25 septiembre 2021

Plomo para espías

Len Deighton concluye de un modo singular su trilogía “Anzuelo, sedal y plomo”: con el último volumen narrado en tercera persona y recapitulando desde este nuevo punto de vista todo lo relatado hasta entonces, incluyendo la trilogía anterior, “Juego, set y partido”. Esto nos acerca de un modo nuevo a Bernard Samson, entre otras cosas, enterándonos de lo que otros piensan de él; pero, sobre todo, y esa es la gran aportación del volumen, contemplando todo lo que fue en realidad la operación Fiona, por así decirlo: cómo fue ideada toda la trama por Bret Rensselaer con el objetivo de debilitar de tal modo al Berlín Este que acabara constituyendo la primera pieza del dominó que acabaría con el bloque comunista en Europa. No fueron, pues, ni Reagan, ni Juan Pablo II, ni la Thatcher, los que hicieron caer el muro, sino la mente maquiavélica de Bret y la sangre fría de Fiona. Esto lo digo yo, claro, no es una conclusión que figure en la novela. Pero Deighton debió de aprovechar así los sucesos en torno a 1990, que es cuando fue escrita esta parte.

Fiona es, de hecho, al personaje central en esta ocasión, frente a un Bernard más en segundo plano, un Bernard que, como sabemos por las otras entregas, no estaba al tanto de la operación y llegó a creer por mucho tiempo que su mujer era una auténtica traidora. Lo que hace el autor es ponernos frente a las debilidades de esta mujer, que equilibran ese valor y ese aplomo que la convierten en elemento fuerte del espionaje británico, así como conocíamos ya las de Bernard. La trama, que viene a ser, como decimos, la de toda la serie, bordea peligrosamente lo inverosímil, con ese patriotismo heroico de una protagonista que pone en jaque lo que era un matrimonio y una familia feliz a cambio de liquidar la guerra fría en una jugada temeraria donde las haya. Pero el autor sale airoso gracias, una vez más, al realismo de los diálogos y a la coherencia interna del relato.

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14 septiembre 2021

Pongan socialismo donde dice democracia, y lo compro.

(Juan Manuel de Prada, en ABC de anteayer.)

UNA ESCUELA MÁS DEMOCRÁTICA

Hay mucha gente ingenua que contempla horrorizada las reformas educativas que se avecinan, tanto en la escuela primaria como en la universidad, y se preguntan: «¿Por qué quieren el doctor Sánchez y sus mariachis igualar al estudiante esforzado con el que suspende o copia en los exámenes?». Pues por la sencilla razón de que son demócratas consecuentes; y, como afirma Nicolás Gómez Dávila, «el demócrata pasa el rasero sobre la humanidad para recortar lo que rebasa: la cabeza. Decapitar es el rito central de la misa democrática».

Y, para que esa misa sea un auténtico éxito, el gobernante demócrata debe halagar la envidia de los zoquetes, de los borregos, de la carne amontonada, que son su principal granero de votos.

 Pues, como nos enseña Unamuno, «cuando la envidia su hiel en muchedumbre vacía/ de gratitud al llamamiento sorda/ suele dejarla y la convierte en horda,/ que ella es la madre de la democracia». La envidia, en efecto, es la madre de la democracia, su motor primero; y para que la democracia funcione a pleno rendimiento conviene tenerla alimentada, ofreciendo a la horda de zoquetes, de borregos, de carne amontonada la igualación con los estudiosos, con los inteligentes, con los espíritus distinguidos. No hay más igualdad entre los hombres que su común filiación divina, que obliga al buen gobernante a castigar cualquier intento discriminatorio y a vigilar que a todos se concedan las mismas oportunidades. Pero en lo demás no hay igualdad, pues el reparto divino de los talentos no es igualitario; y en quien quiere hacer iguales a quienes por naturaleza son distintos no hay más que odio teológico.

Además de fundar su imperio sobre la envidia, la democracia la alimenta más que cualquier otro régimen político. Pues, como observa Max Scheler, proclama pomposamente derechos políticos e igualdad social, a la vez que permite diferencias muy notables en el poder efectivo y en la riqueza (sobre todo si gobierna la izquierda caniche, al servicio de la plutocracia), generando una sociedad en que cualquiera tiene ‘derecho’ a compararse con cualquiera y, sin embargo, no puede compararse de hecho. Así que los zoquetes, los borregos, la carne amontonada que aseguran la provisión de votos a los gobernantes viven en un perpetuo estado de insatisfacción rabiosa que exige ser consolado, mediante la humillación de la inteligencia, del trabajo, del mérito, de la belleza. Y para ello, los gobernantes demócratas nivelan por lo bajo, haciendo tabla rasa del talento, denostando y ensuciando todo lo que es de naturaleza superior, hasta igualarlo con lo que es de naturaleza inferior, incluso subordinándolo. Llegará el día en que, para aprobar un examen, sea obligatorio hacerlo rematadamente mal.

