31 mayo 2012
Indignación
"Me temo que en estos tiempos lo único que está a la altura de las circunstancias es la indignación ciudadana ante la desvergüenza", proclama Forges. Bueno: habría que ver cuántos de esos ciudadanos se indignan porque no les hayan puesto a ellos donde lo hay. Porque los políticos, banqueros y empresarios provienen de la sociedad, a no ser que interpretemos que se trata de una casta parásita, genéticamente determinada a comportarse como aves de rapiña, tal lo que pensaban los nacionalsocialistas de los judíos.
Indignarse cuando los otros se lo llevan tiene poco mérito. Uno se retrata cuando le ponen junto a la pasta.
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28 mayo 2012
Oportunidad de callar
En una "Nota del editor", la versión de Guerra y paz de la editorial Taller de Mario Muchnik (la mejor hasta ahora, según dicen no sólo ellos) avisa de que ha respetado las muchas frases en francés que aparecen en la novela, y que además no las pone en cursiva cuando hablan los personajes, ya que "la gente no habla en cursivas".
Valiente melonada. Hablarán en versalitas, entonces. Habría quedado mejor si dice que lo hacen para reflejar la naturalidad con que la aristocracia rusa de la época usaba el francés. Pero se habría quedado sin frase, claro.
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Valiente melonada. Hablarán en versalitas, entonces. Habría quedado mejor si dice que lo hacen para reflejar la naturalidad con que la aristocracia rusa de la época usaba el francés. Pero se habría quedado sin frase, claro.
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25 mayo 2012
Todos queremos ser excelentes
Esta pancarta, exhibida este martes durante las movilizaciones del sector educativo socialista, tiene algo de berlanguiano, o de codornicesco, de humor absurdo, en definitiva, pues es claro que el concepto de excelencia excluye al de todos, ya desde la propia composición de la palabra, con ese ex, que implica sobresalir. Si todos sobresalen, en efecto, nadie sobresale. Si todos son excelentes, nadie es excelente. Y, sin embargo, es una frase que resume muy bien lo que ha sido la educación en España desde la LOGSE a esta parte: la entronización de la pedagogía de la envidia, hacer como que vale el que no vale, ocultar cuidadosamente al que despunta. Las fuerzas de choque que estos días nutren las protestas callejeras han sido cuidadosamente preparadas durante veinte años: el fracaso escolar patente y el oculto están ahí, gritando consignas que nadie sabe lo que significan. Los famosos recortes no son más que la excusa, y eso se ve a nada que se rasque. Lo que realmente incomoda a los socialistas es que pueda irse a una educación de calidad, donde todos tengan cabida pero salgan con distintos grados de preparación porque distintas son las inteligencias y las capacidades. Bajo el pretexto de los dineros, han vuelto a oírse las tópicas proclamas totalitarias sobre la escuela de todos y de todas, el dinero público para la escuela pública..., pero probablemente la que encabeza esta entrada sea una de las más sinceras, y más significativas: todos excelentes, todos cenutrios, todos convertidos en pasta base para experimentos sociales.
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24 mayo 2012
"Pruebas de diagnóstico" de 2º de ESO
Se propone un texto del siguiente tenor:
Lengua de signos: chimpancés hablan, mienten y hacen poesía
El matrimonio estadounidense Deborah y Roger Fouts ha dedicado su vida a combatir la idea de que el lenguaje es el rasgo que más diferencia a los humanos del resto de los animales. Han sido más de 40 años de trabajo con unos chimpancés que no sólo han aprendido a comunicarse con el lenguaje de signos, sino también a mentir y hacer poesía.
Y sigue en este plan, les juro que sin el menor ánimo de coña.
Pero que conste que la educación en España está en peligro por culpa de los recortes.
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Lengua de signos: chimpancés hablan, mienten y hacen poesía
El matrimonio estadounidense Deborah y Roger Fouts ha dedicado su vida a combatir la idea de que el lenguaje es el rasgo que más diferencia a los humanos del resto de los animales. Han sido más de 40 años de trabajo con unos chimpancés que no sólo han aprendido a comunicarse con el lenguaje de signos, sino también a mentir y hacer poesía.
