento* sin haber entendido maldita la cosa y me meto en Sandor Marai (La hermana). ¡Uf, qué descanso! Aquí tenemos moral, tenemos metafísica… y tenemos peripecia. Es como volver a pisar tierra firme después de haber andado entre nubes extrañas.

Volveré a Los embajadores, pero a pequeños trancos. “No es para lectores impacientes”, dice Carabante. Será eso.


*Supongo que la Academia habrá cedido a los hechos consumados y permitirá ya decir cien aunque a continuación no vaya un nombre. Pero yo le tengo simpatía al uso antiguo. 




22 junio 2023

No pido prisión mayor

para todo aquel que confunda el régimen de los adverbios porque eso nos privaría de las meditaciones de don José Brage y de las charlas del obispo Munilla. Pero alguien debería decirle al primero que lo de detrás nuestra suena todavía peor que detrás nuestro, quizá porque el masculino va por defecto, es el término no marcado, que decimos en gramática, y lo de detrás nuestra supone pensar, no sé por qué, que detrás es femenino. Y alguien debería decir también al segundo que después mío es una nueva herejía que se añade a las ya detestables del delante y el detrás mío. Y ya puestos con Munilla, que alguien le diga también que el verbo compartir rige la preposición con y no complemento indirecto, vamos, que decir os comparto este vídeo, o algo así, es otro abominable crimen de lesa gramática.

Cada vez que lo repitan musitaré un perdónalos porque no saben lo que hacen y seguiré oyendo las meditaciones del uno y los programas del otro, que son de lo mejor que ofrece ivoox.



19 junio 2023

El jardín de las víboras

Campmany cuenta, en breves notas sin orden ni concierto, esas “anécdotas y epigramas desvergonzados” que dice el subtítulo. Algunas son muy conocidas, como la de Romanones (“j…, qué tropa”), otras inéditas, otras ni tanto ni tan calvo. Me parece que la mayoría de estas ocurrencias no son para tanto. Me quedo con las composiciones del propio Campmany, como el genial soneto a Emilio Romero o la nana a la hija de Isabel Preysler, y con las caídas de Adolfo Muñoz Alonso, que debía de ser un tipo impagable en cualquier reunión. Iban a echar a Agustín García Calvo de la universidad por actividades contra el régimen, y alguien dijo que no era conveniente porque era un tío con mucho ascendiente con sus alumnos; a lo que don Adolfo replicó que a él solo le constaba que tenía algún descendiente con una alumna; lo cual era rigurosamente cierto, según nos atestigua previamente Campmany.

Pero, más que por las anécdotas y los ripios, el libro me ha parecido interesante por las noticias que nos da de gente de la época, periodistas, políticos, artistas, muchos hoy olvidados, como Eugenio Montes, Vicente Cebrián (el padre de Janli), Julia Maura, Jacinto Miquelarena, Antonio Díaz-Cañabate, etc. Gente inteligente e ingeniosa, fuera de las historias literarias por haber escrito en los periódicos, donde, como bien sabemos, se ha hecho la mejor literatura del último siglo.

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16 junio 2023

La presencia

A Claudio, arquitecto, le convence su amigo Mariano para que se convierta en su socio de cara a promocionar Mas Porta como un centro de atracción turística. Para ello utiliza como cebo a su hija Cristina, la cual se enamora de verdad de Claudio y él de ella. Claudio no tiene ojos para los problemas mentales de la damisela, y aunque sí los tiene para ver el daño que está haciendo a su matrimonio, sigue adelante, con altos y bajos, en sus devaneos, lo que acabará en catástrofe.

Es tópico decir que en nuestro tiempo los “géneros menores” de la narrativa (policíaco, romántico, aventura…) se han elevado a la mayoría de edad gracias a autores de talento que los han cultivado. En ese sentido, podría decirse que La presencia es una novela rosa de altura, gracias a su técnica narrativa y a la fuerza de los caracteres. Mercedes Salisachs utiliza un contrapunto entre los puntos de vista de Claudio (en tercera persona, aunque con frases en primera, entrecomilladas) y de Cristina (en primera persona), cuya peripecia se nos cuenta desde un presente en que todo ha terminado, aunque no se olvidará nunca. Hay otra originalidad en la técnica, que es narrar en gran parte en infinitivo (“Ver la enorme extensión de Mas Porta… Percibir en la piel el frío de la mañana… Seguir hacia el acantilado, contemplar la playa desde allí…”), lo que nos deja la conciencia de Claudio en penumbra, mientras que la de Cristina aparece nítida, ingenua como es, aunque perturbada.

Estamos ante un drama tremendo, pero si dije que era una novela rosa es por los tintes idílicos con que se nos pinta la pasión, sobre todo por parte de ella, chiflada por Claudio además de chiflada a secas, mientras que los demás, egoístas o medio lelos, quedan a años luz de la parejita. Lo que no dejaba de provocarme cierto malestar, porque ya estamos saciados de apología del adulterio y del si se quieren qué.

