31 octubre 2007

La Madelón


¿Así que esto es una soldado (o soldada)? Pensé que lo de la incorporación de la mujer al ejército era algo nuevo.

30 octubre 2007

Selva enmarañada


En Conversación sobre la guerra, lírica novela de José Asenjo Sedano premiada con el Nadal en 1977, aparece esta definición que anoté en su día, no sé muy bien por qué:


La vida es la verdad que avanza a través de una selva enmarañada. A cada paso de la vida, sucede el asalto de la cizaña, cegando los caminos.


Bueno.



27 octubre 2007

Alain Finkielkraut

termina La humanidad perdida con una pregunta terrible: "¿ha sido inútil el siglo XX?" Los quinientos mártires españoles dicen que no lo ha sido. La gran aportación del socialismo a la humanidad será el ejemplo de sus víctimas. Su sal y su luz.

26 octubre 2007

Diario de Paula


Creo que puedo perdonarle a José Ramón Ayllón su ingenuidad desmesurada en cuanto al alumnado de instituto: "algunos siempre con un libro en la mano, aprovechando un tiempo muerto entre clase y clase. De vez en cuando, alguien queda deslumbrado por un hallazgo literario inesperado, y entonces vienen los préstamos, las colas de lectores a la espera". En fin, soñar es gratis y, al cabo, él aspira a hacer una novela ejemplar, siguiendo el uso de la literatura juvenil de ahora.


Estoy hablando de la última novela* de Ayllón, publicada en la colección juvenil Paralelo Cero, de Editorial Bruño. Se titula Diario de Paula y quien conozca Vigo es Vivaldi puede suponer que se trata de una nueva entrega de los chicos del Instituto Cunqueiro de Vigo. De hecho, es la misma historia narrada desde la perspectiva de la chica, y prescindiendo del sorprendente desenlace de aquella.


Novela ejemplar, digo, pues sus mensajes, su lección moral, se hallan descaradamente explícitos, y el autor lo sabe y no le importa. También es consciente de que la carga sentimental (melosa, a veces) es mucho más fuerte que en Vigo es Vivaldi, pues no en vano la narradora es una adolescente, con sus emociones a la intemperie por partida triple, debido a la edad, la crisis familiar y el cambio de residencia. Y, por otro lado, Ayllón sabe lo que les gusta a sus potenciales lectores.


Por eso, digo, porque el autor lo sabe y porque no la ha escrito para un quisquilloso profesor de literatura con más conchas que un crustáceo de la ría de Vigo, le perdono lo ingenuo, lo meloso y lo ejemplar. Y también por otra razón.


El Diario de Paula, como Vigo es Vivaldi, se parece externamente a tantas otras novelas juveniles de esta colección o de Espacio abierto, por ejemplo, que citábamos hace poco. Pero hay algo de nuevo. Nuevo y, diría, refrescante, como la portada del Diario, con esa ventana al mar abierto. Algo que yo llamaría vitalidad. Los personajes de Ayllón aman la vida y la reciben con un gesto gratificante, con un abrazo o una afirmación que llamaría guilleniana, si no fuera porque carecen del escepticismo que aletea en la poesía de Jorge Guillén. La muerte está ahí, sí, pero sólo como un pequeño susto que tras ser superado parece asumirse, no como un punto de llegada, sino como continuación del viaje, quizá de otro modo, pero en la misma vida. De ahí todos esos pasajes, quizá lo mejor de la obra, donde los personajes se dejan atrapar sensualmente de la lluvia, del color del cielo o del frescor de la mañana: morning has broken, no en vano aparece allí esa canción, que en tres palabras y una melodía parece sugerir el mismo despertar de la vida.


No es así en otros títulos de esta especie, donde los muchachos parecen acurrucados para proteger su cachito de felicidad, siempre amenazada por algún malvado. Y ese es otro de los rasgos de Vigo... y del Diario: no hay malos. No niego, por supuesto, la realidad del mal, ni que la literatura deba reflejarlo. Pero aquí la maldad aparece como una carencia, un fallo, en el sentido en que le decimos a alguien "me has fallado". Los malos son los propios personajes cuando, de algún modo, no dan la talla, se fallan a sí mismos o a los demás. Capaces de lo mejor y de lo peor, no son las pobres víctimas de una sociedad viciada que existe sólo para molestarles. Sufro bucho, podría ser, remedando a Millán Salcedo, el título común a tantas y tantas novelas juveniles que sólo tienen de tal el presunto destinatario y la ligereza de su lectura. La juventud, en los libros de Ayllón, la trasudan Borja y Maxi, Paula y Cristina. Y basta, que, más que una nota crítica, esto parece ya un prólogo.


