una, la correspondiente a la mayoría de la población que la solicita en el ejercicio de sus derechos primordiales, y que luego la legislación articula. Otra, la que por responsabilidad propia establece la autoridad educativa, ya que tal saber resulta esencial para comprender lo que ha sido la historia humana general y nuestra particular historia hispánica, a la vez que necesaria para que el trato entre grupos religiosos distintos sea real convivencia y no mera tolerancia en espera del resarcimiento. Si en 1970 llegó a parecer indiscutible que política y economía eran los dos poderes determinantes de la vida humana, en 2003 es evidente que culturas y religiones son potencias más originarias y radicales. ignorarlas es, primero, desconocer al hombre y, después, despreciar a la sociedad.
¿Un proyecto de ley del nuevo Departamento de Educación? No caerá esa breva.
Olegario González de Cardedal, "Escuela, religión, teología", en una tercera de
ABC del 2003, y gracias.
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