30 octubre 2008

Tan chapucera como la película.

La bomba, digo. Porque se puede cocear con arte, pero, en España, ya ni eso.

Los períodos prolongados de calma...


... favorecen ciertas ilusiones ópticas. Una de ellas es la suposición de que la inviolabilidad del domicilio se funda en la Constitución, se encuentra asegurada por ella. En realidad la inviolabilidad del domicilio se basa en el padre de familia que aparece en la puerta de la casa acompañado de sus hijos y empuñando un hacha en la mano. Sólo que esta verdad no siempre se halla a la vista; y tampoco constituye una objeción contra las Constituciones. Lo que vale es el viejo adagio: "Es el hombre el que sale garante del juramento, no el juramento el que sale garante del hombre". Este es uno de los motivos de que encuentre tan escasas simpatías en el pueblo la nueva legislación. En teoría no está mal eso de la "inviolabilidad del domicilio"; pero vivimos en unos tiempos en que un funcionario le va pasando al siguiente el picaporte de la puerta de nuestra casa.

En la antigua Islandia, por ejemplo, hubiera sido imposible un ataque a la inviolabilidad y aun santidad del domicilio en las formas en que ocurrió, como mera medida administrativa, en el Berlín de 1933, en medio de una población de millones de almas. Merece ser citado, como excepción honrosa, el caso de un joven socialdemócrata que en el pasillo de su apartamento abatió a tiros a media docena de los denominados "policías auxiliares". Aquel hombre continuaba siendo partícipe de la libertad sustancial, de la antigua libertad germánica que sus adversarios ensalzaban en teoría. Naturalmente, el mencionado joven no había aprendido eso en el programa de su partido. En todo caso no era de aquellos de quienes dice Léon Bloy que salen corriendo en busca del abogado mientras su madre está siendo violada.

Ernst Jünger, La emboscadura. Son dos fragmentos separados, pero con continuidad lógica.

29 octubre 2008

Pasarse de listo


No fue el pensar más de la cuenta, como cínicamente (y sin pizca de intención de que le creamos) sugiere Juan Valera, lo que destrozó la vida de don Braulio. Tampoco ninguna de las cosas que apunta al final Inesita, ni siquiera el "tener menos religión que un caballo" o el "estar desesperado de ser feo y enclenque", aunque algo cooperaron ambas cosas. Lo que le perdió fue el faltar a uno de los deberes fundamentales del matrimonio, cual es la confianza en el cónyuge. Para don Braulio, como para la mayor parte de los personajes de esta novela, el matrimonio es una convención sostenida en el qué dirán: la fidelidad importa hasta que los demás han dejado de creer en ella. Por otro lado, don Braulio es un fiel amante, pero no un amante esposo. La presunta infidelidad de su joven mujer le lleva a la desesperación, pero ni siquiera se le ocurre hablar francamente con ella sobre la base de que alguien ha querido calumniarla. Entristecido (es cierto) por su propia insignificancia física, desestima a Beatriz creyéndola capaz de traicionarle por un cuerpo gallardo, lo que, dicho sea de paso, habla muy mal de lo que hubiera sido su comportamiento en caso de haberse casado con una mujer fea.

Sabiniano, don Braulio: "y morirme contigo si te matas..." Pero, del matrimonio, ni idea. Valera, qué bueno.

Nota redactada en septiembre de 2007. La novela fue editada ese mismo año por "Los libros de Raquel".

28 octubre 2008

Imprescindible el artículo

de Margaret Somerville, extractado en Aceprensa, sobre el derecho a conocer a los padres biológicos. Única objeción: no entiendo por qué habría que reconocer civilmente las uniones homosexuales, al menos mientras no se reconozcan similares derechos a las parejas de hermanos y hermanas que conviven establemente. Reconocer sólo a las parejas homosexuales representa una discriminación a favor de la actividad sexual, lo que de hecho significa una equiparación con el matrimonio. Eso sí, mirando para otro lado.