Y sigue en este plan, les juro que sin el menor ánimo de coña.
Pero que conste que la educación en España está en peligro por culpa de los recortes.
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22 mayo 2012
La vida en sordina
El título original de esta novela es Deaf sentence, o sea, "Sentencia de sordera", que, por supuesto, al ser traducido pierde su parecido con sentencia de muerte. El traductor ha hecho lo que ha podido con el resto de juegos de palabras que salpican la obra, como consecuencia de la sordera del protagonista; pero, como no son ni de lejos lo más chispeante del relato, importa poco. Esto es que Desmond Bates, lingüista jubilado, tiene que aprender a convivir con su defecto auditivo, que le causa algún quebradero de cabeza con una doctoranda chiflada y que le supone una lección de humildad en las relaciones con su mujer y con su padre, sordo también ademas de muy anciano. El trato con parientes y amigos completa el cuadro de la existencia de Desmond. Lo interesante es que el defecto físico le conduce a una reflexión sobre la muerte, presente no sólo como especulación sino como realidad: su primera mujer murió de cáncer, el padre morirá también al final de la historia y una visita a Auschwitz marcará profundamente a Desmond coincidiendo casi con ese hecho. El tono grave y el humorístico se compenetran, pues, perfectamente en una obra que presenta una cara amable de la vida, lejos de angustias existenciales y de cinismos. Los personajes enseñan sin pudor sus defectos humanos pero la bondad suele prevalecer. Vulnerable a las fantasías sexuales, Desmond sabe sobreponerse a los acosos de la doctoranda de marras; sometido a la prueba de la enfermedad terminal de la persona querida, puede ceder a la falsa compasión pero no a fáciles frivolidades sobre la eutanasia. La Gracia de algún modo está ahí, luchando por abrirse paso.
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18 mayo 2012
A la doctrina y al discípulo
Prologando el libro de los esposos Hahn, Peter Kreeft enumera varias razones que explican su atractivo. Me quedé con una de ellas, muy obvia pero que siempre conviene recordar.
La tercera es su forma de armonizar -como Cristo- la ortodoxia bíblica y católica con la sensibilidad por la persona. En otras palabras, su amor a la verdad y a la gente; a la doctrina y al discípulo. Este doble amor es el secreto principal de los grandes maestros.
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La tercera es su forma de armonizar -como Cristo- la ortodoxia bíblica y católica con la sensibilidad por la persona. En otras palabras, su amor a la verdad y a la gente; a la doctrina y al discípulo. Este doble amor es el secreto principal de los grandes maestros.
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15 mayo 2012
Derecho a no leer
Últimamente se oye hablar mucho, como si hubieran descubierto la pólvora, del derecho a no terminar un libro. Y digo yo: hombre, claro. A ver quién es el dictador fascista dogmático que quiere quitarnos ese derecho. Que me lo traigan. Por otro lado, quien se obliga porque sí a terminar un libro es tonto del culo. Eso para empezar.
Pero digo porque sí. Y es que, junto a lo del derecho a no terminar, se suele insistir en que la lectura tiene que ser un placer y no una obligación. Y esto no deja de producirme cierto incomodo, porque me trae un regusto a ese nomeapetecismo (con perdón) tan a la orden del día, aún. Una buena lectura es un placer, sí. Pero, ¿ha de ser siempre ese el motivo para abrir un libro, o para no cerrarlo? ¿No puede mediar la curiosidad intelectual, o el deseo de instrucción?
"No me gusta", "no me dice nada"... ¿Has pasado de la página ochenta, acaso? Porque un libro suele ser un todo coherente. En esa página habría dejado yo Retorno a Brideshead si no hubiera sido por años de disciplina, y me habría perdido un final de ovación y vuelta al ruedo. Yo leo, por poner un ejemplo, a Raymond Chandler por gustito, a Thomas Mann por curiosidad y a Martin Rhonheimer para aprender. Y estos últimos pueden darme gustito o no, pero no suelo abandonar la lectura a no ser que: a) no entienda nada; b) el tío se me ponga muy verde (es decir, que me tome por subnormal); c) que se me ponga muy políticamente correcto (es decir, que lo sea él). Bien es cierto que soy profesor de literatura y eso me crea algunos deberes. Tomen y dejen ustedes libros a su aire, faltaría más. Eso sí (y esta es otra): previa información de qué cosas merecen la inversión y por qué.