*Esta nota apareció en el llorado Piensa un poco (luego Opina Digital), a raíz de la aparición del Diario de Paula (2003)


25 octubre 2007

Yo quiero un Maura

Están ciegos los que, con tal de suprimir los obstáculos en que tropiezan las reformas, propenden a destruir o amenguar el ascendiente de la Iglesia católica sobre la sociedad. Si esta luz se apagase, perdida o alterada la tradición de tantos siglos, se perdería también la ley moral que implantó el cristianismo, base de la cultura europea. No: quiero a la Iglesia fuera del Estado; pero imperante y viva en el seno de la sociedad, para que su espíritu sea expresado por las formas de la soberanía nacional, el espíritu de las leyes y la norma del Estado. Cúmplase el voto del pueblo conforme a las leyes de Dios.

Antonio Maura, citado por Vicente Cárcel Ortí

24 octubre 2007

La señora de pueblo


actuaba en una obra de teatro y en los ensayos se empeñaba en decir cetafe en lugar de Getafe porque "a mí no me gusta decir palabras feas" (jeta no significa en todas partes "cara" u "hocico").


Me pregunto si será un escrúpulo similar el que lleva a muchos curas a evitar la palabra perturbación ("... libres de pecado y protegidos de toda perturbación") y a sustituirla por adversidad, peligro, mal... Otra razón no se me alcanza.


23 octubre 2007

La educación en peligro


No deja de ser una grata sorpresa que la crítica más contundente del sistema educativo que padecemos venga de una extranjera. Cuando describe la situación en Suecia uno parece estar contemplando lo que pasa en España. El PSOE, en esto como en otras cosas, no hizo sino copiar las malas recetas que la izquierda había aplicado más allá de los Pirineos, y de las que en lugares como Inglaterra empiezan a estar de vuelta. En una esclarecedora primera parte, Inger Enkvist pasa revista a lo que ha sido la pedagogía del siglo XX, o, como ella dice, la antipedagogía. Nombres como los de Dewey, Piaget, Freire y otros han sido tan letales para la educación como los de Freud, Sartre o Marcuse en el campo del pensamiento y de la cultura, porque trataron de aplicar a la escuela unas medidas supuestamente científicas que estaban cimentadas sobre bases ideológicas. Su consecuencia fue la puesta en entredicho de la figura del profesor, reducido al mero papel de moderador de un debate, cuya figura es tanto más efectiva cuanto más desaparezca de escena. En estas condiciones, la desaparición del cuerpo de catedráticos y su paso a mera condición es sólo una anécdota en el panorama desolador de la escuela española. Con no menos implacable lucidez, Enkvist enumera en la segunda parte de su trabajo todos aquellos aspectos de la educación que han sido negados a las últimas generaciones, mostrando en todo momento, con datos, el empobrecimiento cultural que ha resultado de todo ello.
Nota redactada en marzo de 2001
Imagen: "Y... es algo incómodo, pero es la única manera de que nos presten algo de atención en clase"

19 octubre 2007

... pero, ante todo, bebamos.


(Los cazadores se disponen a emprender la búsqueda y captura del gran oso)


... Siempre había una botella presente, de forma que llegó a parecerle que aquellos bellos y fieros instantes de corazón y cerebro y valor y astucia y velocidad estaban concentrados y destilados en ese licor marrón que ni las mujeres, ni los chicos, ni los niños, sino solamente los cazadores bebían, bebiendo no la sangre que habían derramado sino alguna condensación del espíritu selvático e inmortal, bebiéndola con moderación, incluso con humildad, no con la esperanza vulgar y sin base del pagano de adquirir por medio de ella las virtudes del ingenio y la fuerza y la velocidad sino para saludarlas. Por eso le parecía en esta mañana de diciembre que era no sólo natural sino realmente lo adecuado, que esto hubiese empezado con whisky.