27 octubre 2008

También lo vio él.



... muchas personas experimentan hoy una necesidad de formas culturales, aunque al mismo tiempo sienten repulsión frente a las Iglesias. La gente barrunta una carencia en la existencia y es en eso en lo que se basa la corriente que se forma alrededor de los gnósticos, de los fundadores de sectas, de los apóstoles, los cuales pasan a desempeñar con mayor o menor éxito la función que antes representaban las Iglesias. Cabría decir que existe siempre una determinada cantidad de disposición a creer, una sed que era aplacada de modo legítimo por las Iglesias. Pero ahora, habiéndose librado de éstas, esa fuerza se adhiere al primer objeto que le sale al paso. De ahí la credulidad, la fe de carbonero del hombre moderno, que es simultáneamente un incrédulo. Ese hombre cree lo que viene escrito en el periódico, pero no cree lo que está escrito en las estrellas.

Ernst Jünger, La emboscadura

Las estrellas siempre han sido muy poéticas, y vienen de perilla para cerrar brilantemente un párrafo o un discurso. Aquí Jünger ha caído en esa trampa. Más que las estrellas, yo habría puesto "en lo más hondo de su conciencia". O algo así, vamos.

24 octubre 2008

Su vida


No es una biografía tal como habitualmente se entiende. Estamos más bien ante una autobiografía interior, por así decirlo. Santa Teresa nos refiere más sus experiencias de oración y sus altibajos espirituales que anécdotas sobre su peripecia vital por este mundo. Y si uno está convencido de que su propia santidad no pasa necesariamente por las visiones y los éxtasis, este libro no le disuadirá de lograrla. En realidad, lo que más subyuga de Santa Teresa no son estos fenómenos extraordinarios, que ella contaba casi con vergüenza y restándoles importancia, sino el realismo de su espiritualidad, en lo cual fue una avanzada de nuestro tiempo, y la atractiva familiaridad con Dios: "dame sólo paciencia", le decía, indicando que estaba conforme con todo lo que quisiera enviarle, pero que se conocía lo suficiente para saber que su carne de barro podía protestar. "Dame, Señor, lo que me pides y pídeme lo que quieras", decía el discreto San Agustín con una lógica divina que no podía menos de enamorar a nuestra autora, y ella lo tuvo presente toda su vida. Lúcida como pocas, deseaba que todos aquellos que tuvieran encomendada la cura de almas fueran además letrados, esto es, doctos: "de devociones a bobas nos libre Dios". Este realismo en la vida espiritual la convirtió en maestra de santos, a lo largo de los tiempos. Y si no hubiera sido por esta lucidez, que le proporcionó la admiración de personas de muy diversas creencias, quizá nos hubiera costado más trabajo creerla cuendo cuenta las mercedes de Dios. Su reticencia ante todo lo extraordinario es su mejor aval.

Nota redactada en enero del 2001

23 octubre 2008

Estatal


Ahora al rock que se hace en España le llaman rock estatal. Incluso hay una revista con ese adjetivo, supongo que pensada para todos los suspensos en inglés que en el Estado vienen siendo. Nada de nacional, pues. Y es que estos radicales son lo más políticamente correcto que existe.

Hoy, oh cielos, veo que mi sindicato inicia también la perestroika, como el PP. En su revista informa de la "Asamblea estatal de ANPE". Cuando mi digna comentarista, reducida hoy a tiza y papel, lo era todo en esa organización, lo suyo se llamaba "ANPE nacional". Imagino que ahora reservarán el término para las diversas federaciones de las distintas realidades nacionales. Supongo que yo estoy en "ANPE nacional de Castilla y León". O tempora.

22 octubre 2008

Los mártires, los más fuertes


Se suele asociar a Jünger con Nietzsche, no sin razón. Por eso me alegra leer cosas como esta.