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Pero digo porque sí. Y es que, junto a lo del derecho a no terminar, se suele insistir en que la lectura tiene que ser un placer y no una obligación. Y esto no deja de producirme cierto incomodo, porque me trae un regusto a ese nomeapetecismo (con perdón) tan a la orden del día, aún. Una buena lectura es un placer, sí. Pero, ¿ha de ser siempre ese el motivo para abrir un libro, o para no cerrarlo? ¿No puede mediar la curiosidad intelectual, o el deseo de instrucción?
"No me gusta", "no me dice nada"... ¿Has pasado de la página ochenta, acaso? Porque un libro suele ser un todo coherente. En esa página habría dejado yo Retorno a Brideshead si no hubiera sido por años de disciplina, y me habría perdido un final de ovación y vuelta al ruedo. Yo leo, por poner un ejemplo, a Raymond Chandler por gustito, a Thomas Mann por curiosidad y a Martin Rhonheimer para aprender. Y estos últimos pueden darme gustito o no, pero no suelo abandonar la lectura a no ser que: a) no entienda nada; b) el tío se me ponga muy verde (es decir, que me tome por subnormal); c) que se me ponga muy políticamente correcto (es decir, que lo sea él). Bien es cierto que soy profesor de literatura y eso me crea algunos deberes. Tomen y dejen ustedes libros a su aire, faltaría más. Eso sí (y esta es otra): previa información de qué cosas merecen la inversión y por qué.
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14 mayo 2012
El tercer hombre
Harry Lime es el cinismo, y la virtud humana puesta el servicio del mal. Habría sido el perfecto líder totalitario. Dice creer aún, y que esa fe le lleva a hacer felices a las pobres gentes por el procedimiento de acelerar su muerte. Pero es muy dudoso, claro, y si vemos la sonrisa de Orson Welles en la película ya no es nada dudoso (es lo malo de tener novela y película a la vez, que no puedes aislar la una de la otra). Se trata de un tipo que ha borrado los conceptos de bien y de mal, y por tanto también a su fundamento. Es el Stavrogin de Dostoievski (creo que se llamaba Stavrogin el ateo de Demonios) convertido en tipo práctico y prudente. Pero creo que este tipo de personaje ha existido siempre.
Graham Greene toma una curiosa distancia, doble distancia, con respecto a su personaje, ya que no es el amigo, Rollo Martins, quien narra, sino un policía, bien que muchas veces a través de la conciencia de Rollo (en la película Holly; o algo así). Supongo que quiere darnos una visión más imparcial de la psicología de este, que, por cierto, da más impresión de fragilidad, también física, que Joseph Cotten en el film. Al contrario que Lime, Rollo Martins es la falta de virtudes unida a una clara conciencia del bien y el mal.
Es curioso que sea en la novela donde el prota se lleva a la chica. Pero también resulta muy cinematográfica esa fidelidad irracional de las mujeres a gente como Lime. Por otro lado no sé qué falta hacía Anna, ni en un sitio ni en otro, salvando el hecho de que junto a todo hombre suele haber una mujer.
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Graham Greene toma una curiosa distancia, doble distancia, con respecto a su personaje, ya que no es el amigo, Rollo Martins, quien narra, sino un policía, bien que muchas veces a través de la conciencia de Rollo (en la película Holly; o algo así). Supongo que quiere darnos una visión más imparcial de la psicología de este, que, por cierto, da más impresión de fragilidad, también física, que Joseph Cotten en el film. Al contrario que Lime, Rollo Martins es la falta de virtudes unida a una clara conciencia del bien y el mal.
Es curioso que sea en la novela donde el prota se lleva a la chica. Pero también resulta muy cinematográfica esa fidelidad irracional de las mujeres a gente como Lime. Por otro lado no sé qué falta hacía Anna, ni en un sitio ni en otro, salvando el hecho de que junto a todo hombre suele haber una mujer.
