Esta pancarta, exhibida este martes durante las movilizaciones del sector educativo socialista, tiene algo de berlanguiano, o de codornicesco, de humor absurdo, en definitiva, pues es claro que el concepto de excelencia excluye al de todos, ya desde la propia composición de la palabra, con ese ex, que implica sobresalir. Si todos sobresalen, en efecto, nadie sobresale. Si todos son excelentes, nadie es excelente. Y, sin embargo, es una frase que resume muy bien lo que ha sido la educación en España desde la LOGSE a esta parte: la entronización de la pedagogía de la envidia, hacer como que vale el que no vale, ocultar cuidadosamente al que despunta. Las fuerzas de choque que estos días nutren las protestas callejeras han sido cuidadosamente preparadas durante veinte años: el fracaso escolar patente y el oculto están ahí, gritando consignas que nadie sabe lo que significan. Los famosos recortes no son más que la excusa, y eso se ve a nada que se rasque. Lo que realmente incomoda a los socialistas es que pueda irse a una educación de calidad, donde todos tengan cabida pero salgan con distintos grados de preparación porque distintas son las inteligencias y las capacidades. Bajo el pretexto de los dineros, han vuelto a oírse las tópicas proclamas totalitarias sobre la escuela de todos y de todas, el dinero público para la escuela pública..., pero probablemente la que encabeza esta entrada sea una de las más sinceras, y más significativas: todos excelentes, todos cenutrios, todos convertidos en pasta base para experimentos sociales.
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