... Y al Fundador siguieron no sólo los mártires, los cuales fueron más fuertes que el estoicismo, más fuertes que los césares, más fuertes que aquellos centenares de miles de personas que los encerraban en los circos. Al Fundador siguieron también los innumerables seres humanos que han muerto llenos de confianza. Esto es algo que en nuestros días está operando de una manera más intensa de lo que a primera vista se cree. Las catedrales se derrumban, pero en los corazones subsiste un saber, un patrimonio heredado, el cual va socavando los palacios de la tiranía, igual que hicieron las catacumbas. Basándonos en esto nos está permitido tener la seguridad de que la nuda violencia, ejercida según patrones antiguos, no puede triunfar a la larga. Aquella sangre introdujo sustancia en la historia y por ello seguimos contando con toda razón los años a partir de esa fecha, que es el instante en que gira el tiempo. ... El sacrificio se repite en innumerables altares.

Ernst Jünger, La emboscadura

21 octubre 2008

La tesis de Nancy


Se entusiasmó el propio Ramón J. con su Nancy y la prolongó hasta extremos lindantes con el tedio. Lo poco agrada y lo mucho enfada. No niego que tenga gracia el relato de los malentendidos de la ingenua estudiante. Con todo y con los chistes matusalénicos (que Sender podría justificar con obras clásicas españolas, tipo Lazarillo, en gran parte hechas con chascarrillos populares), uno no puede evitar la risa floja en multitud de ocasiones. Y don Ramón es tan buen narrador que incluso nos hace desear conocer a la muñequita en cuestión. Bueno, a ella y a su novio Curro, retrato acabado donde los haya del ligón aprovechado y que resulta más atractivo así, visto a través de los ojos ingenuos de Nancy, que si se nos hubiera mostrado a través de su propia conciencia o de la del autor. La maestría con la pluma hace también que la reiteración no aburra. Pero sí se echa de menos cierta variedad en los gags, reducidos al equívoco lingüístico o a la fascinación paleta por la cultura española en la protagonista. Sender se ha reído hasta no poder más de esa visión romántica que ha suscitado siempre España (y de modo especial Andalucía) en el extranjero. Si esta novela traspasara nuestras fronteras sería la puntilla para este fenómeno. ocurre, sin embargo, que las abundantes referencias a costumbres, conceptos y modos de decir españoles dificulta la adaptación. Y, la verdad, tampoco es para tanto. Ni creo que Sender pretendiera que fuera para mucho. Quiso divertirse él mismo y hacer reír a los demás. Que es, como dice el lema de Cervantes, oficio de discretos.

Nota redactada en diciembre de 1999

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19 octubre 2008

La reoca.

Ahora resulta que los misterios del Papa Mago y su cabeza parlante acaban... en el cambio climático. Como lo oyen. En el último parto de Miguel Ruiz Montáñez (autor de La tumba de Colón, por si se les escapa), un conde se dedica a investigar los descubrimientos de Silvestre II acerca del fin del mundo, ese que causó los (presuntos) terrores del año mil. Y en efecto, resulta que nuestro papa encontró documentos alusivos a una gran catástrofe, pero esta resulta ser la que los seres humanos le infligiremos a la tierra (la sacrosanta Gaia) hacia el 2033: ¡el cambio climático de nuestros pecados!

Como novela de cachondeo, no estaría mal. Al fin y al cabo, el cambio climático ha adquirido caracteres de nuevo terror milenarista. Y el Montáñez ha sabido aprovecharlo. Para mí que se ha reído lo suyo con sus propias paridas. Pero lo narra como si fuese totalmente en serio, confiando en que, si tragaron lo de Da Vinci, cuánto más esta advertencia sobre un tema que nos concierne a todos y tal.

Pero parece que hay algo (Silvestre lo llamaba "el poder") que puede parar la cólera de Gaia. Vamos a ver qué dan de sí las andanzas del detective y la chica en su busca. Llego a la página 300 y pico. Qué emoción...