Es el resultado natural de una sociedad donde se estimula y azuza la envidia. Manuel del Palacio lo sintetizaba maravillosamente en una quintilla: «¡Igualdad!, oigo gritar/ al jorobado Torroba./ Y se me ocurre pensar:/ ¿Quiere verse sin joroba,/ o nos quiere jorobar?».



09 septiembre 2021

Mujeres y premios

No he visto desafiar con más desparpajo el principio de no contradicción que cuando se habla de la España de Franco.

Último ejemplo: en el programa radiofónico de Luis Herrero se habla del centenario de Carmen Laforet. La voz femenina proclama:

“Estamos en la posguerra. Las mujeres no escriben ni ganan premios literarios…”

Y a continuación nos cuentan la historia de una mujer que presenta su primera obra a la primera edición del primer premio literario instituido tras la guerra, ¡y va y lo gana! Viva la coherencia, caramba.

Ahí va la lista de los ganadores del Premio Nadal (que Francisco Umbral llamaba dedal por la frecuencia con que lo ganaban las mujeres) y ahí la de los ganadores del premio Planeta. Y no, en la posguerra las mujeres no escribían, salvo Concha Espina, Elena Fortún, Pilar Millán Astray, María Luz Morales, Carmen de Icaza, Ana María de Cagigal, Elisabeth Mulder, Ángeles Villarta, Eugenia Serrano, Eulalia Galvarriato, Rosa María Cajal, Susana March, Mercedes Formica, Mercedes Sáenz Alonso, Mercedes Ballesteros, Elena Quiroga, Dolores Medio, Ana María Matute, Carmen Conde, Ester de Andreis, Ángela Figuera, Concha Zardoya, María Beneyto o Gloria Fuertes, por mencionar solo las que empezaron a publicar antes de 1950. ¿Cómo era aquello del mentiroso y el cojo…?





08 septiembre 2021

Ignacio Sánchez Cámara, impecable.

(No dice nada que no sepamos, pero alguien tiene que decirlo. Se titula "Nación y democracia liberal y salió anteayer en el ABC.)


La supervivencia de la Nación española, al menos en su integridad, está amenazada. Como la democracia liberal en ella. Sin duda, lo primero es más grave que lo segundo. El régimen político importa poco si la Nación no existe. El régimen político creado por Europa es la democracia liberal. En realidad, sobra el adjetivo. La democracia, o es o no es. Y la única forma de democracia real es la liberal. Hablar de democracia popular es una necedad. ¿Cabe una democracia antipopular? ¿No es ella el Gobierno en nombre del pueblo? Pero quizá sea prudente conservar el adjetivo para rechazar sus suplantaciones y corrupciones.

La democracia no consiste en el poder absoluto y limitado sólo temporalmente de la mayoría. La

 democracia no es sólo el gobierno de la mayoría. El pueblo no es la mayoría. La mayoría puede ser tiránica. La democracia requiere algo más, mucho más, que el gobierno de la mayoría. No hay democracia (liberal) sin la existencia de ciudadanos libres e iguales ante la ley, sin soberanía nacional, sin división de poderes, sin Estado de derecho, sin garantía de los derechos naturales. Todo esto está amenazado en España.

No todo Gobierno nacido de las urnas y del Parlamento es necesariamente democrático. Tiene que respetar los requisitos y condiciones mencionados. Un Gobierno formado, en todo o en parte, por fuerzas políticas no democráticas no puede ser democrático. Es muy dudoso que el PSOE actual sea, con arreglo a estos criterios, democrático. Es seguro que Podemos no lo es. El comunismo no es democrático. Si en algún momento (el eurocomunismo) lo fue es que no era verdaderamente comunista. Defender las dictaduras cubana y venezolana, más aún el estalinismo, es hacer profesión de fe totalitaria. Este Gobierno español no cree en la existencia de ciudadanos libres e iguales. Para él, no todos los ciudadanos tienen los mismos derechos. Por ejemplo, no todos tienen derecho a decidir la educación que reciben sus hijos, ni a hablar en todos los ámbitos públicos la lengua común de todos los españoles. Tampoco pueden defender la soberanía nacional quienes no creen en la nación. Quienes niegan a la oposición legitimidad para acceder al poder no son demócratas sino totalitarios. Quienes creen que la democracia es de izquierdas son hemipléjicos morales o, si recurrimos al dictamen de Ortega y Gasset, imbéciles.