William Faulkner, El oso


17 octubre 2007

Desdobles


"Ellos tienen desdobles... tienen de todo". Así comentaba el director de mi IES las ventajas de los institutos de la capital sobre el nuestro.


Desdobles... Bueno, aquí tenemos atención a ACNEEs, ANCEs y otras especies. Tenemos diversificación, claro, como está mandado. Tenemos en regla las programaciones, con sus temporalizaciones y todo, y dinamizamos en lo posible la integración de los inmigrantes. La comisión de coordinación pedagógica se reúne este jueves.


Desdobles... Es curioso constatar la distancia entre la pomposa retórica que se gasta la enseñanza media en España y el estado piojoso de los centros. Es como un mundo de alucinados que viven en su limbo de esdrújulos y que, para mayor perplejidad, han conseguido convencer al profesional, al maestro que pisa cada día las ruinas, de que cada polisílabo responde a un logro efectivo; que los pronuncien sin risa floja o sin un gesto de desdén hacia los locos peligrosos que habitan los despachos.


¿Curioso? Más bien aterrador.


16 octubre 2007

Los documentos póstumos del club Pickwick


Se acababa el tiempo de los héroes. El éxito del Pickwick fue su puntilla. En su lugar entraba el hombre bueno, incapaz de acometer grandes hazañas (ni siquiera sabe patinar sobre hielo) pero dispuesto a todo por ser fiel a sus amigos y a sus principios; a todo, incluso a ir a la cárcel, como efectivamente hace, en un gesto que no desmerece de los de los grandes héroes. Todo ello sin que estén ausentes las situaciones ridículas y las meteduras de pata, tomadas con excelente buen humor, que es como los cristianos, y los hombres equilibrados en general, reciben las adversidades. Oh, sí, perder el buen humor es una cosa grave.


Cervantes había intuido ya esa transición del héroe al hombre bueno, que no buen hombre (o sea: bueno en el buen sentido de la palabra, ¿verdad, don Antonio?). Alonso Quijano está en Pickwick, no cabe duda, despojado ya de la ofuscación caballeresca. Pero se echa de menos en él cierto... atractivo mundano. Y es que el arquetipo de Pickwick aparece incompleto si no le sumamos a Samuel Weller, el dulce pícaro, longa manus de su amo en todos los asuntos que requieren su pizca de malicia, astuto como serpiente y sencillo cual paloma, cuya nobleza natural va tomando raíces profundas al contacto con su señor. Una pena que este nuevo arquetipo no prosperara, sustituido primero por el hombre determinado del Naturalismo y luego por el hombre sin atributos. Necesitamos un nuevo Dickens, pero ya.


Nota redactada en marzo del 2000.


14 octubre 2007

Yo he cumplido mi deber de poeta


oponiendo una Mariana viva, cristiana y resplandeciente de heroísmo frente a la fría, vestida de forastera y libre-pensadora [sic] del pedestal.


Federico García Lorca, sobre Mariana Pineda.


11 octubre 2007

Madres y padres


Las antiguas APA (Asociaciones de padres de alumnos) son ahora AMPA, lo que, por cierto, se presta a chistes fáciles. Los movimientos educativos de inspiración cristiana hablan también a veces de padres y madres en semejantes contextos. A mí eso me parece, sin paliativos, cooperación al mal. Explico por qué.


La palabra padres, como plurale tantum (carente de singular) designa en español al matrimonio progenitor, lo que en francés e inglés se llama parents y en latín eran los parentes. Es bueno que las asociaciones de padres lo sean en este sentido, como modesta contribución lingüística a la defensa de la familia. Ya que, por el contrario, emplear padres y madres parece sugerir un padre por aquí, una madre por allá, dos madres más por acá... Modelos alternativos, vamos. Desestructuración. No sé si me explico. O si me estoy volviendo paranoico, que también cabe.