18 octubre 2008

A "Retahílas",


la novela de Carmen M. Gaite, podría achacársele el ser una especie de versión castiza del nouveau roman, algo así como lo que la siesta es al yoga. Incluso el título parece una parodia. Pero resulta más convincente y menos pretenciosa que las retahílas de Claude Simon o la que comentábamos ayer del flamante nobel. Es un tributo al lenguaje, pero este no se absolutiza, sino que queda subordinado al elemento humano, a quien sirve. Tal como acordamos, les traigo uno de mis párrafos favoritos.


Fíjate, si es que es en todo lo mismo, con la literatura pasa igual; ¿tú concibes mayor memez que el libro ese de Love story que ha hecho tanto furor?, yo no lo entiendo. Y a Ester, por ejemplo, le encanta, dice que está muy bien desmitificar el amor, que ya era hora, que no todo van a ser los parlamentos de Melibea. ¡Pues sí señor!, en literatura amorosa o los parlamentos de Melibea o nada, a mí que no me den gato por liebre, para tanto como eso no escriba usted una novela si los amantes que salen allí no tienen nada que decirse; ¿cómo te vas a creer una historia de amor sin palabras de amor?, porque lo grande es que el autor pretende que te la creas. Pretende que te parezca verdad que aquellos dos chicos se enamoran nada más conocerse y que a ella le da leucemia y que deciden vivir intensamente esos meses que les quedan de estar juntos; pero, por favor, la leucemia precisa su retórica adecuada, no se te ocurre decir "pobre chica", no te crees una palabra de todo aquello porque a ellos mismos les parece que les cae por fuera. Y Ester dice: "Si lo que quiere indicar precisamente es que le quitan importancia, que viven el presente, o sea que no hace falta dramatizar", pero bueno, si ya sé lo que pretende, pero ¿cómo no va a haber que dramatizar cuando a la persona que más quieres en el mundo le da leucemia y los médicos la desahucian?, porque allí te quieren indicar eso, que se quieren mutuamente más que a nadie en el mundo pero que no necesitan decírselo, pues no sé, peor para ellos si no tienen nada que decirse. Cierras el libro y te han informado, sí, de que la muerte ha venido a interruppir el amor de dos jóvenes que se llaman Fulano y Mengana y que viven en tal ciudad, puros datos, pero es un amor que ni te conmueve, ni te interesa, ni te lo crees, te quedas diciendo ¿y en qué se notaba que se querían esos dos?, porque no se notaba en nada; vamos, anda, eso qué va a ser literatura. Y Ester siempre acaba diciendo que lo que me pasa a mí es que soy muy antiguo.


16 octubre 2008

De qué me suena Le Clézio


Pues, señor, esto es que un día me puse a leer un tomito divulgativo sobre escritores franceses contemporáneos, y los únicos que no conocía de los allí citados eran Jean Giono y J. M. G. Le Clézio, curiosamente ambos con apellidos muy poco franceses. Me quedé con los nombres (entonces aún tenía memoria). Años después, un amigo periodista solía llevarme algunos libros que recibía en la redacción, con la intención de que le seleccionara los que eran recomendables para jóvenes. Uno de ellos (de los recibidos) fue El atestado de Le Clézio, editado por Cátedra.

Lo aguanté hasta el final, a pesar de todo. "Todo" es que se trataba de una obra en la línea del nouveau roman, corriente paralela a esas filosofías reduccionistas según las cuales el lenguaje es el nuevo arjé, el elemento primario y origen de todo lo demás. Ya pueden imaginarse lo que puede dar de sí una novela en ese plan. De hecho, el título, Le procès verbal, es un juego de palabras intraducible, que puede referirse, en efecto, a un atestado, pero también al hecho de que toda historia, toda acción humana, es un "proceso verbal". El protagonista de la indigesta parrafada se llama, coherentemente, Adán, Adam, héroe primigenio de una nueva conciencia del mundo.

Todo muy bonito. Pero, puestos a elegir una obra cuyo tema sea el lenguaje y su alcance, prefiero mil veces el Retahílas de Carmen Martín Gaite, uno de cuyos trozos les plantaré aquí mañana, para que vean.