Tampoco hay democracia liberal sin división de poderes. La teoría procede de Locke y Montesquieu y fue asumida por los redactores de ‘El Federalista’ y ‘padres fundadores’ de la Constitución de los Estados Unidos. Es necesario que el poder frene al poder. Si no hay división de poderes, el poder es absoluto. Es especialmente necesario constituir un poder judicial independiente del Gobierno. Exactamente lo contrario de lo que se pretende en España. El gobierno de los jueces se convierte en botín de los partidos y de las mayorías parlamentarias. Todo el poder para el pueblo y el pueblo soy yo. Muerte de la democracia liberal.

El Estado de derecho consiste en el sometimiento de todos los poderes del Estado al derecho. A ninguno le pertenece el monopolio del derecho. Ni al Parlamento. También él se encuentra sometido al derecho, que protege a todos y está sobre todos. Ahora se pretende que el derecho no es sino la voluntad del poderoso al servicio de la ideología dominante bajo la comunista teoría del uso alternativo del derecho. La ley, sometida al poder. Y no al contrario. Estamos desmantelando el Estado de derecho y, con él, la democracia liberal y, con ella, la libertad y la dignidad. El derecho soy yo. Puro absolutismo camino al totalitarismo.

La democracia se fundamenta en el respeto y garantía de los derechos naturales que todo hombre tiene por el hecho de serlo. Ahora se pretende que es el poder quien crea y confiere los derechos y mientras dure su voluntad. De siervo de los derechos pasa el poder a ser señor de ellos, soberano de lo justo y de lo injusto. Es la muerte del Derecho y de los derechos. Es la falsa soberanía de los súbditos. El poder le dice al súbdito: si tienes derechos es porque yo te los otorgo. Los esclavos felices y la servidumbre voluntaria. La termitera satisfecha.

Y, claro, Dios y la religión, especialmente la cristiana, la única verdaderamente liberadora, molestan. Hay que imponer el laicismo, más bien el ateísmo de Estado, por decreto. Como el cristiano es un hombre libre, liberado por Cristo, es un obstáculo para el proyecto totalitario. Queda proscrita toda defensa de la contribución del cristianismo a la civilización europea, a la dignidad de la persona, a la libertad y a la democracia liberal. Sí. La democracia liberal no habría sido posible sin el cristianismo.

La democracia griega era otra cosa, y la República romana, un régimen mixto. Las democracias sólo arraigaron en sociedades cristianas. Luego se extendió a otras. Novalis lo dijo: Europa, es decir, la Cristiandad. Por eso, san Benito es el patrón de Europa. Porque, como recordó memorablemente Alasdair McIntyre, en la soledad de Subiacco salvó de la destrucción los sabios libros antiguos y liberó a lo que luego, gracias a él, fue Europa, de la barbarie y de los tiempos oscuros. No, no fue la Europa cristiana medieval la época de la oscuridad y la barbarie. San Benito no fue la oscuridad sino la luz, no fue la barbarie sino la civilización. Las naciones europeas no pueden ni deben ser confesionales, pero deben ser cristianas si quieren ser verdaderamente europeas.

En España agoniza la democracia liberal. Pero mucho más grave que esto es que agonice la propia nación. Si ella muere tanto da que sea democrática o no. Ya no será. ¿Puede poner el presidente del Gobierno de España algún ejemplo, salvo el suyo, de un Gobierno europeo integrado por comunistas y apoyado por separatistas? Si no puede, carece de la más mínima legitimidad para censurar a la oposición, incluido Vox, porque esta fuerza política, guste más o menos o nada, respeta la Constitución mucho más que los comunistas y los separatistas. Y que el PSOE actual. En España agonizan la nación y la democracia liberal. La solución depende de nosotros, los ciudadanos libres e iguales ante la ley. España goza de mala salud, pero sigue en nuestras manos. Mientras exista.

                                        Ignacio Sánchez Cámara, ABC, 6 de septiembre de 2021



02 septiembre 2021

Leer a los muertos y muertas

tiene la ventaja de que rara vez te vas a encontrar con los rebuznos habituales en los que emborronan hoy cuartillas sobre temas como “La mujer en el siglo XX”. Con este título publicó Rosa Chacel un artículo en Tiempo de historia (número 67, 1980) donde te encuentras, por ejemplo, esto:

¿Puede darse un texto más igualitario, más cobijador de hombres y mujeres que el Decálogo?...

 

No lo será, desde luego, la ley de violencia de género…