19 octubre 2007

... pero, ante todo, bebamos.


(Los cazadores se disponen a emprender la búsqueda y captura del gran oso)


... Siempre había una botella presente, de forma que llegó a parecerle que aquellos bellos y fieros instantes de corazón y cerebro y valor y astucia y velocidad estaban concentrados y destilados en ese licor marrón que ni las mujeres, ni los chicos, ni los niños, sino solamente los cazadores bebían, bebiendo no la sangre que habían derramado sino alguna condensación del espíritu selvático e inmortal, bebiéndola con moderación, incluso con humildad, no con la esperanza vulgar y sin base del pagano de adquirir por medio de ella las virtudes del ingenio y la fuerza y la velocidad sino para saludarlas. Por eso le parecía en esta mañana de diciembre que era no sólo natural sino realmente lo adecuado, que esto hubiese empezado con whisky.


William Faulkner, El oso