15 octubre 2008

Liberación

El aparcamiento del Honky-Tonk estaba casi igual que hacía quince años. Los coches habían cambiado. Mientras en los años setenta los clientes llevaban Mustangs y furgonetas pintadas con matices psicodélicos, las luces de la calle iluminaban ahora Por[s]ches, BMW y caravanas. Al cruzar el aparcamiento experimenté la misma curiosidad y excitación que cuando estaba soltera y salía de noche. Con mi presente nivel de sabiduría ni se me ocurriría repetir aquellas aventuras ("cerrar bares", lo llamábamos nosotros), pero en aquellos tiempos las acometía. En los años sesenta y setenta es lo que se hacía para pasarlo bien. Así se conocía a los chicos. Así te colocabas. lo que la Liberación de la Mujer "liberó" fue nuestra actitud hacia el sexo. Si antaño lo usábamos para negociar, ahora lo regalábamos. No sé a cuántas prostitutas dejamos sin trabajo por repartir "favores" sexuales en nombre de la libertad. ¿En qué estaríamos pensando? Lo único que conseguíamos al final eran borrachos llenos de ladillas.

Sue Grafton, O de odio

14 octubre 2008

El capitán Alatriste


"No queda sino batirnos", suele decir el pendenciero Quevedo que nos dibuja Pérez-Reverte en su ficción. No queda sino agradecerle al novelista el buen rato pasado con la lectura de El capitán Alatriste. ¿Con qué palabras elogiar la maestría narrativa, la contundencia expresiva, el encanto de las figuras, el perfecto acabado de cada capítulo y la trabazón entre todos ellos? Dumas puede sentirse orgulloso de su discípulo. Como decía Vargas Llosa por otra novela, "uno siente que este relato está amasado con el barro de las más auténticas, de las insobornables historias". Y ahora vamos a las profundidades.


Es claro que la obra debe gran parte de su gancho al atractivo del protagonista. Alatriste se sabe pecador ("he quebrantado los diez mandamientos") y no se cree un héroe, es más, se muestra escéptico con respecto al heroísmo. "Estábamos demasiado cansados para correr", responde, cínico, cuando alguien pondera el aplomo de su compañía en la retirada. Sin embargo, es fiel hasta la muerte a los principios morales que orientan su conducta, al código que se ha marcado: hay un límite que su conciencia no traspasa; la vida suya y la de los demás le importa poco, pero no mata a sangre fría, y devuelve el dinero cuando descubre que le habían metido, con engaño, en un juego demasiado sucio. Todo ello sin hipocresía, con semblante grave y un desengaño que no es, como en su creador, una pose. Si añadimos el ambiente de corrupción generalizada que se nos pinta como fondo, podemos decir que estamos ante una auténtica novela negra, con su Philip Marlowe, esta vez sin oficio de detective y trasladado a la España del 600.


Nota redactada en enero del 2000

10 octubre 2008

A veces no sé por qué nos cabreamos tanto


con las “tontadas anticlericales” del cine, español o extranjero, de hoy. Lo cierto es que el cine de todos los tiempos está lleno de ellas. Supongo que los predicadores protestantes tampoco eran tan tontos ni tan hipócritas como el que aparece en Duelo al sol, que trata de exorcizar a la bella Perla mientras la mira y remira por todas partes. Incluso el maestro John Ford cayó en esos excesos, y no hay sino recordar al atontado fanático que interpreta Boris Karloff en La patrulla perdida. No, no es nada nuevo que un escritor o un director se burle de lo que no es capaz de mascar. Pero también es cierto que no hay nada más repulsivo que la virtud impostada o el cristianismo cuando es mera apariencia. En el buen cine (sigo pensando en John Ford) salen mejor parados los que dan trigo que los que predican, los publicanos que los fariseos, y eso es puro evangelio. Otra cosa son los burdos desahogos de los subvencionados de hoy.