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11 mayo 2012
La religión tendrá dos formas de enseñanza en la escuela:
¿Un proyecto de ley del nuevo Departamento de Educación? No caerá esa breva. Olegario González de Cardedal, "Escuela, religión, teología", en una tercera de ABC del 2003, y gracias.
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09 mayo 2012
07 mayo 2012
Marina
Óscar, enigmático y solemne, nos cuenta en la obertura de esta danza macabra que una semana de 1980 desapareció del mapa. No es para menos, después de vivir una apabullante historia de miedo que termina con una ruptura de corazón. Imaginen ustedes todos los elementos de la novela gótica a pleno rendimiento: apariciones fantasmales, mansiones vetustas, gatos negros (si es que "Kafka" era negro, que no me acuerdo), muertos que se levantan, doctores chiflados, teatros abandonados, viejas divas muertas en vida, asesinatos espeluznantes, internados, pálidas damitas, sirvientes sospechosos, noches heladas, hijos que no lo son de quien se pensaba, invernaderos, cementerios, ráfagas de viento, puertas que chirrían, hedor a muerte, todo en una trama a medias entre Frankenstein y el doctor Moreau. Lo curioso es que ni a Óscar ni a Marina les han dado vela en ese entierro, aunque se pongan a jugar a detectives como si les fuera en ello la vida; y con tal éxito que todo el mundo se les confiesa a la primera de cambio, en auténticas piezas oratorias de esas que normalmente se dejan para el final del novelón. En definitiva, comicidad involuntaria a raudales, aumentada por esas sentencias casi zapaterianas que emiten de vez en cuando algunos personajes, sobre todo los zarandeados por la vida y de vuelta de todo, en plan estoico. Y, sin embargo, la novela no se te cae de las manos, gracias a ese manejo de los recursos narrativos que tiene Carlos Ruiz Zafón, insisto, sobresaliente en taller de narrativa. Es más, diría que Marina, aunque pase por obra menor, es por lo menos mejor que El juego del ángel, que tanto vendió y que es lo otro que conozco de su pluma.
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05 mayo 2012
"Porque en él acaban por separarse" (Olga vs. Melibea)
La serpiente de la duda despertó y se agitó en su corazón... ¿Estaría enamorada de él o se limitaba a casarse?
-Sin embargo, hay otro camino para la felicidad -dijo.
-¿Cuál?
-El amor, a veces, no espera, no resiste, no calcula... La mujer arde de pasión, padece tormentos y alegrías que...
-Yo no conozco ese camino -respondió Olga.
-En ese camino la mujer lo sacrifica todo: tranquilidad, fama, respeto, y halla su recompensa en el amor... que para ella lo sustituye todo.
-¿Es que nosotros necesitamos seguir ese camino?
-No.
-¿Te gustaría encontrar la felicidad a costa de mi paz y del respeto que me debo?
-¡Oh, no, no! Te juro por Dios que por nada del mundo -respondió Oblomov con ardor.
-¿Por qué, entonces, me hablas de eso?
-De veras que no lo sé...
-Pues yo sí lo sé. Quieres saber si habría sacrificado por ti mi tranquilidad, si te hubiera seguido por ese camino, ¿no es cierto?
-Sí, creo que has adivinado... ¿Y bien?
-¡Nunca, por nada del mundo! -respondió Olga con firmeza.
Oblomov quedó pensativo y luego suspiró.
-Sí, es un camino terrible y se necesita mucho amor para que una mujer lo siga, que sacrifique su vida por amor. [...]
-Imagínate -siguió diciendo Oblomov- que Soñechka, que no vale lo que tu dedo meñique, no te saludara de pronto al verte.
Olga sonrió y en sus ojos brilló la misma serenidad. Oblomov se dejó llevar por la necesidad, que le dictaba su amor propio, de exigir sacrificios de Olga en aras del amor y embriagarse con ello.
-Imagínate que los hombres al acercarse a ti no bajaran los ojos con tímido respeto, sino que te miraran con una sonrisa atrevida y pícara... [...] Imagínate que al entrar en un salón varias personas hicieran gestos de indignación; alguno que otro cambiaría de sitio..., pero tu orgullo sería el mismo de siempre y tendrías conciencia de ser mejor que ellos, de ser superior a todos.
