08 abril 2010
La democracia en América
Me gustaría tener la cabeza de Alexis de Tocqueville, y por cabeza entiendo aquí su clarividencia sobre los hechos y las perspectivas que ofrece su mundo. Es decir, me maravilla cómo en unos meses de viaje supo captar la psicología del puelo norteamericano y las posibilidades de la democracia en el mundo por venir.
Son un par de volúmenes de lo que suele llamarse "apretada lectura", pero no deja uno de sorprenderse conforme lee. Si hay un sabio de los tiempos modernos, nos hallamos ante él. Hay que echar un poco de paciencia, es cierto, en la primera parte del volumen primero, donde describe las instituciones de la democracia norteamericana. De hecho, me atrevo a recomendar, si uno no es jurista ni político, empezar por el segundo volumen y, una vez terminado, pasar a la segunda parte del primnero.
Hay dos cosas que me parecen especialmente reseñables en la visión de Tocqueville. La primera es que, siendo a todas luces partidario de la democracia como forma de gobierno y viéndola como inevitable en el mundo que se avecinaba, no la considera como algo milagroso o como algo bueno por el simple hecho de ser democracia, sino que ve la posibilidad del despotismo también en su seno. La segunda es cómo aprecia la función de la religión en la vida pública dentro de las democracias, situándose así en las antípodas de todo laicismo.
Nota redactada en junio del 2007
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