09 octubre 2008

Memoria histórica


Nadie corrió como Líster desde Toledo a los Pirineos. Lo malo era que, para justificarse, después de cada carrera hacía fusilar a una docena de oficiales. Con esto creía seguir el ejemplo de Stalin.


Ramón J. Sender

07 octubre 2008

¿Qué pasa en las aulas?


Al principio todos callaron con reverencial temor: la LOGSE parecía la nueva deidad y su impugnación el colmo de la estrechez reaccionaria. Pero ha llegado un momento en que ya no se ha podido aguantar más. Mercedes Ruiz Paz dio, en cierto modo, la señal de salida (hay que agradecérselo: eso es valentía, y no lo que como tal se vende por ahí) y, tras ella, una cascada de títulos ha venido a destapar lo que corría de modo subterráneo en la enseñanza española: el hastío de unos profesionales que han sufrido el acoso más vil y el mayor de los desconciertos al no poder ejercer en paz y en libertad su trabajo, debido a una inversión de valores digna de Sigerico de Horría, el tiranuelo caprichoso del Capitán Trueno. Enkvist, Rosúa, Sala, el autor de Síndrome de burnout (cuyo nombre ahora se me niega) o el entrañable Fray Josepho han dado salida sucesivamente a sus frustraciones en todos los tonos posibles. La condición de profesores de Lengua de la mayoría ha dado además un atractivo añadido a sus producciones. A ellos se suma Bárbara Pastor, con una pluma no menos diestra.


El libro da en la diana una vez y otra, y solo se le puede hacer un reproche: da la impresión de que la autora piensa que la enseñanza privada es algo así como un antro de perdición. Todos los males que encuentra en la escuela pública son para lamentar que los alumnos se pasen a la privada. Tranquila, mujer, si realmente es tan horrible acabarán también desertando de ella.


Nota redactada en noviembre del 2002

06 octubre 2008

Jaimito y los best-seller

La seño mandó aquel día, como ejercicio escolar, una narración que contuviera los siguientes elementos: religión, aristocracia, sexo y misterio. La respuesta de Jaimito fue un microrrelato:

¡Dios mío!, dijo la marquesa. ¡Estoy embarazada y no sé de quién!

Hoy los compañeros de Jaimito han descubierto que la fórmula era mágica, han desempolvado sus ejercicios de clase y, tras hincharlos convenientemente, han llenado con ellos las librerías y sus propios bolsillos. El que arrasa ahora se titula El papa mago y, en lo poco que llevo leído, la composición es esta:


Religión: va implícita en el título: Silvestre II , "el papa mago" (?)

Misterio: el secreto de la cabeza parlante, construida por el susodicho.

Aristocracia: el prota es un conde con la cabeza a pájaros.

Sexo: de momento, la bella cincuentona casada con el conde y adúltera, y su hija, que promete...


En todo caso, prefiero la ocurrencia de Jaimito, dónde va a dar.





03 octubre 2008

Me falta un dato


Leo un artículo sobre la campaña de los rumanos para mejorar la imagen de sus inmigrantes. Me parece de perlas dicha campaña y la presencia de los rumanos por aquí. Luego el autor empieza hablar de racismo y de fascismo, y entonces es cuando me mosqueo. Hay mucho savonarola de urbanización, amigo de poner sambenitos a los compatriotas que vivimos en los barrios, en buena armonía con rumanos, moros, sudamericanos y demás inmigrantes honrados. Mucho telepredicador con parejita y audi que fustiga el racismo como nuevo pecado original, fácil de purgar desde sus zonas ajardinadas y cuya verdad se pone de manifiesto en los votos que reciben en España los partidos xenófobos.

También se refería el autor, cómo no, a la emigración española de los 60, para deshacer el tópico de que nosotros íbamos allá con contrato bajo el brazo. No todos, dice, no todos, según los últimos estudios. Vale, majo.

Pero, aun así, me sigue faltando un dato: ¿qué índice de delincuentes españoles había en las cárceles suizas y alemanas en los 50/60?