-¿Por qué me dices todos esos horrores? -preguntó tranquilamente-. Nunca iré por ese camino.
-¿Nunca? -preguntó Oblomov, abatido.
-¡Nunca! -repitió ella.
-Claro -dijo pensativo-, tú no serías capaz de enfrentarte al deshonor. Tal vez no le tuvieras miedo a la muerte; lo terrible no es la ejecución, sino los preparativos para ella, las torturas continuas. Tú no podrías soportarlas y te agostarías, ¿no es cierto?
Oblomov seguía escrutando sus ojos para ver su reacción. Pero Olga parecía contenta; esos cuadros de horror no la habían impresionado. Una leve sonrisa se dibujaba en sus labios.
-¡No quiero ni agostarme ni morir! Todo eso no vale -dijo al fin-. Se puede ir por distinto camino y querer aún más...
-¿Y por qué no irías por ese camino si no tienes miedo? -preguntó Oblomov con insistencia y casi con fastidio.
-Porque en él... acaban... por separarse -dijo ella-, y para mí... separarme de ti... [...] ¡Nunca!
Oblomov lanzó un grito de júbilo y cayó a sus pies sobre la hierba.
-Sin embargo, hay otro camino para la felicidad -dijo.
-¿Cuál?
-El amor, a veces, no espera, no resiste, no calcula... La mujer arde de pasión, padece tormentos y alegrías que...
-Yo no conozco ese camino -respondió Olga.
-En ese camino la mujer lo sacrifica todo: tranquilidad, fama, respeto, y halla su recompensa en el amor... que para ella lo sustituye todo.
-¿Es que nosotros necesitamos seguir ese camino?
-No.
-¿Te gustaría encontrar la felicidad a costa de mi paz y del respeto que me debo?
-¡Oh, no, no! Te juro por Dios que por nada del mundo -respondió Oblomov con ardor.
-¿Por qué, entonces, me hablas de eso?
-De veras que no lo sé...
-Pues yo sí lo sé. Quieres saber si habría sacrificado por ti mi tranquilidad, si te hubiera seguido por ese camino, ¿no es cierto?
-Sí, creo que has adivinado... ¿Y bien?
-¡Nunca, por nada del mundo! -respondió Olga con firmeza.
Oblomov quedó pensativo y luego suspiró.
-Sí, es un camino terrible y se necesita mucho amor para que una mujer lo siga, que sacrifique su vida por amor. [...]
-Imagínate -siguió diciendo Oblomov- que Soñechka, que no vale lo que tu dedo meñique, no te saludara de pronto al verte.
Olga sonrió y en sus ojos brilló la misma serenidad. Oblomov se dejó llevar por la necesidad, que le dictaba su amor propio, de exigir sacrificios de Olga en aras del amor y embriagarse con ello.
-Imagínate que los hombres al acercarse a ti no bajaran los ojos con tímido respeto, sino que te miraran con una sonrisa atrevida y pícara... [...] Imagínate que al entrar en un salón varias personas hicieran gestos de indignación; alguno que otro cambiaría de sitio..., pero tu orgullo sería el mismo de siempre y tendrías conciencia de ser mejor que ellos, de ser superior a todos.
-¿Por qué me dices todos esos horrores? -preguntó tranquilamente-. Nunca iré por ese camino.
-¿Nunca? -preguntó Oblomov, abatido.
-¡Nunca! -repitió ella.
-Claro -dijo pensativo-, tú no serías capaz de enfrentarte al deshonor. Tal vez no le tuvieras miedo a la muerte; lo terrible no es la ejecución, sino los preparativos para ella, las torturas continuas. Tú no podrías soportarlas y te agostarías, ¿no es cierto?
Oblomov seguía escrutando sus ojos para ver su reacción. Pero Olga parecía contenta; esos cuadros de horror no la habían impresionado. Una leve sonrisa se dibujaba en sus labios.
-¡No quiero ni agostarme ni morir! Todo eso no vale -dijo al fin-. Se puede ir por distinto camino y querer aún más...
-¿Y por qué no irías por ese camino si no tienes miedo? -preguntó Oblomov con insistencia y casi con fastidio.