09 octubre 2007

Historias de cronopios y de famas


Cuando uno tiene en la cabeza ideas más bien escasas sobre sí mismo y sobre lo que ve y toca; cuando la cultura es algo que seduce pero no se sabe para qué sirve, surgen esta clase de libros, en que todo ello: el yo, el mundo, la cultura, se convierten en piezas de mecano, para armar según los modelos que la imaginación más o menos fértil del creador concibe. Es lo que, de un modo mucho más brillante, expone Cortázar en el prólogo de estas Historias, y por cierto que estamos ante uno de esos libros en que quizá el prólogo sea lo mejor. Pero eso no hace desmerecer al "manual de instrucciones", a las "ocupaciones raras", al "material plástico" y a las "historias de cronopios y de famas", que son las secciones que componen el volumen. "Lo fantástico surge para mí dentro de lo cotidiano", ha dicho Cortázar en muchas ocasiones y de muchas maneras; y ese eludir el tedio de la realidad mediante su transformación, mediante su continua manipulación poética, está en la génesis de todo ello. Hay algo del humor de Mihura en las "ocupaciones raras", en ese hacer montañas de azúcar sobre el mostrador del bar para luego escupir encima y oír cómo cruje el compuesto; hay creatividad borgiana en esa geografía de las hormigas, pero ayuna de trascendencia, llena en cambio de ánimo juguetón, del ánimo de un niño que hace monerías con unos materiales que ni siquiera imagina que puedan resultar patéticos.


Nota redactada en junio del 2000.


07 octubre 2007

No pasarán


En apariencia, en la historia moderna no existe ninguna otra ocasión en la que mil quinientos guerrilleros bien armados y -es lógico suponerlo- razonablemente bien adiestrados y determinados, hayan sido tan fácilmente derrotados.


George Hills, Franco, el hombre y su nación, en referencia al maquis.


05 octubre 2007

Chesterton abertzale


Las elucubraciones en torno a lo que habría hecho o dicho tal personaje de vivir hoy son más bien estériles. Ese personaje es él y su circunstancia, e imaginarlo en otra no tiene otra salida que escribir una novela macanuda o dejarlo correr.

Si acaso, nos sirve para meditar en cuántos factores intervienen en la génesis de una opinión y cuán errados andamos al estimarlas en más de lo debido. ¿Hubiera condenado Chesterton a la ETA?, polemizan Enrique e Ignacio. A ese hombre no le gustaban las ruedas de molino, pero habría que contar con la perversión del lenguaje, con la prensa de su país, con el ansia de notoriedad que en un momento dado le aquejase, con los matices que fueran del caso…

En todo caso Chesterton tuvo su circunstancia y su modo de encararla dio lugar a una obra que aún nos maravilla a muchos. ¿Para qué vamos a calentarnos el tarro rumiando imaginarios desacuerdos con nuestros piensodeque? Si acaso, como divertimento pueril, podemos imaginar acuerdos, como le comentaba hace poco a Gregorio Luri.

(Por cierto: el copyright de piensodeque como sinónimo jocoso de la doxá clásica pertenece a Tirso de Andrés. A cada uno lo suyo.)

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02 octubre 2007

Esperando a los bárbaros


Déjà vu: así dicen los amigos de los pedantemas cuando quieren referirse a algo que ya se ha visto, sobre todo en cuestión de obras de arte. Los castizos dicen que "está más visto que el tebeo". El caso es que es esa, justamente, la sensación que me produjo Esperando a los bárbaros, por más que su autor goce de la veneración de los enterados.

Vamos a ver: se trata de un funcionario de un poderoso imperio que adquiere poco a poco la conciencia de que quizá no esté viviendo en el más justo de los mundos. Porque sí, ese imperio se enorgullece, como todos, de ser el summum de la civilización y del progreso, y los que están frente a él, los bárbaros, no serían sino escoria de una forma de vida a abatir.

Pero ese civilizado imperio practica, a los ojos de nuestro prota, unos modos de represión que no dejan de hacerse acreedores al calificativo que da a sus enemigos. La convicción de que quizá estos tengan cosas interesantes que comunicar, desde el punto de vista humano, se afianza en el funcionario a medida que se cuela por una bárbara a quien sus compatriotas (los del funcionario) han dejado mutilada. Y así, hasta el punto de convertirse en un réprobo.

Y todo ello expresado de modo más bien poco sutil, a pesar de la belleza de su discurso, que recuerda con frecuencia (y para mí es elogio) a Vintila Horia.


Nota redactada en junio de 2004. Por cierto, el autor es J. M. Coetzee, a quien habían dado el Nobel el año anterior.