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02 octubre 2008

Bosnios para un nuevo Guernica


Sombrío título y no menos sombrío panorama el que presenta Ángel Palomino en esta novela. Pero no por ello menos posible. ¿Por qué no habría de suceder en España lo que ha ocurrido no tan lejos en Europa? Confiemos en que la diferente condición histórica de las provincias vascas frente a las repúblicas yugoslavas contribuya a que acabe imponiéndose la sensatez. Pero hoy, a pocos días de celebrarse las últimas elecciones al Parlamento vasco, parecían más cercanas que nunca las catástrofes vaticinadas por Palomino. Si el llamado bloque constitucionalista se hubiera impuesto y los nacionalistas más radicales hubieran decidido no acatar la nueva situación, estábamos convertidos en yugoslavos.

Pero, yendo a lo propiamente literario, esta novela me parece fallida. Peca de explícita y de basta. Quizá la acción hubiera debido desarrollarse en un país imaginario y los caracteres lograr un perfil más acabado. En lugar de eso, tenemos a Arzallus proclamando la independencia de Euskadi y un elenco de personajes lastrado por el más burdo maniqueísmo. Los políticos son unos marrulleros inútiles y los militares nobles paladines. Los amores y los rencores del autor son demasiado manifiestos. En suma, es la novela que habría escrito cualquier ardoroso militante joven de un grupo radical de derechas. Ello no quita para que la advertencia sea válida: alentar el nacionalismo es jugar con fuego.

Nota redactada en mayo del 2001


Otras referencias a Ángel Palomino:

Insultos, cortes e impertinencias
De Madrid a Oviedo pasando por las Azores


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01 octubre 2008

Benedicto XVI y el buen vino nuevo




Se ha escrito mucho sobre el milagro de Caná como revelación de Jesucristo, y también de la santidad del matrimonio por la presencia del Salvador en aquella boda; pero nunca, que yo sepa, se ha relacionado el propio milagro con el amor esponsal. Así lo hace Benedicto XVI en su saludo al movimiento Retrouvaille, que tiene como objetivo la reconciliación de los matrimonios en crisis. Traduzco del italiano, así que no respondo de la exactitud, pero creo que merece la pena divulgar este jugoso texto, que puede pasar inadvertido en la web vaticana. Traigo sólo el pasaje sobre el milagro.

(Dice que crisis puede entenderse como paso a una situación mejor, y continúa)

En este sentido se puede leer el relato de las bodas de Caná. La Virgen María se da cuenta de que los novios "ya no tienen vino" y se lo dice a Jesús. Esta falta de vino hace pensar en el momento en que, en la vida de la pareja, termina el amor, se desvanece la alegría y desaparece el entusiasmo en el matrimonio. Después de que Jesús transforma el agua en vino, felicitan al esposo por aquel vino tan bueno que había guardado para el final. Esto significa que el vino de Jesús era mejor que el anterior. Sabemos que este "vino bueno" es símbolo de la salvación, de la nueva alianza nupcial que Jesucristo ha venido a realizar con la humanidad. Pero también es sacramento cada matrimonio cristiano, incluso el más desdichado y vacilante, y puede encontrar en la humildad la valentía para pedir ayuda al Señor. Cuando una pareja en dificultades, o (como demuestra vuestra experiencia) incluso ya separada, se confía a María y se vuelve al que ha hecho de los dos "una sola carne", puede estar segura de que aquella crisis será, con la ayuda del Señor, un tránsito a algo superior, y que el amor saldrá purificado, madurado, reforzado. Esto sólo puede hacerlo Dios, que quiere servirse de sus discípulos como colaboradores legítimos para acercar a la pareja, escucharla, ayudarla a redescubrir el tesoro oculto del matrimonio, el fuego que permanecía sepultado bajo las cenizas. Y Él reaviva y vuelve a hacer arder la llama, no desde luego al mismo modo del enamoramiento, sino de manera diversa, más intensa y profunda; pero la misma llama.

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