[destripe] Por cierto, la autora nos deja un poco con la miel en los labios con respecto a la hermana siamesa. Cristina nació “con una hermana pegada al hombro”, a la que todos, salvo Cristina, dan por muerta y que es responsable, en el sentir de la muchacha, de gran parte de sus trastornos, pues de alguna manera la siente a su lado (“la presencia”) y sufre cuando ella sufre, hasta el punto de vivir un embarazo y un parto “fantasmas”. Intuimos una existencia desgraciada pero nada más. En todo caso, todo ello es determinante en el naufragio de la relación amorosa entre Claudio y Cristina. [fin del destripe]

En otro sentido, leyendo esta novela me acuerdo de la famosa “literatura social” de la posguerra y me río, pues pienso que Mercedes Salisachs, de la alta burguesía barcelonesa y en las antípodas ideológicas de los realistas sociales, resulta más eficaz que todos ellos en la pintura de los vicios de esa burguesía. Tipos como Mariano Bradan y sus socios representan bien aquello que hacía decir al personaje de Chumy Chúmez: “la moral consiste en tener quieta la bragueta mientras se roba”. Pero la Salisachs envuelve su crítica en una narración apasionante, lejana de los brochazos gordos de los de la “escuela de la berza”. Y encima los retratados la leían.

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14 junio 2023

El sínodo de Macarena

La sombra del camino sinodal es alargada: hasta Macarena Olona se ha inventado un partido que es un sínodo: “Caminamos Juntos”. Recuerdo a Leo Harlem: ah, aquellos tiempos en que los gimnasios se llamaban Espartaco, Shotokan…, en vez de raros combinados de letras y números. Hubo un tiempo en que los partidos se llamaban Partido comunista de España, Acción Popular, todavía hoy PSOE, PP… Cómo vamos a tomar en serio una política donde los partidos se llaman Podemos, Sumar, Caminamos juntos… Todavía Vox tiene una reminiscencia clásica que le da cierto empaque… Es la adolescencia prolongada de nuestros días, llevada a la política.

Por cierto, qué hago yo oyendo un reportaje-tertulia sobre si Podemos y Sumar presentan o no candidaturas conjuntas (Al tanto, tertulia semanal de The Objective)… Solo por el prestigio del medio, claro. Algo nos rentará o dejará de rentarnos, cuando esta gente (Constantini, Garat…) se ocupa de ello.

                                                                                ...

Más interesante me resulta la conferencia de Marta Pessarrodona sobre el Grupo de Bloomsbury, el de Virginia Woolf, Keynes y otros plumíferos que fueron germen de la izquierda actual (homosexuales, pacifistas…). La escritora catalana, de ideas nada afines a las mías, me temo, se mantiene en un campo puramente intelectual (“no sé cuál fue la clase de relación de Virginia Woolf con Vita Sackville-West, ni me importa”) y traza una buena semblanza de lo que fue el grupo.



10 junio 2023

Cortesía

 Me hizo gracia esto de Hofmansthal, porque yo también lo he utilizado a veces.

Los campesinos austríacos, cuando quieren ser corteses y amables y cuando en la conversación no está indicado ni el tú ni el usted, utilizan el nosotros.

(En El libro de los amigos)



09 junio 2023

No lo sabía

José Ramón Ayllón diserta sobre Etty Hillesum, Edith Stein y Natalia Ginzburg. Autoras de grandes virtudes humanas. Dice de la Ginzburg que su comunismo fue de tipo romántico, o algo así. Lo sería. Pero me resulta difícil concebir cómo una persona de la calidad que nos muestra aquí el conferenciante puede abrazar esa ideología con ingenuidad. Sobre todo una persona que se ha visto envuelta en las convulsiones de aquellos años. Por aquel entonces (segunda guerra mundial) estaba bien claro lo que significaba el comunismo. Y, como vio bien Nicolae Steinhardt, decir “no lo sabía” no es una excusa válida. No le aplicaré las duras palabras que siguen, tal vez por aquello de C. S. Lewis de que el diablo manda los errores a pares, para que queriendo escapar de uno caigamos de lleno en el otro.



06 junio 2023

Ropa

 A  través de la ropa, las mujeres dan a entender muchas cosas que, por lo demás, mantendrían ocultas; en ella ni el detalle más insignificante se ha añadido o quitado sin premeditación, ni siquiera en la muchacha más pobre.

Aforismo de Hugo von Hoffmanstahl, en El libro de los amigos.

No digamos ya los detalles significantes. Si alguien quiere comprar la mercancía al uso, según la cual una se viste para agradarse a sí misma, allá con su inteligencia.



02 junio 2023

El beso al leproso

[contiene destripes, a veces llamados spoilers]


Jean Péloueyre es un tipo bastante poco agraciado físicamente al que casan con Noémi Artiailh para que la familia de esta tenga un buen pasar, porque la familia de Jean es de posibles. La tragedia en este caso viene porque Jean es consciente de la repulsión que causa en su novia, de modo que no le exige el débito conyugal y ambos se pasan la vida medio llorando por la noche, evitándose y queriendo hacerse perdonar mutuamente. En un momento dado, él le concede a ella una tregua yéndose a París con el pretexto de escribir un trabajo de tipo histórico que alguna vez había comenzado. Noémi resiste los embates de un médico caradura y de buen ver mientras Jean rechaza a su vez los cantos de sirena de las cabareteras, allá junto al Sena.

Vuelto Jean a casa, contrae una tisis que, se acaba descubriendo, ha sido contagiada por un enfermo al que ha estado cuidando por su cuenta. Noémi culmina su existencia de renuncia cuidando a su vez de su marido hasta que muere (eso es el beso al leproso del título).

Historia, pues, de sacrificio y de amor conyugal sui generis. Lo que no entiendo es por qué Mauriac va y le añade un capítulo extra, años después (así se dice, al menos, en la edición que utilizo), en la cual Noémi, convertida en fundadora y monitora de un tinglado para niños pobres, acaba asesinando a su suegro (una lata de señor, no hay duda) haciendo que ceda a la tentación de comer conejo, lo que no podía hacer por su enfermedad coronaria. Es un pegote infame. Si encuentro por ahí alguna explicación, se lo cuento.

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