-Porque en él... acaban... por separarse -dijo ella-, y para mí... separarme de ti... [...] ¡Nunca!
Oblomov lanzó un grito de júbilo y cayó a sus pies sobre la hierba.
Iván A. Goncharov, Oblomov
__03 mayo 2012
Sugerencias para los que dicen Girona y Lleida
Ya hablamos aquí de las coles de Bruxelles y de las naranjas de la Chunghwa. Además, digan desde ahora:
-Agua de Köln.
-El Donau azul.
-Poner una pica en Vlaams.
-Síndrome de Stockholm
-El contubernio de München.
-La Sábana Santa de Torino.
-55 días en Beijing (esta ya está pillada).
-Objetivo Myanmar (también).
-Madre Teresa de Kolkata.
-San Antonio de Padova.
-Santa Margarita de Scotland.
-Santa Isabel de Magyarország.
-Carlos I de España y V de Deutschland.
-En el portal de Bethlehem hay estrellas, sol y luna.
Esto, para empezar, y ya iremos añadiendo nuevas lecciones.
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-Agua de Köln.
-El Donau azul.
-Poner una pica en Vlaams.
-Síndrome de Stockholm
-El contubernio de München.
-La Sábana Santa de Torino.
-55 días en Beijing (esta ya está pillada).
-Objetivo Myanmar (también).
-Madre Teresa de Kolkata.
-San Antonio de Padova.
-Santa Margarita de Scotland.
-Santa Isabel de Magyarország.
-Carlos I de España y V de Deutschland.
-En el portal de Bethlehem hay estrellas, sol y luna.
Esto, para empezar, y ya iremos añadiendo nuevas lecciones.
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02 mayo 2012
Carta a don Juan
Con el título de uno de ellos reúne Agustín Cerezales, en la editorial Menoscuarto, los cuentos de su madre, Carmen Laforet. Ya se sabe, esa manía de publicarlo todo, todo, de algún ilustre muerto, incluso aquellas cosas que al difunto le habrían sonrojado si hubieran salido en vida. Al menos por lo que nos dicen las "Notas del editor", sólo unos cuantos de estos relatos fueron recogidos por la autora para su publicación, y salieron en efecto en el volumen titulado La muerta. Otros aparecieron en revistas, y hay alguno, como "La leyenda de Alcorah", que no es más que un ejercicio de juventud, de mucha juventud, pues ya sabemos que Carmen Laforet maduró literariamente a los 23 años.
Lo cierto es que, salvando este y algún otro de la misma época ("El infierno" es bastante disparatado) estas piezas son de gran dignidad. Y variedad, aunque hay tendencia al neorrealismo, como cabe esperar. De la simple pintura social, como en "La fotografía", se inclinan a veces hacia la desolación, caso de "El veraneo" o "El regreso", a veces hacia el triunfo del amor y la virtud, como puede verse en "Un matrimono" o "En la edad del pato", para llegar incluso a la ejemplaridad cristiana y pro-vida de "El aguinaldo", muy propio de la época navideña en que se desarrolla su acción. No faltan los toques humorísticos ("La buena esposa y un turmix", "El alivio"), pero casi casi me quedaría con el que da título al volumen, esa "Carta a don Juan" escrita por una mujer inteligente y equilibrada como su autora.
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Lo cierto es que, salvando este y algún otro de la misma época ("El infierno" es bastante disparatado) estas piezas son de gran dignidad. Y variedad, aunque hay tendencia al neorrealismo, como cabe esperar. De la simple pintura social, como en "La fotografía", se inclinan a veces hacia la desolación, caso de "El veraneo" o "El regreso", a veces hacia el triunfo del amor y la virtud, como puede verse en "Un matrimono" o "En la edad del pato", para llegar incluso a la ejemplaridad cristiana y pro-vida de "El aguinaldo", muy propio de la época navideña en que se desarrolla su acción. No faltan los toques humorísticos ("La buena esposa y un turmix", "El alivio"), pero casi casi me quedaría con el que da título al volumen, esa "Carta a don Juan" escrita por una mujer inteligente y equilibrada como su autora.
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